En El Radical hemos invitado a las cuatro listas que participarán, el próximo martes 29 de octubre, en la elección de las y los representantes de profesoras al Consejo Directivo de …
En El Radical hemos invitado a las cuatro listas que participarán, el próximo martes 29 de octubre, en la elección de las y los representantes de profesoras al Consejo Directivo de …
En El Radical hemos invitado a las cuatro listas que participarán, el próximo martes 29 de octubre, en la elección de las y los representantes de profesoras al Consejo Directivo de …
Las universidades deben dejar de respaldarse en la neutralidad -concepto que se ha puesto en duda desde hace más de un siglo- para tomar partido y abrir espacios de discusión de la realidad nacional.
Las universidades deben dejar de respaldarse en la neutralidad -concepto que se ha puesto en duda desde hace más de un siglo- para tomar partido y abrir espacios de discusión de la realidad nacional.
Por: María Alejandra Díaz.
Representante estudiantil ante el consejo directivo de la Universidad Externado de Colombia.
En medio de la llamada “crisis de la educación superior”, la tendencia hacia la tecnificación y la premura por obtener un empleo para colaborar en las expensas familiares, ha llevado a una disminución progresiva de los y las estudiantes que acceden a programas universitarios, aspecto que la pandemia ha agravado aún más. Como tal hay dos aspectos importantes a cuestionarse: (i) cuál es la relevancia de la educación superior y (ii) cuál es la razón de la estadística pesimista del acceso efectivo a esta.
La educación superior, en mi criterio, es un derecho fundamental que debe ser garantizado por el Estado Social de Derecho. Las universidades son centros de conocimiento esenciales en un país, porque lo estudian, lo analizan, lo cuestionan y lo cambian. Justo por eso, el ejemplo de espacio público de Habermas, que daba cuando era monitora de sociología, es la Academia, aquel espacio seguro donde la acción comunicativa logra llegar a síntesis que permiten el progreso de una sociedad. Por lo tanto, el enfoque académico, al tener una responsabilidad social, no solo debe ser riguroso en sus análisis, sino que debe hacer un estudio interdisciplinario, humanista y científico de una comunidad.
Pero si la academia es tan importante en la construcción social, parece que se deja de lado cada vez más. Aunque esta va a seguir estando vigente como lo ha demostrado la historia, necesita reevaluarse. Sólo va a tener vocación de permanencia si empieza a jugar un papel relevante en las cuestiones que afectan la realidad social, como la crisis de la democracia participativa o el cambio climático. Por tanto, la academia debe dejar de respaldarse en la neutralidad -concepto que se ha puesto en duda desde hace más de un siglo- y tomar partido y abrir espacios de discusión.
La “sostenibilidad” de las instituciones es una de las razones por las que la academia ha sido desplazada, pues si su principal ingreso son las matrículas, cuando disminuyen las inscripciones se compite entre universidades, se pierde de vista la enseñanza y la educación, el fin mismo de las instituciones. No se debe olvidar que el gasto de las universidades, aunque alto, debe ser considerado un gasto social ¿Por qué? Si la educación es un derecho garantizado por el Estado Social de Derecho, una protección que va más allá de los niveles escolares -también precarios-, debe ser amparado como tal y no puede desaparecer por intereses económicos.
Además, se evidencia que no solo las Instituciones de Educación Superior (IES) y el Estado han perdido de vista la academia por el ánimo de lucro, también los y las estudiantes que eligen seguir este camino de la enseñanza, se enfrentan a barreras de acceso y promesas vacías. Estos obstáculos, se reflejan en los desmanes del ICETEX o en el deterioro de las universidades públicas, aspectos que permiten evidenciar cómo la política educativa nacional está encaminada hacia la capitalización del saber con un mínimo de beneficios prestados a la comunidad. Acceder a la educación de alta calidad, en un espacio público dispuesto para evaluar críticamente la realidad y contribuir en su mejoría, debe ser una decisión y no un privilegio.
Perder de vista la academia y el impacto de la juventud en la sociedad, es llevar la visión social cada vez más reducida por los intereses económicos y políticos que mantienen y estancan a la realidad del país.
“Una unidad de cara al futuro”, es el sentido pedido que hacen los integrantes de la Facultad de Derecho de la Universidad Externado de Colombia a la decanatura, a cargo de la Doctora Adriana Zapata.
Valores externadistas y la reforma al pénsum: Una antinomia compleja
“Una unidad de cara al futuro”, es el sentido pedido que hacen los integrantes de la Facultad de Derecho de la Universidad Externado de Colombia a la decanatura, a cargo de la Doctora Adriana Zapata.
Por: Nicolás Fernández.
Estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
Un tema ha terminado de inquietar a una gran parte de la comunidad externadista, la vista hacia una reforma del pénsum de la Facultad de Derecho es una realidad.
Como estudiante de primer año de este programa llegó a mí la gestión de una propuesta de tan importante índole a causa de ciertas voces que recorrían todo el campus en forma de un rumor común pero poco cercano de ser concebido, hasta el día en el que fue de conocimiento público aquel documento en el cual se le presentaba a la comunidad externadista los argumentos y cambios en los que habían consensuado la Decana de la Facultad, junto a un comité de profesores pertenecientes a diferentes departamentos sobre el futuro plan de estudios que empezaría a regir el programa.
Esta arriesgada propuesta logró perturbar a toda la Facultad de Derecho y aún más a mis compañeros “primerizos”. De aquel documento creador de conmoción se destacó la falta de participación estudiantil dentro de tal reforma, reafirmando así una concepción que durante mi poco tiempo dentro de la Universidad ha sido una constante, la idea de que esta institución es un alma mater pluralista, libre y democrática no es tan cierta como se creía.
El ADN externadista está presente desde antes del ingreso a esta comunidad. Entre los intereses más generalizados y puros para la aspiración de cualquier bachiller que desea entrar a esta casa de estudios es la reputación que posee la institución de estar construida con el objetivo de ser diferente al resto, con la libertad y democracia como talantes. Esta esencia es compartida valerosamente por el profesorado y estudiantado, día a día, a todos los recién llegados con las historias de como nuestro fundador Nicolás Pinzón Warlosten, en respuesta a la opresión a la enseñanza impuesta por la dictadura de la regeneración, fundo esta importante Universidad.
Como parte de nuestra esencia está también el debate, la participación y la socialización de ideas con una respetuosa escucha por parte de todos. La organización de un proyecto hecho en secreto de la comunidad externadista y sin la oportuna y efectiva participación por parte del estudiantado, como también de un sector del profesorado, solo hace pensar en un manejo desacertado por parte de las directivas.
Este afán desmedido por la consigna de materializar esta reforma ha hecho que no se tome de forma acertada este proyecto por parte de la comunidad. La velocidad no puede predominar sobre la eficacia. El éxito del proyecto de la reforma al pénsum está en que la decanatura escuche en forma de propuesta y no de comentario o de pregunta los aportes que han consignado los estudiantes, profesores y otros miembros de la comunidad, logrando así una reforma construida por todos.
La luz que reflejaba la Universidad Externado de Colombia sobre una enseñanza hacia la libertad y la pluralidad irá nublándose mientras sus directivas sigan tomando decisiones autoritarias como lo ha sido hasta ahora el proyecto de reforma al pénsum. No podemos dejar de trabajar para que en nuestra Universidad nunca deje de reflejar la luz que durante su historia ha servido de faro para la educación en Colombia.
Y aunque esa luz se atenúe y la incertidumbre del mañana para esta gran Universidad sea una constante, una cosa es clara, el espíritu cosechado durante los años nunca desaparecerá y siempre seguirá siendo este lugar, la casa de estudios de la libertad y pluralidad democrática.
El debate sobre el Nuevo Pénsum tiene que abrirse efectivamente, hay que recibir con buenos ojos las reformas propuestas, pero también abrir un debate cercano a las Directivas para todos los estudiantes; ¡basta de mediación!
Conservatismo y hermeticidad en el nuevo pénsum de Derecho
El debate sobre el Nuevo Pénsum tiene que abrirse efectivamente, hay que recibir con buenos ojos las reformas propuestas, pero también abrir un debate cercano a las Directivas para todos los estudiantes; ¡basta de mediación!
Por: Javier Andrés Pérez.
Estudiante de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
Desde antes de comenzar nuestras vidas en el Externado, la palabra “libertad” estaba siempre presente en el discurso ideológico. No está de más, para muchos ese fue el valor que marcó nuestra afinidad con esta Casa de Estudios. Y es que, en la vida profesional, académica y política, escuchar a un externadista sin duda es escuchar el talante radical del liberalismo, al menos en buena parte de los casos. Empero, tampoco sobra el quejoso que siempre utiliza este rasgo definitorio de nuestra comunidad para criticar nuestras incongruencias, propias de cualquier grupo humano, un argumento que a veces tiene fuerza, pero que, en otras, solo obedece a la necesidad de justificar las penas particulares.
