En El Radical hemos invitado a las cuatro listas que participarán, el próximo martes 29 de octubre, en la elección de las y los representantes de profesoras al Consejo Directivo de …
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Lo que pasa en el Externado por cuenta de las actuaciones del Rector Juan Carlos Henao, aunque verdadero para vergüenza de muchos, no parece verosímil. Ese es el legado de su continuismo ascendente.
Lo que pasa en el Externado por cuenta de las actuaciones del Rector Juan Carlos Henao, aunque verdadero para vergüenza de muchos, no parece verosímil. Ese es el legado de su continuismo ascendente.
Por: Juan Pablo Estrada.
Profesor de la Universidad Externado de Colombia.
García Márquez alguna vez en una entrevista dijo que nadie podía extrañarse de que Colombia fuera la cuna del realismo mágico, señalando con acierto y con su inconfundible risa caribe, que en Colombia pasaban cosas que, aunque verdaderas, no eran verosímiles. Es la segunda vez que debo hacer referencia a esa cita en esta columna, porque para vergüenza de muchos lo que pasa en el Externado, aunque es verdadero no parece verosímil.
Un rector desesperado por venderse como lo que no es, posa de bacán en entrevistas que todavía no sabemos cuánto nos cuestan – de paso al amparo del derecho de petición pregunto cuál ha sido el valor y quiénes los destinatarios de la inversión en pauta publicitaria del Externado en el periodo 2019 – 2020, no vaya y sea que coincida con sus entrevistadores- ponderando la crítica y destacando la importancia de la oposición, mientras hace llamadas telefónicas y promueve intrigas para vetar a uno de los más respetados constitucionalistas de nuestra facultad, movido por la rabia y su deseo de vindicta.
En efecto, que el profesor y director de El Radical Néstor Osuna no haya estado en la preselección del Consejo de Estado para definir el ternado a la Corte Constitucional y que por encima suyo aparecieran otros externadistas unos con méritos, otros a cuya hoja de vida le faltan un par de hervores y otros más que no tienen con qué, nada tiene que ver con su valía y su impecable trayectoria. Fue un vergonzoso cabildeo de Henao y sus alfiles el responsable de su exclusión. Me dijo alguien del Consejo de Estado “le cobraron su pelea con el rector”. Guardaron silencio que por ahora otorga, tanto los consejeros como Henao sobre la denuncia del profesor emérito Ramiro Bejarano acerca de esa vulgar componenda. No parece verosímil, pero es verdadero. Y, lo peor, los que celebran la gratitud del rector que los “ayudó” a estar dentro de los veinte no saben que ya le dio el “aval” a otro candidato, pero igual en elecciones les pasará la factura.
Todavía menos creíble resulta su respuesta al derecho de petición que le formulamos algunos profesores impecablemente analizada en esta edición de EL RADICAL. La capacidad rectoral para desfigurar la realidad, callar verdades y querer volver realidad mentiras de la mano de su comité de aplausos, supera todos los límites. Basta con señalar que insiste en que rindió cuentas porque en el Consejo Directivo comenta lo que se le viene en gana y consigna luego lo que quiere en las secretas actas. Y muestra como supuesto reflejo de su transparencia el reintegro de Andrés González a su cargo, cuando bien es sabido que no lo quería hacer, tanto que pidió que un subordinado le hiciera un flojo concepto para respaldar su abuso de más de un año y le tocó, por cuenta de la valerosa postura de los representantes de los estudiantes y la presión ejercida con el derecho de petición, echarse para atrás. Por eso ahora corre con las elecciones, pues las mayorías con las que ha mal manejado el Externado le hacen agua.
Para rematar, en su afán de controlar el Consejo y vaya uno a ver si pagando favores, le está dando espacio en la lista oficialista al señor Luis Ferney Moreno, que tiene un particular sentido de la ética y del conflicto de interés que le permite un día ser el juez de un poderoso empresario y luego, casi de inmediato y sin sonrojarse, aparecer como su asesor. En esas manos quiere dejar nuestro Externado. Por fortuna le haremos un juicioso escrutinio a los candidatos una vez las listas se inscriban. Quién iba a pensar que nos tocaría crear una suerte de Consejo Visible para que el cuerpo profesoral tenga claro por quién le están pidiendo votar.
Y lo que nos falta por ver. Cositas inverosímiles pero verdaderas. Ese es el legado del continuismo ascendente.
La mentira es la negación de la grandeza y a su vez es la confirmación de la decadencia, dolencia que aqueja actualmente a la Universidad Externado de Colombia.
La mentira es la negación de la grandeza y a su vez es la confirmación de la decadencia, dolencia que aqueja actualmente a la Universidad Externado de Colombia.
Por: Saúl Sotomonte.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Al igual de lo que acontece con las civilizaciones y con los países, otras organizaciones, incluidas las sin ánimo de lucro, después de momentos de grandeza, cambian los verdaderos valores que sirvieron de fundamento ético a su esplendor, por desvalores con los que soportan la ética de su decadencia. Es así como la Grecia clásica, la de Platón y de Aristóteles, decae en categorías menores como la de los Cínicos, quienes cambiaron el sentido comunitario de la “polis”, por inferiores intereses, al igual que los de los “tiempos líquidos” que agobian hoy al mundo, y en donde todo es posible con tal de que se satisfagan mis deseos. Por fortuna grandes pensadores de la cultura musulmana, judía y cristiana rescataron para el occidente los valores clásicos de esa gran civilización.
Con los países también se puede presentar el mismo fenómeno. Se construyen bajo el paradigma de la democracia, pero con el transcurrir de los años el interés colectivo se supedita al particular, dando paso a las distintas formas de corrupción, encontrando el acomodamiento perfecto de su desenfreno.
En este punto es pertinente recordar al gran maestro del Derecho Constitucional, Carlos Restrepo Piedrahita, quien en las clases de Teoría del Estado nos ilustraba sobre las Constituciones Formales y las Materiales, siendo las primeras, las que contienen el ideal de lo que se quiere; y las segundas, las que realmente se aplican de acuerdo a las conveniencias de turno. Colombia, pese a las dificultades, ha tenido momentos de avanzada en estas materias. Sin embargo, en los últimos tiempos el interés social se puso en mayor medida al servicio de intereses mezquinos, en muchos casos patrocinados por la corrupción, cambiando de esta manera la supremacía de los verdaderos valores de la sociedad por una ética propia de la decadencia.
Ahora bien. En el caso de una institución como es la Fundación Universidad Externado de Colombia, sus fundadores que fueron del siglo XIX, no del XX –como se ha querido difundir–, lo hicieron bajo valores éticos, basados en la democracia, la transparencia, y la verdad. Categorías que llevaron a que la institución tuviera un alto reconocimiento nacional e internacional, pero de manera desafortunada desde hace cerca de diez años la conducción y manejo de la Universidad se ven afectadas por el desorden, la liviandad, la falacia y la falta de liderazgo.
En lugar de propender porque esta casa de estudios irradie para la sociedad colombiana formas de comportamiento ejemplares, se ha hecho todo lo contrario. Se aceptaron y se asumieron como propios los desvalores que han venido acabando con el país, lo que ha traído como consecuencia el abandono de los principios de la democracia y la transparencia propios del espíritu fundacional de esta alma mater, dando paso a un cínico, abusivo e ilegítimo acaparamiento del poder que, para su mantenimiento, se ideó “la ley del silencio” sobre las actas y las cuentas, y por lo mismo no se ha querido avanzar en nada en lo relativo a la institucionalización de la Universidad, tal como en anteriores columnas lo hemos anotado. Después de ser indiferente durante todo el tiempo sobre la reclamada renovación del consejo directivo, al perder el control sobre el mismo debido al ingreso del Doctor Andrés González, tomando como pretexto el clamor de los profesores, se quiere una rápida elección, sin tener claro bajo qué condiciones y, además, se responde un derecho de petición de importantes docentes con afirmaciones que no corresponden a la verdad.
En los auditorios y en los reportajes se hace alarde de todo, tal como sucedió con los libros contra la corrupción, olvidando que esta se combate es con la educación y el ejemplo, más que con normas y discursos. En este punto es pertinente citar la columna publicada en el diario El Tiempo hace unos años por el Doctor Carlos Augusto Galvis, en la cual afirmó: «regresando a la importancia de la educación en materia de corrupción, es pertinente citar parcialmente un aviso fijado en una universidad de Sudáfrica: “Destruir cualquier nación no requiere el uso de bombas atómicas o el uso de misiles de largo alcance, sólo se requiere un bajo nivel educativo y que los estudiantes hagan trampa en los exámenes. Los pacientes mueren a manos de esos médicos; los edificios se derrumban a manos de esos ingenieros; el dinero se pierde a manos de economistas y contadores; la justicia se pierde a manos de esos jueces. El colapso de la educación es el colapso de la nación”».
Agregamos nosotros: Más grave aún si esos mismos profesionales son los formadores de la juventud y, mucho más, si no se es espontáneo y transparente en la entrega de la información.
Por todo ello, reiteramos nuestro pedido de que se practique una auditoría externa e independiente sobre la gestión de la Universidad durante los últimos diez años. La falacia y el engaño deben desaparecer de nuestra comunidad. Razones más que suficientes para exigir un verdadero liderazgo con capacidad y autoridad para recuperar la grandeza y al mismo tiempo el déficit operacional que se tiene desde hace algunos años.
El debate sobre el Nuevo Pénsum tiene que abrirse efectivamente, hay que recibir con buenos ojos las reformas propuestas, pero también abrir un debate cercano a las Directivas para todos los estudiantes; ¡basta de mediación!
Conservatismo y hermeticidad en el nuevo pénsum de Derecho
El debate sobre el Nuevo Pénsum tiene que abrirse efectivamente, hay que recibir con buenos ojos las reformas propuestas, pero también abrir un debate cercano a las Directivas para todos los estudiantes; ¡basta de mediación!
Por: Javier Andrés Pérez.
Estudiante de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
Desde antes de comenzar nuestras vidas en el Externado, la palabra “libertad” estaba siempre presente en el discurso ideológico. No está de más, para muchos ese fue el valor que marcó nuestra afinidad con esta Casa de Estudios. Y es que, en la vida profesional, académica y política, escuchar a un externadista sin duda es escuchar el talante radical del liberalismo, al menos en buena parte de los casos. Empero, tampoco sobra el quejoso que siempre utiliza este rasgo definitorio de nuestra comunidad para criticar nuestras incongruencias, propias de cualquier grupo humano, un argumento que a veces tiene fuerza, pero que, en otras, solo obedece a la necesidad de justificar las penas particulares.
Este escrito no es otra apología a un Externado incongruente, ni tampoco suma a la perfección del mismo, pero sí hay que decir algo: muchos hemos enarbolado la bandera y portado camisetas de robusto verde y de la palabra libertad en mayúsculas, pero sin darnos cuenta que hemos tenido el pecho tallado, y bien tatuado, con gran azul conservador. En efecto, noto que muchos estudiantes y docentes se han dedicado a cuestionar entre otras cosas la modalidad semestral, pero, en verdad, así de corta queda esa oposición al no examinar con antelación el porqué de la modalidad anual. Mejor dicho, fundamentan lo uno desacreditando lo otro, reduciendo la opinión a un escaso “como me siento bien así, entonces todo está bien”. No sobra invitar a recibir el cambio con buenos ojos, a no temerle a perder las cátedras, la anualidad, ojo, y también a perder una que otra materia de Derecho Civil, rompiendo las cadenas que a los directivos los han llevado a sugerir —ojalá a verdadero título de sugerencia— esta o esta otra cosa.
En mi opinión, y me incluyo, hemos estado intentando conservar un presunto sello externadista. El Externado es corriente, ideología, el Externado es una visión del mundo, así que una cuestión tal como la semestralización, y otras, no le quitará, nunca, la identidad a la Facultad de Derecho del Externado. Entonces, es un despropósito negarse a actualizarnos, a trascender a un estadio inevitable, tan natural que casi que, si no vamos a él, él vendrá a nosotros. Y así está sucediendo, la pandemia de coronavirus, toda esta situación, nos ha forzado a reinventarnos, a innovar, y dicho sea de paso, eso nos ha demostrado muchas cosas, como que los docentes de Derecho pueden modificar su metodología de evaluación y enseñanza sin conculcar el aprendizaje de sus pupilos; pero también otras, como que la arbitrariedad reina sobre la empatía en una situación de emergencia y sobre las recomendaciones de la Rectoría a la hora de programar y efectuar un examen.
