El Consejo Directivo, magro balance
Por: Hernando Parra.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
En 1998 el Externado renovó su Consejo Directivo, en desarrollo de un proceso que permitió entonces la representación de las facultades de derecho, finanzas, economía y ciencias sociales, mediante la consecuente incorporación de destacados profesores, con tradición y reconocimiento en la comunidad académica.
Atendida por el Consejo la designación del nuevo Rector en el 2012 y habida cuenta del escaso conocimiento que de la administración de la Universidad manifestó quien fue llamado entonces a orientar su destino, el protagonismo del Consejo Directivo, era esperado, y además necesario, precisamente por el reto que planteaba la sucesión en dicho cargo, por las condiciones únicas e irrepetibles del antecesor.
Sin embargo, magro resulta el balance de la gestión del Consejo durante estos últimos siete años, pues con la destacada excepción de un número dual de sus miembros, quienes desde un comienzo buscaron impulsar las reformas que la Universidad requería ante el advenimiento de una nueva y decisiva etapa, la mayoría optó por subordinarse a las disposiciones rectorales autónomas, de suerte que el cuerpo superior de dirección universitaria, no sólo se marginó de participar activamente en tareas trascendentales, tales como la formulación y discusión de un plan estratégico para la Universidad, el estudio de nuevos planes educativos acordes con la evolución del país, el nombramiento de Decano para la facultad de Derecho, sino también de ejercer la función de vigilancia que estatutariamente le corresponde, tanto en materia de rendición periódica de cuentas, exigible a cualquier gestor de patrimonios ajenos, como frente a aquella relacionada con la asunción de compromisos por parte de la Universidad, vinculados a objetivos del gobierno de turno, que por loables que parecieran, requerían del aval del órgano directivo, precisamente por la función consultiva que estatutariamente este último está llamado a desempeñar.
El Consejo, mayoritariamente, confirmó también su rol secundario cuando olvidó adoptar su propio reglamento, uno que le habría permitido fijar un cronograma de reuniones periódicas y con propósito específico, que lo habría librado además del capricho de la agenda rectoral, que finalmente lo llevó a encuentros aislados, difusos y nada eficientes.
Para abundar en argumentos que permiten apreciar el progresivo aminoramiento que ha padecido el Consejo Directivo, basta con mencionar que en los últimos días se ha conocido la contratación de un ilustre ex Rector de una Universidad colombiana, a quien supuestamente se le ha encargado trazar los lineamientos de una nueva gobernanza para el Externado.
Absoluto desconcierto genera esta decisión unipersonal, pues la coyuntura actual de nuestra Casa de Estudios habría sugerido escuchar, primero, las reflexiones de los miembros del Consejo, y luego las de otros externadistas conocedores de la realidad institucional, para construir entre todos el futuro de la Universidad, antes de haber acudido a una consultoría del todo externa, probablemente de cuantioso valor, cuya primera ejecutoria tendrá que ser la de conocer -y muy a fondo- nuestra estirpe, esencia y talante.
Expuesto lo anterior, cabe preguntarse entonces: ¿Cuál será el balance de gestión que el Consejo Directivo presentará a la comunidad externadista al haber cumplido 20 años desde su elección?
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