Este escrito no es otra apología a un Externado incongruente, ni tampoco suma a la perfección del mismo, pero sí hay que decir algo: muchos hemos enarbolado la bandera y portado camisetas de robusto verde y de la palabra libertad en mayúsculas, pero sin darnos cuenta que hemos tenido el pecho tallado, y bien tatuado, con gran azul conservador. En efecto, noto que muchos estudiantes y docentes se han dedicado a cuestionar entre otras cosas la modalidad semestral, pero, en verdad, así de corta queda esa oposición al no examinar con antelación el porqué de la modalidad anual. Mejor dicho, fundamentan lo uno desacreditando lo otro, reduciendo la opinión a un escaso “como me siento bien así, entonces todo está bien”. No sobra invitar a recibir el cambio con buenos ojos, a no temerle a perder las cátedras, la anualidad, ojo, y también a perder una que otra materia de Derecho Civil, rompiendo las cadenas que a los directivos los han llevado a sugerir —ojalá a verdadero título de sugerencia— esta o esta otra cosa.
En mi opinión, y me incluyo, hemos estado intentando conservar un presunto sello externadista. El Externado es corriente, ideología, el Externado es una visión del mundo, así que una cuestión tal como la semestralización, y otras, no le quitará, nunca, la identidad a la Facultad de Derecho del Externado. Entonces, es un despropósito negarse a actualizarnos, a trascender a un estadio inevitable, tan natural que casi que, si no vamos a él, él vendrá a nosotros. Y así está sucediendo, la pandemia de coronavirus, toda esta situación, nos ha forzado a reinventarnos, a innovar, y dicho sea de paso, eso nos ha demostrado muchas cosas, como que los docentes de Derecho pueden modificar su metodología de evaluación y enseñanza sin conculcar el aprendizaje de sus pupilos; pero también otras, como que la arbitrariedad reina sobre la empatía en una situación de emergencia y sobre las recomendaciones de la Rectoría a la hora de programar y efectuar un examen.
Lo cierto es que, volviendo al devenir y al conservatismo, tarde acatamos a reabrir el debate sobre la reforma del pénsum del programa de Derecho, y hoy en día llevamos a otras instancias lo que en los pasillos y en las aulas con algunos compañeros hemos discutido. Tarde porque estas circunstancias, al menos de parte de nuestra Administración, no tendremos espacios para debatir el particular, ni tampoco la misma cercanía para presionar que se abran. Veo con profunda tristeza que esos escenarios sean ofrecidos por nuestros Representantes, por EL RADICAL y algunos docentes. Sin desagradecerlo, al contrario, congratularlo, pero me pregunto, ¿dónde está el Rector y dónde está la Decana? ¡Por qué ver tan relevante conversación desde el escritorio, por qué pretender poner todo este debate sobre la mesa, pero sobre la mesa de sus casas! Reforman hacia dentro. No veo puertas abiertas de su parte. No obstante, y tristemente, es una coyuntura que hay que asumir, con buena frente y con seriedad. Como muchas otras, la pregunta que hay que hacerse es si acaso todo cambio que se proponga al pénsum so pretexto de aquello de reinventarse resulta de recibo. En mi opinión, no puede ser así.
La pandemia, la semestralización, y la arbitrariedad de una Administración hermética, están siendo usadas como un comodín para introducir cualquier cambio en una colcha de retazos o, en el mejor de los casos, para igualarnos estructuralmente a las demás facultades de Derecho. Hay que entender algo: el Externado no es como aquellas otras facultades que a buena hora han construido o rediseñado sus programas, ni puede pretender serlo con solo una reforma después de tantos años de mantener a capa y espada ese statu quo. En efecto, pese a que hay que recibir las nuevas reformas con buenos ojos, sin prejuicios, sin miedo, sin conservatismo, también tenemos que ser sensatos. Es que cambiar tan abruptamente toda forma en que hemos funcionado no generaría otra cosa que trabas y más trabas. En otras palabras, el cambio hay que aceptarlo, pero tampoco llevarlo a lo que para nuestra Casa de Estudios sería un extremo.
Me refiero más particularmente a que, hoy día, todos los problemas que como Facultad hemos llegado a tener desde el punto de vista académico y estructural se le han terminado endilgando al esquema de cátedras, al esquema de cien estudiantes por curso, a nuestros cuatro exámenes anuales, o más bien dos para nosotros los arriesgados. En lo personal, claro que he percibido falta de cercanía con el docente, poca o casi nula evaluación continuada y dificultad para evaluar otro tipo de competencias en el estudiante. Es claro que estos problemas están, desde luego, pero otra cosa es que esto sea causa de nuestra actual estructura. Hay que cambiarla, sí, pero que ello no comporte la erradicación de otros esquemas que sí que ofrecen sus pros, y con los que muchos estamos de acuerdo.
En la modalidad cátedra, por hablar de un ejemplo, he visto que algunos profesores, los prepotentes, son los que desde el inicio de los cursos han levantado una barrera para acercarse a sus pupilos, que han evaluado oralmente sin más competencia u oportunidad, y con arbitrariedad, o que incluso en estas circunstancias se negaron a cambiar el método de evaluación. Pese a ello, también he tenido profesores que han reemplazado nuestra evaluación tradicional por controles de lectura, por trabajos escritos, por quices, en virtud de su libertad de cátedra, ¿y por qué no hacerlo por una evaluación continua? Lo digo francamente: el docente que siempre ha sido un acomodado, un perezoso, para utilizar su libertad de cátedra en favor de la pedagogía, la dinámica, o para evaluar otras competencias en sus alumnos, será el mismo que a la hora de poner en práctica cuanto cambio se le ocurre a la Dirección lo hará de la manera menos correcta, menos pedagógica posible, porque eso a muchos sí que les ha caracterizado. Dudo, y dudo demasiado, que la semestralización resulte incompatible con el esquema de cátedra, o que las cátedras resulten incompatibles con la evaluación continua, menos cuando todo eso obedece al docente apartado o amañado a evaluar solo dos veces en el semestre, que se ha negado a hacerlo de otra forma.
El tema hay que decantarlo. La propuesta planteada por la Facultad requiere ser profunda y democráticamente analizada. El verdadero problema es la desproporcionada celeridad que le se quiere imprimir a un proceso que versa sobre un proyecto oscuro y ambiguo, que no recoge las sugerencias de docentes y estudiantes, y al carácter hermético que siempre ha caracterizado a las directivas. Y creo que en esto estriba aquel afán por poner en clave de innovación cualquier cambio ajustado a la propia opinión, sin mayor debate, sin cerciorarse de no achacar al statu quo todas nuestras falencias; y al margen de todo esto, que otra limitante será que no podrá ser tratado en nuestras aulas de clase.
Finalmente, por todo esto, he de colegir que lo único claro aquí es que hay un gran temor en que este proyecto sea discutido, aprobado y puesto en práctica en estas circunstancias, y con ciertas personas en el poder, que con total seguridad pienso que hay que remover. Me sumo a aquellos que opinan que, frente a todo lo relacionado con el nuevo plan de estudios, no ha habido ni propuestas académicas ni debates.
profesionales. Aquí todo es lo que opina quien tiene el poder. Recibimos con buenos ojos toda propuesta, pero ojo que también se espera que se reciban no solo las sugerencias de todos, sino que se abran verdaderos espacios de diálogo democrático para depositar los granitos de arena de cada uno de nosotros. En un debate tan importante, un presupuesto básico tiene que ser la inmediación entre las directivas y los docentes y estudiantes. Además, este debate, como anoté anteriormente, tiene que ser sensato y tiene también debe evitar circunscribir cualquier problema al statu quo. Se requiere de un análisis mucho más racional, sin pasiones y pensamientos individualizados, verdaderamente abierto a toda la comunidad, académico y técnico.
Nuestra Universidad está enferma de autoritarismo. Las formas antidemocráticas del actual gobierno no resisten más y atravesamos una crisis muy profunda. Por fortuna parece que las cosas empiezan a cambiar.
Nuestra Universidad está enferma de autoritarismo. Las formas antidemocráticas del actual gobierno no resisten más y atravesamos una crisis muy profunda. Por fortuna parece que las cosas empiezan a cambiar.
Por: Felipe Castrillón.
Representante estudiantil ante el Consejo Directivo de la Universidad Externado de Colombia.
Este escrito incluye algunas de mis palabras de bienvenida a los estudiantes de primer semestre de este año (20 de enero) y algunas ideas posteriores, que quizá no eran oportunas en esa ocasión.
