En El Radical hemos invitado a las cuatro listas que participarán, el próximo martes 29 de octubre, en la elección de las y los representantes de profesoras al Consejo Directivo de …
En El Radical hemos invitado a las cuatro listas que participarán, el próximo martes 29 de octubre, en la elección de las y los representantes de profesoras al Consejo Directivo de …
En El Radical hemos invitado a las cuatro listas que participarán, el próximo martes 29 de octubre, en la elección de las y los representantes de profesoras al Consejo Directivo de …
Se ha venido luchando por una institucionalización democrática y transparente de la Universidad, en este momento se pretende sorprender a la comunidad externadista con una inesperada y amañada reforma de estatutos.
¡EXTRA! ¡EXTRA! ¡EXTRA!
¿Vientos chavistas en el Externado?
Después de que por más de 6 años, sin haber sido escuchados, se ha venido luchando por una institucionalización democrática y transparente de la Universidad, en este momento se pretende sorprender a la comunidad externadista con una inesperada y amañada reforma de estatutos que de manera subliminal busca consolidar el acaparamiento personal y familiar que, de hecho, se está dando de los aspectos administrativos, académicos y patrimoniales de la Fundación Universidad Externado de Colombia, la que, por su propia naturaleza, no tiene herederos o propietarios sino beneficiarios como son los estudiantes, profesores y la sociedad en general.
Por esa razón y, pensando solamente en el supremo interés de la Universidad, El Radical exhorta al consejo directivo para que, asumiendo una actitud de independencia y autonomía que de ellos se reclama, no de paso a esta reforma de manera inconsulta sin tener en cuenta la opinión de la comunidad externadista y su deseo de que en ella tengan cabida y merezcan respeto y consideración todas las voces.
Sin lugar a duda, el nuevo rector debe ser un jurista con características tales como: aceptación general, credibilidad colectiva, solvencia profesional y académica, buen trato y entendimiento pacífico con los estudiantes y sus colegas profesores.
El año académico que comienza está llamado a tener trascendencia en la historia del Externado, como así de alguna manera lo viene anunciando el Rector en varias de sus intervenciones delante de varios profesores de la Facultad de Derecho.
Ciertamente, la rectoría se ha preocupado de hacer saber que en los próximos días atenderá el clamor generalizado de designar un Decano para esta Facultad, que permita un Gobierno eficaz y eficiente de nuestra escuela de derecho, sin duda la más importante de la nación.
El anuncio que se ha deslizado sobre el anhelado nombramiento de un Decano, por supuesto que se recibe con beneplácito por la comunidad universitaria. Las voluminosas y complejas decisiones que hoy exige tan importante Facultad no pueden seguir siendo atendidas con la óptica de la vieja casona del Externado de la carrera 16. Los tiempos que corren demandan de un enfoque administrativo y científico mucho más ambicioso, despojado del manejo personalista o paternalista que ya fracasó.
Escoger un Decano entre las múltiples importantes opciones de juristas con las que cuenta la Universidad no es tarea fácil, pero, en todo caso, desde estas páginas abogamos porque quien sea ungido tenga aceptación general, credibilidad colectiva, solvencia profesional y académica, buen trato y entendimiento pacífico con los estudiantes y sus colegas profesores, y, además, que esté dispuesto a cumplir con su encargo con dedicación exclusiva sin alternarlo con su desempeño como abogado, árbitro o consultor, o sin utilizar el cargo para aproximarse a los gobiernos o ser designado en ampulosas comisiones oficiales, o proporcionarse protagonismo mediático desde el paraninfo de sus responsabilidades. Su perfil, que por tantos años se ha venido reclamando para la Facultad, no puede ser el de que sea una persona de absoluta confianza del Rector o de la cúpula de la Universidad.
Por supuesto que quien haya de desempeñarse en ese importante cargo, debe trabajar en armonía también con las directivas de la Universidad, pero su único capital no puede ser el excluyente artificio de que goza de la absoluta confianza de quien a dedo y de manera unilateral y omnímoda le dispense tan alta responsabilidad. Escoger a alguien solamente en función de ese requisito de estirpe totalitaria, en vez de solucionar los graves problemas que con el tiempo se han venido creando y que hoy siguen sin solución, muy seguramente contribuirá al clima de desasosiego e inconformidad que reina en el Externado.
El propósito de designar un Decano es no solo velar con responsabilidad por el futuro consolidado de la Facultad de Derecho, sino que la rectoría se desprenda sanamente de parte de su inmenso poder, para permitir que se haga realidad el pluralismo al que se debe históricamente este Externado. El mensaje de nombrar a tan alto servidor no puede revestir el carácter de una amenaza subliminal de que se escogerá a quien sea ojos y oídos de quien lo designe, sino el de que haya un auténtico intérprete de las necesidades que hoy enfrenta la Facultad. No se trata de entronizar o perpetuar una camarilla personalista sino de servirle al Externado con desinterés.
Aunque por fin habrá Decano, siguen pendientes todavía otros retos e inquietudes que durante el último año no han podido ser resueltas. La renovación del envejecido y deteriorado Consejo Directivo de la Universidad, no da más espera. Es la hora de permitirle a la comunidad universitaria el ejercicio de su legítimo derecho a elegir un Consejo renovado que represente solamente la Casa de Estudios. También se echa de menos la rendición de cuentas que no ha sido posible obtener por parte de la administración de la institución, al igual que permitir de una vez por todas y sin más dilaciones, que se realice una auditoría amplia que despeje definitivamente el horizonte de la Universidad.
Se enseñan las ventajas de incrementar el número de doctores en una universidad. Estos son expertos en temas específicos, pero no puede ser concluyente que un doctor es un buen docente.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Colciencias ha contribuido a mejorar algunos aspectos de la educación, principalmente la universitaria, pero también es fuente de decisiones bastante recias, que no siempre garantizan buenos resultados.
