
Liberalismo vendido
En Colombia todos se venden con tal de llegar al poder, o de no soltarlo, que viene siendo lo mismo.
Liberalismo vendido
En Colombia todos se venden con tal de llegar al poder, o de no soltarlo, que viene siendo lo mismo.
Por: María Antonia Pardo.
Graduada de la Universidad Externado de Colombia.
Ya lo sé, ya lo sé ¿Qué más puedo esperar si estamos en Macondo en donde la única diferencia entre conservadores y liberales es que unos van a misa de cinco y los otros a misa de ocho? Gabo la tenía clara cuando escribió ‘Cien años de soledad’, clarísima. Tanta violencia, tanta matazón, tanta sangre derramada por un trapo azul y un trapo rojo, para nada. El meollo del asunto no era lograr cambios, ¡qué va! Era repartirse el poder dejando todo igual.
¿Recuerdan ese pasaje de la novela cuando el coronel Aureliano Buendía, quien lideraba las tropas liberales, escucha absorto a varios políticos liberales, es decir de su propio bando, de su misma orilla, que intentan explicarle el acuerdo al que habían llegado luego de negociar con el Gobierno conservador de turno? Esa escena es magistral porque muestra, de manera descarnada, nuestro pandito talante democrático. ¡Qué manera tan perversa tenemos de acomodarnos!
Después de muchas batallas, de ilusionar a todo un pueblo, de prometerles lo divino y lo humano a quienes entregaron la vida de sus hijos para lograr un país más justo, después de tantos muertos, los mismos políticos liberales salieron con el consabido chorro de babas y traicionaron a quienes los habían respaldado. ¿Qué le pidieron al coronel? Básicamente que renunciara a los principios liberales por los que había luchado. ¿Quiere usted, don Aureliano, recibir el apoyo de los terratenientes, de los católicos y de las familias macondianas? No pida entonces que se revisen los títulos de propiedad de las haciendas, no toque a los terratenientes, no se meta más con el clérigo que la iglesia en este país es sagrada, no pida igualdad entre hijos legítimos y bastardos, no atente contra la unidad familiar otorgándoles derechos a los hijos concebidos en la calle. Deje así.

A toda esa perorata, el coronel Aureliano respondió sabiamente: “Quiere decir entonces que solo estamos luchando por el poder”. Y no se equivocó.
¿Algo más real que la ficción política del mundo macondiando de Gabo? Veamos el estado actual del Partido Liberal colombiano para entender que, en efecto, Macondo está más vivo que nunca. César Gaviria, luego de aliarse con los defensores del NO en el plebiscito para que Iván Duque llegara al poder y retornara el uribismo a la Casa de Nariño, de dejar solo a Humberto de la Calle, el gestor del Acuerdo de Paz, en su aspiración presidencial, de traicionarlo, de negociar puestos y privilegios con el Gobierno uribista para su esposa e hijo, ahora da la estocada final: acude a hordas cristianas, que hace nada estaban con Cambio Radical, que eran vargaslleristas, para reforzar el liberalismo. Es decir, ¡el liberalismo reforzado a punta de camándula y aleluyas!
La lista al Concejo de Bogotá por el Partido Liberal la encabezará nada más y nada menos que Sara Castellanos, de la Misión Carismática Internacional, la misma que imposta la voz al hablar sobre una tarima, arrastrando las eses, como típico pastor embaucador. Ella, hija de Claudia Rodríguez, senadora de CR, ¿Tiene con qué liderar los principios liberales en el Concejo? Obviamente no, y no solo porque no cree en ellos, sino también porque la idea no es esa, la idea de meterla a ella allí, como número uno del liberalismo, no es defender el liberalismo y sus ideas, es sumar poder.
¡Ay, Gabo, te debes estar revolcando en tu tumba!
¿Para qué meter al Partido a una mujer que se opondrá al aborto, al matrimonio igualitario, a que le demos educación sexual a los menores en el colegio a ver si reducimos los índices de embarazos en adolescentes, a que se respete la laicidad del Estado? ¿Para qué incorporar a otra Viviane Morales si ya sabemos que será como la mosca en la leche? ¿Para qué? La respuesta es obvia, por los miles de votos cristianos que están en juego. Y los votos, en nuestro paupérrimo y vendido sistema electoral, pesan más que las convicciones, que los ideales. Acá todos se venden con tal de llegar al poder, o de no soltarlo, que viene siendo lo mismo.
Lo increíble es que en este estado de cosas tan lamentable, en esta situación en la que los liberales son tan o más godos que los propios godos, muchos aún no entienden por qué le exigimos a nuestra Universidad, al Externado, que mantenga sus raíces intactas, que recuerde de dónde viene y cuál es su misión académica: impartir una educación liberal que forme ciudadanos demócratas que luche por el Estado Social de Derecho. O, en resumen, un alma mater que eduque en los principios del liberalismo, que los defienda, para ver si por fin algún día dejamos de tener tantos camaleones como Gaviria posando de liberales cuando no lo son.