Mucho ha cambiado en estos meses, principalmente por cuenta de la pandemia que padecemos y sus crisis aparejadas. Adicionalmente, siguen los problemas de antes, ahora intensificados y las soluciones parecen más difíciles. El confinamiento, única medida que ha resultado eficaz para combatir la pandemia, ha hecho más difícil la acción colectiva. Somos seres gregarios, necesitamos de los demás. La virtualidad es asfixiante y antinatural.
Dudé mucho si era acertado poner por escrito estas reflexiones. Pensaba que era limitado hablar de los problemas de nuestra universidad, habida cuenta de lo que pasa a escala planetaria. Hace apenas unos meses hubo masivas protestas en muchos países, no solo en nuestro continente, en las que tuvo una gran participación el movimiento feminista. Y las protestas contra el racismo sacuden a Estados Unidos. El asesinato de George Floyd fue la gota que derramó el vaso.
En todo ese malestar hay distintas motivaciones, pero tienen un denominador común: la gente excluida quiere ser escuchada y atendida. Por ello se enfrenta a las barreras que inactivan la ciudadanía: la desigualdad, el clasismo, el machismo, el racismo… Puesto que esas barreras también se manifiestan en nuestra universidad, decidí redactar algunas reflexiones que pueden ser un pequeño aporte a los justos reclamos para cambiar las cosas, a pequeña y gran escala.
Mis palabras de bienvenida van en cursiva.
Buenos días.
Me gustaría iniciar por felicitarlos, la mayoría inicia hoy su carrera universitaria. Se trata de un momento importante de la vida; escoger carrera y universidad es un asunto muy difícil, o al menos para mí lo fue. Ustedes ya lo hicieron, han elegido al Externado: una universidad reconocida nacional e internacionalmente y exigente académicamente.
El Externado no se reduce a su reconocimiento. Es también una ideología, un talante, una forma de ser. Los principios de nuestros fundadores, que los estudiantes nos esforzamos por mantener, son el respeto al otro, la tolerancia, el amor a la libertad y al principio de igualdad, el espíritu republicano, la honradez, etc.[1]
Los principios que mencioné no son simples palabras, no son un eslogan ni una estrategia de ventas. Es necesario un esfuerzo constante para que esos valores se vivan realmente. El rector ha dicho que el Externado es el faro democrático del país, y que es la universidad más pública de las privadas, pero una cosa son las palabras y otra las acciones, lo que hacemos realmente. Las instituciones no perduran y se mantienen sin el esfuerzo constante de las personas que forman parte de ellas. Los personajes radicales que fundaron esta universidad hace años que no están, pero estamos nosotros para mantener en alto sus banderas.
No se debe acudir a eufemismos, la verdad se debe decir tal como es, por incómoda que sea, pues solo si sabemos lo que sucede realmente, las buenas ideas y el trabajo abnegado de todos, podrán remediar y enderezar la situación.
Nuestra universidad sufre una crisis muy profunda, una realidad evidente para cualquier observador honesto intelectualmente. Hay gran malestar entre estudiantes, profesores, funcionarios, exalumnos y familias. Por ello es noticia casi permanente, por hechos lamentables y vergonzosos. Un día nos enteramos que un profesor adopta reglas irracionales para presentar exámenes, en el entorno virtual que se ha vuelto obligatorio para todos (los estudiantes y especialmente los profesores, que han hecho grandes esfuerzos para superar las dificultades) y otro día se difunde el escándalo de un director de recursos humanos que renunció de forma oculta por acoso sexual, en abuso de su cargo, en vez de obrar conforme a la ley como se enseña en toda escuela de derecho respetable.
Pero no solo a través de los medios de comunicación se ventilan nuestras vergüenzas, también en las redes sociales: #ExternadoCensura, #ExternadoDignoEs, #PasaenelExternado, etc. Medios que han encontrado los externadistas, principalmente estudiantes, para mostrar su inconformismo.
La comunidad externadista también ha presentado sus reclamos en cartas abiertas, como la del grupo de profesores llamado Externadistas Libertarios[2], o en columnas de opinión en medios no institucionales, como El Radical[3].
La crisis también es clara para los profesores que, pese a no tener un estatuto docente, y a que sus contratos se renuevan año a año, sin garantía de continuidad, se han manifestado y protestado. Gracias a ellos, los nuevos estudiantes Llegan en un momento importante en la historia de la universidad, este semestre, gracias al esfuerzo constante de nuestros profesores, apoyados por nosotros los estudiantes, se realizará la primera renovación en 23 años de los representantes profesorales al Consejo Directivo. Los profesores, con su impulso y organización, nos enseñan democracia y hacen gala de los valores externadistas.
Hasta ahora solo he mencionado los signos de una crisis profunda, pero poco se ha dicho de cómo llegamos a ella. Las razones de la crisis no se han discutido de manera abierta. Esbozo algunas ideas acerca de esas razones.
Una crisis tan grave no es culpa de una sola persona, ni de unas cuantas. Sería torpe e injusto atribuir la responsabilidad total al actual rector. Para usar una metáfora: Henao toca mal una mala partitura. Eso no niega que a veces atina con alguna nota, pero así la tocara totalmente bien, la partitura seguiría siendo mala.
En efecto, el rector ha avanzado en el área de internacionalización e informática, pero su gestión se ha limitado a administrar la crisis y ocultarla con eufemismos. Cuando no la niega inescrupulosamente, como cuando dijo que los críticos solo eran diez gatos, pero que tenían libertad para hacer críticas porque no los iba a despedir[4] (un argumento impensable en una universidad que nació en defensa de la libertad de expresión); o cuando pagó pauta en la revista Semana[5] para vender la transición a las clases virtuales como un éxito.
En mi opinión, la crisis del Externado es una crisis de su régimen, es decir del sistema jerárquico que rige a la universidad. La manera de gobernar la universidad desde hace décadas es sumamente autoritaria, y contraría gravemente sus valores fundacionales.
El autoritarismo consiste en la interferencia arbitraria de una persona en la vida de otras. En un régimen no autoritario puede existir interferencia, pero no puede ser arbitraria. El conflicto existe en cualquier comunidad, como la universidad; y la interferencia justificada (conforme a la razón y la ley) no es autoritarismo. En cambio, el autoritarismo rompe el principio de igualdad, uno de los principios que llevó a fundar el Externado, porque es una imposición caprichosa del que puede, que obliga a pedir permiso a los que no pueden.
Para probar que el régimen del Externado es autoritario y que no concuerda con la ley (con sus normas estatutarias) basta mencionar algunos de los numerosos ejemplos:
Según los estatutos, los miembros del Consejo Directivo tienen un periodo de dos años. Pero solo se renuevan los representantes estudiantiles, pues los representantes de los profesores fueron elegidos en 1998 (!ya hace más de 20 años!), y no rinden cuentas de sus decisiones. Siguen en el cargo porque el estatuto prevé que si no se celebran elecciones continúan ejerciéndolo. Esa situación, nada razonable, es una interferencia arbitraria en la expresión comunitaria y política de los profesores, que les niega su derecho de representación. Henao ha dicho varias veces que hay razones históricas para no celebrar elecciones durante 21 años, incluidos sus ya casi 9 años de rectoría. Es evidente que son razones de conveniencia y, por tanto, autoritarias e inaceptables en una comunidad democrática.
Así como la composición del Consejo no es democrática, su funcionamiento tampoco lo es. No es democrático que el rector niegue la entrada a un representante de los profesores por razones de conveniencia[6]. Ni que rompa la tradición de que los representantes estudiantiles suplentes asistan con derecho a voz, que se ha respetado en rectorías anteriores, para evitar la presencia de los dos suplentes actuales, elegidos conforme a los estatutos. Esta es otra muestra de autoritarismo, porque no da razones para cambiar esa tradición, e interfiere en forma arbitraria en los derechos políticos de los estudiantes, que no tendrían cuatro voces en el Consejo sino dos.
Las actas y demás documentos del Consejo Directivo tienen carácter privado; solo se expide copia integral por requerimiento judicial, lo que obliga a sus miembros a exigir judicialmente el acceso a las actas. Esto también es autoritario, porque el secreto de las deliberaciones niega a los representados el derecho a conocer cómo se gobierna la universidad, y es una interferencia arbitraria porque no está sujeta a más razones que la conveniencia del rector.
Los estatutos de la universidad conservan ciertas formas republicanas del Externado original, principalmente que la composición del Consejo Directivo -máximo y único órgano de decisión de la universidad- consiste de profesores y estudiantes elegidos por sus pares. Sin embargo, como ya es sólo una pequeña caparazón para la camarilla que gobierna, han consultado a unos expertos en gobierno corporativo para modificar su composición añadiendo miembros externos, y tomar otras medidas desconocidas. Las conclusiones del informe se mantienen en reserva, y así la comunidad universitaria no conoce ni puede discutir el futuro que se planea. Esto es medida es autoritaria pues interfiere en la acción colectiva de la comunidad.
