Fracaso anunciado
El tiempo transcurrido desde que la doctora Adriana Zapata asumió como Decana de la Facultad de Derecho al día de hoy, ha desnudado gran parte de la crisis que atraviesa la Universidad Externado.Esta afirmación simplista solo confirma el grotesco intento de las directivas de la Universidad de silenciar la crítica. También, ratifica el gesto totalitario de que por fuera del Externado nadie se entere de lo que está pasando.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Con razón el maestro uruguayo Eduardo J. Couture, en sus imprescindibles mandamientos del abogado, sentenció que “el tiempo venga las cosas que se hacen sin su concurso”. Tuvo razón no solamente como reglas éticas para profesionales del derecho, sino para toda actividad.
Digo esto porque el tiempo transcurrido desde que la doctora Adriana Zapata asumió como Decana de la Facultad de Derecho al día de hoy, ha desnudado gran parte de la crisis que atraviesa la Universidad, y en particular la oficina y tareas que a dedo le fueron encomendadas.
Todo lo que está ocurriendo es hijo de la desorganización creada con la llegada a la rectoría del doctor Juan Carlos Henao, en cuyas manos la Universidad ha perdido liderazgo en el concierto nacional y, lo que es también evidente y preocupante, aún entre la propia comunidad externadista.
Lo primero en lo que se extravió Henao fue en no haber entendido que su rectoría tenía que haberse preocupado por servir de puente entre el pasado y el futuro. Henao continuó anclado al esquema administrativo unipersonal que sin duda fue importante y útil para la Universidad a pesar de sus propias fallas inevitables, en las que también incurrió esa otra persona quien, no obstante gobernar con su sola voz, sin embargo, oía, consultaba, ponderaba distintas opiniones y tomaba decisiones que no lastimaban ni irritaban porque nunca parecieron impuestas a la fuerza.
Fruto de esa imperdonable equivocación, Henao depositó en cabeza de la Secretaria heredada de la pasada administración -no en la Secretaría General-, el control patrimonial, administrativo y académico de la institución, hasta el punto de encomendarle funciones rectorales, con el deterioro inocultable al que hoy asistimos. Los resultados están a la vista: una administración que se niega a rendir cuentas comprobadas de su gestión, que no permite el desarrollo de una auditoria externa transparente y objetiva, que maneja como bien propio la principal inversión del Externado en el Grupo Bolívar, cuyas acciones son representadas oficialmente en las asambleas por un subalterno que hace parte del poderoso engranaje administrativo de las actuales directivas.
Si bien los estatutos de la Universidad desde antes de su llegada establecían la obligación de nombrar un Decano para la Facultad de Derecho, el Rector no lo quiso hacer y dejó esa función en cabeza de la Secretaria, quizá pretendiendo con base en su falta de tradición académica, proporcionarle algo de lustre para escalar los peldaños del ansiado acervo hereditario.
Siete años después de iniciada su rectoría, Henao decidió nombrar una Decana, para lo cual se ufanó de supuestamente haber roto la tradición externadista al nombrar por primera vez a alguien para ese cargo. Olvidó referir que llevaba 7 años incumpliendo los estatutos. Ese desacato estatutario habría sido perdonable si se hubiese acertado en la persona designada para esa importante responsabilidad, pero el desacierto fue, y ha seguido siendo, mayúsculo.
En efecto, la doctora Zapata no fue elegida en el marco de un proceso de selección pluralista y objetivo, como debió haber ocurrido en un Externado libre y democrático, sino con base en la exclusiva agenda personal de Henao. Como consecuencia de esta maniobra clientelista, en la Decanatura se sentó a una amiga del Rector que nunca había sido profesora en pregrado, la base de la Universidad. El resultado no se ha hecho esperar: ni ella conoce el universo del que se erige como la más antigua o Decana, ni tampoco los estudiantes sienten respeto y credibilidad por quien improvisa en cada movimiento. Es probable que esa designación de la doctora Zapata obedezca a una jugada a tres bandas, cuya estocada final estaría por darse en la próxima elección del sucesor de Henao, cuyo proceso electoral para elegir representantes de profesores al Consejo Directivo por fin está andando, aunque sea a medias.
A propósito, todos a una, como en Fuenteovejuna, varios candidatos en la sombra a esos cargos que ya están protegidos y auspiciados por las directivas, saltaron nerviosos a oponerse a la propuesta que lancé en la pasada reunión del Comité de Impulso Profesoral, para que se revise el antidemocrático y excluyente Reglamento Electoral diseñado para conculcar el derecho a elegir y ser elegido, y para que sigan los mismos con las mismas.
Mi idea sonó a herejía a esos postulantes inseguros y a varios de sus pregoneros y áulicos, a quienes solo les importa ganar las elecciones, así sea con artificios y marrullas o excluyendo a quienes tengan iguales derechos.
Y traigo a cuento todo este resumen, porque la última actuación de la Decana, obviamente en asocio con la rectoría, la Secretaria y los escribidores panfletarios que deambulan en los pasillos rectorales, ha consistido en un ataque visceral, no solo a este profesor, sino además al otrora sagrado derecho de la libertad de cátedra, como de ello puede enterarse la comunidad externadista en los documentos mostrados en estos enlaces, que recogen correspondencia con la doctora Zapata y mis escritos de recusación a ella y la queja formal que, por acoso laboral en su contra, he elevado ante el Comité de Convivencia, así:
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