- ¿Cómo era la Universidad en la que usted estudió?
Era un hervidero intelectual donde se discutían ideas y había un clima de debate permanente. Recuerdo que además de las clases, abiertas a la discusión, había muchísimas actividades culturales: teatro, música, exposiciones fotográficas y de pintura. En fin, nunca había dos días iguales en el Externado.
- ¿Cómo era la Facultad de Comunicación en sus tiempos de estudiante, quién era el decano?
La Facultad de Comunicación Social que a mí me tocó fue muy interesante. Había un debate muy activo entre estudiantes y profesores que pensaban que el enfoque académico debía inclinarse por la comunicación para el desarrollo y la educación no formal. Frente a ese planteamiento estaban quienes pensaban que debía favorecer la formación de periodistas. Los periodistas eran, de alguna manera, los marginales, los patitos feos de la Facultad. El decano era el doctor José de Recasens, una gran persona, arquitecto, caricaturista, un erudito adelantado a su tiempo. Exiliado catalán, Recasens siempre amparó el derecho a disentir.
- ¿Cuál es su profesor inolvidable en la Facultad?
Varios: Beba Masullo, profesora argentina de sociología y antropología, una clase con ella era profunda y divertida.
Manuel Cabrera, profesor de redacción. Me encantaba cómo enseñaba a construir un texto como una pequeña obra de arte.
Jorge Castillejo, profesor de historia. Nos guiaba en la lectura crítica. Su preparación en el escepticismo me marcó para siempre.
Ignacio Greiffenstein, profesor de televisión, gracias a quien llegué por primera vez a una sala de redacción como practicante.
- ¿Siente que la Universidad lo preparó para desempeñarse en sus labores como periodista?
En muchos sentidos sí. Hay otras cosas que solo se aprenden por “horas de vuelo”. Siento que el Externado cultivó en mí una visión de la vida que se refleja en mi periodismo. A lo largo de mi carrera me he enfrentado a numerosos predicamentos profesionales y casi siempre encuentro una guía en las enseñanzas de los profesores del Externado y de algunos de mis compañeros de esos años de carrera.
- ¿Qué anécdota de su vida universitaria aún recuerda?
Recuerdo una vez que Dean Lermen y yo teníamos que preparar una exposición a las 7 de la mañana para la clase de Instituciones Políticas con el profesor Darío Valencia. Nos citamos a desayunar a las 6 de la mañana en “La tía Ana”, una tienda de barrio que quedaba frente al Teatro La Candelaria y que era la única abierta a esa hora. Cuando estábamos repasando la presentación nos pusieron una canasta con botellas de cerveza al lado de la mesa y preciso en ese momento pasó frente a nosotros el doctor Valencia. Cuando llegamos a su clase él estaba seguro de que estábamos tomando y no preparando la exposición. Nos salió bien pero el profesor terminó diciendo que era fácil caer en el alcoholismo, nos echó vainazos y nos dio una calificación mediocre. Dean le dijo que lo mínimo que se le podía pedir a un profesor de Derecho era el respeto al debido proceso.
Al doctor Valencia le debió quedar sonando la cosa porque, días después, la dueña de la tienda nos contó que el profesor había ido a preguntar si nosotros estábamos tomando desde primera hora de la mañana ese día. Cuando ella le respondió que no, nuestra nota que había sido un 3.5 subió a 4.8.
- ¿Qué no aprendió en la Facultad que luego le hizo mucha falta en su vida profesional?
Me hicieron falta muchos temas prácticos del día a día de un reportero que no eran preponderantes en el currículo del Externado más dado a las humanidades, como era el doctor Recasens. Sin embargo, siento que aprendí cosas muy importantes y tuve la oportunidad de estudiar en textos maravillosos gracias al decano y a la orientación de profesores como Beba, Magola Delgado, Julio Villalba, Luis Tejada y Jorge Castillejo. Cuando tuve la oportunidad de ir al exterior me percaté de que el tema del ejercicio práctico siempre se puede aprender, pero la formación conceptual es más esquiva.
Muchas facultades de Comunicación de la época tenían emisora de radio y estudios de televisión. Nosotros no los teníamos, pero, en cambio, siempre había libros recién publicados sobre Comunicación, Lenguaje, Semántica y Periodismo. Hoy suena sencillo, pero estamos hablando de una época sin internet. Si pongo unas cosas y otras en la balanza creo que escogería nuevamente mi Facultad.
- ¿Cómo interactuaban los estudiantes de la Facultad de Comunicación con los de las otras facultades?
Los estudiantes de Derecho siempre miraban a los de otras carreras por encima del hombro. Y los de Comunicación tendían a ser aislacionistas en esa época, aunque muchos profesores de nuestra Facultad enseñaban también en otras carreras. Alguien decía que el bloque D era el Tibet del Externado.
- ¿Se sentía la mano del doctor Fernando Hinestrosa en la Facultad de Comunicación?
Él iba en ocasiones especiales y sus charlas siempre resultaban interesantes. Sin embargo, en el día a día, nuestra imagen institucional era el doctor Recasens.
- ¿Algún recuerdo en especial del rector Hinestrosa?
Sí, era estudiante cuando vivimos el terrible holocausto del Palacio de Justicia. Para todos los externadistas fue muy duro porque muchos de los magistrados asesinados eran profesores en la Universidad. Recuerdo que el rector hizo un discurso estremecedor, sentido, elocuente y muy crítico del gobierno de Belisario Betancur.