Por ejemplo, la elaboración de artículos de revistas especializadas son sometidos a unas ritualidades que no siempre se advierten sensatas y productivas. La exigencia del número de hojas o caracteres de cada artículo para poder clasificar en esa competencia que hoy trasnocha a muchos académicos urgidos de puntajes, como también la del número obligatorio de citas de pies de página, no son necesariamente satisfactorias.
¿Es mejor un artículo en función de su extensión y del número de libros consultados por el autor? Tengo probadas dudas de que eso sea así. Cada vez es más frecuente aproximarse a artículos cuidadosamente elaborados en los que no se aprecia en últimas qué quiso expresar el autor, porque su criterio o sus hallazgos quedan extraviados en la copiosa invocación de textos consultados, a la cual hay que rendirle odioso culto para merecer la acogida universitaria. Por ese camino, se le cumple más a las formas que al contenido.
Otro tanto ocurre con el papel de los Doctores en la docencia. Nadie discute la preparación de quien ha obtenido ese grado, en especial en los vericuetos temáticos de su tesis doctoral. No hay nadie que sepa más sobre un tema que el Doctor que ha escrito su tesis sobre el mismo. Pero una cosa es la investigación y otra la docencia, y ello parece no tenerlo claro Colciencias al diseñar una lánguida competencia que está deteriorando la educación que reciben los estudiantes.
La ecuación que dice “De que quien es Doctor es un magnífico docente”, ni es cierta, ni está bien diseñada. Abundan los reparos de alumnos inconformes con las clases regentadas por encumbrados Doctores que, sacados de sus temas doctorales, a la hora de transmitir sus conocimientos se ofrecen inseguros, confusos y caóticos. Eso no pone en duda su profesionalismo, sino su competencia como docente, en lo que no hay censura alguna, porque ser profesor demanda conocimiento, experiencia, capacidad de comunicar y saber moverse en los escenarios académicos. El maestro sabe que luego de cada clase el éxito consiste en que sus alumnos hayan aprendido algo de lo que se expuso o comentó.
Está bien que en una Universidad crezca el número de Doctores. Eso no está en duda, pero es necesario conciliar esa aspiración con tener presente las destrezas para ser docente. Lo ideal sería que todo investigador o Doctor fuese un excelente profesor, pero como ello no siempre es así, además por insalvables limitantes humanas, es necesario que la docencia no sea mirada con desdén, porque es allí donde se construyen los prestigios sólidos, esos que resultan indestructibles a los ojos de los estudiantes severos pero justos críticos.
De otro lado, es preciso advertir que la exigencia hoy es ser Doctor, no importa cuál Universidad haya dispensado tal distinción. Los españoles, para no ir muy lejos, ofrecen en todas sus universidades doctorados en lo divino y lo humano, inclusive hacen propaganda en América para que los “sudacas” vayan a doctorarse allá, pero las élites, por lo general, no se doctoran en sus propias universidades, porque prefieren principalmente las universidades norteamericanas, como así lo comentó César García, profesor de la Universidad del Estado de Washington, en un artículo intitulado La enfermedad del clientelismo, publicado en EL PAÍS de Madrid el 28 de marzo de 2013.
Ya veremos si Colciencias, un ente respetable ascendido a Ministerio, desciende a la tierra de los mortales y en su empeño de que nuestros centros universitarios sean competitivos no se olvide de que en el origen de todos esos esfuerzos, por encima de todo, está la docencia.
La universidad se encuentra en manos de una persona totalmente inexperta y ajena a la academia, no podemos decir lo mismo del tema económico, evidentemente su preocupación más grande es el futuro de Grupo Bolívar donde se encuentran empleados sus familiares que no están en el Externado.
Representante de Estudiantes ante el Consejo Directivo de la Universidad Externado de Colombia.
¿Alguna vez se han reunido con el Rector a fin de proponerle algo? Pues les aconsejo que lo hagan, y en el evento de que les conceda una entrevista dos meses después, les anticipo: la mitad de la conversación no tendrá idea de que le están hablando, y usará su teléfono para llamar a contextualizarse, (la verdad no importa qué le planteen, nunca sabe de qué se trata), la otra mitad de la conversación llamará a pedir permiso para tomar decisiones, o en sus palabras: “a ver que dice Marthica”. La historia siempre es igual, la reunión concluirá en nada.
Para empezar, recuerdo que se rumoraba la rectoría de facto de Martha Hinestrosa, Secretaria General. Con el tiempo, este rumor se fue tornando cada vez más sustentado. Con mi llegada al Consejo Directivo de la Universidad, dejó de ser un rumor, en lo que a mí respecta, para ser una realidad. Martha Hinestrosa no solo tiene derecho de veto sobre las decisiones del Rector, en los informes de éste ante el Consejo Directivo le entrega notas con lo que debía decir, las que, por cierto, ni siquiera se tomaba el trabajo de repasar. Asimismo, mientras el doctor Henao se sienta en la silla a comer rosquitas de arroz, firmar diplomas y entonar que él es el Rector, Martha Hinestrosa gobierna despóticamente la Universidad.
En efecto, la gestión a cuestionar no es la de Juan Carlos Henao, sino la de Martha Hinestrosa. Es común que en el exterior vean a la Universidad como una sociedad familiar de los Hinestrosa, y no es comedia ni sarcasmo, pues no resulta extraño que se pregunten en la calle, cuál es la participación accionaria de esta familia en la institución, y tarda un tiempo considerable contar la historia de que es una fundación. ¿Qué hará pensar al mundo que el Externado es propiedad Hinestrosa? Tal vez, que ellos mismos se regocijan con la propiedad en sus hipócritas reuniones sociales con el nombre de nuestro Externado.
A causa de esto, Martha Hinestrosa cuenta con amplias facultades de hacer, básicamente, lo que a bien tenga con nuestra casa de estudios, no es gratis el poder general que le otorgó el Rector, el cual se traduce en delegar la representación legal.