Lo cierto es que, volviendo al devenir y al conservatismo, tarde acatamos a reabrir el debate sobre la reforma del pénsum del programa de Derecho, y hoy en día llevamos a otras instancias lo que en los pasillos y en las aulas con algunos compañeros hemos discutido. Tarde porque estas circunstancias, al menos de parte de nuestra Administración, no tendremos espacios para debatir el particular, ni tampoco la misma cercanía para presionar que se abran. Veo con profunda tristeza que esos escenarios sean ofrecidos por nuestros Representantes, por EL RADICAL y algunos docentes. Sin desagradecerlo, al contrario, congratularlo, pero me pregunto, ¿dónde está el Rector y dónde está la Decana? ¡Por qué ver tan relevante conversación desde el escritorio, por qué pretender poner todo este debate sobre la mesa, pero sobre la mesa de sus casas! Reforman hacia dentro. No veo puertas abiertas de su parte. No obstante, y tristemente, es una coyuntura que hay que asumir, con buena frente y con seriedad. Como muchas otras, la pregunta que hay que hacerse es si acaso todo cambio que se proponga al pénsum so pretexto de aquello de reinventarse resulta de recibo. En mi opinión, no puede ser así.
La pandemia, la semestralización, y la arbitrariedad de una Administración hermética, están siendo usadas como un comodín para introducir cualquier cambio en una colcha de retazos o, en el mejor de los casos, para igualarnos estructuralmente a las demás facultades de Derecho. Hay que entender algo: el Externado no es como aquellas otras facultades que a buena hora han construido o rediseñado sus programas, ni puede pretender serlo con solo una reforma después de tantos años de mantener a capa y espada ese statu quo. En efecto, pese a que hay que recibir las nuevas reformas con buenos ojos, sin prejuicios, sin miedo, sin conservatismo, también tenemos que ser sensatos. Es que cambiar tan abruptamente toda forma en que hemos funcionado no generaría otra cosa que trabas y más trabas. En otras palabras, el cambio hay que aceptarlo, pero tampoco llevarlo a lo que para nuestra Casa de Estudios sería un extremo.
Me refiero más particularmente a que, hoy día, todos los problemas que como Facultad hemos llegado a tener desde el punto de vista académico y estructural se le han terminado endilgando al esquema de cátedras, al esquema de cien estudiantes por curso, a nuestros cuatro exámenes anuales, o más bien dos para nosotros los arriesgados. En lo personal, claro que he percibido falta de cercanía con el docente, poca o casi nula evaluación continuada y dificultad para evaluar otro tipo de competencias en el estudiante. Es claro que estos problemas están, desde luego, pero otra cosa es que esto sea causa de nuestra actual estructura. Hay que cambiarla, sí, pero que ello no comporte la erradicación de otros esquemas que sí que ofrecen sus pros, y con los que muchos estamos de acuerdo.
En la modalidad cátedra, por hablar de un ejemplo, he visto que algunos profesores, los prepotentes, son los que desde el inicio de los cursos han levantado una barrera para acercarse a sus pupilos, que han evaluado oralmente sin más competencia u oportunidad, y con arbitrariedad, o que incluso en estas circunstancias se negaron a cambiar el método de evaluación. Pese a ello, también he tenido profesores que han reemplazado nuestra evaluación tradicional por controles de lectura, por trabajos escritos, por quices, en virtud de su libertad de cátedra, ¿y por qué no hacerlo por una evaluación continua? Lo digo francamente: el docente que siempre ha sido un acomodado, un perezoso, para utilizar su libertad de cátedra en favor de la pedagogía, la dinámica, o para evaluar otras competencias en sus alumnos, será el mismo que a la hora de poner en práctica cuanto cambio se le ocurre a la Dirección lo hará de la manera menos correcta, menos pedagógica posible, porque eso a muchos sí que les ha caracterizado. Dudo, y dudo demasiado, que la semestralización resulte incompatible con el esquema de cátedra, o que las cátedras resulten incompatibles con la evaluación continua, menos cuando todo eso obedece al docente apartado o amañado a evaluar solo dos veces en el semestre, que se ha negado a hacerlo de otra forma.
El tema hay que decantarlo. La propuesta planteada por la Facultad requiere ser profunda y democráticamente analizada. El verdadero problema es la desproporcionada celeridad que le se quiere imprimir a un proceso que versa sobre un proyecto oscuro y ambiguo, que no recoge las sugerencias de docentes y estudiantes, y al carácter hermético que siempre ha caracterizado a las directivas. Y creo que en esto estriba aquel afán por poner en clave de innovación cualquier cambio ajustado a la propia opinión, sin mayor debate, sin cerciorarse de no achacar al statu quo todas nuestras falencias; y al margen de todo esto, que otra limitante será que no podrá ser tratado en nuestras aulas de clase.
Finalmente, por todo esto, he de colegir que lo único claro aquí es que hay un gran temor en que este proyecto sea discutido, aprobado y puesto en práctica en estas circunstancias, y con ciertas personas en el poder, que con total seguridad pienso que hay que remover. Me sumo a aquellos que opinan que, frente a todo lo relacionado con el nuevo plan de estudios, no ha habido ni propuestas académicas ni debates.
profesionales. Aquí todo es lo que opina quien tiene el poder. Recibimos con buenos ojos toda propuesta, pero ojo que también se espera que se reciban no solo las sugerencias de todos, sino que se abran verdaderos espacios de diálogo democrático para depositar los granitos de arena de cada uno de nosotros. En un debate tan importante, un presupuesto básico tiene que ser la inmediación entre las directivas y los docentes y estudiantes. Además, este debate, como anoté anteriormente, tiene que ser sensato y tiene también debe evitar circunscribir cualquier problema al statu quo. Se requiere de un análisis mucho más racional, sin pasiones y pensamientos individualizados, verdaderamente abierto a toda la comunidad, académico y técnico.
Pese al silencio y apatía de las directivas del Externado, EL RADICAL sigue indagando por los temas que más le interesa conocer a la comunidad universitaria.
Pese al silencio y apatía de las directivas del Externado, EL RADICAL sigue indagando por los temas que más le interesa conocer a la comunidad universitaria.
Desde hace más de un año, EL RADICAL le viene haciendo preguntas al Doctor Juan Carlos Henao sobre aspectos de interés para el Externado, sin que él, la Secretaria General, el decadente consejo directivo ni ninguna otra autoridad hayan respondido un solo de los cerca de 200 interrogantes que en total le han sido formulados.
Como tales preguntas, en vez de haber perdido vigencia, siguen cobrando más importancia, este medio insiste en que se respondan ahora los siguientes interrogantes:
¿Se han analizado propuestas de empresas que puedan ofrecer un servicio serio de elecciones mediante voto electrónico que le permita a toda la comunidad académica vigilar el proceso, con presencia de ingenieros y expertos independientes?
¿Se va a actualizar el censo de electores y elegibles para las próximas elecciones, ya que el que se tuvo en cuenta corresponde a un período académico distinto a este en el que ellas van a tener lugar?
¿Cuántos requerimientos o quejas ha resuelto la Rectoría de la Universidad, ya que en la respuesta a un derecho de petición enviado a varios profesores se afirma que la totalidad de las mismas son resueltas?
¿Cuándo tiene pensado el Rector presentarle al consejo directivo el proyecto, borrador o esbozo de estatuto profesoral que mencionó en la contestación al derecho de petición presentado por varios profesores?
¿Qué salario recibe cada uno de los profesores miembros del consejo directivo?
¿Qué cargas adicionales a la de ser miembro del consejo directivo debe atender cada uno de esos profesores, cómo dirigir un departamento, dictar clases, etc. o si no tiene ninguna otra responsabilidad?
¿Cuánto devenga el Rector y a cuánto ascienden sus gastos de representación?
¿Cuánto devenga la Secretaria General, Marta Hinestrosa? ¿Tiene gastos de representación?
¿Por qué la Secretaria General está bajo el régimen salarial si por su sueldo debería ganar un salario integral? ¿Es cierto que recibe primas y cesantías, ya que nunca se modificó su régimen?
¿Cuánto devenga cada uno de los Decanos? ¿Todos ganan igual? ¿Tienen gastos de representación?
¿La universidad ha otorgado créditos al Rector, a la Secretaría General o alguno de los Decanos? ¿Cuándo? y ¿Por cuánto?
¿Cuáles profesores han obtenido créditos de la Universidad y cuáles están vigentes?
¿Cuánto gasta el Externado en publicidad?
¿Cuáles son los noticieros de TV en los que más pauta?
¿Quién define y con qué criterio la contratación de pauta en medios escritos?
¿Qué frecuencia puede identificarse entre las entrevistas que concede el Rector en cada uno de esos medios con la intensidad de la pauta contratada por la Universidad?
¿Paga la Universidad asesores o consultores de medios?
¿Cómo se mide la eficacia de ese gasto?
¿Cómo se piensa garantizar el secreto del voto y la pureza del escrutinio en la elección de profesores al consejo directivo, con votaciones a distancia?
Estas no son suficientes para explicar los problemas del mundo de papel y de números, de contabilidades y balances, de productos internos y exportaciones e importaciones, que nada nos dicen y si nos confunden a diario.
Estas no son suficientes para explicar los problemas del mundo de papel y de números, de contabilidades y balances, de productos internos y exportaciones e importaciones, que nada nos dicen y si nos confunden a diario.
Por: Luis Fernando García.
Profesor de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia .
Han creído los expertos que las cifras son suficientes para explicar los problemas que vive el mundo. Su mundo, claro, que es de papel y de números, de contabilidades y balances, de productos internos y de exportaciones e importaciones, que explican con cifras y una que otra frase amañada y oscura. El déficit de estos informes es de tal proporción que nada ni nadie los cuestiona. Quizás los entiendan otros expertos de bancos y organismos nacionales y multinacionales que viven en un mundo extraño y fantasioso, medio esotérico. Su mundo, como hemos dicho.
De pronto, sin otra explicación, llegó otra de las muchas caídas, o subidas, de los precios del petróleo y, casi por fortuna, el Covid-19, que en una estampida cruel y desastrosa acabó, simuladamente, con ese mundo artificioso de las bolsas de valores, de los mercados mundiales, de las cámaras de comercio, de las ganancias desbordadas y de los discursos mercenarios y fingidos. Se quedó para que unos pocos, los banqueros y los indignos propietarios del mundo virtual –que de virtual ¿o virtuoso? tiene poco–, hagan de las suyas, sin elucidaciones válidas y con astucia premeditada. Otro mundo del que son dueños unos pocos usureros, mentirosos y déspotas, que han ido penetrando todos los secretos de la humanidad.
En esta última afirmación está lo grave de la crisis desatada por este virus todavía poco conocido por la comunidad científica. Sí. Todo se ha vuelto virtual, la palabra más estúpida que se haya creado en estos tiempos de desarrollo técnico, de avances científicos que estos genios revelados de la modernidad nunca consultaron en el portento de la realidad, pues han creído que la virtualidad, ese universo gaseoso e informe que en destellos lumínicos va cercenando la creación, la razón, la inteligencia, la investigación y la ética humanística, es el avance más notable de la ciencia en los cientos de siglos de historia vividos. Así, todo queda reducido a un clic, esa onomatopeya que, en su primera y válida acepción, según el Diccionario de la RAE, sirve “para reproducir ciertos sonidos, como el que se produce al apretar el gatillo de un arma, pulsar un interruptor”.
La otra acepción, atrevida y menesterosa, tiene menos tiempo de estar en el infinito de nuestra lengua, pues es otra acepción que los lexicógrafos, onerosos y despistados, van aceptando por eso de que las cifras le van dando la razón a los más absurdos sentidos que se ocurran a esa alevosa y poco certificada comunidad de acreditados genios que nos han lanzado a un nuevo vocabulario lleno de desconciertos y desatinos. ¿Qué es, en el más simple de los significados, esa “pulsación que se hace mediante un ratón u otro dispositivo apropiado de una computadora para dar una instrucción”?
No es esta, sin embargo, la razón de la afirmación que he hecho, pero queda como una pregunta a la que habremos de enfrentarnos algún día, y tiene que ver con esa desmedida y vergonzante capacidad de los lingüistas modernos de ir acercando el riquísimo mundo de los significados a una cientificidad descarnada y petulante que ahuyenta esas extraordinarias relaciones que existen entre significado, significante y referente.
Hemos perdido de vista a los viejos filólogos y filósofos del mundo clásico que, con frecuencia inusitada, no están al alcance de un clic. ¿Qué dirían los viejos maestros Saussure, Eco y Chomsky? Sí, la razón de estas líneas nace de una especie de asombro del manejo de las cifras y del lenguaje que se ha ido creando alrededor de ellas que, además, involucra el derecho a tener derechos, que decía Hannah Arendt. El derecho a la privacidad que tenemos quienes no somos figuras públicas, por citar uno de otros tantos derechos deshonrosamente atropellados.