La falta de un estatuto docente lleva a que no se garantice la estabilidad de los profesores, de modo que es posible no renovar sus contratos cada año de manera arbitraria, es decir, sin causa justa.
El nombramiento de decanos es potestad exclusiva del rector. Los profesores y estudiantes de la facultad respectiva no participan en su designación. En una universidad supuestamente federal, este procedimiento es una interferencia arbitraria en la vida académica y administrativa de las unidades académicas, pues los decanos no son responsables ni siquiera ante los consejos de facultad, cuyo carácter es exclusivamente consultivo. No es una expresión de federalismo, sino de feudalismo, porque el decano es rey y señor de su facultad. Aunque no todos los decanos actúan de esa manera, pero puede actuar como señores porque las normas lo permiten.
Ni los decanos ni los directores de departamento tienen un periodo de mandato establecido, y es usual que duren varias décadas en su cargo, impidiendo de hecho la posibilidad de que sus profesores y estudiantes influyan en la orientación de cada facultad.
No hay planes de gobierno universitario, es decir, no hay una hoja de ruta que se pueda conocer, discutir, mejorar, aprobar o rechazar. El rector dice que estos procedimientos son innecesarios porque considera que son inventos marxistas, desconociendo falazmente que son la base de toda democracia.
Para que se revise un examen en la Facultad de Derecho es necesario enviar una solicitud a un comité, cuya composición no es conocida, y que nunca expresa las razones para admitir o negar el trámite de una revisión.
El acoso sexual de un jefe de recursos humanos a las empleadas de la universidad es, como otras formas de machismo, un acto autoritario porque interfiere de manera arbitraria en la vida de las víctimas, además de ser sancionado por el código penal colombiano.
La lista de ejemplos es muy larga y basta mencionar los anteriores para demostrar que el régimen monárquico y absoluto de gobierno ha impuesto un orden antidemocrático y ha llevado a la apatía por la discusión pública entre estudiantes y profesores, que encuentran una gran discordancia entre los principios que llevaron a fundar el Externado y lo que hoy se hace realmente en la universidad. Después de una rectoría de casi 50 años, muchos han interiorizado unos valores contrarios, y otros han adoptado un doble estándar: la democracia política en el país y la antidemocracia en la universidad.
Hasta ahora he descrito el régimen interno del Externado, pero no he mencionado porqué entró en crisis. Quizá el cambio de rector hizo patentes las contradicciones entre el ideario original y la práctica política. El cambio de una monarquía absoluta pero ilustrada a un delfinato pone en cuestión algunos intereses y despierta algunas mentes.
La llegada de nuevas generaciones de profesores, más comprometidos, la decadencia de la universidad o la simple desaparición de los ideales republicanos y democráticos de los fundadores han resquebrajado el orden interno del Externado. Hoy, sus gobernantes no tienen atado y bien atado el poder. Es de justicia poética que nuestro lema –Post tenebras spero lucem– recobre su sentido original.
En mi campaña como aspirante a la representación estudiantil pasaba por los salones exponiendo mis ideas. La principal era que debemos volver a los valores fundacionales de la universidad, que debemos recuperar la República que nos arrebataron. En un salón, un profesor interrumpió mi exposición y la calificó de falacia, porque según él, una universidad no es una república.
Una universidad es una comunidad de personas pensantes, comprometida en un proyecto común, el de formar a los nuevos ciudadanos, que debe hacer aportes al conocimiento y al progreso de la población. El contraste de ideas y de opciones alternativas amplía las fronteras del conocimiento y solo es posible en un ambiente de igualdad. De lo contrario, la disparidad de las ideas y las opciones no se resolvería en beneficio de la verdad sino del poder.
Una universidad imparte conocimientos, pero no solo instruye para ejercer una profesión. También es un medio para ampliar y ejercer la libertad; de modo que debe inculcar valor civil, enseñar ética y fomentar la solidaridad[7]. En ese sentido, es la institución más republicana que existe. La universidad es república porque es cosa (res) de todos (publica).
Aun si se piensa que la universidad no es intrínsecamente republicana, el Externado sí lo es por sus orígenes históricos[8]. Se fundó en 1886, en oposición a la dictadura conservadora conocida de la Regeneración. Fue creada por un grupo de radicales, expulsados de otras universidades por los conservadores triunfantes en la guerra civil de 1884-1885. Los fundadores, los abuelos radicales aún se los recuerda, se empeñaron en brindar una educación moderna, librepensadora, al servicio del país, comprometida con el federalismo derrotado en la guerra, y democrática; como lo demuestra el hecho de que a comienzos del siglo pasado fue la primera universidad del país en vincular a los estudiantes al gobierno universitario, muchos años antes de que la ley lo ordenara. Incluso su nombre fue una expresión revolucionaria: Externado, en oposición a internado. Es indudable que la intención de los abuelos radicales era crear una República.
Si queremos, y muchos sí queremos, recuperar la República que se nos ha arrebatado, debemos saber qué es el republicanismo, esa tradición milenaria de la filosofía política que defendían los abuelos radicales. Por ello esbozaré algunas ideas tentativas, que me ha suscitado la lectura de varios escritos, entre ellos los del filósofo catalán, fallecido hace poco, Antoni Domènech, uno de los principales estudiosos del republicanismo en lenguas romances[9]. A quien invito a leer.
Puesto que somos seres corpóreos y gregarios, debemos interactuar entre nosotros para existir biológicamente. Y debido al desarrollo específico de nuestro cerebro, debemos interactuar entre nosotros para existir intelectualmente. Solo compartiendo con nuestros semejantes podemos reconocernos a nosotros mismos y existir individualmente.
Las relaciones con otros y con nosotros mismos, en la familia y fuera de ella, son políticas, es decir atravesadas por relaciones de poder. De ahí que para ser libres no debemos ser esclavizados por nuestros vicios, sino gobernarnos a nosotros mismos con base en la razón; y no ser interferidos arbitrariamente por otros, es decir, ser sujetos de derecho propio. Puesto que somos materialmente independientes, no tenemos que pedir permiso a otros para existir. Esa es la libertad republicana, una libertad material porque tiene los medios para hacer real la posibilidad de elegir.
A la hora de elegir, no nos comportamos considerando únicamente el beneficio propio, sino que, gracias a la razón, y a la existencia de otros motivos, podemos preferir el bien ajeno o colectivo. Por ello es posible la existencia de la República, porque no somos siempre egoístas. Para participar en la discusión pública, dentro de una república, es necesario ser libre.
Para el republicanismo democrático, esa libertad debe extenderse a toda la especie humana, pues siendo naturalmente iguales, capaces de razón, solo diferimos en los medios materiales. Propone, entonces, redistribuir los medios materiales para conseguir libertad externa, e instrucción gratuita para cultivar la razón y tener libertad interna.
El republicanismo también implica que no puede haber gran desigualdad, pues, cuando provoca enormes diferencias graves entre lo que los ciudadanos pueden hacer, niega la libertad de los que tienen menos, y ponen en riesgo a la República, al disputarle la capacidad de definir el bien público[10]. Por esa razón, los Estados de Bienestar dejaron algunas cosas por fuera del mercado, como la sanidad, la educación y la justicia.
El Externado tuvo un origen republicano democrático. Nació en la pobreza y fue refugio de profesores purgados, que no cobraban. Ofrecía una educación abierta y sin discriminaciones. Se cobraba una matrícula porque no había otro medio para financiar los gastos del colegio, no para limitar el acceso al estudio. Desde su fundación, en su ideario figuraba el sentimiento patrio y la confianza en la perfectibilidad de las instituciones humanas. Buscaba contribuir al país en su totalidad, incluidos los desposeídos, que antes y ahora son tan numerosos. Y confiar en la perfectibilidad de la sociedad, que como sabemos pasa por extender la libertad republicana a los que no la tienen.
Una vez constatado que el Externado fue en su origen una especie de república democrática, porque así lo quisieron los abuelos radicales, cabe preguntar qué podemos hacer hoy para recuperar esa república. El régimen está en crisis y no podemos cejar en el empeño. Solo la organización y la movilización de la comunidad nos permitirán recuperar nuestros derechos conculcados. Además, es necesario tener generosidad y altura de miras. En el Externado caben todos los que aman la república. No se debe excluir a nadie, porque en la república democrática que queremos se debe extender la libertad y, por tanto, la ciudadanía a todos lo que quieran. Y debemos ser cuidadosos. La república, cuando se restaure, deberá dotarse de los medios institucionales para que no vuelva a ser sometida y arrebatada, para que se preserve. Muchas generaciones de externadistas pasarán, y la República se mantendrá si luchan por ella.