En consecuencia, nuestra Universidad se encuentra en manos de una persona totalmente inexperta y ajena a la academia, no podemos decir lo mismo del tema económico, evidentemente su preocupación más grande es el futuro de Grupo Bolívar donde se encuentran empleados sus familiares que no están en el Externado. Martha Hinestrosa ha anclado el progreso de la institución pues es una persona reacia al cambio, al progreso y no tiene la capacidad de dirigir el rumbo, conforme a los parámetros del siglo XXI, y que tal vez, su único mérito sea ser hija de su padre, de quien, por cierto, conserva pocas cosas. Sobre el “continuismo ascendente”, que promueve Juan Carlos Henao como su gran obra, el verdadero lema debería ser que ha ejercido su rectoría como un albaceazgo.
Hoy, el Externado no cuenta con un proyecto institucional, no va para ningún lado; lo más grave, no existe preocupación alguna por este tema, y lo que es más deteriorante, ya en Valledupar se da por cierto que el presidente de la Asociación de Exalumnos, Edgardo Maya, comenta que Henao e Hinestrosa le tienen asegurado que será el sucesor en la rectoría, a pesar de que ningún mérito tiene ni académico, ni profesional y ni siquiera político pues ha sido un dicretísimo burócrata al servicio de todos los gobiernos. Es urgente retomar el rumbo de nuestros fundadores y apropiarnos del legado externadista. Martha debe dar un paso al lado por el bien de la Universidad.
EL RADICAL pregunta Ante las inquietudes legítimas que es preciso desatar por la aparente decisión de las directivas de la Universidad Externado de Colombia de constituir una fiducia mercantil para la …
Ante las inquietudes legítimas que es preciso desatar por la aparente decisión de las directivas de la Universidad Externado de Colombia de constituir una fiducia mercantil para la administración de sus bienes y activos, este medio de comunicación por tratarse de un asunto de interés público para toda la comunidad externadista exhorta al señor Rector, Dr. Juan Carlos Henao; y a la Secretaria General, Dra. Marta Hinestrosa, para que se pronuncien sobre este tema respondiendo este cuestionario:
1. ¿Se propone la Universidad Externado de Colombia constituir una fiducia mercantil para la administración de sus bienes y activos?
2. ¿Qué órgano de dirección o administración de la Universidad autorizaría la celebración de ese contrato de fiducia? ¿Sería consultado o advertido el Consejo Superior de la Universidad?
3. ¿Con cuál sociedad fiduciaria se celebraría el contrato de fiducia y cuáles serían los criterios que se tendrían en cuenta para seleccionarla?
4. ¿Cuáles bienes que figuran como de propiedad de la Universidad Externado de Colombia, serían transferidos al patrimonio autónomo creado con ocasión de la suscripción del contrato de fiducia?
5. ¿Cuál es la razón para constituir un patrimonio autónomo y transferir al mismo los bienes que están en el patrimonio de la Universidad Externado de Colombia?
6. ¿Quién o quiénes serían los representantes de la Universidad Externado de Colombia, como constituyente del fideicomiso, que fungirían como miembros del comité fiduciario dentro del patrimonio autónomo que surgiera como consecuencia de la celebración del contrato de fiducia?
7. ¿Quién o quiénes figurarían como beneficiarios del patrimonio autónomo y en qué eventos tendrían derecho a que les fuesen restituidos los bienes o recursos fideicomitidos?
8. ¿Quién o quiénes serían los destinatarios de las rendiciones de cuentas que debería remitir la sociedad fiduciaria representante de ese patrimonio autónomo?
9. ¿Cuál sería el tratamiento contable y tributario que se otorgaría en los estados financieros de la Universidad, a los derechos fiduciarios surgidos del contrato de fiducia en mención?
10. ¿Cuál sería el pronunciamiento del revisor fiscal de la Universidad, frente a esta operación fiduciaria?
En la próxima edición de El Radical, se publicarán las respuestas oficiales de ambas directivas, si fueren recibidas.
Se nombran algunos aciertos al tener mayor énfasis en el ora Gobierno y ora en Relaciones Internacionales, pero también algunos desaciertos como dejar marchitar los convenios y políticas de internacionalización.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
En 1986, con ocasión del primer centenario de nuestra Casa de Estudios, se presentó a la comunidad estudiantil del país el más novedoso programa diseñado hasta entonces en el contexto de las llamadas ciencias sociales, “Finanzas y Relaciones Internacionales”, cuya acogida fue inmediata y grandiosa, a juzgar por el alto número de aspirantes registrados para el primer semestre, y por los positivos comentarios que suscitó su estructura, metodología y contenido en los círculos académicos.
Su diseño culminó merced al trabajo mancomunado de destacados profesores de la facultades de Derecho, Economía y Administración, a la asesoría del prestigioso Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po) y al apoyo del Gobierno de Francia, auspicio internacional que permitió su pronta consolidación, y la vinculación al mismo de ilustres docentes nacionales y extranjeros, atraídos estos últimos por las oportunidades de vinculación al país que ofrecía una Universidad privada, todo lo cual determinó una alta demanda de cupos por parte del estudiantado colombiano, a pocos años de su apertura.
El propósito de crear un perfil profesional propio-diferente al del administrador, el abogado, el economista o el politólogo- fue ciertamente alcanzado y, lo más importante, su pronto reconocimiento por los sectores empresariales del país y por la propia administración pública fue notorio, de suerte que una nueva dimensión profesional apareció en el ámbito social, caracterizada por una sólida formación interdisciplinaria e indispensable en el contexto de los nuevos tiempos.
