Columnas memorables de Juan Pablo Estrada
Habló con contundencia del “Talante Externadista” que, según su opinión, se perdió entre los profesores; hizo un recuento sobre el significado de la plazoleta en el Externado, un lugar donde se debatía de frente, sin miedo y sin tapujos; criticó a los candidatos al Consejo Directivo, quienes difícilmente resistían el escrutinio de sus ejecutorias; y finalmente analizó la frase “Diez Gatos”, con la que el Rector, de manera despectiva, se acostumbró a calificar a quienes dicen verdades incomodas para la Universidad.
Por: Juan Pablo Estrada.
Profesor de la Universidad Externado de Colombia.
El talante externadista
El “Talante Externadista”, que no es otra cosa que actuar conforme el dictado de las convicciones, con libertad, sin temor, sin guardar silencio frente a lo que no nos parecía correcto. Hoy, ante la crisis de nuestra Casa de Estudios, este valor en muchos de los profesores brilla por su ausencia. ¿A qué horas el proceder de algunos está signado por el temor y por el oportunismo? Me irrita oír de colegas y amigos la frase “yo no estoy de acuerdo con eso, pero para qué meterse en líos” o “a mí me han tratado muy bien y yo no pateo a lonchera”. No, esos no son los valores con lo que nos formaron.
Añorando la plazoleta
Pedestales inmerecidos
Es la hora de reivindicar el disenso
“Diez gatos”
Así nos llama el Rector del Externado a quienes decimos verdades incomodas para la Universidad. Su frase “la rectoría es de puertas abiertas, respeta, tolera y promueve la crítica respetuosa”, no tengo duda que es su premisa, pero de labios para afuera. Aclaro, la rectoría sí tiene las puertas abiertas, pero para los áulicos y aplaudidores, a quienes la lagartería los ha llevado a anunciarse, abusivamente y desmentidos ya, como “voceros del Rector”. “Diez gatos” es una frase despectiva, típica de su convencimiento arrogante que lo resume todo. Desconoce que también es una forma de corrupción, ignorar, minimizar o ridiculizar a los contrarios para continuar ejerciendo un poder ilimitado y arbitrario. El Rector olvida que muchos callan para mantener privilegios y que otros hablan, pero no de frente, y que pocos decimos las cosas mirando a los ojos o firmando con nombre y apellido, porque nuestro estómago no está conectado a la sonda inagotable de la pagaduría del Externado.
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