Las cifras citadas todos los días por presidentes, ministros, gerentes y otros funcionarios, de alta y baja importancia, salen desbocadas cada día en esos infaustos medios de comunicación, en los informes de los organismos mundiales, en las citaciones de revistas especializadas y en periódicos económicos -y no- que recorren este mundo concreto y ese mundo virtual, lisonjeramente usado con el más pérfido y macabro de los sentidos que se puedan dar. Y los funcionarios, con gestos abrumadores y voces melifluas, nos van soltando números insinuantes y casi irreales. Billones que confundimos fácilmente con millones, trillones que son casi “inescribibles”, miles de millones y cientos de millones, para quedar reducidos a unos salarios mínimos que reciben millones de personas que nunca comprenden, ni comprenderán, esas cifras amañadas y autoritarias que van sucediéndose, como la pandemia, sin explicación alguna distinta, claro está, de la que con sinuosa argumentación van dando quienes manejan este planeta para decirnos que estamos quebrados, que hemos entrado en recesión, que la pobreza, que la miseria, que el desempleo, como si esos trillones y billones hubiesen desaparecido misteriosamente del mundo real en el que vivimos. Pero los números apenas son una vergüenza en el entramado de unas pocas multinacionales, del sistema financiero, de los paraísos fiscales, rebosantes de dólares y euros, por los que claman esos farsantes que dirigen los destinos de la Tierra. Sabemos que el dinero está en esas pocas y mezquinas manos. Sabemos que los grandes empresarios tienen guardados suficientes recursos en sus cuentas, legales e ilegales, que por ese mundo sórdido de los multimillonarios circulan todos los caudales y que el oro y las joyas y el petróleo están ahí, esperando otra oportunidad para que crezcan con la misma desmesura con que son escondidos en esas secretas cuentas bancarias.
No es un secreto, aunque algunos intentan convertirlo en tal. Detrás de ese lenguaje ampuloso y mediático de los números se han ido creando disculpas para que todos quedemos inscritos en el mundo farisaico de los déspotas. Encuestas que comprometen nuestra autonomía, nuestra dignidad y nuestros derechos más sagrados se han ido sumando a una desbarajustada capacidad de seguirnos a todas partes, de buscar arteramente nuestras debilidades, nuestros vicios, nuestras dolencias y no, claro, nuestras cualidades que, por fortuna, poco les importan. La libertad, tantas veces despojada de su único y valioso significado, la justicia, el derecho y la democracia son apenas gritos alucinados de una dirigencia mundial ignorante, hipócrita y marrullera. En persona, si lo podemos decir, 1984 de Orwell y hasta Rebelión en la granja.
De ahí surge la más infortunada de todas las chapuceras nominaciones que se les ocurren a estos autócratas sin ilustración, como llamar a la nueva educación y al trato de los seres humanos remota, como muchos quieren que sean las próximas relaciones de los seres humanos para evitarnos las protestas, las manifestaciones, las verdades políticamente incorrectas y toda esa invocación que se va dando y, con seguridad, terminará con el dominio completo de las redes sociales para que ese mundo rebelde sea callado de una vez y para siempre. Las elecciones y las lecciones serán remotas para que no haya confrontaciones de ninguna clase, para que las venalidades de los autócratas no sean descorridas, para que sus odios y venganzas sean más sutiles y simples. ¡Una afrenta a la libertad!
De las cifras podemos deducir varias evidencias. Una de ellas es que no siempre uno más uno son dos y que detrás de los números se esconden sutiles perversiones. Todos lo saben de una u otra forma. Con disimulada provocación detrás del discurso económico hay fórmulas intangibles, soterradas formas de esconder o desaparecer la relación del todo y sus partes. Las sombrías estadísticas muestran con ambigua certeza la proporción de la justicia en la repartición del todo. Según ellas tenemos derecho a ese todo todos. Pero sabemos que no es así. Pocos se quedan con todo, y los residuos, los que van luego de la coma, se reparten entre muchos. Esos porcentajes abren las brechas entre la riqueza y la pobreza. Casi sin sutilezas.
Así, un ejemplo, el escándalo por la corrupción durante la pandemia, que ha reunido a tres célebres personajes de la vida política colombiana, es una pintura, sin exageraciones, de cómo los millones de millones robados se van dilatando en juicios y escándalos mediáticos que parecen indicarnos toda una política anticorrupción que se desvanece en ridículas presentaciones de los tres citados con indecorosas actuaciones con las que pretenden justificar, con cifras dichas lenta y dramáticamente, que el que la hace la paga, una de las más sólidas mentiras que se han propuesto en los últimos años de la agitada vida delincuencial del país.
Es un llamado de atención a la academia seria y responsable para que aleje de su espíritu una tentación que, a veces, surge entre sus miembros: el autoritarismo. Solo la academia tiene la responsabilidad histórica de confrontar ese dogmatismo exacerbado con la libertad y la democracia reales, las que, en efecto, se requieren para que el país y el mundo cambien este acelerado rumbo hacia la definitiva destrucción.
Trogloditas modernos como Bolsonaro, Trump, Maduro y otros, han sido reacios a la consolidación de una academia libre, promotora de la construcción de un mundo menos desigual, contestataria, creativa, renovadora y justa.
Una academia en la que primen los derechos y en la que el ser humano sea el epicentro de la historia, sin jugaditas malévolas, sin intereses personales, sin egoísmos vergonzantes. Una academia libre, democrática, justa, universal, investigadora, provocadora, cuya alianza con la ética humanista sea más fuerte que con los grandes capitales y con los desprestigios de las cifras y los poderosos.
Este proceso debe incluir a todos los integrantes de la Facultad de Derecho, profesores y estudiantes, entre otros. Es una tarea de tal envergadura que demarcará el futuro de la carrera.
Este proceso debe incluir a todos los integrantes de la Facultad de Derecho, profesores y estudiantes, entre otros. Es una tarea de tal envergadura que demarcará el futuro de la carrera.
Por: Alfonso Palacios.
Profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Externado de Colombia.
Y nos empezamos a pensar nuevamente el pénsum de Derecho, y como en todo proceso en donde se deciden elementos esenciales, por ahora hay más dudas y retos, que certezas y resultados.
El primer paso fue una propuesta, en la que de alguna forma se replantea la manera en que hasta ahora el Externado ha enseñado Derecho. La propuesta incluye la adición de los contenidos obligatorios –y la consecuente disminución de las horas de los hasta ahora existentes-, la posibilidad de elegir algunas materias –esto con dos grados distintos de libertad-, el aumento de las horas de formación, tanto en clase, como de estudio individual, y la posibilidad de cursar programas con doble titulación.
Como es habitual, la propuesta plantea más dudas que certezas sobre los aspectos
puntuales que la componen; pero, por sobre todo, exige que las directivas comprendan que esta es una tarea de tal envergadura, que supera instancias como la Rectoría, la Decanatura o las mismas Direcciones de los Departamentos que componen la Facultad. Es decir, nos define como Facultad, y por tanto debe surgir de un proceso que nos incluya a todos los que hacemos parte de ella, incluirnos de
verdad, en una consulta regida por la buena fe, y por tanto generando un proceso en donde las voces de estudiantes y profesores/as tengan una injerencia eficiente en la construcción del pénsum, y no simplemente nos sea concedido un espacio para preguntar por lo ya decidido, o cambiar detalles superfluos de una estructura ya definida.
Al final siempre es una instancia la que decide. Eso está claro. Pero no implica que el proceso para llegar a la decisión sea superfluo. El Externado tiene como lema ‘Educación para la Libertad’, en cuya base está el principio kantiano de reconocimiento de responsabilidad moral individual, haciendo a cada uno/a partícipe en la determinación del camino por recorrer. Sin duda alguna, el respeto del espíritu radical que nos identifica, así como el valor que siempre hemos reconocido en la Comunidad Externadista, imponen la obligación moral de realizar un proceso en términos dialógicos, en los que la participación de estudiantes y profesores/as no sea una mera formalidad, sino que tenga un peso específico determinado en la idea de construcción conjunta del pénsum.
Un aspecto esencial es ponernos de acuerdo en el objetivo de la Facultad de derecho, es decir, en qué tipo de abogados/as aspiramos que se formen durante el tiempo de carrera en el Externado, y a partir de este punto definir aspectos como qué tanto debe ser dejado a la formación fuera de las aulas de clase; qué tanto aceptaremos que se reduzca lo que hasta ahora conforma el pénsum, para dar paso a programas de doble titulación en un tiempo razonable –es decir, alrededor de 13 o 14 semestres-; qué debe quedar a la elección de los/as estudiantes, de acuerdo con sus preferencias; si en un calendario reducido resulta adecuada la obligación de cursar materias de otras facultades, etc., todos estos aspectos importantes a este propósito. Para esto no existe otro camino que escucharnos entre todos/as. Esto implica escuchar a los/as estudiantes que ya llevan un recorrido en nuestra Facultad, escuchar qué extrañan de nuestro pénsum, escuchar qué les gustaría ampliar del mismo, tratar de comprender qué herramientas sienten ellos/as que necesitan para salir lo mejor preparados posible al mundo que les espera fuera del campus y más allá de la vida universitaria. Implica, así mismo, que los que llevamos algún camino recorrido recordemos cómo nos sentimos cuando nos enfrentamos al mundo post universitario, qué nos hubiera gustado que nos aportara la Universidad para prepararnos en mejor forma, e incorporarlo con sapiencia en las propuestas que formulemos en este proceso.
Por esto, creo que un primer paso es caer en la cuenta de que somos una comunidad capaz de deliberar. Seguro que como Externado podemos superar las polarizaciones, alejarnos de la “democracia del enemigo” y entendernos como interlocutores que podemos aportar a la construcción de los conceptos que constituyen la “razón pública universitaria”.
Si la decisión se toma como fruto de un proceso verdaderamente deliberativo, seguro que será la correcta, pero por sobre todo, y sin miedo a equivocarnos, podremos decir que será una decisión del Externado, que al final es lo que más nos debe importar.
Esta propuesta no puede desconocer la importancia de la enseñanza de la formación en Derechos Humanos (DDHH), pieza fundamental en la preparación jurídica e integral de un buen abogado.
La apuesta por la reforma del Plan de Estudios de Derecho
Esta propuesta no puede desconocer la importancia de la enseñanza de la formación en Derechos Humanos (DDHH), pieza fundamental en la preparación jurídica e integral de un buen abogado.
Por: Alejandro Salamanca.
Estudiante de la Facultad de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
La educación moderna exige, más allá de una simple transmisión de información, el desarrollo de capacidades analíticas y reflexivas, pues bien decía Nicolás Pinzón Warlosten que “Un pueblo irreflexivo jamás será ni digno, ni independiente, ni soberano”; ahora bien, el derecho se asemeja a la educación en tal sentido, pues el abogado y el jurista del siglo XXI no es simplemente quien recita las leyes.
Nuestra Facultad de Derecho no es ajena a estas exigencias, pues consigo acarrea el deber histórico de formar a los abogados y juristas representantes del sentimiento de libertad, propio de nuestra casa de estudios, en la defensa de los derechos y las leyes de la patria y ser exponentes ante el mundo de la educación para la libertad con la que han sido formados. Ante semejante responsabilidad la decanatura de nuestra Facultad ha decidido emprender la menuda tarea de reformar el Plan de Estudios (PE) de la tradicional carrera de Derecho.
Aplaudo la aproximación que ha hecho la decanatura de la reforma al PE, sin embargo, noto que este carece de una formación en Derechos Humanos (DDHH).
Por eso es necesario entender que la educación en DDHH es una pieza fundamental en la formación jurídica integral de un abogado, en el desarrollo humanista de una persona, en el reconocimiento de valores democráticos dentro de un ciudadano y en promover la igualdad, la dignidad y el respeto por otros dentro de la sociedad; por tal motivo en este texto expondré la necesidad de abordar el estudio de los DDHH dentro del PE de la carrera Derecho
La enseñanza de DDHH como pieza fundamental en la formación jurídica integral de un abogado se aborda desde el fenómeno de la constitucionalización del Derecho: proceso innegable, inaplazable e ineludible. Es de pleno entendimiento en el mundo jurídico que la constitución como norma suprema del ordenamiento jurídico ha “desplazado” a la ley en su carácter material y formal. Las constituciones modernas, y sucesivas a la constitución norteamericana “The Bill of Rights”, han incluido en sí una carta de DDHH positivos en el ordenamiento jurídico que conocemos como derechos fundamentales (la parte dogmática de la Constitución) y que son la base de cualquier relación jurídica y abarcan transversalmente todas las áreas del derecho; tan es así que la escuela de formación jurídica Rodrigo Lara Bonilla la enseñanza de DDHH es el primer módulo del curso de formación de los jueces de la república.
