El porvenir
Ya veremos qué traen los nuevos tiempos en el Externado, si con ellos se abrirán caminos o no de reconciliación, senderos renovados que puedan ser transitados en conjunto y en paz, y respetando a la discrepancia, que no es disidencia.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Si algo se aprende en la vida del litigio es que no hay que perder los estribos en las controversias ni hay que asumir que el objetivo de un debate en estrados judiciales es aniquilar a la contraparte, porque, tarde o temprano, con ella hay que encontrarse para agudizar el enfrentamiento o para encontrar caminos de entendimiento, como suele ocurrir en un gran porcentaje, salvo cuando los contendientes son familiares.
Esa regla de conducta implica que hay que pensar las consecuencias de cualquier confrontación, tanto más si existen lazos de cualquier naturaleza entre quienes han de atravesar un momento difícil en sus vidas.
Lo que ha sucedido en el Externado es inédito a raíz de un insólito y agresivo comunicado que un grupo de profesores decidió difundir en los medios de comunicación, con el propósito de atacar a quienes consideramos que la rectoría debe rendir cuentas, permitir una auditoria, designar a los decanos previo un proceso de selección, etc. y en general para estigmatizarnos a quienes pensamos diferente a ellos.
Ese comunicado, en últimas, lo que buscaba era que los profesores que hacemos parte de EL RADICAL fuésemos excluidos y censurados en la Universidad. Lo que quedó claro es que entre los inspiradores de ese vergonzoso comunicado tuvieron que estar el Rector, Juan Carlos Henao, y la decana de Derecho, Adriana Zapata. En efecto, por estos días el egresado Juan Simón Vásquez, antiguo miembro del consejo directivo en representación de los estudiantes, informó en su cuenta Twitter que hace unos años, cuando se produjo la renuncia del Doctor Eduardo Montealegre, el Rector lo alentaba a expedir comunicados apoyando la rectoría. Y de la Decana de Derecho, no todos hemos olvidado que en una asamblea profesoral pretendió, cuando se marchitaba el quorum, que se aprobara un comunicado exhortando a los profesores a que no ventilasen en los medios las discrepancias de la Universidad. Este último comunicado de ahora ha confirmado ese talante de ambos funcionarios, pues no fue expedido buscando aproximaciones, reconciliación, sino borrar, al contrario, y, por eso, muchas amistades quedaron maltrechas o rotas para siempre.
Los autores de ese comunicado, suscrito inclusive por personas que no detentan la condición de profesores, todo para que se viera bulto, los condujo a permitir la necia pedantería de autorizar que un catedrático exigiera que su rúbrica debía ser en mayúscula y diferente a todas las demás dizque porque lleva 30 años como docente. Esos iracundos profesores deben saber que con esta demencial persecución no pudieron desaparecernos a los críticos y entonces la pregunta es ¿Cuál es el plan a seguir?
Muchos de ellos ya hoy son flamantes candidatos a consejo directivo, desde donde seguramente pretenden concretar su política totalitaria de aniquilamiento y la purga, o lo peor, contribuir a que el próximo rector sea más de lo mismo, un albacea sin tenencia de bienes que apenas posesionado confirme el poder general a la Secretaria General.
Son muy graves las ofensas que el grupo que defiende la administración ha agenciado, olvidando que sus contradictores no somos criminales sino profesores respetables, sin mácula en la vida pública ni en la privada. De ese aleve ataque da cuenta la insinuación malévola de un candidato a miembro del consejo directivo aupada por otro novel profesor que amparado en la libertad de opinión se consideró asistido del derecho de calumniar. En efecto, hubo quienes ante las manifestaciones del profesor Osuna en una entrevista radial sobre la necesidad de que los recursos de la Universidad no se inviertan en grupos económicos sino en investigación o programas académicos, salieron a propalar la infame especie de que el propósito de esa iniciativa es apoderarse de los dineros de la Universidad. No son ellos, acaso, quienes se adueñaron de todo sin rendir cuentas ni permitir una auditoria, olvidando que el Externado es una Fundación sin ánimo de lucro y no un bien relicto de la sucesión de ninguna persona natural por importante que haya sido.
No va ser fácil reconstruir las buenas relaciones entre el cuerpo profesoral, mientras que quienes han estado detrás de la campaña de desprestigio y aniquilamiento sigan teniendo injerencia en el destino del Externado. Es más, nadie garantiza que, al ser elegido el nuevo consejo directivo, esta situación de crisis se agrave, sobre todo si allí toman asiento los mismos que amparados en el anonimato diseñaron y ejecutaron el exterminio de los críticos a través de comunicados, injurias y calumnias.
En lo personal creo que las heridas están recién abiertas, pero que, como lo dijo Couture, “el tiempo venga las cosas que se hacen sin su concurso”. Ya veremos que traen los nuevos tiempos, en especial si con ellos se abrirán caminos si no de reconciliación, porque eso ahora se ve casi imposible, al menos de encontrar senderos que puedan ser transitados en conjunto y en paz, y respetando que la discrepancia no es disidencia sino ejercicio legítimo de la democracia.
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