Al conmemorar el décimo aniversario de la Facultad se llevó a cabo una división del programa, que buscó responder a recientes necesidades del país, habiéndose entonces introducido una oferta con mayor énfasis, ora Gobierno, ora en Relaciones Internacionales, pero preservando en cada una la esencia de la formación en Finanzas, acertada decisión que imprimió mayor rigor académico en tales áreas. La mejor muestra del éxito logrado fue la réplica del programa por parte de otros centros de educación superior, sin que ninguno de ellos haya alcanzado el lustre del primigenio, el del Externado; empero, conquistada esta posición, no se surtió el tan vociferado “continuismo ascendente”, sino que de manera inexplicable la directiva de la Universidad optó, desde hace algunos años, por restar dinamismo a este programa, mediante la imposición de restricciones administrativas, la generación de interferencias por parte de distintas áreas de otras facultades, el marchitamiento de las políticas de internacionalización, y el desestimulo a las iniciativas sobre foros y convenios, todo lo cual ha obrado en desmedro del afianzamiento del programa, y consecuentemente precipitado su declive, al extremo que el número de aspirantes, que antaño superaba los registrados para Derecho, hoy muestra un descenso verdaderamente inquietante, unido ello a la pérdida de liderazgo de la Facultad como centro de análisis de problemáticas nacionales e internacionales, espacio que ha sido evidentemente ocupado por otras instituciones educativas.
En adición a las problemáticas antes expuestas, ha de mencionarse que por el esquema federal que caracteriza nuestra Universidad, la gestión de la Facultad de Finanzas no puede ajustarse forzosamente al modelo de otras, y menos asimilarse al que se aplica en Derecho. Los docentes son mucho más heterogéneos en su formación, precisamente por la propia naturaleza del programa, y su origen más exógeno. Por estas razones, el anhelado estatuto profesoral tendrá que valorar estas circunstancias, para consignar disposiciones que estimulen la permanencia de los estos docentes, pero que a la vez permitan atraer a los que por sus sobresalientes calidades pueden participar en los procesos de necesaria renovación.
Es hora entonces de impulsar un renacimiento de esta Facultad, de “soltar amarras” y recobrar la supremacía de un programa que debe volver a ser atractivo para las nuevas generaciones de estudiantes y referente académico por antonomasia, habida cuenta de su carácter innovador, su factura interdisciplinaria y su vocación internacional.
En enero del que sería un trágico 1989 llegué al Externado. Una buseta Olaya Quiroga me descargó a la altura de la Biblioteca Luis Ángel Arango. Como los malos taxistas estaba en el barrio, pero no en la dirección. No era mi primera vez. Ya había estado para la entrevista, un sábado de poco movimiento en la U. Los cerros y La Salle ayudaron a ubicar a este calentano. Subí por la Calle 12 a paso veloz y ansioso, como lo sigo haciendo cada vez que tengo oportunidad, y entré por la rampa que arrancaba en la oficina de Filemón en Bienestar Universitario y bordeaba el parqueadero, subí luego las escaleras de piedra entre frondosos jardines, las mismas que uso hoy para llegar a los sótanos del Bloque E, que reemplazó el parqueadero, y salí a la que hoy en los mapas del Campus identifican como la Plazoleta Sur. En ese entonces La Plazoleta, a secas.
Estaba vacía y silenciosa. Los primiparos se guarecían del frio en los corredores del Bloque D, para entonces era el más nuevo y moderno de los edificios, esperando el saludo de bienvenida del Rector. Toda esa semana sus escalinatas estuvieron libres. Los imberbes provincianos y los rolos debutantes en la cuna del liberalismo radical desconocían la tradición. Ignorábamos todos que, así como en la antigua Atenas tuvieron su Ágora y la Roma de nuestros juristas tuvo El Foro, los Externadistas tenían La Plazoleta.
Una semana después el lugar hervía. Era el epicentro de la vida universitaria y para muchos, sobretodo esos que tuvieron tránsito fugaz por nuestra casa de estudios, bien por falta de vocación o de la disciplina que escaseaba a los 16 años, el único lugar que valía la pena. Había quienes tenían puesto fijo, sobre todo los vendedores de sándwiches, cigarrillos y mecato, que suplían las deficiencias de la única cafetería. La tertulia sobre política, música, fútbol, ciclismo, chismes menores, moda, novelas, etc., ocupaba las mañanas. Para algunos sólo en los “huecos”, para otros desde las 7 a.m. hasta las casi 2 p.m. en jornada continua. Allí oímos memorables discursos de nuestros maestros, tuvimos de cerca Presidentes, Ministros, altos funcionarios y candidatos presidenciales. Los viernes en las jornadas culturales en ese lugar fuimos testigos de nacimiento de talentos que luego trascendieron y enorgullecieron a nuestro Externado. Hicimos levantes y tacamos burro. Pero lo más importante, debatíamos de frente y sin tapujos, acerca de la Universidad, de nuestra Universidad. Allí se criticaban decisiones, se cocinaban candidaturas de los estudiantes que aspiraban al Consejo Directivo. Se daba cuenta de profesores mediocres y se saludaba con respeto a los maestros, se medía la temperatura de todos los temas que interesaban al estudiantado.
En sus escalinatas se acordó apoyar la séptima papeleta, muchas veces salir a marchar, pedir un cambio de profesor o “pedir cita en rectoría” para tramitar alguna queja. También era, como no, la cuna del matoneo. Las silbatinas por simplemente tener la osadía de atravesar por el centro eran tradición. Si se quiere tonta, de mal gusto y odiosa, pero tradición.
Hoy, cuando recorro nuestro Externado advierto que, a pesar de tener tan impresionante infraestructura, porque sin entrar a reparar en sí los nuevos bloques I y H estuvieron sobreestimados o son subutilizados o han generado una duplicidad de costos nada fácil para las finanzas de la U, sería necio desconocer que pocas universidades en el mundo tienen sedes tan confortables, reparo en que ya no hay un lugar como La Plazoleta, aun cuando haya varias en los mapas. Veo movimiento en frente del Auditorio Principal o por los lados del Oma, pero nunca nada comparable a lo que he descrito en estas líneas.
Me pregunto entonces si la ausencia de ese espacio físico que aglutinaba el Externado de antaño es el responsable de que los estudiantes, con contadas excepciones, se muestren apáticos, desentendidos de lo que pasa en su Universidad. Viven de afán, comparten poco y debaten menos. Y, me convenzo, nostálgico y de pronto equivocado, de que el chat, el Facebook y las redes jamás lograrán lo que lograba La Plazoleta. Ojalá en este 2019, que pinta convulsionado, logremos tener de nuevo una buena Plazoleta, así sea virtual.