Por otro lado, facultades de Derecho como la de la Universidad Nacional, El Rosario, La U. de Antioquia y La Sabana, incluyen en su PE la enseñanza de los DDHH a modo de una materia semestral con una importante carga de créditos académicos, mientras que en el Externado resalta su ausencia en el plan de reforma del PE.
La enseñanza de DDHH es necesaria dentro de las sociedades democráticas modernas, su objetivo es poner en plano de igualdad a todos sus titulares y permitir que el hombre, (raza humana), como ser social, en su ejercicio natural de establecerse en sociedad con otros, se funden sobre imperativos categóricos de grupo y mandatos de optimización de individuo representados en valores como la tolerancia, la solidaridad, la legalidad, el bien común, el pluralismo y demás. Estos principios y valores son además la base las democracias liberales modernas, como la colombiana; de igual forma, el Estado Social de Derecho (y la UEC) se fundan en principios básicos de respeto, libertad, e igualdad. Esta conjunción de valores (y de muchos otros) perfeccionan el estado de bienestar y de dignidad humana que permiten el cierre de brechas sociales y la consolidación de sociedades realmente desarrolladas en cualidad y calidad humana.
Sea dicho de paso, y a modo de conclusión, que en Colombia históricamente el conflicto armado y la criminalidad ha estigmatizado y perseguido a aquellos que se hacen llamar defensores de DDHH y se puede ver la educación en esta área como una reivindicación a aquellos quienes los cañones y las balas la voz apagaron. Además, considero que como institución la UEC está en el deber histórico de aportar a la paz y la democracia de Colombia inculcando los valores democráticos de los DDHH en su máxima amplitud, para así poder afirmar sin lugar a duda que en esta casa de estudios se da la educación para la libertad.
En virtud a lo anterior, señalo la importancia de desarrollar integralmente un programa de formación en DDHH, sin limitar este a un modulo de la Cátedra de Derecho Constitucional o a un seminario electivo, o intensificación u optativa sino darle la relevancia que las coyunturas modernas exigen y a la que el nuevo PE no puede ser ajeno.
El Externado tiene un gobierno universitario enclaustrado, arbitrario, a la defensiva incluso de su propio Consejo Directivo. Es un ejemplo de anaquel sobre el imperio de la opacidad.
El Externado tiene un gobierno universitario enclaustrado, arbitrario, a la defensiva incluso de su propio Consejo Directivo. Es un ejemplo de anaquel sobre el imperio de la opacidad.
Es posible que muchos externadistas no lo sepan, pero es imposible conocer las actas de las sesiones del Consejo Directivo de la Universidad. Con una leguleyada de mala factura, la actual administración decidió que esos documentos son reservados, no sólo frente a la comunidad universitaria sino incluso, y esto es increíble, frente los propios miembros del Consejo Directivo. La administración desconoce así el derecho que tenemos los externadistas a saber cómo se dirige la Universidad, que, valga recordarlo, no tiene dueños ni accionistas, sino que es una fundación sin ánimo de lucro gobernada, según sus estatutos, por sus estudiantes y profesores.
Probablemente tampoco sepan, esos mismos externadistas, que la situación patrimonial y de liquidez de la Universidad se guarda bajo reserva, como si fuera el más delicado secreto de Estado, incluso para los miembros del Consejo Directivo, a quienes se presentan para su aprobación, año tras año, unos balances sin soportes, cuya veracidad desconocen. Es cierto que algunos consejeros han manifestado su desacuerdo con ese modo de proceder y se han abstenido de votar a ciegas sobre esos balances, pero pese a ello, han sido aprobados por mayoría. En varias ocasiones algunos consejeros han solicitado una rendición de cuentas cierta, documentada, con información desglosada sobre ingresos y gastos, estados financieros veraces e informes de auditoría externa contrastada, pero sus solicitudes siempre se han despachado en sentido negativo con arrogancia y autoritarismo.
Menos aún sabrán, esos mismos externadistas que conservan todo el cariño por la vieja alma mater, que hace unos meses la administración contrató a un ilustre académico ajeno al Externado, el Dr. Carlos Angulo Galvis, para que hiciera un diagnóstico de la Universidad y presentara unas propuestas de reformas para su modernización. Ese solo hecho, de contratar un asesor externo y desoír las voces de los profesores, estudiantes y exalumnos de la casa, es ilustrativo del talante excluyente y de la orfandad intelectual de la administración. Pero la guinda de la asesoría es que sus resultados, tal como viene ocurriendo casi con todo en esta administración, también hayan sido apresuradamente metidos a la caja fuerte de los secretos y por tanto no se hayan divulgado ni debatido y, de nuevo, que ni siquiera los miembros del Consejo Directivo de la Universidad los hayan podido conocer.
Tampoco se conocen los resultados de una frustrada auditoría que el año pasado tuvo que contratar la administración de la Universidad ante la insistencia de algunos miembros de su Consejo Directivo. Esa auditoría se contrató, pero a la firma elegida sólo se le entregó para su revisión una información parcial e inocua sobre la situación y los manejos financieros de la Universidad. Pese a ello, sus resultados se mantienen en reserva. Ante esto se hace necesaria una genuina auditoría externa, independiente, contratada sin la participación de la Rectoría ni de la Secretaría General de la Universidad.
Recientemente esa misma administración se ha empeñando en negarle a un miembro de ese Consejo, el Prof. Andrés González Díaz, el derecho a ejercer su representación, de la cual se ausentó por el ejercicio de algunas funciones públicas que ya concluyó. Para ello han acudido la muy hipócrita tesis de que su elección caducó en favor de su suplente. Curiosamente, esa tesis no se le aplica a los demás elegidos, que concurrieron todos hace 22 años a una elección para un período de dos años. ¡Sí, de dos años! Para unos no hay caducidad, para otros sí. Para unos hay llamado al suplente, para otros no. ¡Qué hermenéutica más elástica!
Como si lo anterior no fuera suficientemente anómalo, los miembros del Consejo Directivo se comprometen, vaya uno a saber con qué fundamento normativo o ético, a guardar reserva de todo lo que se discuta y decida en ese órgano de dirección universitaria. En conclusión: estamos ante la ley del silencio, ante un gobierno universitario enclaustrado, arbitrario, a la defensiva incluso de su propio Consejo Directivo. Es un ejemplo de anaquel sobre el imperio de la opacidad. ¿Qué puede explicar todo esto? ¿Cómo pretenden no generar suspicacias?
En varias ocasiones desde las páginas de EL RADICAL hemos recordado que, más allá de una obligación legal, la transparencia es un presupuesto para el gobierno democrático de la institución, una buena práctica de gestión que la fortalecería, generaría confianza y compromiso entre los miembros de la comunidad académica y ubicaría a la Universidad, en el contexto de la sociedad colombiana, como una institución privada ejemplar, seria, cristalina, sin dogmas ni secretos, dedicada al fomento de las ciencias sociales y a la formación de los mejores profesionales. Las directivas, por supuesto, no han escuchado esta voz, y se comportan ante estos reclamos con menosprecio y con una lógica alcabalera que destruye la esencia de la Universidad como institución para el cultivo del pensamiento crítico y como entidad sin ánimo de lucro.
Desde la representación estudiantil han surgido también reclamos en ese mismo sentido. En esta edición puede leerse la carta abierta de uno de los estudiantes que integran el Consejo Directivo, en el que hace oir su voz razonada sobre la necesidad de un gobierno republicano para el Externado. EL RADICAL apoya esa propuesta.
Del bache de estos años, el Externado saldrá adelante por la pujanza de sus estudiantes y profesores. Pero para diseñar la Universidad del futuro necesitamos conocer su situación académica, administrativa, laboral y financiera, y ante ese clamor creciente no puede sostenerse por más tiempo la ley del silencio con la que han llevado a la institución a una situación de crisis que ya no se puede ocultar más.
Quienes afirman que EL RADICAL pretende “tomarse el poder”, simplemente se escudan en esa falacia ad hominem para descalificar las críticas sin responderlas y para evadir la rendición de cuentas que toda la Universidad está esperando.
Quienes afirman que EL RADICAL pretende “tomarse el poder”, simplemente se escudan en esa falacia ad hominem para descalificar las críticas sin responderlas y para evadir la rendición de cuentas que toda la Universidad está esperando.
Si algo ha identificado el estilo desleal de las actuales directivas del Externado son las mentiras y campañas de desinformación que a la manera de Goebbels, el ministro de propaganda nazi, se ha instrumentado y propalado.
En cuanto EL RADICAL empezó a dar cuenta de las irregularidades que vive la Universidad y que aun persisten, porque siguen sin rendirse cuentas comprobadas de la gestión y aun no se permite una auditoria externa autónoma e independiente, desde la rectoría se soltó un primer mensaje de desinformación que muy pronto se desbarató. En efecto, el primer paso fue difundir la especie de que EL RADICAL era una excusa para llevar a la rectoría a Eduardo Montealegre, ex fiscal General de la Nación, con quien el Rector Henao creó un problema insoluble.
En ese momento los amigos del Rector y beneficiarios de sus favores, entre otros los destinatarios de una que otra beca estando en uso de buen retiro, salieron a sostener en diferentes escenarios que toda esta propuesta de un grupo de profesores era simplemente una estrategia para cambiar a Henao por Montealegre. Vino la reelección expresa y fraudulenta de Juan Carlos Henao como Rector, y como era de esperarse el nombre del doctor Montrealegre no apareció ni siquiera mencionado, con lo cual quedaron despejados los falsos rumores de que se buscaba convertirlo en Rector.
Ahora, ante la insistencia de EL RADICAL para que se rindan cuentas comprobadas de la gestión, que despejen la mortal duda de que hablaba Racine de si las actuales directivas están haciendo uso indebido de los recursos que les pertenecen o no, o para que se permita la realización de una auditoria externa, o para que se expliquen las relaciones confusas del Externado con el Grupo Bolívar, de nuevo las directivas de la Universidad han difundido otra especie igual de mentirosa que la primera. Ahora pretenden convencer a los incautos de que en realidad lo que busca EL RADICAL es apoderarse de la Universidad y tomar el control de la misma, lo cual haría ilegítima cualquier crítica que se haga desde estas páginas.
Una vez más hay que recordarlo: quienes dirigen la Universidad no son sus dueños, ni rige el principio monárquico en esta ilustre casa de estudios, ni existe algo así como un derecho a perpetuidad para gobernar al Externado. Es un insulto al cuerpo profesoral, en general, descalificar las críticas con la evasiva de que se trata de remplazar a las actuales directivas. Así pues, si algunos de los profesores que colaboran en esta noble publicación tuvieran aspiraciones de presentarse como candidatos a las próximas elecciones, están en su legítimo derecho a hacerlo. Las columnas que han escrito y las posturas que han asumido, le permiten a la comunidad universitaria conocer su talante y sus ideas. Que eso quede claro.
Pero dicho eso, es menester afirmar, con igual énfasis, que quienes propalan la versión de que EL RADICAL pretende “tomarse el poder”, simplemente se escudan en esa falacia ad hominem para descalificar las críticas sin responderlas y para evadir la rendición de cuentas que toda la Universidad está esperando. El Externado no traga entero, el cuerpo profesoral está consciente de esa artificiosa campaña de desinformación.
Lo que reclama EL RADICAL es transparencia, no el control del poder corrupto de la Universidad. Lo que busca la comundiad externadista es la garantía de que no haya habido un saqueo o un manejo irresponsable los haberes de la Universidad. Eso es lo que no quieren entender Juan Carlos Henao y Marta Hinestrosa, ni su guardia pretoriana de aduladores y por eso acuden a desinformar a la comunidad externadista.
Es propio de los dictadores mentir, porque es de la única forma como pueden asegurar su permanencia y sus abusos. Maduro y Chávez son buenos ejemplos recientes de como hicieron de la mentira un programa de gobierno. Lo que nunca creímos es que esas despreciables tácticas de mentir iban a convertirse en el sello de la administración actual del Externado.
EL RADICAL y sus organizadores, como el pasodoble famoso, ni nos compran ni nos vendemos. Post Tenebras Spero Lucem.
El tiempo transcurrido desde que la doctora Adriana Zapata asumió como Decana de la Facultad de Derecho al día de hoy, ha desnudado gran parte de la crisis que atraviesa la Universidad Externado.
El tiempo transcurrido desde que la doctora Adriana Zapata asumió como Decana de la Facultad de Derecho al día de hoy, ha desnudado gran parte de la crisis que atraviesa la Universidad Externado.Esta afirmación simplista solo confirma el grotesco intento de las directivas de la Universidad de silenciar la crítica. También, ratifica el gesto totalitario de que por fuera del Externado nadie se entere de lo que está pasando.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Con razón el maestro uruguayo Eduardo J. Couture, en sus imprescindibles mandamientos del abogado, sentenció que “el tiempo venga las cosas que se hacen sin su concurso”. Tuvo razón no solamente como reglas éticas para profesionales del derecho, sino para toda actividad.