Quizá una de las razones por la que perdimos la República fue la de ser dueña de un inmenso patrimonio. El Externado es la universidad más acaudalada del país[11], es la principal accionista de uno de los mayores grupos empresariales del país– el grupo Bolívar– con intereses en las finanzas, los seguros y la construcción. Debido a ello, el orden lógico según el cual el dinero es un medio y no un fin en sí mismo se invirtió indebidamente. Debemos superar la confusión entre fines y medios, y entender que algunos medios pervierten los fines. Si el dinero es un medio para cumplir nuestros fines misionales, y se retorna al principio republicano de que es la comunidad exernadista la que determina el bien común, podremos usar responsablemente, con el verdadero significado de la palabra austeridad –el de sobriedad– tanta riqueza. Y hacer realidad la concepción de la educación como un derecho.
Incluso el artículo 1 de nuestra Constitución Política dice: Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general.
El Externado es una república, esto es una cosa pública, es el proyecto común de profesores, estudiantes y administrativos. Por eso, a diferencia de otras universidades no tiene dueño, y así haya gente que la pretenda, no lograran dominarla porque el sentimiento republicano hace parte de la esencia externadista. Ustedes que hoy llegan se convierten en ciudadanos de la República externadista, como tales tendrán derechos y obligaciones, no se pueden desentender, porque lo que es de todos a todos nos debe importar.
Al igual que el Externado, Colombia es una república, que no porque se encuentre secuestrada por un pequeño grupo de poderosos, en contubernio con poderes extranjeros, debe ser abandonada por sus ciudadanos. La ciudadanía activa generalizada, en otras palabras, la participación de todos, sin importar nuestras condiciones económicas y de otra índole, en la discusión pública de los asuntos de nuestro país, es la verdadera democracia, que es mucho más que votar cada cuatro años.
También en ese aspecto llegan en un momento importante para la historia de nuestro país, como todos saben el semestre pasado, millones de colombianos protestamos en el marco del Paro Nacional, con reivindicaciones como la defensa de las pensiones y el empleo, el cumplimiento de los acuerdos, el rescate del sector agropecuario, la protección del medioambiente, entre otros. Como es evidente, se tratan de reclamaciones justas, que son necesarias para que haya democracia real en Colombia, pues esta solo es posible cuando se extiende cierto nivel de bienestar material a todos, con hambre no hay tiempo para pensar en política.
Protestamos porque estamos indignados, y es que hay muchas razones para estarlo, les doy algunos ejemplos, según cifras del observatorio fiscal de la Universidad Javeriana, el 30% de los hogares en Colombia tiene ingresos combinados de menos de un salario mínimo, el siguiente 60% de los hogares gana entre un salario mínimo y 4 millones de pesos, para que un hogar esté en el 2% de más altos ingresos basta con ganar 10 millones y para estar en el 1% basta con 14.
Esta triste realidad no la digo por deprimirlos, menos hoy que es un día especial, la digo para que la sepamos, pero también para que no nos conformemos, no se trata del país y la universidad que nos tocó vivir, se trata del país y la universidad que vamos a cambiar. Queremos estudiar para cambiar la sociedad, ese es nuestro deber como exernadistas.
Muchas gracias por habernos elegido. ¡Bienvenidos al Externado!
[1] Palabras del doctor Fernando Hinestrosa por Honoris Causa. Disponible en: https://n9.cl/qfih
[6] Cfr. Las duras críticas de profesores del Externado a gestión del rector Henao. Disponible en: https://bit.ly/2Y4ojki
[7] Solo los buenos profesores pueden cambiar la vida de un estudiante. Nuccio Ordine. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=e9ijRqnU_7Q
[8] Cfr. Misión e historia de la Universidad. Disponible en: https://www.uexternado.edu.co/la-universidad/historia/
[9] Por ejemplo, Individuo, comunidad y ciudadanía. En Retos pendientes en ética y política. ed. José Rubio-Carracedo, José M Rosales y Manuel Toscano. Suplemento 5 (2000) de Contrastes. Revista interdisciplinar de Filosofía. [ISSN: 1136-9922], pp. 27-42. Disponible en: https://n9.cl/l5vu
[10] La concepción histórica de la libertad republicana para entender el mundo actual. Y una propuesta inmediata. Daniel Raventós. Sin Permiso. Disponible en: shorturl.at/uBINR
[11] Las universidades más ricas de Colombia. El Espectador. Disponible en: https://www.elespectador.com/noticias/educacion/las-universidades-mas-ricas-de-colombia-articulo-889785
El Consejo Directivo por fin da en el punto, y hay que reconocer las buenas intenciones, pero nos quedamos cortos y la incertidumbre se vuelve a poner sobre la mesa.
Externado Libre ¡y Libre de limitaciones! Buena cara aquí, pero continuismo allá
El Consejo Directivo por fin da en el punto, y hay que reconocer las buenas intenciones, pero nos quedamos cortos y la incertidumbre se vuelve a poner sobre la mesa.
Por: Javier Andrés Pérez.
Estudiante de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
Parafraseo las palabras del Rector, sobre la decisión “colegiada” del pasado 5 de mayo: nuestro ideario es pluralista y democrático, y busca otorgar educación a sectores no favorecidos económicamente. Dijo también, y con toda razón, “somos y seguiremos siendo la Universidad más pública de las privadas”.
Hace unos días discutía con una colega —estudiante de Derecho de otra Universidad— y le explicaba qué significa para mí ser un verdadero externadista. Con total seguridad, le decía: “el externadista es libre, y eso le hace crítico; es trabajador, y más cierto no podría ser para quienes estudiamos Derecho en esta Casa; pero más importante aún, es solidario, y es que esto no podría ser distinto conociendo nuestro pasado: que hemos sufrido junto con muchos la injusticia desde la Regeneración, que hemos sufrido el conflicto armado, y que hemos sido discriminados, incluso adentro, por pensar diferente —y tantas otras dificultades humanas que son propias de cualquier institución.
Sin embargo, pese a los obstáculos, y hablo con la propiedad producto de las experiencias de un joven estudiante que se ha litigado orgullosamente su permanencia en esta Casa de Estudios, el Externado sigue siendo un faro de libertad, y lo es porque, fuera de una u otra manzana podrida, nuestras Instituciones funcionan, ¡y sí que funcionan cuando un externadista defiende sus derechos y enarbola la bandera descrita por Nuestra Constitución!
Estas palabras, y otras, son las que me enamoraron en un primer momento. A nuestra Universidad la ha caracterizado, y por esto somos envidia para muchas otras a día de hoy, que somos, en verdad, un Externado humano. Y fueron estas mismas palabras las que llevaron a ponderar, según el Rector, la “solidaridad y acceso a la educación de un lado, con la estabilidad financiera de nuestra universidad del otro”. En este sentido se dispuso, entre otras cosas, (i) un descuento del 15% al Calendario B, siempre que la situación de vulnerabilidad sea sumariamente acreditada, y (ii) un descuento del 5% para quienes paguen de contado y que es acumulable con el anterior.
Surgen muchas inquietudes. Por un lado, qué tan sumario resulta el procedimiento de petición de descuento cuando a nuestro honorable Consejo Directivo lo que sí le ha caracterizado es la excesiva rigurosidad probatoria y argumentativa para justificar merecimientos, la misma que ha dado cuenta de la insensibilidad, respecto de las vicisitudes psicológicas que padecen nuestros estudiantes, para la acreditación de la cuarta causal de revisión; peor aún, hablando desde la experiencia personal, que la actitud de varios docentes sobre el asunto resulta siendo un reflejo de aquel gran defecto.
Es bastante inverosímil que, de la noche a la mañana, toda la psiquis del Consejo haya cambiado. Otro cuestionamiento es qué concepto de alivio económico maneja el Consejo Directivo al disponer un descuento únicamente del 15%.
Con todo respeto, pero al menos a mi juicio, esta suerte de alivio de una parte es irrisorio en porcentaje, y de otro, desconocedor de la situación que viven muchos colombianos actualmente, pues no pretende cubrir a la totalidad de la población estudiantil: todos somos afectados, aunque no en igual proporción. Un lector podría controvertir lo primero al sostener que el descuento del 15% es posible que se le acumule el 5%. Me pregunto: ¿qué proporción de estudiantes de la primera situación podrá ser capaz de gozar de la segunda? ¿Quién tenga dificultades económicas podría llegar a pagar de contado? Esto da idea del análisis abiertamente abstracto y superficial de los debates que se llevaron a cabo dentro del Consejo.
Por otro lado, ¿qué vamos a hacer con los estudiantes, de calendario A y B, que siguen pagando su año académico a día de hoy? Esto me deja un sinsabor que se concreta en lo siguiente: ¿cuál es la verdadera razón que llevó al Consejo a decidir de esta manera, o más precisamente, qué interés terminó pesando más? ¿Nos están cosificando como si entre nosotros existieran zonas grises?