PD. Rechazo total al terrorismo. Solidaridad con las víctimas de la Escuela General Santander. Jóvenes cadetes. Estudiantes primíparos llenos de ilusión que apenas comenzaban a vivir. Colombia nunca se ha arredrado ante los bárbaros y esta vez no será la excepción.
En Colombia las cosas no siempre han transcurrido dentro del marco de la ética y el orden jurídico. Por esto se ha planteado, desde hace más de seis años, la necesidad de institucionalizar la universidad para tener una debida organización, la transparencia en su gobierno y la definición de sus paradigmas frente a este siglo XXI.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Quienes administran bienes ajenos están obligados al “deber de transparencia”, lo que implica que la gestión se desarrolle en forma nítida, de manera que no haya lugar a duda alguna. Razón por la que sus beneficiarios pueden solicitar toda la información necesaria, lo que se ve truncado cuando no se da completa o a tiempo. Este derecho se protege también mediante la institución de la Revisoría Fiscal, de la que se exige además transparencia y profesionalismo, pero que no siempre puede hacerlo, especialmente cuando los fiscalizados de manera directa o subrepticia intervienen en su nominación. Queda el recurso al control que ejerce el Ministerio de Educación y los demás entes adscritos al mismo.
En el caso colombiano las cosas no siempre han transcurrido dentro del marco de la ética y el orden jurídico. La falta de transparencia se esconde en discursos moralistas y en el mutuo encubrimiento debido a mezquinos intereses que la sociedad de consumo y el deseo de figuración estimulan, propio de los “tiempos líquidos” de los que nos habló Zygmunt Bauman, en donde todo está permitido si responde a mis intereses personales o del grupo.
Algunas personas aprovechándose de que los sistemas de control no han podido o no han querido evitar o remediar los problemas, han desnaturalizado la finalidad de estos entes y los han creado o los han convertido en instituciones de beneficio personal y en ocasiones de orden familiar, generando abusos de poder que se pueden convertir en verdaderos actos de corrupción.
Nicolas Pinzón Warlosten fundó la Universidad como centro para la formación jurídica y de divulgación de los principios de libertad, respeto y tolerancia y nunca pensó en intereses personales para él o para su descendencia. Lo sucedieron, en su orden, los Doctores Diego Mendoza Pérez, Ricardo Hinestrosa Daza y Fernando Hinestrosa Forero, quienes cada uno a su manera llenaron de prestigio a la institución. Especialmente este último, quien con su valía y acompañado de un nutrido grupo profesoral la llevó al crecimiento y los niveles de reconocimiento nacional e internacional con la que la dejó a su fallecimiento.
Hoy lo sucede el Dr. Juan Carlos Henao Pérez, a quien le hemos planteado desde hace más de seis años, sin haberlo logrado, la necesidad de institucionalizar la Universidad para tener una debida organización, la transparencia en su Gobierno y la definición de sus paradigmas frente a este siglo XXI, para que se le reconozca por su excelencia más que por el crecimiento de la planta física y del número de matriculados.
Nuestra gran responsabilidad histórica no radica en una sucesión sino en el servicio a las presentes y futuras generaciones. Se requiere de un esquema de Gobierno actuante, que se ocupe con independencia de los varios asuntos por atender como pueden ser entre los varios: la reforma de estatutos; la entrega de información especialmente en el orden financiero; que las cuentas de la institución no se den por aprobadas con el voto de los ordenadores del gasto; que la administración no intervenga en nada en la nominación del Revisor Fiscal, sino que se devuelva la esa facultad al Consejo de Profesores; que la elaboración de las actas se haga de manera creíble y que se respete el derecho a obtener la copia de las mismas; que se tenga un estatuto profesoral en donde en materia de remuneración y estímulos impere la igualdad y no el capricho; que el Consejo Directivo pueda intervenir en la definición y estado de las inversiones y demás bienes de la Universidad; y en definitiva, acabar con ese acaparamiento personal del poder académico, patrimonial y administrativo de la institución.
Se anuncian dos proyectos importantes y necesarios: la auditoría Externa, de la que se espera pueda cumplir su encargo de la manera profesional e independiente; y la elección de un nuevo Consejo Directivo, del que exigimos absoluta independencia en su nominación y gestión.
Para que la universidad siga proyectándose como una de las mejores, es muy importante e imperativo que exista un sistema de postulación y otorgamiento de becas para estudios en el exterior absolutamente reglado, democrático y basado primordialmente en el mérito y no «Dedocráticamente».
Por un sistema democrático de becas en el exterior
Por: Jorge Fernando Perdomo.
Profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
Muchos externadistas han sido becarios en el exterior y no cabe duda que este reconocimiento en la mayoría de los casos ha sido fruto del trabajo dedicado no sólo durante los estudios de pregrado o posgrado, sino también del alto rendimiento y buen desempeño en la actividad profesoral.
Premiar el nivel y rigor académicos ha caracterizado a la Universidad Externado de Colombia desde hace muchas décadas; el maestro Fernando Hinestrosa, a quien extrañamos por estos tiempos más que nunca, siempre tuvo una visión globalizada y moderna del estudio de las ciencias jurídicas, económicas y sociales en general, él fue el gran artífice de la formación vanguardista del cuerpo de profesores e investigadores con que cuenta nuestra alma mater en la actualidad.
Precisamente por ello y para que nuestra Universidad siga proyectándose como una de las mejores, es muy importante e imperativo que exista un sistema de postulación y otorgamiento de becas para estudios en el exterior absolutamente reglado, democrático y basado primordialmente en el mérito. No son claros hoy en día los criterios reales (no simplemente los proclamados) que se utilizan para asignar estipendios en el exterior; y como sobre ello no hay claridad o, por lo menos, no hay interés en que ésta exista, hemos venido asistiendo en los últimos meses a un escrutinio público sobre los motivos para otorgar becas y, más aún, sobre los méritos o no de algunas de las personas que hoy gozan de dicho reconocimiento. Si no hay información veraz y pública, habrá especulación y caos.