Digo esto porque el tiempo transcurrido desde que la doctora Adriana Zapata asumió como Decana de la Facultad de Derecho al día de hoy, ha desnudado gran parte de la crisis que atraviesa la Universidad, y en particular la oficina y tareas que a dedo le fueron encomendadas.
Todo lo que está ocurriendo es hijo de la desorganización creada con la llegada a la rectoría del doctor Juan Carlos Henao, en cuyas manos la Universidad ha perdido liderazgo en el concierto nacional y, lo que es también evidente y preocupante, aún entre la propia comunidad externadista.
Lo primero en lo que se extravió Henao fue en no haber entendido que su rectoría tenía que haberse preocupado por servir de puente entre el pasado y el futuro. Henao continuó anclado al esquema administrativo unipersonal que sin duda fue importante y útil para la Universidad a pesar de sus propias fallas inevitables, en las que también incurrió esa otra persona quien, no obstante gobernar con su sola voz, sin embargo, oía, consultaba, ponderaba distintas opiniones y tomaba decisiones que no lastimaban ni irritaban porque nunca parecieron impuestas a la fuerza.
Fruto de esa imperdonable equivocación, Henao depositó en cabeza de la Secretaria heredada de la pasada administración -no en la Secretaría General-, el control patrimonial, administrativo y académico de la institución, hasta el punto de encomendarle funciones rectorales, con el deterioro inocultable al que hoy asistimos. Los resultados están a la vista: una administración que se niega a rendir cuentas comprobadas de su gestión, que no permite el desarrollo de una auditoria externa transparente y objetiva, que maneja como bien propio la principal inversión del Externado en el Grupo Bolívar, cuyas acciones son representadas oficialmente en las asambleas por un subalterno que hace parte del poderoso engranaje administrativo de las actuales directivas.
Si bien los estatutos de la Universidad desde antes de su llegada establecían la obligación de nombrar un Decano para la Facultad de Derecho, el Rector no lo quiso hacer y dejó esa función en cabeza de la Secretaria, quizá pretendiendo con base en su falta de tradición académica, proporcionarle algo de lustre para escalar los peldaños del ansiado acervo hereditario.
Siete años después de iniciada su rectoría, Henao decidió nombrar una Decana, para lo cual se ufanó de supuestamente haber roto la tradición externadista al nombrar por primera vez a alguien para ese cargo. Olvidó referir que llevaba 7 años incumpliendo los estatutos. Ese desacato estatutario habría sido perdonable si se hubiese acertado en la persona designada para esa importante responsabilidad, pero el desacierto fue, y ha seguido siendo, mayúsculo.
En efecto, la doctora Zapata no fue elegida en el marco de un proceso de selección pluralista y objetivo, como debió haber ocurrido en un Externado libre y democrático, sino con base en la exclusiva agenda personal de Henao. Como consecuencia de esta maniobra clientelista, en la Decanatura se sentó a una amiga del Rector que nunca había sido profesora en pregrado, la base de la Universidad. El resultado no se ha hecho esperar: ni ella conoce el universo del que se erige como la más antigua o Decana, ni tampoco los estudiantes sienten respeto y credibilidad por quien improvisa en cada movimiento. Es probable que esa designación de la doctora Zapata obedezca a una jugada a tres bandas, cuya estocada final estaría por darse en la próxima elección del sucesor de Henao, cuyo proceso electoral para elegir representantes de profesores al Consejo Directivo por fin está andando, aunque sea a medias.
A propósito, todos a una, como en Fuenteovejuna, varios candidatos en la sombra a esos cargos que ya están protegidos y auspiciados por las directivas, saltaron nerviosos a oponerse a la propuesta que lancé en la pasada reunión del Comité de Impulso Profesoral, para que se revise el antidemocrático y excluyente Reglamento Electoral diseñado para conculcar el derecho a elegir y ser elegido, y para que sigan los mismos con las mismas.
Mi idea sonó a herejía a esos postulantes inseguros y a varios de sus pregoneros y áulicos, a quienes solo les importa ganar las elecciones, así sea con artificios y marrullas o excluyendo a quienes tengan iguales derechos.
Y traigo a cuento todo este resumen, porque la última actuación de la Decana, obviamente en asocio con la rectoría, la Secretaria y los escribidores panfletarios que deambulan en los pasillos rectorales, ha consistido en un ataque visceral, no solo a este profesor, sino además al otrora sagrado derecho de la libertad de cátedra, como de ello puede enterarse la comunidad externadista en los documentos mostrados en estos enlaces, que recogen correspondencia con la doctora Zapata y mis escritos de recusación a ella y la queja formal que, por acoso laboral en su contra, he elevado ante el Comité de Convivencia, así:
¿Es posible desarrollar un proyecto académico humanista por medios electrónicos? Lo interesante sería poner las nuevas tecnologías al servicio del Externado, y no al Externado al servicio de ellas.
¿Es posible desarrollar un proyecto académico humanista por medios electrónicos? Lo interesante sería poner las nuevas tecnologías al servicio del Externado, y no al Externado al servicio de ellas.
Por: Néstor Osuna.
Profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
El confinamiento obligatorio que se decretó en medio mundo para disminuir los contagios de Covid-19 trajo como consecuencia que, de un día para otro, la educación universitaria tuviera que trasladarse a las clases a distancia, a los seminarios en línea, a las prácticas y exámenes en aplicaciones de software y, en general, a la vida académica sin contacto entre sus protagonistas y sin el entorno maravilloso del campus universitario.
El Externado no ha sido ajeno a todo eso, y como medida de emergencia tuvo que migrar a las volandas a “Zoom”, plataforma a la que hay que agradecerle que hayamos podido culminar el semestre académico en medio de estas circunstancias tan adversas. Tengo la percepción de que los estudiantes y profesores hemos hecho nuestro mejor esfuerzo para superar este reto inédito y así seguir adelante con nuestros planes universitarios.
Pero de ahí a proponer, sin más, que dado que la pandemia nos obligó a familiarizarnos con unas plataformas de internet y que el resultado no ha sido desastroso, entonces ha llegado la hora de implantar la educación virtual como modelo permanente de enseñanza, y además, que esa decisión le corresponde a la administración universitaria sin previa deliberación y acuerdos con la comunidad académica, hay un largo trecho erizado de riesgos que no se debe recorrer sin suficiente reflexión y sin el consentimiento informado de esa misma comunidad. Lo que está en juego no es la capacidad de los profesores para familiarizarse con unos programas de computador –como lo creen los propagandistas de la virtualidad–, sino la posibilidad de lastimar lo que define al Externado: una educación humanista en ciencias sociales con rigor científico, comprometida con la libertad, crítica, sin dogmas y volcada hacia los problemas de la sociedad colombiana.
En ese orden de ideas, antes de lanzarse a ofrecer programas virtuales, la primera tarea sería determinar si la educación a distancia por mecanismos electrónicos es un medio idóneo para la realización de esos principios del Externado, porque a primera vista pareciera que una educación sin contacto físico entre los estudiantes, es decir, sin la vida efervescente de las aulas, los pasillos y los cafés universitarios, y sin las discusiones que surgen de modo espontáneo en ese hábitat natural que es el campus, se asemeja más bien a un proceso solitario y acrítico de acopio de información que a una educación universitaria humanista.
Es importante recordar que en las Universidades que gozan de prestigio, los conocimientos, más que adquirirse, se crean. Ni qué decir de la formación ciudadana de unos estudiantes que apenas se verían con otros y a cambio pasarían aún mas horas de soledad ante sus pantallas conectados a internet. También habría que servirse de los datos ya existentes sobre la deficitaria calidad académica de buena parte de los programas de educación virtual que se ofrecen en varios países del mundo, entre ellos Colombia.
Si después de esas reflexiones se sigue adelante con el plan de virtualización, entonces cabría elegir cuáles de las herramientas informáticas que se ofrecen en el mercado son las adecuadas para que la Universidad se sirva de ellas, no vaya a ser que terminemos sacrificando lo que hemos sido por adaptarnos a una máquina, es decir, reduciendo la Universidad a lo que esos programas de internet permitan hacer.
Es obvio que esos programas son novedosos, pero no nos engañemos: tienen limitaciones importantes y no son ninguna panacea. En buena parte, mediante ellos se puede hacer lo mismo que se logra, sin tantas pretensiones, con una combinación de correo electrónico y mensajes de sonido o de imagen como los que ya se han vuelto comunes en las redes sociales. Se suele ofrecer como ventaja de las aplicaciones tipo Moodle o Zoom que ofrecen la posibilidad de un control casi total de la actividad que en ellas se despliega, lo cual más bien entraña un peligro cierto y grave para la libertad de cátedra y para otros derechos y libertades de estudiantes y profesores. Todo ello hay que advertirlo antes de zarpar.
Así que mejor vayamos sin prisas por ese camino de la virtualidad. El discurso autocomplaciente del Centro de Educación Virtual de la Universidad, con sus documentos de bonitos colores pero mal redactados y con sus trámites burocráticos casi kafkianos, no va a convencer a la masa crítica del Externado de aceptar, así porque sí, que ya está decidido que el futuro de la Universidad es virtual, que unas personas sin mayor experiencia en docencia saben más del oficio de formar profesionales que los profesores que se han dedicado a ello por años, y que el manejo de la jerga enrevesada de los pedagogos y los técnicos en informática le agrega valor a la vida universitaria, vida que muchos no concebimos sin la existencia de una comunidad humana viva, presente, deliberante, crítica y soñadora.
Las cosas que ocurren en los centenarios salones de la Universidad Externado, que fuera referente entre las Instituciones de Educación Superior del país por su liberalismo y talante democrático, son increíbles e impensables.
Las cosas que ocurren en los centenarios salones de la Universidad Externado, que fuera referente entre las Instituciones de Educación Superior del país por su liberalismo y talante democrático, son increíbles e impensables.
Por: Juan Pablo Estrada.
Profesor de la Universidad Externado de Colombia.
Nuestro premio nobel de literatura, indagado por su Macondo, sentenció que en Colombia lo verdadero no siempre es verosímil. La sentencia le cae como anillo al dedo al Externado de Juan Carlos Henao. Las cosas que ocurren en los centenarios salones de la que fuera referente entre las universidades por su liberalismo y talante democrático, son de no te lo puedo creer.
El Consejo Directivo, elegido en 1998, lleva más de 22 años en funciones, cuando su periodo es de 2 años. Solo ha habido renovación para excluir las voces de Representantes de los Estudiantes que no le resultan cómodas al régimen. ¿Con qué autoridad nuestros maestros enseñan constitucional colombiano? Ni las juntas militares duraron tanto y solo los Castro y el chavismo han tenido el poder por periodos superiores.
El Consejo tiene miembros principales y suplentes. Los últimos están llamados a reemplazar los primeros en sus ausencias temporales y absolutas. Andrés González, externadista con una hoja de vida ejemplar que le ha dado brillo a nuestra Universidad, fue elegido principal en 1998 y no ha renunciado. Durante su desempeño en distintos cargos públicos, algunos de elección popular, ha ejercido su suplente en el Consejo. Regresó al país y el Rector, de la mano de la Dra. Martha Hinestrosa, decidió no citarlo a las reuniones y aplicarle un “abandono del cargo” para dejar a su dócil suplente ejerciendo. Y, para respaldar tamaño abuso, se amparan en un concepto de un profesor del Externado rendido a posteriori. ¿Cómo hacen nuestros docentes para enseñar a sus estudiantes las normas aplicables a las fundaciones? ¿Quién enseña acerca de conflictos de interés?
Las sesiones del Consejo Directivo no se graban como se hace hoy, desde luego con el consentimiento de los asistentes, en todas las reuniones de cuerpos colegiados de manera que, i) se haga el acta con fidelidad de lo debatido y ii) ante las dudas acerca de los consignado en el acta y la realidad haya dónde consultar y ajustarla. Así, en las actas, que por lo demás son reservadas incluso para los miembros, se escribe solo y únicamente lo que la Secretaria General considera y punto. Ella escribe su verdad. Ni Stalin se atrevió a tanto.
El año pasado, luego de 7 años, el Rector nombró Decana de la Facultad de Derecho. Un paso importante, aunque tardío. No era la miembro más antigua de la tribu, ni mucho menos las más experimentada. El compás de espera se le dio. Hoy su labor deja mucho que desear. ¿Cuántas reuniones de docentes se han convocado durante la pandemia? ¿Qué decisiones relevantes ha tomado?
