
Jorge Iván Cuervo R
De un momento a otro, ser liberal se volvió un anacronismo. Resulta que el ascenso de la extrema derecha nacionalista o el resurgimiento de una izquierda identitaria se plantea como una respuesta al déficit del llamado consenso liberal. Se le reprocha al liberalismo olvidar su tarea de cuidar la libertad, especialmente la libertad económica al permitir el crecimiento de Estados que interfieren en exceso la vida de las personas, espacio que ocuparon los libertarios que hoy plantean, motosierra en mano, el desmonte del Estado de Bienestar.
También se señala al liberalismo de haber olvidado a los más débiles de la sociedad ante los excesos del capitalismo, de abandonar a la clase trabajadora, como lo dijo el senador Bernie Sanders en Estados Unidos ante el triunfo de Donald Trump y señalando al partido Demócrata, donde sobrevive algo del espíritu liberal originario de esa nación. Hoy, ser progresista es lo cool, pues el progresismo -en todas sus vertientes- incorporó otras agendas, como la de diversidad, la ambientalista, la animalista, la feminista, etc. para las cuales el liberalismo no ha tenido respuesta. El liberalismo se transformó en el espacio político de unas elites intelectuales ajenas a la llamada cuestión social, autocomplacientes con unas instituciones típicamente liberales, las del Estado de derecho, que no son suficientes para hacer frente a un mundo más complejo, heterogéneo y diverso. Smith sí, pero no cae mal un poco de Weber.
En Colombia la etiqueta de liberal se ha desteñido, políticamente significa poco, y quien hoy se presente como liberal es señalado de tibio, de irse por las ramas, de quedarse en la igualdad formal y olvidarse de la igualdad material. El consenso liberal que permitió en Colombia la Constitución de 1991 -el cual abrió el espacio a otras fuerzas políticas- se debilita ante los ataques de los nuevos reaccionarios que añoran el excluyente pacto político de la Constitución de 1886 y del Frente Nacional. Hoy no hay figuras importantes en el campo político liberal, y sus ideas se defienden con cierta timidez y vergüenza, para evitar ser asociado con las prácticas de la dirigencia del partido que ha olvidado el legado histórico de Florentino González, José Hilario López, Manuel Murillo, Nicolás Pinzón, Diego Mendoza, Rafael Uribe, Alfonso López Pumarejo y Jorge Eliécer Gaitán.
Pero ¿qué es ser liberal hoy? Y ser liberal en Colombia. Porque hay muchos liberalismos a lo largo de la historia (Freeden, 2019); hay liberalismo europeo, y también hay distintos tipos de liberalismo en América latina. Y no era lo mismo en Colombia ser liberal en tiempos de la Regeneración o de la hegemonía conservadora, que serlo durante los tiempos de la Violencia o el Frente Nacional, o en vigencia de la Constitución de 1991. Hay liberales, aquí mismo en esta Casa de Estudios, que repudian esa Constitución y añoran el presidencialismo y el restringido espacio político de la Constitución de Núñez y Caro.
Hay unos valores que han estado presentes a lo largo de la historia del pensamiento liberal: la tolerancia, el pluralismo, el pensamiento crítico, el rechazo de la violencia en la esfera política- no siempre con éxito-; la defensa de la libertad económica y de otras libertades importantes como la libertad de conciencia, de opinión, de prensa, la libertad de cátedra en el ámbito educativo. Un liberal defiende la idea de que hay un espacio de autonomía moral del individuo (Kant) que el Estado no puede afectar, y por ello no encuentra incompatible un amplio régimen de libertades con un espacio de garantía de derechos. El liberal entiende que vivir en sociedad implica adoptar unas reglas de juego para la convivencia y para impedir el abuso del poder, y por eso es apenas coherente que un liberal también defienda la democracia como la mejor forma de gobierno para llegar a esas reglas de juego. En esto, menos Hayek más Aron. Una actitud liberal privilegia el diálogo para resolver los conflictos, reconoce la dignidad humana – y no de preceptos divinos- como el sustento de legitimidad de todo orden político. Un liberal no reconoce jerarquías naturales en la sociedad y valora la diferencia, pero no como justificación para la discriminación.
John Rawls fue el último filósofo liberal, y él defendía el ideal liberal, según el cual cada quien debe vivir su vida de acuerdo con su propio entendimiento de lo que es bueno, y el Estado no puede impedirlo -aunque debe rechazar ideales de vida que implique hacer daño a otros- y debe ayudar, especialmente a los más vulnerables, a lograrlo, por eso un liberal no se opone a políticas que ayuden a una mayor inclusión y equidad social.
En las objeciones a ese consenso liberal, el liberalismo, como actitud de vida, filosofía y discurso político, debe renovarse, adoptar con más fuerza los temas de la cuestión social, defender la idea de la búsqueda de consensos en la sociedad para lograr unos mínimos de convivencia, tomarse en serio y sin complejos, las demandas de género y diversidad sin incurrir en excesos identitarios. El liberal huye de los extremos, con más información, diálogo y deliberación. La moderación en el discurso público no implica abandonar la vehemencia en la defensa de las ideas. En sociedades tan desiguales como la colombiana, una actitud liberal apuesta por equilibrar la cancha para lograr igualdad de oportunidades. Un liberal debe plantar cara al desafío libertario, a los nacionalismos, a los nuevos reaccionarios, a la izquierda identitaria, pero lo debe hacer en un escenario de diálogo y de respeto por visiones diferentes, sin dogmatismo.
El Externado, que surge en la semilla del liberalismo radical del siglo XIX, debe renovar su compromiso con la defensa de la libertad en los nuevos tiempos. Nadie puede arrogarse la bandera de ser el auténtico liberal, herederos de ese legado somos todos y todas, todos los días, en el aula, en las conversaciones, en los espacios de deliberación, en la vida pública y privada.
Ser liberal no es un acto de fe, es una decisión de vida, y el Externado nos permite serlo sin que tengamos que avergonzarnos por ello.
Notas
Freeden, Michael (2019. Liberalismo, una introducción, Página Indómita.