En las últimas semanas fue presentado ante el flamante Consejo Directivo de la Universidad, por primera vez y tal vez motivados por las nuevas discusiones sobre democratización que algunos hemos impulsado, una lista de las personas becadas en el exterior; si bien allí podemos ver quiénes son y qué programas están cursando, no se dice nada sobre el monto de la beca correspondiente. Esta deliberada omisión en lugar de aportar a la discusión sobre democracia en materia de becas, oscurece más el panorama, pues es deseable saber cuál es el rasero que existe para asignar montos específicos y concretos a cada becario. No se olvide que el principio de igualdad debe garantizarse aquí también.
La institucionalización y democratización del Externado son imparables. Todos los estudiantes y profesores deben saber a ciencia cierta cuándo, cómo y con base en qué criterios pueden concursar para acceder a becas y estímulos en el exterior.
Concursar presupone, por su parte, reglas generales, claras y públicas, procesos transparentes de selección y abandonar la política del dedo, la alienación y el amiguismo. Una especial consideración merecen quienes ya gozan de ese beneficio y se encuentran desarrollando su proyecto académico; ellos deben tener seguridad sobre la duración de la beca (esto no debe depender del arbitrio de las directivas de la Universidad), sobre las condiciones de su prórroga cuando ello sea necesario y del plazo máximo permitido o financiado por la Universidad. Deseable que sea la institución la que determine los ámbitos académicos donde se requiere más investigación para que hacia ellos se dirija una política institucional de excelencia e innovación.
El Externado ha sido pionero en la formación de profesores e investigadores en el exterior; no dejemos apagar esa llama y, mejor aún, avivémosla con decisión y democracia.
La automatización, la despersonalización y el estancamiento son los 3 grandes errores en lo que puede caer un profesor y que no debe. También la causa por la cual los profesores universitarios deben concentrarse en la docencia para enseñar a pensar.
Profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
1. Automatización
A finales del año pasado, un buen amigo mío, el profesor peruano César Landa, divulgó en sus redes sociales una foto tomada en un congreso de derecho constitucional en la China, en la que junto a él aparecen un catedrático de la Universidad anfitriona y su asistente. La imágen no llamaría la atención salvo por el detalle de que el docente asistente es un robot. El aparato es capaz de hacer presentaciones sobre temas jurídicos, responde preguntas de los estudiantes, procesa muchísima más información de la que puede abarcar un cerebro humano, combina estrategias pedagógicas que difícilmente podría conocer un solo jurista, y por supuesto, no tiene reivindicaciones salariales ni es crítico del sistema universitario. Su precio es similar a lo que cuesta una beca para formar un Doctor en ciencias sociales en una Universidad europea.
2. Despersonalización
Cada vez son más frecuentes los cursos cortos, de no más de veinte horas de clase, ya sean “asignaturas” de posgrado, o “módulos” (horrible palabro) en el pregrado. Los estudiantes ven pasar por sus aulas un elenco muy numeroso de docentes, normalmente competentes y juiciosos, de quienes después de terminado el año difícilmente recuerdan el nombre o los temas que trató. Los profesores tampoco recuerdan quiénes fueron los alumnos. Para completar el círculo, la Universidad cuenta con una amplia gama de maestros disponibles para un mismo curso. Si alguno tiene un problema de horario, deja ver alguna vanidad o simplemente no contestó al teléfono cuando lo llamaron, pues se le avisa a otro y ya.
3. Estancamiento
La tecnología está cambiando el mundo a una velocidad que las universidades no han asimilado. La formación universitaria está siendo suplida por una educación técnica más o menos informal, flexible y casi siempre computarizada, y frente a ello las Institución de Educación Superior permanecen aferradas a sus tradiciones, haciendo prácticamente lo mismo desde hace un siglo, así ahora manejen la información en computadores. “La docencia es el arte de repetir”, me decía hace años un colega que estaba en la cima de la reputación académica, mientras yo iniciaba la carrera docente. Hoy creo que tenía algo de razón, pero solo cuando no existía internet ni inteligencia artificial, y cuando tampoco había llegado a las universidades la heterogeneidad fracturada de la sociedad de nuestros días.
Automatización, despersonalización, estancamiento. ¿En qué quedamos los profesores ante ese panorama? ¿Fichas reemplazables por un colega que tal vez hayamos visto solo un par de veces, o por una máquina mucho más eficiente que nosotros para manejar información? ¿Cuál es la utilidad social del “arte de repetir”?
Estoy convencido de que estos desafíos se pueden responder, sin pesimismo, dejándole a las máquinas lo que hacen mejor y concentrando la docencia en aquello para lo que los profesores universitarios podemos ser especialmente buenos: derrumbar dogmas, despertar el espíritu crítico de los estudiantes y de la sociedad, señalar las injusticias de nuestros tiempos y buscarles alguna solución, abrirle perspectivas intelectuales a los que pasan por las aulas, ser rigurosos, correctos y empáticos. En tres palabras: enseñar a pensar.
En mi recorrido universitario pasé por algunos profesores irrelevantes, eso es inevitable, pero declaro con orgullo estar hecho del material que abrieron para mi mente varios maestros sin los cuales no me reconocería. Algunos ya fallecieron, otros aún viven, y a todos les tengo afecto y gratitud eternas. Ellos saben quiénes son.
A diferencia del Externado, se puede observar, realizando una revisión de los programas ofertados por las distintas instituciones en Colombia, que están haciendo grandes esfuerzos por ofrecer carreras de formación relacionadas con analítica de datos, big data, inteligencia artificial, blockchain, entre otros; pareciera una batalla de quien está a la vanguardia de nuevos conceptos y programas.
¿Qué tan lejos estamos de la Universidad del futuro?
Por: Sandra Ortiz.
