Pedestales inmerecidos
Atención a los candidatos al Consejo Directivo del Externado, varios posan de buenos, aunque tienen pésima ortografía y no aguantan el escrutinio juicioso de sus ejecutorias.
Por: Juan Pablo Estrada.
Profesor de la Universidad Externado de Colombia.
El caso del hoy ex senador Antanas Mockus nos ha ratificado a muchos esa sentencia de la sabiduría popular que dicta que para algunos es mejor parecer que ser. Nunca fui mockusiano. En esa medida no me siento engañado. Su tema de cultura ciudadana y logros como el de hacernos cruzar por la cebra o convertir en hábito el uso del cinturón de seguridad –que lo hicieron célebre como gobernante–, me parecen bastante básicos; y sus patanerías pedagógicas como la lanzada de agua en la cara a sus contendores, la bajada de los pantalones para protestar y los baños arrepentidos en aguas turbias de las piletas del Parque Nacional para lograr el perdón de sus simpatizantes, nunca dejaron de parecerme calculados recursos para repuntar mediáticamente. Ahora bien, que le hayan funcionado y logrado parecer durante mucho tiempo lo que no era, es otra cosa.
Como Alcalde de Bogotá dejó ver su talante, pero sus “travesuras” ocultaron los actos que nos mostraban el verdadero Mockus. Decidió, por si y ante sí que debía convertir el Palacio de Liévano en su residencia. Si mi memoria no me falla es el único mandatario local que ha decidido tener residencia oficial pagada con nuestros impuestos. Durante esa estancia en Liévano hubo denuncias serías acerca del pago de “mercados” incluidos elementos de aseo para su hija menor con cargo a recursos del Distrito. Tamaña indelicadeza también le fue perdonada. Y, remató esa primera administración, dejando el cargo para aspirar a la Presidencia de la República traicionando a sus electores y sucumbiendo a su desmedida ambición de poder. Luego vinieron su enfermedad, los infames ataques del uribismo que lo hicieron víctima y su cacareado rol de “consultor pedagógico” a través de su fundación Corpovisionarios, con la que se llenó de contratos estatales y, porque no decirlo, se benefició de forma directa.
Pero tanto va el cántaro al agua que al fin se rompe. En las últimas elecciones sucumbió a las súplicas de los verdes para encabezar su lista al Senado y evitar que el Partido no lograra el umbral. De nuevo se movió por el borde. Pretendió que ser el representante legal de Corpovisionarios y que los contratos celebrados seis meses antes con entidades del Estado no lo privarían de ser candidato con el frágil argumento de que, a pesar ser su condición y de la expresa prohibición legal, había delegado la facultad de contratar. Una argucia, una pirueta, una trampa de esas que no se puede ocultar. El Consejo de Estado dejó las cosas claras y la pirinola cayó en “no todo vale”. Ahora el profesor es un feroz tutelante que quiere darle tono de persecución política a una decisión judicial que no tiene mácula y borrar sus culpas antes sus quinientos mil electores defraudados.
Engañó a muchos durante mucho tiempo el profesor. Eso suele suceder. Hay personajes que logran subirse en pedestales morales que no les corresponden, ocultando su verdadero talante y condición humana. En todas las comunidades existen. Nuestro Externado no es la excepción.
Por eso ahora que se anuncian elecciones y que habrá candidatos –impuestos y espontáneos– tenemos que abrir el ojo. Hay muchos personajes de dudosa ortografía que posan de buenones pero que no aguantan el escrutinio juicioso de sus ejecutorias. De esos que con un soplido suave puede irse de bruces, pues tienen largo rabo de paja.
“Soles de la calle oscuridad de la casa” diría mi abuela. De esos no queremos en el Consejo Directivo, ni menos en la Rectoría de nuestro Externado.
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