Si lo que queremos es ponderar el acceso a la educación, reconocer a la población vulnerable, procurar la solidaridad y tener un Externado Libre, libre de limitaciones, ¿por qué ignorar tan tajantemente al resto de la población estudiantil, los de Calendario A y B que hoy siguen pagando sus matrículas? Aliviemos el hoy, además de pensar en el mañana, ¿o estamos ante un interés oculto de diferenciación para la aplicación de descuentos? Honestamente, pareciera que para estos casos haya primado la estabilidad financiera, trato sin lugar a dudas desigual.
Nuestro Consejo se queda corto, a pesar de sus buenas intenciones. Sin duda, podemos hacer mucho más, sobre lo que ya se hizo y lo que no se tuvo en cuenta.
Directivos, por favor, no olviden que en esta situación todos somos vulnerables, que las clases no se están dictando de manera presencial a pesar de cualquier contingencia, que la solidaridad hoy vale más que cualquier estabilidad financiera —y más tratándose de Nuestra Universidad— y que otro principio a ponderar es sencillamente: la igualdad.
De lo dicho creo que es posible extraer: (1) el Consejo lanzó sus cartas, sí, pero el debate sigue abierto, y es hora de que aquellos que se encuentran en estas otras situaciones no contempladas lancen las suyas: pensemos en el Ahora; (2) hay que poner la lupa en la implementación de las decisiones ya adoptadas para que no se trate otra vez de la excesiva rigurosidad que ha caracterizado al Consejo. Todo lo anterior porque (3) es hora de que nos unamos y saquemos adelante propuestas que busquen la mayor cobertura de alivio posible, porque es hora de que nuestro Externado vuelva a demostrar, como apunté más arriba, que somos solidarios, que estamos libres de limitaciones argumentativas y políticas, y con razón, que somos la envidia de muchas otras Universidades, porque somos desde luego, un Externado Humano. Finalmente, (4) que esto no sea otra demostración de que continuamos con el mismo Consejo Directivo, uno que no pretende ceder, aun ante estas dificultades, aunque Hoy demuestre una cara distinta para una parte de la población.
No hay mayor falacia que este ambiguo lema, que con el paso del tiempo se volvió la mayor contradicción en la Universidad.
Por: David Orlando Mesa.
Estudiante de la Universidad Externado de Colombia.
Un recuerdo importante de cuando apenas ingresaba a la Universidad fue la inauguración de los edificios H e I, pero más allá de una bien lograda obra arquitectónica, me llamó la atención el discurso del rector Henao y su lema de “espacios para la libertad”, que enarbolaba ese espíritu liberal del Externado. Para mí, la magnánima obra arquitectónica de los nuevos edificios, aunada a las palabras que revivían la lucha de la institución contra las injusticias conservadoras, suscitaba un discurso poderosísimo que llenaba el orgullo externadista.
Pero la desilusión se da un año después, cuando me fijé que las palabras a veces contradicen a las acciones con una situación bastante anecdótica que me permitiré traer a colación.
Antes que nada, quiero acotar que esto no es ningún “berrinche”, es una reflexión de lo mucho que se habla de “espacios para la libertad” y de lo poco que se practica. Para este segundo semestre, nuestro grupo fue reubicado a un salón bastante precario, lo cual no sólo coarta condiciones necesarias para el proceso de aprendizaje y la interacción docente-estudiante, sino que también cuenta con grandes problemas de sanidad y seguridad, pues el espacio es tan reducido que en caso de un siniestro no habría lugar a una adecuada evacuación y los virus se propagan con bastante facilidad y rapidez entre las personas, de hecho algunos de los catedráticos se pronunciaron expresando el respectivo malestar.
¿El argumento? Que un profesor (que, a propósito, no nos dictará clase hasta el segundo corte) tiene problemas de movilidad, situación que es de lo más comprensible, lo que parece irrazonable es que nos hayan trasladado a inicio de semestre y de forma permanente para una materia cuya intensidad horaria es de 3 horas por semana.
Los estudiantes no nos limitamos a manifestar el descontento, pasando de forma adecuada por el conducto regular, sino que propusimos soluciones, de manera que todas las partes llegáramos a un punto de bienestar aceptable, el proceso esclareció algo que nunca se nos quiso sostener de frente: el problema no eran los inconvenientes de movilidad de nuestro docente, eso sólo fue un pretexto, el verdadero inconveniente es que la planta física resultó incapaz para albergarnos de forma óptima, nos dimos cuenta de que nuestra antigua aula ya fue ocupada por otro grupo, que, como se nos revelaría, es más grande que nosotros, dicho de forma mucho más coloquial “no hubo cama para tanta gente” y alguien tenía que soportar dicha carga, en este caso fuimos nosotros.
Mi punto en esta anécdota es que todavía retumba, con fines comerciales, ese lema de “espacios para la libertad”, de lo que podemos decir que la libertad no sólo es un valor incorpóreo, sino que es un valor que también se refleja en las situaciones más cotidianas y físicas, un valor que, se supone, una universidad como la nuestra debería salvaguardar, pero como se evidenció en este caso, el Externado nos ató a un ambiente precario para la educación, nos encadenó en un espacio inseguro e insalubre, en fin, se nos sometió a seguir las decisiones arbitrarias y lesivas de la administración.
Recientemente se nos abrió un pequeño destello de esperanza para tener mejores condiciones, pero a la larga, no son más que promesas que aún están en el aire y buscan apaciguar el descontento.
El gabinete de fausto: historia de un pacto fallido con el Derecho
El temor incesante de salir del cómodo y gastado neoclasicismo, sin mirar hacia el futuro, tiene en el limbo a las facultades de Derecho.
Por: Óscar Carvajal.
Estudiante de cuarto año de la Facultad de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
Mi escena favorita del Fausto es sin duda alguna, la conversación de Fausto con Mefistófeles. Fausto es un Doctor que con urgencia estudió filosofía, teología medicina y jurisprudencia, pero que lleva una vida inagotable de perro, y su visitante inesperado, es Mefistófeles (el diablo).
Este pequeño dialogo ocurre en el gabinete de estudio del profesor Fausto, rodeado de la polilla de los libros, la silla y el escritorio. Petrificado en el tiempo, por una capsula de algunos metros, que acartonan paredes y pensamientos.
En este lugar añejado, se presenta la posibilidad de un pacto con Mefisto, una ventana de escape. Mefisto le ofrece a Fausto, la posibilidad de sacudir la polilla, de sus ideas secas y su carácter cansado, por la aventura de la vida. La furiosa sensación, de que las ideas deben sacudirse con el tiempo, para que no se empocen y ‘’críen monstruos en la mente’’ como aconsejaba Blake. La vida como promesa, y la ciencia como felicidad en un mundo, donde la sangre y la carne, son personajes principales del pensamiento. Un pacto que viene a derrumbar siglos de ciencia filosófica y jurídica, ciencia de gabinete y pensamiento de salón, por un pensamiento, que levanta la polilla del código y del texto, y sale de él constantemente, como ir a una fuente de agua y volver, eso sí, con aire fresco. Con las ideas mojadas.
Fausto por supuesto, como buen romántico, decide apostar su alma por una idea. Decide saltar al abismo de lo desconocido, echar al traste el antiguo gabinete, por un estudio más cercano al sol y a los hombres. Fausto dio un arriesgado sí y movió a ruina, el enmohecido siglo XVlll, con su neo-clasicismo, y su gastada y nada vital, afiliación partidista a Grecia y Roma. No porque no fueran necesarios, sino porque eran pozos y no hoyos ni finales.
Lastimosamente, parece verse en las facultades de Derecho actuales, una negativa al pacto fáustico. Un temor incesante de salir del cómodo y gastado neoclasicismo, sin mirar hacia el futuro. El temor natural de pensar por sí mismos, sin ayuda de acudiente. De levantar el polvillo del escritorio, de salir de vez en vez, al pozo de las otras miradas. Un miedo de salir del código y tal vez, no saber regresar. Un miedo infecundo y paralizante para el pensamiento. Las ideas necesitan agua, y en ocasiones, de la nuestra, la más cercana.
Cuando inicié Derecho, me prometieron un pacto que nunca se cumplió. Un gran pacto que dé a luz, otra manera de estudiar el Derecho y de vivirlo en sociedad. Tenemos un pacto pendiente.
Mientras los estudiantes de la Facultad de Derecho del Externado se crean mejor que los demás, la comunidad académica se seguirá viendo débil y fracturada.
La necesidad del diálogo y el reconocimiento del otro
Mientras los estudiantes de la Facultad de Derecho del Externado se crean mejor que los demás, la comunidad académica se seguirá viendo débil y fracturada.
Por: Camilo Carmona Castaño.
Estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
Inicié en el Externado con la plena seguridad de que sería un lugar de innovación, creatividad y apoyo a la investigación, lo cual evidencié en mis días de estudio en la Facultad de Derecho.