Profesora de la Universidad Externado de Colombia.
En mayo se celebró en Salamanca (España), el encuentro: “Universidad, Sociedad y Futuro”, donde se reflexionó sobre la Universidad del Siglo XXI y particularmente la Universidad del Futuro, en el marco del VIII centenario de fundación de esta institución.
El evento académico giró en torno a los efectos de la revolución tecnológica, de cómo las universidades observan estos fenómenos y cual es la respuesta que desde la educación puede darse a las permanentes transformaciones en los mercados y en la forma como los individuos se relacionan, no solo con sus congéneres y con su entorno social, producto de los desarrollos de las tecnologías disruptivas y sus aplicaciones.
De las reflexiones y conclusiones del mencionado encuentro, surgen diversas preguntas sobre el futuro de la educación y del papel de las universidades en Colombia, interrogantes como: ¿El modelo actual de formación y estructura de estas instituciones puede dar respuesta a los retos de la revolución digital? ¿Se puede hablar de universidades para el tercer milenio? o ¿Cómo evitar que se aumente la brecha digital, en una sociedad tan desigual como la colombiana?
El cambio requiere persistencia y modificación de la cultura organizacional, es una revisión de los atributos y fortalezas que se tienen, para que de esta manera se puedan generar transformaciones. La respuesta evidente es que las universidades deben pensar diferente, para ser la Universidad del Futuro y para ser más competitivas en el contexto mundial.
Se puede observar, realizando una revisión de los programas ofertados por las distintas instituciones en Colombia, que están haciendo grandes esfuerzos por ofrecer carreras de formación relacionadas con analítica de datos, big data, inteligencia artificial, blockchain, entre otros; pareciera una batalla de quien está a la vanguardia de nuevos conceptos y programas.
Primero es necesario comprender, antes de iniciar esta carrera por la conquista de nuevos mercados, qué es la digitalización, la transformación y la innovación y cómo la Universidad debe adecuarse al alumno y no éste a ella y a su modelo tradicional.
Lo anterior, determinará qué aspectos deben ser modificados en un corto, mediano y largo plazo. Esto implica, en primera medida, un proceso arduo de adecuación de la estructura de cada Universidad colombiana y de cómo pueden generarse alianzas con otras instituciones para generar un diálogo armónico respecto a los desafíos provenientes de esta revolución, de un nuevo proceso de formación de los docentes, de una transformación en la forma en que se dictan los contenidos y de cómo se accede a ellos, donde la educación virtual juega un papel trascendental en este proceso de evolución del sistema educativo, convirtiéndose en la piedra angular para la disminución de la brecha digital.
Es momento de analizar en cuánto ha contribuido las universidades en cerrar esa brecha con contenidos digitales para la población que no tiene la capacidad de desplazarse a las ciudades para iniciar su proceso de formación y de qué programas se requieren para apalancar nuevos procesos de emprendimiento.
La innovación no tiene que ver con la tecnología, es esa capacidad que tiene cada organización de reinventarse, de aprovechar su capital humano, de ser creativos, de revisar lo que ha hecho y hacerlo de otra manera, incorporando nuevos elementos.
La educación siempre será el mejor instrumento para la consolidación de una mejor sociedad. Por lo tanto, es necesario efectuar una revisión del modelo actual de las universidades colombianas, contrastarlo con el mercado y de esta manera articular una estrategia qué de respuesta a la digitalización de la educación, del futuro de la investigación y de cuál es el aporte y papel de estas instituciones en la sociedad compuesta con individuos cuyo entorno ha cambiado radicalmente y su manera de interactuar con el mundo a través de una pantalla.
Le corresponde a estas instituciones, en su proceso, formar ciudadanos que puedan dar respuesta a las diversas problemáticas sociales que van más allá de la formulación de algoritmos y de cómo estos son interpretados por las máquinas.
Es claro que son más los desafíos y muchos los interrogantes donde las alma mater juegan un papel de vital importancia, es allí donde se construirá la Universidad del Futuro.
Tal como se indicó en la Declaración de Salamanca: “Es una prioridad que los líderes educativos no solo conozcan sino que lideren esta revolución, anticipando cambios de paradigma en función de las nuevas realidades imperantes”.
La paz se llevó a cabo a base de promesas que ponen en aprietos al gobierno y, por tanto, nace una preocupación: “si no alcanza el dinero para atender tantos frentes de acción, muy seguramente volveremos a padecer la misma zozobra que vivíamos antes de la firma de la paz, porque ella se ha construido más de sueños que de realidades”.
La vieja costumbre de ensillar la bestia antes de comprarla
Por: Jairo Ramos Acevedo.
Graduado de la Facultad de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
Desde hace algunos meses, en forma velada, el Gobierno del Presidente Iván Duque viene aplicando el instinto animal del avestruz: meter la cabeza en la arena del desierto cuando se avecina el tornado de arena. Esto a propósito de las críticas que ha recibido el Centro Democrático –partido gobiernista– en relación a la etapa del posconflicto.
Este Gobierno, formado por limitantes contradictores abiertamente al santismo, sumado a buena parte de la población, se resistía a creer que las FARC-EP iban a dejar las armas y el negocio del narcotráfico, la explotación ilegal del oro y del basalto desde el momento en que se firmó la paz.
Pero la realidad es que durante varios lustros los colombianos vivimos en un subdesarrollo donde la miseria, el abandono del campo, las inequidades salariales y la destrucción de la naturaleza son la causa de la inconformidad social que impulsó el surgimiento de esos grupos guerrilleros y de toda clase de delincuencia organizada como las Bacrim. Es claro que jamás ningún Gobierno se ha inmutado para erradicar de raíz esos problemas que han causado una violencia histórica, argumentando que el Estado no cuenta con suficientes recursos presupuestales para atenderlos.