Por lo pronto su gestión pasará a la historia por ser una juiciosa subalterna, que mal asesorada y estando recusada, decidió perseguir a un profesor sin tacha como Ramiro Bejarano, por liderar las justificadas críticas a su gestión y defender el inviolable derecho a la libertad de cátedra. ¿Cómo hacen nuestros docentes para hablar de méritos, de imparcialidad y de los efectos de una recusación?
Podría seguir. Porque también es de no te lo puede creer que haya lagartos y mediocres que tienen cátedras que no merecen, becarios por amiguismo, gastos no justificados, eternos directores de departamento que le han quitado espacio legítimo a varias generaciones y de tantas otras cosas que no parecen verosímiles, pero que para tristeza de nuestra comunidad son verdaderas gracias al esfuerzo del Dr. Henao y la Dra. Martha.
Posdata. Me imagino que los más de 300 docentes de tiempo completo que paga la Universidad han venido trabajando en la definición de los programas de clases virtuales de pregrado y posgrado para el segundo semestre. Preparando material, talleres y presentaciones vanguardistas. Los que no somos profesores sino meros contratistas por horas, que nos toca andar en el rebusque del litigio, y sobre todo los estudiantes, lo vamos a agradecer.
Los únicos ideales de quienes impulsamos este espacio periodístico, es que el poder sea tomado por la democracia, la transparencia, la participación y la tolerancia, causas que identifican además el ser propio del Externado.
Los únicos ideales de quienes impulsamos este espacio periodístico, es que el poder sea tomado por la democracia, la transparencia, la participación y la tolerancia, causas que identifican además el ser propio del Externado.
Por: Hernando Parra.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
De un tiempo para acá el régimen que administra el Externado ha divulgado la tesis según la cual, quienes creamos este espacio de EL RADICAL, con el propósito de expresar nuestras opiniones acerca del rumbo que ha tomado la Universidad en los últimos ocho años, lo único que pretendemos es “apoderarnos” del Externado. Nada más alejado de la realidad, de manera que lo único que refleja tal afirmación es el temor a que se conozca abiertamente la realidad académica, administrativa y financiera de la institución.
Las leyes de Newton nos enseñaron desde la etapa escolar, que toda acción genera una reacción, de suerte que en nuestro caso las infundadas descalificaciones promovidas por el régimen, camufladas bajo el oprobioso sistema de rumores – propio de quienes eluden la confrontación de ideas y propuestas– unido ello a una administración del todo excluyente, obraron como el detonante de este movimiento de expresiones libres, con el ánimo de informar de manera objetiva sobre la verdad del Externado.
El ideario y el patrimonio de nuestra Casa de Estudios pertenecen a su comunidad, conformada por sus profesores, estudiantes, funcionarios y antiguos alumnos, y en consecuencia a todos nos es exigible la obligación de fungir como veedores de su preservación y mejora continua, de manera que nos asiste también la carga de censurar todo aquello que se aleje de los postulados que inspiran las buenas prácticas de la administración académica, sin cuyo concurso el futuro de cualquier institución educativa aparece sombrío. Atender con carácter tal deber no configura sinónimo de apropiación alguna.
Los ideales de quienes impulsamos este espacio periodístico –único en su género dentro de la comunidad externadista y cuyo número de lectores aumenta en cada edición– se orientan simplemente a que ese llamado poder sea tomado por la democracia, la transparencia, la participación y la tolerancia, causas que identifican además el ser propio del Externado.
De lo anterior dan cuenta muchas luchas del EL RADICAL, como la relativa a que se reconociera la voz de los estudiantes, principales y suplentes en el Consejo Directivo, habida cuenta que todos en conjunto representan la esencia universitaria. En el mismo sentido abogamos hoy porque se reconozca el derecho de un miembro principal del Consejo Directivo a reincorporarse al mismo, luego de cumplir funciones meritorias en el servicio público, tanto más cuando lo único que persigue dicho directivo es el aporte de nuevas ideas ante los inmensos desafíos que enfrenta la Universidad.
La verdadera toma del poder les corresponde, primeramente, a órganos como el Consejo de Profesores, que encarna la auténtica expresión de la autonomía universitaria, y cuya tarea prioritaria es lograr la tan esquiva pero anhelada renovación del Consejo Directivo. Así pues, esa llamada lucha de poderes sólo la conciben aquellos que pretenden eternizarse en la dirección de la Universidad, prevalidos de sus facultades de gasto y nominación, refractarios por ello a toda manifestación libre y desinteresada.
Nuestro carácter e independencia no los desvanecerán ni las descalificaciones, ni tampoco los rumores.
La recuperación de la década pérdida en la Universidad Externado de Colombia no se obtiene con ligereza e improvisación, se logra con mística, carácter, independencia y responsabilidad.
La recuperación de la década pérdida en la Universidad Externado de Colombia no se obtiene con ligereza e improvisación, se logra con mística, carácter, independencia y responsabilidad.
Por: Saúl Sotomonte.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Bajo los principios de la tolerancia, la libertad y la transparencia, el profesor Nicolás Pinzón creó la Universidad Externado de Colombia como un centro educativo, ideario que mantuvieron sus sucesores, con la particularidad de que, no obstante que se trataba de una valiosa institución, durante un largo período no se hablaba de manejo democrático, pues se trataba de un ente sin peculio material alguno, hasta el punto de que sus profesores no cobraban por sus clases.
Fue a partir de 1963, con el ingreso del Dr. Fernando Hinestrosa, quien no obstante el ejercicio personal del poder, superado por su valía como intelectual como jurista y por su sobriedad y buen comportamiento, que se inició un proceso de crecimiento en lo académico y en lo material, hasta el punto de lograr un gran reconocimiento en el orden nacional e internacional, habiendo establecido como norma la absoluta independencia institucional y como paradigma la excelencia y el mérito propio. Sin embargo, no se preocupó por dejarla institucionalizada, situación que se hizo más evidente cuando debido a su enfermedad fue perdiendo el control y se dio paso a un notorio desarreglo administrativo, iniciando con ello la década pérdida que en este escrito denominamos “El Tiempo Perdido” y que se acrecentó con la administración que se inició en mayo de 2012 con el ingreso como Rector del Dr. Juan Carlos Henao, quien denominó su estrategia “continuismo ascendente”, pero todo indica que era sobre el desorden ya reinante.
El actual Rector en lo material continúo con los planes establecidos de tiempo atrás por el Dr. Hinestrosa, como son los concernientes al nuevo edificio y a la sistematización llena de altibajos, habiendo cambiado al contratista que él había señalado para la construcción; y para lo segundo, se fueron dando una serie de contratos y subcontratos que requieren ser revisados al igual que los de la construcción, y así mismo se siguió con la habitual alimentación de la biblioteca.
Es decir, se dio continuidad a lo visible que ya estaba programado y que se puede hacer mientras exista liquidez. Pero el gran vacío es notorio en la parte institucional y en lo académico.
Tan pronto tomó posesión del cargo Henao, en lugar de buscar el paradigma de la excelencia, se dedicó a buscar protagonismo en los medios, comprometiendo de paso la independencia institucional que siempre habíamos invocando y a su vez, como si se tratara de un designio testamentario, depositó de hecho todo el manejo administrativo, patrimonial y académico en una persona sin legitimidad y capacidad alguna, profundizando así el desorden que se inició al final de los días del anterior Rector y para consolidar lo buscado, con argumentos sin peso alguno distrajo la necesaria reforma estatutaria propuesta en el Consejo Directivo desde antes de su nombramiento, entorpeciendo de esta manera la institucionalización de la Universidad, quizá para mantener acaparado el ejercicio del poder sin control alguno, por lo que tampoco se conoce un manual de funciones ni los debidos controles y menos un Estatuto Profesoral, ya que en esta materia impera el amiguismo o el distanciamiento provocado y no siempre se tienen en cuenta los méritos de los docentes.
La ausencia de liderazgo y la carencia de paradigma o propósito común llevan a que la presencia de un brillante cuerpo profesoral y su importante producción pasen desapercibidos, y que las desarticuladas apariciones en los medios hayan hecho perder el reconocimiento y respeto por la institución, afectando seriamente el compromiso académico de la misma. Situación que se complica aún más de acuerdo con las cifras que se anuncian, las que dejan ver que la suerte económica de la Universidad depende de su participación en un grupo económico, pues su operación como institución es ampliamente deficitaria sin posibilidad de una recuperación inmediata.
Esperábamos que el Rector no fuera consciente de todo, como si con su designación se hubiera aplicado el nivel de incompetencia del “Principio de Peter” Sin embargo, cómo se explica que para blindar el desgobierno sus asesores le hayan preparado la desvergonzada llamada por muchos “ley del silencio”, aprobada después por las mayorías numéricas del Consejo Directivo sin un verdadero debate, con base en la cual la comunidad –ni siquiera los miembros del Consejo Directivo–pueden conocer el detalle de las cuentas, ni tampoco tener copia de las actas de las reuniones del mismo, las que no pueden ser grabadas porque al Rector no le gusta.
Para rematar, en estos días se ha propuesto, sin mayor explicación válida, impedir al Dr. Andres Gonzalez su ingreso al Consejo Directivo como miembro principal. ¿Por qué será?
Son todas razones de más que exigen que se haga una verdadera auditoría externa e independiente que revise, entre otras cosas, la racionalidad del gasto, las compras y la contratación de la década. Lo que también hace necesaria la elección de un nuevo Consejo Directivo respetable e independiente que, bajo los postulados de la democracia y la transparencia, quiera luchar por la recuperación del tiempo perdido y que no dependa de intereses ajenos a los de la institución.
Pese al silencio y apatía de las directivas del Externado, EL RADICAL sigue indagando por los temas que más le interesa conocer a la comunidad universitaria.
Pese al silencio y apatía de las directivas del Externado, EL RADICAL sigue indagando por los temas que más le interesa conocer a la comunidad universitaria.
Desde hace más de un año, EL RADICAL le viene haciendo preguntas al Doctor Juan Carlos Henao sobre aspectos de interés para el Externado, sin que él, la Secretaria General, el decadente Consejo Directivo ni ninguna otra autoridad hayan respondido un solo de los cerca de 200 interrogantes que en total le han sido formulados.
Como tales preguntas, en vez de haber perdido vigencia, siguen cobrando más importancia, este medio insiste en que se respondan ahora los siguientes interrogantes:
La Fundación Bolívar Davivienda que, según el Rector, está ofreciendo becas para los nuevos alumnos, ¿es parte del Grupo Bolívar?
¿Con qué criterio la Fundación Bolívar Davivienda atribuye tales becas?
¿Quién o quiénes del Externado intervienen o participan de la decisión de otorgar las becas de la Fundación Bolívar Davivienda?
¿Algún directivo o funcionario del Externado hace parte de las directivas de la Fundación Bolívar Davivienda?
¿Existe un convenio o protocolo suscrito con la Fundación Bolívar Davivienda para otorgar estas becas? Si los hubiere, ¿por qué no se ha hecho público?
¿Desde cuándo la Fundación Bolívar Davivienda viene haciendo presencia en este programa de becas?
¿Quién o quiénes entre los alumnos han gozado de estas becas o las están usufructuando en la actualidad?
¿A cambio de qué el Grupo Bolívar, a través de la Fundación Bolívar Davivienda, se ha sumado a un programa de becas para los alumnos del Externado?
¿Es cierto que la despedida ofrecida por directivos de la Universidad al anterior Director de Recursos Humanos, quien tuvo que abandonar su cargo por acusaciones de acoso sexual, fue una graciosa fiesta de disfraces?
¿Es cierto que en aquella memorable ocasión, una alta funcionaria del Externado compareció vistiendo el disfraz de Blanca Nieves, mientras el homenajeado asistió caracterizado como Rey?
¿Hubo finalmente una investigación interna por la denuncia de acoso sexual a una funcionaria pasante del SENA?
¿Fue sancionado o exonerado el ex funcionario comprometido en tan graves hechos?
¿El Externado denunció formalmente estos hechos ante la Fiscalía General de la Nación o lo está pensando?
¿Existe un Comité organizado y convocado por la Secretaria General y/o la Decana de Derecho encargado de redactar a varias manos cartas panfletarias, insultantes y amenazantes contra profesores que no se arrodillan, del que hacen parte aplaudidores de la actual administración, algunos miembros del Consejo Directivo y uno que otro candidato a esa dignidad y alfiles de sus equipos de campaña?
¿Cuántos conductores y, al servicio de quién o quiénes, han sido contratados durante el período de la actual rectoría?
Nuestra Universidad está enferma de autoritarismo. Las formas antidemocráticas del actual gobierno no resisten más y atravesamos una crisis muy profunda. Por fortuna parece que las cosas empiezan a cambiar.
