El gabinete de fausto: historia de un pacto fallido con el Derecho
El temor incesante de salir del cómodo y gastado neoclasicismo, sin mirar hacia el futuro, tiene en el limbo a las facultades de Derecho.
Por: Óscar Carvajal.
Estudiante de cuarto año de la Facultad de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
Mi escena favorita del Fausto es sin duda alguna, la conversación de Fausto con Mefistófeles. Fausto es un Doctor que con urgencia estudió filosofía, teología medicina y jurisprudencia, pero que lleva una vida inagotable de perro, y su visitante inesperado, es Mefistófeles (el diablo).
Este pequeño dialogo ocurre en el gabinete de estudio del profesor Fausto, rodeado de la polilla de los libros, la silla y el escritorio. Petrificado en el tiempo, por una capsula de algunos metros, que acartonan paredes y pensamientos.
En este lugar añejado, se presenta la posibilidad de un pacto con Mefisto, una ventana de escape. Mefisto le ofrece a Fausto, la posibilidad de sacudir la polilla, de sus ideas secas y su carácter cansado, por la aventura de la vida. La furiosa sensación, de que las ideas deben sacudirse con el tiempo, para que no se empocen y ‘’críen monstruos en la mente’’ como aconsejaba Blake. La vida como promesa, y la ciencia como felicidad en un mundo, donde la sangre y la carne, son personajes principales del pensamiento. Un pacto que viene a derrumbar siglos de ciencia filosófica y jurídica, ciencia de gabinete y pensamiento de salón, por un pensamiento, que levanta la polilla del código y del texto, y sale de él constantemente, como ir a una fuente de agua y volver, eso sí, con aire fresco. Con las ideas mojadas.
Fausto por supuesto, como buen romántico, decide apostar su alma por una idea. Decide saltar al abismo de lo desconocido, echar al traste el antiguo gabinete, por un estudio más cercano al sol y a los hombres. Fausto dio un arriesgado sí y movió a ruina, el enmohecido siglo XVlll, con su neo-clasicismo, y su gastada y nada vital, afiliación partidista a Grecia y Roma. No porque no fueran necesarios, sino porque eran pozos y no hoyos ni finales.
Lastimosamente, parece verse en las facultades de Derecho actuales, una negativa al pacto fáustico. Un temor incesante de salir del cómodo y gastado neoclasicismo, sin mirar hacia el futuro. El temor natural de pensar por sí mismos, sin ayuda de acudiente. De levantar el polvillo del escritorio, de salir de vez en vez, al pozo de las otras miradas. Un miedo de salir del código y tal vez, no saber regresar. Un miedo infecundo y paralizante para el pensamiento. Las ideas necesitan agua, y en ocasiones, de la nuestra, la más cercana.
Cuando inicié Derecho, me prometieron un pacto que nunca se cumplió. Un gran pacto que dé a luz, otra manera de estudiar el Derecho y de vivirlo en sociedad. Tenemos un pacto pendiente.
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