
Juan Pablo Estrada – Profesor Titular Universidad Externado de Colombia
Estuve en la Universidad cuando Gustavo Petro la visitó como candidato presidencial y ese día no tuve duda de su victoria en las justas electorales que estaban próximas. Su recorrido desde el bloque D hasta el auditorio en medio de una verdadera romería de estudiantes, que por momentos le impedía caminar, me dejó claro que la juventud había comprado el discurso del cambio y mucho más en los liberales salones del Externado que le había otorgado al entonces candidato su diploma de economista.
Concretada la victoria petrista, la Universidad sonó por todas partes. El primer presidente externadista daba para eso y más. Luego, al conformar gabinete, varios egresados fueron designados en cargos de responsabilidad y otros fueron identificados como cercanos consejeros. Una nómina variopinta. Muchos con sobrados merecimientos y otros que, de no ser por un activismo ciego y su lealtad al progresismo, jamás hubieran llegado tan lejos. La Universidad, como siempre lo ha hecho, rodeó y apoyó a los suyos en ese azaroso reto de asumir responsabilidades públicas. Al fin de cuentas, el Estado se ha servido innumerables veces del talento externadista, sin que las actuaciones, plausibles o reprochables de los burócratas de turno, puedan entenderse como avaladas por toda su comunidad.
Para infortunio del Externado no solo el cambio prometido no fue, sino que nuestro egresado, lejos de darle lustre a la universidad donde se formó, se ha convertido por cuenta de sus dislates y el poco respeto por las ideas ajenas, además de la ligereza y a veces irresponsabilidad para ejercer la primera magistratura y, sobre todo, por un evidente desprecio por la ley y las decisiones de los jueces, en un pesado fardo que los externadistas no tenemos por qué cargar.
Y es que, como lo dijo el profesor Ramiro Bejarano en su columna de opinión de El Espectador, nada le debemos los externadistas a Petro. Más bien, como lo recordó en su cuenta en X el profesor emérito Jaime Orlando Santofimio, es Petro el que le debe a la universidad excusas sinceras por ofenderla cada vez que hace apología del M – 19 -en el que por cierto fue un personaje menor- olvidando que el Externado fue víctima de la barbarie que propició ese grupo insurgente al tomarse a sangre y fuego el Palacio de Justicia aquel trágico noviembre de 1985. No hay que olvidar, tampoco, la responsabilidad que le corresponde a las Fuerzas Armadas en el holocausto, acción que le costó la vida a siete de los más respetados maestros de su escuela de derecho.
Gustavo Petro no tiene ADN externadista. Sus actuaciones no se compadecen con el ideario de la universidad donde se educó y, por consiguiente, no representa a esta comunidad, que está en la obligación de poner distancia con un presidente que por momentos parece no estar en su sano juicio y desgobierna a Colombia de forma deliberada. Ojalá los externadistas que siguen ocupando cargos de relevancia en el gobierno – es su legítimo derecho, faltaba más- entendieran que la mácula se la ponen no solo a sus trayectorias profesionales, sino también a su Universidad, donde muy pocos se identifican ya con los delirios, el narcisismo, los abusos y la megalomanía de quien obtuvo un título en una de nuestras facultades, pero jamás entendió lo que significa ser externadista.