Nuestra Universidad está enferma de autoritarismo. Las formas antidemocráticas del actual gobierno no resisten más y atravesamos una crisis muy profunda. Por fortuna parece que las cosas empiezan a cambiar.
Por: Felipe Castrillón.
Representante estudiantil ante el Consejo Directivo de la Universidad Externado de Colombia.
Este escrito incluye algunas de mis palabras de bienvenida a los estudiantes de primer semestre de este año (20 de enero) y algunas ideas posteriores, que quizá no eran oportunas en esa ocasión.
Mucho ha cambiado en estos meses, principalmente por cuenta de la pandemia que padecemos y sus crisis aparejadas. Adicionalmente, siguen los problemas de antes, ahora intensificados y las soluciones parecen más difíciles. El confinamiento, única medida que ha resultado eficaz para combatir la pandemia, ha hecho más difícil la acción colectiva. Somos seres gregarios, necesitamos de los demás. La virtualidad es asfixiante y antinatural.
Dudé mucho si era acertado poner por escrito estas reflexiones. Pensaba que era limitado hablar de los problemas de nuestra universidad, habida cuenta de lo que pasa a escala planetaria. Hace apenas unos meses hubo masivas protestas en muchos países, no solo en nuestro continente, en las que tuvo una gran participación el movimiento feminista. Y las protestas contra el racismo sacuden a Estados Unidos. El asesinato de George Floyd fue la gota que derramó el vaso.
En todo ese malestar hay distintas motivaciones, pero tienen un denominador común: la gente excluida quiere ser escuchada y atendida. Por ello se enfrenta a las barreras que inactivan la ciudadanía: la desigualdad, el clasismo, el machismo, el racismo… Puesto que esas barreras también se manifiestan en nuestra universidad, decidí redactar algunas reflexiones que pueden ser un pequeño aporte a los justos reclamos para cambiar las cosas, a pequeña y gran escala.
Mis palabras de bienvenida van en cursiva.
Buenos días.
Me gustaría iniciar por felicitarlos, la mayoría inicia hoy su carrera universitaria. Se trata de un momento importante de la vida; escoger carrera y universidad es un asunto muy difícil, o al menos para mí lo fue. Ustedes ya lo hicieron, han elegido al Externado: una universidad reconocida nacional e internacionalmente y exigente académicamente.
El Externado no se reduce a su reconocimiento. Es también una ideología, un talante, una forma de ser. Los principios de nuestros fundadores, que los estudiantes nos esforzamos por mantener, son el respeto al otro, la tolerancia, el amor a la libertad y al principio de igualdad, el espíritu republicano, la honradez, etc.[1]
Los principios que mencioné no son simples palabras, no son un eslogan ni una estrategia de ventas. Es necesario un esfuerzo constante para que esos valores se vivan realmente. El rector ha dicho que el Externado es el faro democrático del país, y que es la universidad más pública de las privadas, pero una cosa son las palabras y otra las acciones, lo que hacemos realmente. Las instituciones no perduran y se mantienen sin el esfuerzo constante de las personas que forman parte de ellas. Los personajes radicales que fundaron esta universidad hace años que no están, pero estamos nosotros para mantener en alto sus banderas.
No se debe acudir a eufemismos, la verdad se debe decir tal como es, por incómoda que sea, pues solo si sabemos lo que sucede realmente, las buenas ideas y el trabajo abnegado de todos, podrán remediar y enderezar la situación.
Nuestra universidad sufre una crisis muy profunda, una realidad evidente para cualquier observador honesto intelectualmente. Hay gran malestar entre estudiantes, profesores, funcionarios, exalumnos y familias. Por ello es noticia casi permanente, por hechos lamentables y vergonzosos. Un día nos enteramos que un profesor adopta reglas irracionales para presentar exámenes, en el entorno virtual que se ha vuelto obligatorio para todos (los estudiantes y especialmente los profesores, que han hecho grandes esfuerzos para superar las dificultades) y otro día se difunde el escándalo de un director de recursos humanos que renunció de forma oculta por acoso sexual, en abuso de su cargo, en vez de obrar conforme a la ley como se enseña en toda escuela de derecho respetable.
Pero no solo a través de los medios de comunicación se ventilan nuestras vergüenzas, también en las redes sociales: #ExternadoCensura, #ExternadoDignoEs, #PasaenelExternado, etc. Medios que han encontrado los externadistas, principalmente estudiantes, para mostrar su inconformismo.
La comunidad externadista también ha presentado sus reclamos en cartas abiertas, como la del grupo de profesores llamado Externadistas Libertarios[2], o en columnas de opinión en medios no institucionales, como El Radical[3].
La crisis también es clara para los profesores que, pese a no tener un estatuto docente, y a que sus contratos se renuevan año a año, sin garantía de continuidad, se han manifestado y protestado. Gracias a ellos, los nuevos estudiantes Llegan en un momento importante en la historia de la universidad, este semestre, gracias al esfuerzo constante de nuestros profesores, apoyados por nosotros los estudiantes, se realizará la primera renovación en 23 años de los representantes profesorales al Consejo Directivo. Los profesores, con su impulso y organización, nos enseñan democracia y hacen gala de los valores externadistas.
Hasta ahora solo he mencionado los signos de una crisis profunda, pero poco se ha dicho de cómo llegamos a ella. Las razones de la crisis no se han discutido de manera abierta. Esbozo algunas ideas acerca de esas razones.
Una crisis tan grave no es culpa de una sola persona, ni de unas cuantas. Sería torpe e injusto atribuir la responsabilidad total al actual rector. Para usar una metáfora: Henao toca mal una mala partitura. Eso no niega que a veces atina con alguna nota, pero así la tocara totalmente bien, la partitura seguiría siendo mala.
En efecto, el rector ha avanzado en el área de internacionalización e informática, pero su gestión se ha limitado a administrar la crisis y ocultarla con eufemismos. Cuando no la niega inescrupulosamente, como cuando dijo que los críticos solo eran diez gatos, pero que tenían libertad para hacer críticas porque no los iba a despedir[4] (un argumento impensable en una universidad que nació en defensa de la libertad de expresión); o cuando pagó pauta en la revista Semana[5] para vender la transición a las clases virtuales como un éxito.
En mi opinión, la crisis del Externado es una crisis de su régimen, es decir del sistema jerárquico que rige a la universidad. La manera de gobernar la universidad desde hace décadas es sumamente autoritaria, y contraría gravemente sus valores fundacionales.
El autoritarismo consiste en la interferencia arbitraria de una persona en la vida de otras. En un régimen no autoritario puede existir interferencia, pero no puede ser arbitraria. El conflicto existe en cualquier comunidad, como la universidad; y la interferencia justificada (conforme a la razón y la ley) no es autoritarismo. En cambio, el autoritarismo rompe el principio de igualdad, uno de los principios que llevó a fundar el Externado, porque es una imposición caprichosa del que puede, que obliga a pedir permiso a los que no pueden.
Para probar que el régimen del Externado es autoritario y que no concuerda con la ley (con sus normas estatutarias) basta mencionar algunos de los numerosos ejemplos:
Según los estatutos, los miembros del Consejo Directivo tienen un periodo de dos años. Pero solo se renuevan los representantes estudiantiles, pues los representantes de los profesores fueron elegidos en 1998 (!ya hace más de 20 años!), y no rinden cuentas de sus decisiones. Siguen en el cargo porque el estatuto prevé que si no se celebran elecciones continúan ejerciéndolo. Esa situación, nada razonable, es una interferencia arbitraria en la expresión comunitaria y política de los profesores, que les niega su derecho de representación. Henao ha dicho varias veces que hay razones históricas para no celebrar elecciones durante 21 años, incluidos sus ya casi 9 años de rectoría. Es evidente que son razones de conveniencia y, por tanto, autoritarias e inaceptables en una comunidad democrática.
Así como la composición del Consejo no es democrática, su funcionamiento tampoco lo es. No es democrático que el rector niegue la entrada a un representante de los profesores por razones de conveniencia[6]. Ni que rompa la tradición de que los representantes estudiantiles suplentes asistan con derecho a voz, que se ha respetado en rectorías anteriores, para evitar la presencia de los dos suplentes actuales, elegidos conforme a los estatutos. Esta es otra muestra de autoritarismo, porque no da razones para cambiar esa tradición, e interfiere en forma arbitraria en los derechos políticos de los estudiantes, que no tendrían cuatro voces en el Consejo sino dos.
Las actas y demás documentos del Consejo Directivo tienen carácter privado; solo se expide copia integral por requerimiento judicial, lo que obliga a sus miembros a exigir judicialmente el acceso a las actas. Esto también es autoritario, porque el secreto de las deliberaciones niega a los representados el derecho a conocer cómo se gobierna la universidad, y es una interferencia arbitraria porque no está sujeta a más razones que la conveniencia del rector.
Los estatutos de la universidad conservan ciertas formas republicanas del Externado original, principalmente que la composición del Consejo Directivo -máximo y único órgano de decisión de la universidad- consiste de profesores y estudiantes elegidos por sus pares. Sin embargo, como ya es sólo una pequeña caparazón para la camarilla que gobierna, han consultado a unos expertos en gobierno corporativo para modificar su composición añadiendo miembros externos, y tomar otras medidas desconocidas. Las conclusiones del informe se mantienen en reserva, y así la comunidad universitaria no conoce ni puede discutir el futuro que se planea. Esto es medida es autoritaria pues interfiere en la acción colectiva de la comunidad.
La falta de un estatuto docente lleva a que no se garantice la estabilidad de los profesores, de modo que es posible no renovar sus contratos cada año de manera arbitraria, es decir, sin causa justa.
El nombramiento de decanos es potestad exclusiva del rector. Los profesores y estudiantes de la facultad respectiva no participan en su designación. En una universidad supuestamente federal, este procedimiento es una interferencia arbitraria en la vida académica y administrativa de las unidades académicas, pues los decanos no son responsables ni siquiera ante los consejos de facultad, cuyo carácter es exclusivamente consultivo. No es una expresión de federalismo, sino de feudalismo, porque el decano es rey y señor de su facultad. Aunque no todos los decanos actúan de esa manera, pero puede actuar como señores porque las normas lo permiten.
Ni los decanos ni los directores de departamento tienen un periodo de mandato establecido, y es usual que duren varias décadas en su cargo, impidiendo de hecho la posibilidad de que sus profesores y estudiantes influyan en la orientación de cada facultad.
No hay planes de gobierno universitario, es decir, no hay una hoja de ruta que se pueda conocer, discutir, mejorar, aprobar o rechazar. El rector dice que estos procedimientos son innecesarios porque considera que son inventos marxistas, desconociendo falazmente que son la base de toda democracia.
Para que se revise un examen en la Facultad de Derecho es necesario enviar una solicitud a un comité, cuya composición no es conocida, y que nunca expresa las razones para admitir o negar el trámite de una revisión.
El acoso sexual de un jefe de recursos humanos a las empleadas de la universidad es, como otras formas de machismo, un acto autoritario porque interfiere de manera arbitraria en la vida de las víctimas, además de ser sancionado por el código penal colombiano.
La lista de ejemplos es muy larga y basta mencionar los anteriores para demostrar que el régimen monárquico y absoluto de gobierno ha impuesto un orden antidemocrático y ha llevado a la apatía por la discusión pública entre estudiantes y profesores, que encuentran una gran discordancia entre los principios que llevaron a fundar el Externado y lo que hoy se hace realmente en la universidad. Después de una rectoría de casi 50 años, muchos han interiorizado unos valores contrarios, y otros han adoptado un doble estándar: la democracia política en el país y la antidemocracia en la universidad.
Hasta ahora he descrito el régimen interno del Externado, pero no he mencionado porqué entró en crisis. Quizá el cambio de rector hizo patentes las contradicciones entre el ideario original y la práctica política. El cambio de una monarquía absoluta pero ilustrada a un delfinato pone en cuestión algunos intereses y despierta algunas mentes.
La llegada de nuevas generaciones de profesores, más comprometidos, la decadencia de la universidad o la simple desaparición de los ideales republicanos y democráticos de los fundadores han resquebrajado el orden interno del Externado. Hoy, sus gobernantes no tienen atado y bien atado el poder. Es de justicia poética que nuestro lema –Post tenebras spero lucem– recobre su sentido original.
En mi campaña como aspirante a la representación estudiantil pasaba por los salones exponiendo mis ideas. La principal era que debemos volver a los valores fundacionales de la universidad, que debemos recuperar la República que nos arrebataron. En un salón, un profesor interrumpió mi exposición y la calificó de falacia, porque según él, una universidad no es una república.