Al salir del auditorio y mientras caminaba hacia la rectoría vi que sacó su pañuelo y se lo pasó por los ojos. Una imagen de tristeza y dignidad que nunca olvidaré.
- ¿Existían periódicos o medios de las directivas de la Universidad o de los estudiantes?
Existía un periódico oficial de la Universidad. No muy bueno. También existieron dos periódicos murales de la Facultad de Comunicación: uno de los estudiantes que se inclinaban por la comunicación para el desarrollo, se llamaba La Palabra. Así es que, para contradecir un grupo de nosotros, los periodistas, sacamos otro mural que se llamaba El Hecho. Eran tan diferentes que parecían registrar dos universidades distintas.
Entre los comunicadores para el desarrollo estaban Dago García y Luis Felipe Salamanca, a quienes la vida convirtió en guionistas de telenovelas y ejecutivos de medios. También actores como Fernando “el flaco” Solorzano y Álvaro Bayona Y. directores de seriados muy destacados como Juan Camilo Jaramillo.
Como sea, no hay universidad que haya graduado más directores de noticias que el Externado. Recuerdo a Yolanda Ruíz, Lucía Madriñán, Darío Fernando Patiño y Juan Roberto Vargas, entre otros.
Todo para decir que los periodistas quizás persistieron más en su vocación que los educadores no formales ya que muchos de ellos terminaron dedicándose a la industria del entretenimiento.
- ¿Usted cree que es sano o perturbador para la gobernanza de una universidad que haya medios auspiciados por profesores o estudiantes?
Es muy sano para cualquier comunidad que haya medios de comunicación. Y todavía más sano que sean medios que ejerzan escrutinio sobre el poder. El buen periodismo siempre debe fiscalizar a quienes ejercen autoridad o disponen de los recursos públicos o comunitarios. El periódico The Crimson, en la Universidad de Harvard, es un ejemplo de periodismo universitario informado, serio y crítico.
- ¿Entonces por qué en sus tiempos su generación no se interesó en esas expresiones?
Sí nos interesamos, como pude contarlo arriba. No había plata para imprimir, pero los murales fueron nuestro medio.
- ¿En estas épocas cuál debería ser la línea de un periódico o medio universitario?
Un medio periodístico debe ser el contrapoder de todos los poderes, incluyendo los poderes de una universidad. Debe ser serio en lo que afirma, riguroso en lo que informa y exigente en los procesos de verificación y contrastación. Como dijo Daniel Patrick Moynihan: «Todo el mundo tiene derecho a sus propias opiniones, pero no a sus propios hechos».
- Usted ha trabajado en televisión, radio y prensa escrita, pero en ¿Cuál de los tres se siente más a gusto?
En digital porque combina las posibilidades de todos los medios. Trato de aprender cada día y he aprendido a no apabullar a quienes están llegando al oficio. Nadie puede hacer transfusiones de experiencia, es necesario que la gente cometa sus propios errores para que encuentre caminos correctos. Disfruto mucho mi trabajo.
- Como columnista de opinión ¿Cuál ha sido la columna que ha escrito con dolor y tristeza?
Dos que tienen que ver con mi vida: “Descubriendo al verdugo” (https://www.semana.com/opinion/articulo/descubriendo-verdugo/73379-3/) y “Feliz cumpleaños Gu” (https://www.semana.com/opinion/articulo/daniel-coronell-feliz-cumpleanos-gu/444759-3/)
- ¿Ha sido pesado el exilio?
De vez en cuando. En general trato de sacar provecho de los lugares donde estoy. De vez en cuando siento que me hace falta refugiarme en el abrazo de mis amigos que están en Colombia, de mi mamá o de la lengua madre. Extraño caminar por ciertos lugares, pero trato de no entregarme a la nostalgia porque no favorece mucho la creatividad. Solo sirve para escribir tangos, que tampoco es poca cosa.
- ¿Cómo han sido los años de escribir bajo el fuego y la amenaza permanente de gobiernos hostiles con los medios de comunicación? ¿Ha valido la pena?
Sí, señor. Ha valido la pena. Trabajar para los ciudadanos vale la pena. Muchas veces he sentido el peligro, algunas veces el odio por el trabajo que hago, pero me siento muy feliz de seguirlo haciendo. Este es un oficio de grandes retos y de pequeñas recompensas, pero lo adoro.
- ¿Tienen pensado usted y su familia regresar algún día a vivir en Colombia?
Tenemos un hijo adolescente al que le faltan cuatro años para terminar el bachillerato. Quizás cuando él vaya a la universidad deberíamos considerarlo. Sin embargo, debo decirlo con franqueza, nos sentimos más seguros fuera de Colombia.
- Usted y su esposa, María Cristina Uribe, también destacada periodista, tienen dos hijos. ¿Les gustaría que también fuesen periodistas?
No, este oficio nos ha brindado muchas satisfacciones y honores inmerecidos. María Cristina se retiró después de haber ganado todos los reconocimientos posibles. Sin embargo, quisiéramos para nuestros hijos una vida más tranquila que la que nos tocó. No obstante, son ellos los que escogen y nosotros respetaremos sus decisiones siempre.