Sin embargo, con el transcurso del tiempo noté la existencia de otras facultades cuyos ánimos giraban en torno, no solo a brindar calidad en sus programas, sino a construirse de manera más sólida. Al compartir con personas pertenecientes a estas unidades académicas pude evidenciar grandes brechas entre los estudiantes de cada Facultad, dando lugar a desmesurados abismos y marcados hálitos de superioridad. Principalmente desde los estudiantes de Derecho, quienes en ocasiones incurrimos en el grave error de creer que somos los únicos en la Universidad y que no necesitamos de otra Facultad.
Tales creencias suscitan mayores diferencias entre el estudiantado y generan división en el mismo, lo que a su vez nos aparta de las vivencias de los demás, dejando una comunidad grande pero débil y fracturada.
Un espacio de libertad debe partir de un ambiente de igualdad y es necesario el trato de igual a igual no solo en la dupla estudiante-docente, tal como lo mencionó otro columnista, sino también entre los mismos estudiantes. Por lo anterior, debemos enfocarnos en la omisión al principio de ver al otro como igual, en su capacidad de pensar y razonar, pues una universidad excelente en ciencias humanas no puede dejar de lado su parte de humanidad, en donde vemos al otro como igual y aprendemos de él, donde nos reconocemos a nosotros mismos por medio del otro.
¿Cómo tener humanidad creyendo en carreras superiores? Se trata entonces de humanizar las humanidades, trabajo que implica una difícil labor, pero cuya necesidad se presenta a la vista para los científicos sociales. La razón de esta “superioridad”, creo yo, son los pocos espacios interdisciplinarios y las investigaciones aisladas que no permiten el crecimiento de los estudiantes y el reconocimiento de los otros como iguales.
En algunas oportunidades he podido escuchar a los estudiantes de Derecho mencionar que quienes no estudian esta carrera no tendrán futuro. Sin embargo, también he escuchado a los alumnos de otras facultades creyendo que los Derecho no tienen la capacidad de comprender los hitos históricos o las complejidades de algunos autores y su aplicación en la realidad. Así que, no es solo una cuestión que deba desarrollarse en la Facultad de Derecho sino que es trabajo de todo el cuerpo universitario, tanto estudiantes como docentes, pues no es posible seguir creyendo en la división ellos-nosotros para crecer como facultades, más bien debemos incentivar espacios de participación, lo cual no significa crear doble programa en Derecho, pero sí implica la reestructuración a espacios de convergencia.
Durante el tiempo que he estado en anticomaniacos, grupo cultural de la Universidad abierto a toda la comunidad, en el que se discuten y comprenden problemas de la actualidad por medio de la historia de la antigüedad, donde además pretendemos reconocer al otro como un igual y nos permitimos construir conocimiento de manera colectiva, creando visiones realmente interdisciplinarias, pues interactuamos no solo estudiantes de Derecho sino también de otros programas, desde ciencias sociales hasta finanzas, he podido apreciar que esa brecha entre los alumnos se puede cerrar por medio de la interacción, creando espacios en el que nuestra mente de juristas entienda que las ciencias humanas dependen entre sí, y que, en su esencia, no somos autónomos sino interdependientes.
Las materias electivas pueden ser una gran apuesta para una Facultad que está a punto de modificar su programa, pues la alta exigencia de la Universidad en Derecho nos han permitido ser punteros en la educación de juristas en el país, lo cual no debe cambiar, por ello reitero que las materias electivas nos permitirían continuar con la rigurosa academia brindando espacios de discusión interdisciplinaria. Soluciones sin afectaciones se pueden realizar, siempre y cuando exista el diálogo planteado por la nueva decana de la Facultad, Adriana Zapata Giraldo.
Post tenebras spero lucem, después de tanta divergencia que llegue la convergencia.
La Facultad de Derecho, como caso particular, se ha dedicado a contratar a más abogados, no profesores, que desconocen en lo más mínimo cómo dictar una clase.
La Facultad de Derecho, como caso particular, se ha dedicado a contratar a más abogados, no profesores, que desconocen en lo más mínimo cómo dictar una clase.
Por: Javier Andrés Pérez.
Estudiante de la Universidad Externado de Colombia.
Desde su nacimiento, una universidad educa con su personal docente y administrativo. Pero bajo esta tesis, ¿qué viene siendo el Externado?
Los profesores son la cara visible de una Universidad si los asumimos como el primer factor a tener en cuenta a la hora de elegir dónde se invertirán al menos cinco años de nuestras vidas.
Ellos son los responsables, no solo de educar en la materia que instruyen, sino también de permearnos de ética profesional y, claro, de preparar indirectamente a aquellos que los reemplazarán en el futuro.
Mencionaba en otro artículo un apreciado amigo que no podíamos asumir un Externado sin que la relación estudiante-docente se basara en la igualdad y el respeto. Pero más allá de eso, habría que decir que nuestra Universidad –al menos mi Facultad de Derecho, aunque ello no obste para extenderlo–, con el debido agradecimiento que le debo, se ha dedicado a contratar en una proporción considerable abogados, no profesores, y poco ha sido, quizá nulo, el esfuerzo por prepararlos en la docencia universitaria.
Por ello, en los cursos que nuestra Universidad ofrece nos hemos enfrentado a profesores que, tal vez por error, reducen sus clases al adoctrinamiento dentro de sus convicciones, reaccionando de tajo renuentemente a los planteamientos del estudiante, sin detenerse a examinar si existe o no razón en la contradicción. Adicionalmente, estudiantes que al manifestar sus dudas, solo reciben de ellos pésima interpretación y contestaciones inatinentes; y en el peor de los casos humillaciones. En suma, una parte para nada despreciable de nuestro profesorado carece de empatía, adolece del síndrome de la insensibilidad y, si lo que se pretende es educar, ello es inadmisible.
El personal administrativo, por su parte, comunica la institución con el público y, en este sentido, de alguna manera podría argüirse que sus virtudes y defectos, desde la respuesta de un oficio hasta la organización de un evento, representan las calidades propias de la Universidad. En este ámbito también se educa: nos muestra cómo piensa, cómo se debe actuar y el debido trato al agente ajeno.
En una ocasión, llegué a sostener la desfachatez administrativa de uno de los departamentos de la Facultad de Derecho por la cuestionable organización de un evento. Envié un derecho de petición para manifestar algunas quejas, una carta que compañeros y amigos juzgamos inofensiva, pacífica y que únicamente representaba las inquietudes de un estudiante que busca la grandeza de su Externado. Sin embargo, la respuesta fue no solo fue desproporcionada sino que además podría tildarse de grosera y descontextualizada: este abogado no era consciente de su posición. Estos funcionarios también educan y representan el sentir del Externado, luego responder de esta manera solo deja entrever indiferencia de esta casa de estudios con respecto de sus alumnos. Y, nuevamente, si lo que se pretende es educar, esto es inadmisible.
En un artículo pasado, uno de nuestros docentes anotaba que la deserción estudiantil se debía a la carencia de elementos académicos que cautivasen a los estudiantes y, desde luego, cuestiones como las verdaderas electivas son neurálgicas a la hora de determinar si una universidad universaliza el conocimiento. Empero, esta posición es a mi juicio ingenua y solo demuestra un análisis notablemente superficial del ambiente universitario. Aquello que sostenía más arriba son puntos mucho más decisivos pues exhiben abismal injerencia en la permanencia estudiantil.
Así las cosas, si lo que se busca es naturalmente educar y representar la universalización del conocimiento, es menester volatizar estos elementos: cerciorarse de que sus docentes estén capacitados para enseñar, que su personal administrativo sea respetuoso al menos de su comunidad y mejorar los programas encaminándose a una Universidad moderna.
Con esto pretendo resonar en aquellos que tienen la autoridad para cambiar las cosas ya que, como auténtico externa dista, quiero ver crecer mi casa de estudios y hacer lo que esté a mi alcance para lograrlo.
Igualdad y respeto son los valores que deberían primar en la relación entre estudiantes y profesores.
Por: Emmanuel Márquez.
Estudiante de la Universidad Externado de Colombia.
La educación que caracteriza a nuestra alma mater está basada en relaciones de igualdad y respeto, donde el aprendizaje es un trabajo en equipo, más no un sometimiento.
Me refiero a los casos cuando el profesor menosprecia las opiniones de un alumno, pretendiéndose sabio; al que insulta el estudiante por no cumplir sus caprichos; o el que apenas en su primera clase, muestra posición dominante y prepotente, separando desde el primer día la relación docente-alumno; y finalmente, al que no recibe críticas sobre la metodología de su clase, ese mismo que examina con hostilidad y sin garantías. En fin, casos hay muchos, e inclusive pude traer apenas ejemplos blandos.
