La universidad desde el confinamiento
Reflexiones luego de ocho semanas viendo el Externado desde la pantalla de mi computador.
Por: Néstor Osuna.
Profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
El viernes 13 de marzo de este 2020 (desde ya: annus horribilis) tuve la clase que, según parece, habré de recordar como la última presencial en este año escolar. Fue una sesión vespertina de cuatro horas de mi seminario electivo sobre Derechos Humanos, dirigido a los estudiantes de las maestrías en Derecho. Esa misma mañana había tenido mi clase habitual de derecho constitucional con los estudiantes de primer año y, con unos y otros, quedamos de vernos a la semana siguiente. Ya se respiraba nerviosismo en el ambiente: varias personas ponían su frasco de gel antibacterial sobre sus pupitres y otras tantas dudaban si saludarse de mano, de beso o de lejos y fracasaban en el intento de hacerlo con el codo sin que resultara ridículo. Nadie se imaginó, sin embargo, que a partir de entonces nos mudaríamos al mundo raro de las videoconferencias, encerrados todos en nuestras casas, viendo aumentar el número de enfermos y de muertos, pero intentado seguir adelante con nuestros proyectos académicos, sin ninguna certeza aún hoy sobre si todo esto valdrá la pena, ni sobre cuándo podremos volver a la normalidad.
Desde entonces he pasado muchas horas, muchísimas, frente a mi computador en la plataforma Zoom. He sentido el mismo dolor de ojos del que me hablan los estudiantes, he visto que mi dedicación al trabajo se ha incrementado notablemente apenas para mantener el rendimiento de antes y que pierdo la concentración con más facilidad; por supuesto también he descubierto aplicaciones muy buenas de software y trucos que antes no conocía. Como no tengo la obsesión triunfalista que a veces campea entre mis colegas y admito que en todas estas novedades soy un aprendiz, me atrevo a lanzar las siguientes reflexiones en público, fruto de mi experiencia de estas semanas:
- Las clases largas son terribles. El Externado se acostumbró a las sesiones de posgrado concentradas en cuatro días con dedicación a jornada completa de los estudiantes, muchas veces con el mismo profesor durante ocho horas seguidas con apenas una breve pausa para almorzar. Estoy convencido de que esas sesiones, así sean presenciales, son una mala estrategia pedagógica. Pero frente a un computador son insoportables. Nadie resiste una conferencia de cuatro o cinco horas frente a una pantalla, y menos aún si el profesor se vale de unas plantillas de power point que sólo le sirven a él. Eso no funciona. Después de 40 minutos nadie está prestando atención. Esta reflexión vale también para las jornadas extenuantes de pregrado, así se cambie de asignatura cada dos horas.
- La educación a distancia debe ser primordialmente asincrónica, de modo que le permita a cada estudiante manejar su horario, ver, leer, escuchar o escribir en los momentos que le resulten más propicios, y así reservar los encuentros simultáneos (sincrónicos) para discutir la información recibida, plantear problemas, intentar resolverlos y pensar en soluciones. Dicho en otros términos: las sesiones en video conferencias deben ser marginales. Probablemente esto nos lleve a replantearnos también esa estrategia cuando volvamos a vernos en las aulas de nuestro campus.
- Los grupos muy numerosos están haciendo aguas. Es evidente que la única estrategia pedagógica posible cuando un profesor tiene en frente a grupos de 50, 100, 150 o más estudiantes, es la cátedra magistral. Ante esos números, no hay posibilidades serias de hacer un seminario, o de ensayar fórmulas de evaluación permanente. Pero un profesor frente a un grupo pequeño de estudiantes, que pueda combinar unas pocas conferencias magistrales con buenas sesiones de seminario, que sea hábil para hacer sugerencias de acceso a información de calidad y que le deje tiempo a los estudiantes para aprender y pensar, podría darnos como resultado una educación de calidad muchísimo mejor a la que teníamos a principios de este año.
- Por supuesto que se me hace agua la boca al pensar en el día en que pueda volver al salón de clases y comenzar con una de las frases más entrañables del ambiente universitario de mi querida ciudad de Salamanca, atribuída por igual a Fray Luis de León y a Miguel de Unamuno cuando retomaron sus cátedras después de lo que ellos les tocó llevar cuesta arriba: “Como decíamos ayer …”
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