Sin embargo, ahora parece que si hay dinero para resolver los requerimientos que de manera forzada ha impuesto las FARC-EP. Entre su catálogo de exigencias sobresale, por ejemplo, atender de manera urgente el campo colombiano, brindando a los campesinos desplazados tierras para que las exploten económicamente mediante el otorgamiento de créditos y ayuda técnica-agrícola subsidiada; la erradicación de la pobreza que se ubica en las zonas periféricas de las ciudades; y brindar trabajo a esa población flotante que vive en la informalidad.
Resulta que después de la firma de la paz, según cifras oficiales, se han reincorporado a la vida civil más de 60 mil hombres y mujeres –aclaro, no a la vida productiva–, dedicados exclusivamente desde hace varias décadas a vivir en la selva de manera contemplativa, envueltos en la alucinante manigua de la cocaína y la marihuana; educados y adiestrados para la guerra y no para la paz, desconociendo permanentemente el Estado Social de Derecho.
Ahora, en la etapa del posconflicto, el Gobierno afirma que ellos –los exguerrilleros– deberán adecuar sus acciones y conductas al bienestar social del país. Pero esto sin duda tiene un costo y muy alto.
Algunos quieren olvidar esa horrible noche en que han estado inmersos y saldar cuentas con la justicia, mediante la reparación integral de los daños cometidos a la sociedad. Esto implica el sometimiento de los jefes del comando central, además conlleva sanciones punitivas y cárcel. Para los demás actores del conflicto, se contemplan penas alternativas, ya que no se cuenta con los recursos económicos suficientes para alimentar y sostener a esos excombatientes desmovilizados, de los cuales muchos de ellos tienen antecedentes judiciales, imposibilitando a las empresas vincularlos laboralmente.
Esto demuestra que no es nada fácil la tarea que debe emprender desde ya el Gobierno, para lo cual debe contar con un inmenso rubro presupuestal con el fin de atender los gastos que demanda el cumplimiento de los acuerdos firmados en La Habana.
Es claro que muchos son apáticos e incrédulos de que se alcance ese anhelado propósito y cuestionan: ¿De dónde va a sacar el Gobierno tanta plata para cumplir con las sentencias proferidas en su contra, a raíz de los falsos positivos; cómo va a sostener la implementación de un tribunal especial para la paz para lograr la retractación de los jefes guerrilleros; y de dónde va a sacar para crear una unidad de búsqueda de los desaparecidos o para ampliar y construir más cárceles?
En conclusión, si no alcanza el dinero para atender tantos frentes de acción, muy seguramente volveremos a padecer la misma zozobra que vivíamos antes de la firma de la paz, porque ella se ha construido más de sueños que de realidades.
En otras palabras, los colombianos somos muy folclóricos cuando ensillamos la bestia mucho antes de comprarla.
El Externado ha sido renuente en establecer un procedimiento regular para la atención de casos de violencia de género, el cual debe contar con diferentes vías de denuncia y protección a la víctima con la existencia de un comité especializado con presencia estudiantil, profesoral y directiva de la Universidad para supervisar y tomar medidas, respetando siempre el derecho de contradicción y las demás garantías del debido proceso.
Es hora de erradicar el acoso de las aulas del Externado
Por: José Fernando González.
Estudiante de tercer año de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
Uno de los retos más grandes que existen actualmente dentro de las universidades es la lucha contra el acoso sexual dentro de las aulas. Éste, se entiende como aquellos comportamientos y conductas en función del sexo, de carácter no deseado y ofensivo contra la víctima, como contactos físicos e insinuaciones, observaciones de tipo sexual y exigencias sexuales, verbales o de hecho.
Genera, sin duda, un sentimiento de humillación e intimidación sobre la víctima, la cual, en su gran mayoría, resulta siendo una mujer.
Este tipo de conductas deben ser inaceptables en todas sus formas, en especial en un espacio como el universitario, donde los estudiantes debemos sentirnos seguros para poder explotar todo nuestro potencial intelectual. Infortunadamente, esta problemática ha sido ignorada debido a las dinámicas de poder entre la víctima y su victimario, que en algunas situaciones puede ser una persona que ostente una posición de autoridad sobre la acosada, ya sea un profesor, directivo, jefe, etc.
Precisamente por ello, los colectivos estudiantiles no han parado de exigir que este sea un asunto debidamente tratado por la ley y por las instituciones, las cuales han sido muy negligentes en regular su tratamiento y procedimiento, considerando que lo reglamentado en la vía laboral se queda corto para las realidades de una estudiante víctima de acoso por su profesor. En consecuencia, se ha identificado la necesidad de realizar vías de acción al interior de las universidades para denunciar y seguir este tipo de casos, generando diferentes protocolos para asuntos relacionados con acoso, maltrato y discriminación, entre otros.
De tal necesidad son estás vías de acción, que la Corte Constitucional en la T-239/18 exhortó al Ministerio de Educación a determinar las obligaciones de las universidades en estas cuestiones y a establecer un procedimiento regular para la atención de casos de violencia de género. Aunque ya varias instituciones cuentan con un protocolo de atención, otras han sido renuentes en cumplir con la tarea, incluyendo el Externado, en el cual diferentes grupos estudiantiles han exigido a Bienestar Universitario y la institución misma crear una vía de atención especializada para estos casos, sin recibir verdaderas respuestas.
Un futuro protocolo de atención debe contar con diferentes vías de denuncia, protección a la víctima con la existencia de un comité especializado con presencia estudiantil, profesoral y directiva de la Universidad para supervisar y tomar medidas, respetando siempre el derecho de contradicción y las demás garantías del debido proceso. Sin embargo, la creación de éste en el Externado se dificulta con la falta de un estatuto profesoral que regule de forma abierta y clara la relación docente-estudiante.
Si bien existen obstáculos e intereses para mantener el silencio acerca del acoso sexual, el Externado como una Universidad basada en el respeto y libertad, necesita que sus estudiantes, profesores y funcionarios cuenten con las garantías suficientes de que la institución es un espacio libre de acoso, en la que se pueden gozar de todas las posibilidades que les ofrece a las y los estudiantes esta gran casa de estudios.