Debo admitir que, en mi recorrido como estudiante del Externado, nunca he recibido tratos denigrantes por ningún profesor y jamás me han hecho sentir sometido a sus órdenes o menospreciado. Pero esto no significa que este tipo de situaciones no se presenten en la Universidad, pues no pertenecemos a en una institución exenta de errores. Existen muchas cosas por corregir. Si denuncio este tipo de circunstancias, es porque sé de testimonios de quienes han vivido tales episodios, los cuales no son pocos y si, al contrario, muy preocupantes.
La educación basada en la igualdad y el respeto tiene todas las ventajas. Permite al estudiante abrir sus opiniones, ser crítico, motivarse por las materias correspondientes y relacionarse con la academia. Más allá de las ventajas de esta formación, también se aprende, junto con los conocimientos científicos, de los valores. Esos mismos que son claves en una sociedad que, al no tenerlos claros, evidencia cada día más casos de corrupción, egoísmo, irrespeto e individualismo.
Esta enseñanza en valores no es algo secundario en nuestra universidad, pues fueron nuestros padres fundadores quienes lucharon contra la intolerancia, en pro de la educación, y además el preámbulo de nuestro reglamento tiene como base la libertad y los valores.
En cuanto al deber de los profesores con la igualdad y el respeto, estas dos cualidades parecen no calar del todo en algunos de los docentes actuales, que desconocen en medio de su arrogancia que también pueden aprender de sus estudiantes. Pareciera que olvidarán que para la calidad de la clase, es elemental el estudiantado.
Añado, el maestro siempre estará sujeto al reglamento y la permanente evaluación y crítica de la comunidad académica a la que pertenece, la cual se caracteriza en esencia por la tolerancia y la libertad. Tampoco podemos olvidar que la Universidad tiene un compromiso social, una meta de transformación, que sólo se cumplirá difundiendo conocimiento y valores, como dos elementos complementarios que forman una unidad.
En conclusión, la educación se construye en equipo, con aportes del alumno y del profesor. No es posible alcanzar la meta sin entender que estos dos sujetos están comprometidos, el uno con el otro, para obtener el máximo provecho del saber y del conocimiento.
No pretendo en esta columna hacer una reflexión al aire, sin eco; ni mucho menos lanzar simples quejas. Anhelo que quien lea este texto entienda que es más ventajosa la educación igualitaria y respetuosa. Pero si no, al menos estaré tranquilo si dejo claro que el espíritu de la enseñanza de la Universidad Externado tiene estos principios y quien no los acepte o no esté de acuerdo con ellos simplemente no está en el lugar correcto. Quizá podrá ser un gran académico o profesional, pero nunca un externadista.
Poco interés y el escalamiento de las faltas de ortografía ponen en jaque a los abogados externadistas.
Por: Daniel Felipe Mateus.
Estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
Hace poco leía con interés un artículo publicado por varios medios digitales de cómo las faltas ortográficas, una suerte de síndrome, había escalado hasta la universidad. Este es el fiel reflejo de lo que significa la educación superior, un afán por hacer sin entender, un afán por escribir sin caer en cuenta de las reglas más básicas. (Repita conmigo, la «m» va antes de «p» y «b»).
Este hecho, que causa sorpresa solo a unos pocos, se agrava cuando se generaliza y se refuerza por causa de los maestros. Del Externado se dicen varios mitos: uno, es un exterminio; dos, el título (sea cual sea) pesa mucho y; tres, si ve un texto mal escrito por parte de su abogado de confianza, no se pregunte de qué paquete sacó el título, de seguro estudió derecho en la Universidad Externado de Colombia.
Tal vez sea una exageración, pero en cuanto a escritura se trata, somos el hazmerreír de la Facultad de Comunicación Social – Periodismo. Este «síndrome» no es único. La asimetría en las formas de enseñanza (pedagogía) de los docentes universitarios, la falta de preparación de clases y el poco interés del alumno, colocan al cuerpo externadista en una penosa situación.
Hace algún tiempo el profesor Néstor Osuna, ponía sobre la mesa el debate de si era necesario o no pasar bajo un modelo semestral la carrera de Derecho. Yo creo que es necesario primero incluir una materia para la formación en géneros, escritura e investigación. Pese a que pregonan la excelencia educativa, no somos los mejores, estamos lejos de serlo, así insista el rector Henao en sus clases, que más que clase, parece pronunciarse frente a las cámaras. ¿Por qué no? Ha de saber que graban sus discursos, a los cuales, por cierto, se evidencia el síndrome expuesto.
Ha llegado la hora, de quienes optamos por recibir una educación de calidad, de exigirla. Que no se nos olvide que el ejercicio de un derecho individual genera la exigencia de un deber colectivo.
A los docentes: que ni el miedo ni la orden de no «rajar» sea impedimento en su labor de enseñar. No más estudiantes mediocres que al finalizar su carrera profesional, no han podido redactar por su cuenta un ensayo. No más alumnos que al dirigirse a ustedes, les hablan como si fuesen compadres: «marica o huevón ¿Cómo va? ¿Me puede recomendar bibliografía?»
A los estudiantes: no más docentes de fachada, no más figuras públicas que se ufanan de conocer el tema como nadie y asisten al 10% de sus clases, el resto del tiempo viene un remplazo. Pareciese que hoy el cuerpo docente se encuentra en el extremo sobrevalorado, donde ni exige escribir (no cuenta un examen de opción múltiple) ni se esfuerza en corregirle.
Adenda: no existe la «v» de vaca ni la «b» de burro, se pronuncia el fonema /b/ y fonema [β] respectivamente.
El Externado ha sido renuente en establecer un procedimiento regular para la atención de casos de violencia de género, el cual debe contar con diferentes vías de denuncia y protección a la víctima con la existencia de un comité especializado con presencia estudiantil, profesoral y directiva de la Universidad para supervisar y tomar medidas, respetando siempre el derecho de contradicción y las demás garantías del debido proceso.
Es hora de erradicar el acoso de las aulas del Externado
Por: José Fernando González.
Estudiante de tercer año de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
Uno de los retos más grandes que existen actualmente dentro de las universidades es la lucha contra el acoso sexual dentro de las aulas. Éste, se entiende como aquellos comportamientos y conductas en función del sexo, de carácter no deseado y ofensivo contra la víctima, como contactos físicos e insinuaciones, observaciones de tipo sexual y exigencias sexuales, verbales o de hecho.
Genera, sin duda, un sentimiento de humillación e intimidación sobre la víctima, la cual, en su gran mayoría, resulta siendo una mujer.
Este tipo de conductas deben ser inaceptables en todas sus formas, en especial en un espacio como el universitario, donde los estudiantes debemos sentirnos seguros para poder explotar todo nuestro potencial intelectual. Infortunadamente, esta problemática ha sido ignorada debido a las dinámicas de poder entre la víctima y su victimario, que en algunas situaciones puede ser una persona que ostente una posición de autoridad sobre la acosada, ya sea un profesor, directivo, jefe, etc.
Precisamente por ello, los colectivos estudiantiles no han parado de exigir que este sea un asunto debidamente tratado por la ley y por las instituciones, las cuales han sido muy negligentes en regular su tratamiento y procedimiento, considerando que lo reglamentado en la vía laboral se queda corto para las realidades de una estudiante víctima de acoso por su profesor. En consecuencia, se ha identificado la necesidad de realizar vías de acción al interior de las universidades para denunciar y seguir este tipo de casos, generando diferentes protocolos para asuntos relacionados con acoso, maltrato y discriminación, entre otros.
De tal necesidad son estás vías de acción, que la Corte Constitucional en la T-239/18 exhortó al Ministerio de Educación a determinar las obligaciones de las universidades en estas cuestiones y a establecer un procedimiento regular para la atención de casos de violencia de género. Aunque ya varias instituciones cuentan con un protocolo de atención, otras han sido renuentes en cumplir con la tarea, incluyendo el Externado, en el cual diferentes grupos estudiantiles han exigido a Bienestar Universitario y la institución misma crear una vía de atención especializada para estos casos, sin recibir verdaderas respuestas.
Un futuro protocolo de atención debe contar con diferentes vías de denuncia, protección a la víctima con la existencia de un comité especializado con presencia estudiantil, profesoral y directiva de la Universidad para supervisar y tomar medidas, respetando siempre el derecho de contradicción y las demás garantías del debido proceso. Sin embargo, la creación de éste en el Externado se dificulta con la falta de un estatuto profesoral que regule de forma abierta y clara la relación docente-estudiante.
Si bien existen obstáculos e intereses para mantener el silencio acerca del acoso sexual, el Externado como una Universidad basada en el respeto y libertad, necesita que sus estudiantes, profesores y funcionarios cuenten con las garantías suficientes de que la institución es un espacio libre de acoso, en la que se pueden gozar de todas las posibilidades que les ofrece a las y los estudiantes esta gran casa de estudios.