Primeras lecciones de la pandemia
Esta crisis le está enseñando a la Universidad Externado que tiene mucho por aprender.
Al igual que ha pasado en Colombia y en el mundo entero, en el Externado la pandemia que nos azota ha mostrado con crudeza viejas anomalías enquistadas, secretos guardados a voces, injusticias aberrantes y problemas no resueltos que, aunque se habían aclimatado en la rutina académica, han desembocado en un clamor que no se puede desatender si la Universidad quiere rescatar su liderazgo como centro de pensamiento libre y crítico al servicio de la sociedad.
El marco de todo ello es, sin duda, la enorme distancia que ha ido creciendo entre los principios fundacionales de la Universidad, que las autoridades repiten a modo de mantra, y las prácticas de la gestión administrativa y académica, que no son más que una cadena kafkiana de burocratización arrogante, opaca y autoritaria que se apoderó del quehacer universitario.
Se invoca la libertad, pero los estudiantes sienten un ambiente académico opresivo que llega incluso a episodios vergonzosos de censura; se pregona la austeridad, pero se pretende aumentar la participación accionaria de la Universidad en un grupo financiero; se pone cara de circunspección para repetir la muletilla “de cara al futuro”, pero las estrategias académicas son las mismas de hace 60 años, se alza la voz para recordar la excelencia académica, pero los resultados de las Pruebas Saber Pro, antes Ecaes, y los rankings universitarios muestran resultados preocupantes, y así podría seguirse con un largo etcétera.
Algunos ponen cara de sorprendidos cuando ahora, recluidos todos en nuestras casas, advertimos en la misma pantalla que la publicidad que la Universidad paga en los medios de comunicación, con sus entrevistas condescendientes y sus videos institucionales edulcorados, son respondidos de inmediato, sin concesiones, por centenares de estudiantes que en sus redes sociales nos muestran una realidad muy distinta.
Consideramos que es urgente construir canales de comunicación libre, fluida y útil entre los miembros de la comunidad universitaria para la toma de decisiones. Hay que desterrar las prácticas de gestión secreta de la Universidad: tanto en su manejo administrativo y económico, como en los procesos académicos, tenemos que construir unas reglas legítimas de gobierno universitario que hoy en día no existen.
También es imperioso reorientar la estrategia de gasto en tecnología e informatización de la Universidad. Se han destinado demasiados millones de pesos a sucesivos programas de software y se ha gastado a manga ancha en hacer publicidad de la educación virtual, pero lo cierto es que ahora, cuando todo eso resultaba necesario, hemos visto, por ejemplo, que habilitar un aula virtual supone un trámite tan dispendioso como inversamente proporcional a la utilidad de la herramienta, que el simple correo electrónico es más funcional que todo ese andamiaje informático y que terminamos dependiendo del programa Zoom, que ni es del Externado ni fue diseñado como un software académico.
No podemos dejar de mencionar los descuentos recientemente anunciados para las matrículas del próximo semestre que, aunque suponen obviamente un alivio económico, son poca cosa frente al esfuerzo que se podría hacer desde las directivas de la Universidad. Una institución que, no por poca cosa, es considerada la más rica del país, bien haría en demostrar más generosidad con sus estudiantes, razón misma y fin último de esta casa de estudios.
Todo esto nos ha dejado al descubierto que estamos afrontando una crisis profunda. Una crisis externa impulsada por un problema mundial, acusada por las insuficientes herramientas con las que la Universidad se aperó; y una interna, no sólo detallada en parte en este Editorial, sino por sus componentes expuestos tanto en pasadas ediciones de EL RADICAL, como en otras denuncias de estudiantes y profesores.
Existen ejemplos, sin embargo, de situaciones de crisis en las que las personas dan lo mejor de sí mismas y en las que se aprovechan los cataclismos como terreno fértil para el cambio y el progreso. Así lo pensamos en las páginas de EL RADICAL, que siguen abiertas a todas las propuestas para salir fortalecidos de este desafío histórico al que nos hemos visto enfrentados de modo súbito.
En esta edición, precisamente, se publican varios escritos enviados por antiguos alumnos, en los que se aprecian luces de solidaridad que se irradian hacia el vecindario de nuestra sede histórica, o hacia la necesaria modernización del Consultorio Jurídico para acompasarlo con las necesidades de protección legal de tantos de nuestros conciudadanos.
Saber gestionar diligente y satisfactoriamente estas presiones es lo que la comunidad universitaria Externadista espera de sus directivas: la implementación de cambios selectivos, la apertura democrática y, sobre todo, un escenario de discusión donde la disidencia no sea tomada como dañina, malqueriente, sino todo lo contrario: una voz que puede tener aportes para sacar adelante la Universidad que todos amamos.
Las generaciones futuras nos recordarán por lo que hicimos ante esta encrucijada.
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