Una universidad es una comunidad de personas pensantes, comprometida en un proyecto común, el de formar a los nuevos ciudadanos, que debe hacer aportes al conocimiento y al progreso de la población. El contraste de ideas y de opciones alternativas amplía las fronteras del conocimiento y solo es posible en un ambiente de igualdad. De lo contrario, la disparidad de las ideas y las opciones no se resolvería en beneficio de la verdad sino del poder.
Una universidad imparte conocimientos, pero no solo instruye para ejercer una profesión. También es un medio para ampliar y ejercer la libertad; de modo que debe inculcar valor civil, enseñar ética y fomentar la solidaridad[7]. En ese sentido, es la institución más republicana que existe. La universidad es república porque es cosa (res) de todos (publica).
Aun si se piensa que la universidad no es intrínsecamente republicana, el Externado sí lo es por sus orígenes históricos[8]. Se fundó en 1886, en oposición a la dictadura conservadora conocida de la Regeneración. Fue creada por un grupo de radicales, expulsados de otras universidades por los conservadores triunfantes en la guerra civil de 1884-1885. Los fundadores, los abuelos radicales aún se los recuerda, se empeñaron en brindar una educación moderna, librepensadora, al servicio del país, comprometida con el federalismo derrotado en la guerra, y democrática; como lo demuestra el hecho de que a comienzos del siglo pasado fue la primera universidad del país en vincular a los estudiantes al gobierno universitario, muchos años antes de que la ley lo ordenara. Incluso su nombre fue una expresión revolucionaria: Externado, en oposición a internado. Es indudable que la intención de los abuelos radicales era crear una República.
Si queremos, y muchos sí queremos, recuperar la República que se nos ha arrebatado, debemos saber qué es el republicanismo, esa tradición milenaria de la filosofía política que defendían los abuelos radicales. Por ello esbozaré algunas ideas tentativas, que me ha suscitado la lectura de varios escritos, entre ellos los del filósofo catalán, fallecido hace poco, Antoni Domènech, uno de los principales estudiosos del republicanismo en lenguas romances[9]. A quien invito a leer.
Puesto que somos seres corpóreos y gregarios, debemos interactuar entre nosotros para existir biológicamente. Y debido al desarrollo específico de nuestro cerebro, debemos interactuar entre nosotros para existir intelectualmente. Solo compartiendo con nuestros semejantes podemos reconocernos a nosotros mismos y existir individualmente.
Las relaciones con otros y con nosotros mismos, en la familia y fuera de ella, son políticas, es decir atravesadas por relaciones de poder. De ahí que para ser libres no debemos ser esclavizados por nuestros vicios, sino gobernarnos a nosotros mismos con base en la razón; y no ser interferidos arbitrariamente por otros, es decir, ser sujetos de derecho propio. Puesto que somos materialmente independientes, no tenemos que pedir permiso a otros para existir. Esa es la libertad republicana, una libertad material porque tiene los medios para hacer real la posibilidad de elegir.
A la hora de elegir, no nos comportamos considerando únicamente el beneficio propio, sino que, gracias a la razón, y a la existencia de otros motivos, podemos preferir el bien ajeno o colectivo. Por ello es posible la existencia de la República, porque no somos siempre egoístas. Para participar en la discusión pública, dentro de una república, es necesario ser libre.
Para el republicanismo democrático, esa libertad debe extenderse a toda la especie humana, pues siendo naturalmente iguales, capaces de razón, solo diferimos en los medios materiales. Propone, entonces, redistribuir los medios materiales para conseguir libertad externa, e instrucción gratuita para cultivar la razón y tener libertad interna.
El republicanismo también implica que no puede haber gran desigualdad, pues, cuando provoca enormes diferencias graves entre lo que los ciudadanos pueden hacer, niega la libertad de los que tienen menos, y ponen en riesgo a la República, al disputarle la capacidad de definir el bien público[10]. Por esa razón, los Estados de Bienestar dejaron algunas cosas por fuera del mercado, como la sanidad, la educación y la justicia.
El Externado tuvo un origen republicano democrático. Nació en la pobreza y fue refugio de profesores purgados, que no cobraban. Ofrecía una educación abierta y sin discriminaciones. Se cobraba una matrícula porque no había otro medio para financiar los gastos del colegio, no para limitar el acceso al estudio. Desde su fundación, en su ideario figuraba el sentimiento patrio y la confianza en la perfectibilidad de las instituciones humanas. Buscaba contribuir al país en su totalidad, incluidos los desposeídos, que antes y ahora son tan numerosos. Y confiar en la perfectibilidad de la sociedad, que como sabemos pasa por extender la libertad republicana a los que no la tienen.
Una vez constatado que el Externado fue en su origen una especie de república democrática, porque así lo quisieron los abuelos radicales, cabe preguntar qué podemos hacer hoy para recuperar esa república. El régimen está en crisis y no podemos cejar en el empeño. Solo la organización y la movilización de la comunidad nos permitirán recuperar nuestros derechos conculcados. Además, es necesario tener generosidad y altura de miras. En el Externado caben todos los que aman la república. No se debe excluir a nadie, porque en la república democrática que queremos se debe extender la libertad y, por tanto, la ciudadanía a todos lo que quieran. Y debemos ser cuidadosos. La república, cuando se restaure, deberá dotarse de los medios institucionales para que no vuelva a ser sometida y arrebatada, para que se preserve. Muchas generaciones de externadistas pasarán, y la República se mantendrá si luchan por ella.
Quizá una de las razones por la que perdimos la República fue la de ser dueña de un inmenso patrimonio. El Externado es la universidad más acaudalada del país[11], es la principal accionista de uno de los mayores grupos empresariales del país– el grupo Bolívar– con intereses en las finanzas, los seguros y la construcción. Debido a ello, el orden lógico según el cual el dinero es un medio y no un fin en sí mismo se invirtió indebidamente. Debemos superar la confusión entre fines y medios, y entender que algunos medios pervierten los fines. Si el dinero es un medio para cumplir nuestros fines misionales, y se retorna al principio republicano de que es la comunidad exernadista la que determina el bien común, podremos usar responsablemente, con el verdadero significado de la palabra austeridad –el de sobriedad– tanta riqueza. Y hacer realidad la concepción de la educación como un derecho.
Incluso el artículo 1 de nuestra Constitución Política dice: Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general.
El Externado es una república, esto es una cosa pública, es el proyecto común de profesores, estudiantes y administrativos. Por eso, a diferencia de otras universidades no tiene dueño, y así haya gente que la pretenda, no lograran dominarla porque el sentimiento republicano hace parte de la esencia externadista. Ustedes que hoy llegan se convierten en ciudadanos de la República externadista, como tales tendrán derechos y obligaciones, no se pueden desentender, porque lo que es de todos a todos nos debe importar.
Al igual que el Externado, Colombia es una república, que no porque se encuentre secuestrada por un pequeño grupo de poderosos, en contubernio con poderes extranjeros, debe ser abandonada por sus ciudadanos. La ciudadanía activa generalizada, en otras palabras, la participación de todos, sin importar nuestras condiciones económicas y de otra índole, en la discusión pública de los asuntos de nuestro país, es la verdadera democracia, que es mucho más que votar cada cuatro años.
También en ese aspecto llegan en un momento importante para la historia de nuestro país, como todos saben el semestre pasado, millones de colombianos protestamos en el marco del Paro Nacional, con reivindicaciones como la defensa de las pensiones y el empleo, el cumplimiento de los acuerdos, el rescate del sector agropecuario, la protección del medioambiente, entre otros. Como es evidente, se tratan de reclamaciones justas, que son necesarias para que haya democracia real en Colombia, pues esta solo es posible cuando se extiende cierto nivel de bienestar material a todos, con hambre no hay tiempo para pensar en política.
Protestamos porque estamos indignados, y es que hay muchas razones para estarlo, les doy algunos ejemplos, según cifras del observatorio fiscal de la Universidad Javeriana, el 30% de los hogares en Colombia tiene ingresos combinados de menos de un salario mínimo, el siguiente 60% de los hogares gana entre un salario mínimo y 4 millones de pesos, para que un hogar esté en el 2% de más altos ingresos basta con ganar 10 millones y para estar en el 1% basta con 14.
Esta triste realidad no la digo por deprimirlos, menos hoy que es un día especial, la digo para que la sepamos, pero también para que no nos conformemos, no se trata del país y la universidad que nos tocó vivir, se trata del país y la universidad que vamos a cambiar. Queremos estudiar para cambiar la sociedad, ese es nuestro deber como exernadistas.
Muchas gracias por habernos elegido. ¡Bienvenidos al Externado!
[1] Palabras del doctor Fernando Hinestrosa por Honoris Causa. Disponible en: https://n9.cl/qfih
[6] Cfr. Las duras críticas de profesores del Externado a gestión del rector Henao. Disponible en: https://bit.ly/2Y4ojki
[7] Solo los buenos profesores pueden cambiar la vida de un estudiante. Nuccio Ordine. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=e9ijRqnU_7Q
[8] Cfr. Misión e historia de la Universidad. Disponible en: https://www.uexternado.edu.co/la-universidad/historia/
[9] Por ejemplo, Individuo, comunidad y ciudadanía. En Retos pendientes en ética y política. ed. José Rubio-Carracedo, José M Rosales y Manuel Toscano. Suplemento 5 (2000) de Contrastes. Revista interdisciplinar de Filosofía. [ISSN: 1136-9922], pp. 27-42. Disponible en: https://n9.cl/l5vu
[10] La concepción histórica de la libertad republicana para entender el mundo actual. Y una propuesta inmediata. Daniel Raventós. Sin Permiso. Disponible en: shorturl.at/uBINR
[11] Las universidades más ricas de Colombia. El Espectador. Disponible en: https://www.elespectador.com/noticias/educacion/las-universidades-mas-ricas-de-colombia-articulo-889785
Ante el silencio que la Rectoría y la Secretaría General han adoptado frente a varios reclamos e inquietudes que se han enviado desde EL RADICAL, sobre aspectos de interés de la Universidad, este equipo de columnistas publican el derecho de petición que en la fecha fue enviado al Doctor Juan Carlos Henao Pérez.
Ante el silencio que la Rectoría y la Secretaría General han adoptado frente a varios reclamos e inquietudes que se han enviado desde EL RADICAL, sobre aspectos de interés de la Universidad, y teniendo en cuenta que han pasado cerca de dos años y ningún directivo del Externado se ha ocupado de responder o pronunciarse de una manera que alivie los temores que hoy hacen parte de la crisis que atraviesa la institución, este equipo de columnistas publican el derecho de petición que en la fecha fue enviado al Doctor Juan Carlos Henao Pérez.
Esta crisis le está enseñando a la Universidad Externado que tiene mucho por aprender.
Al igual que ha pasado en Colombia y en el mundo entero, en el Externado la pandemia que nos azota ha mostrado con crudeza viejas anomalías enquistadas, secretos guardados a voces, injusticias aberrantes y problemas no resueltos que, aunque se habían aclimatado en la rutina académica, han desembocado en un clamor que no se puede desatender si la Universidad quiere rescatar su liderazgo como centro de pensamiento libre y crítico al servicio de la sociedad.
El marco de todo ello es, sin duda, la enorme distancia que ha ido creciendo entre los principios fundacionales de la Universidad, que las autoridades repiten a modo de mantra, y las prácticas de la gestión administrativa y académica, que no son más que una cadena kafkiana de burocratización arrogante, opaca y autoritaria que se apoderó del quehacer universitario.
Se invoca la libertad, pero los estudiantes sienten un ambiente académico opresivo que llega incluso a episodios vergonzosos de censura; se pregona la austeridad, pero se pretende aumentar la participación accionaria de la Universidad en un grupo financiero; se pone cara de circunspección para repetir la muletilla “de cara al futuro”, pero las estrategias académicas son las mismas de hace 60 años, se alza la voz para recordar la excelencia académica, pero los resultados de las Pruebas Saber Pro, antes Ecaes, y los rankings universitarios muestran resultados preocupantes, y así podría seguirse con un largo etcétera.
Algunos ponen cara de sorprendidos cuando ahora, recluidos todos en nuestras casas, advertimos en la misma pantalla que la publicidad que la Universidad paga en los medios de comunicación, con sus entrevistas condescendientes y sus videos institucionales edulcorados, son respondidos de inmediato, sin concesiones, por centenares de estudiantes que en sus redes sociales nos muestran una realidad muy distinta.
Consideramos que es urgente construir canales de comunicación libre, fluida y útil entre los miembros de la comunidad universitaria para la toma de decisiones. Hay que desterrar las prácticas de gestión secreta de la Universidad: tanto en su manejo administrativo y económico, como en los procesos académicos, tenemos que construir unas reglas legítimas de gobierno universitario que hoy en día no existen.
También es imperioso reorientar la estrategia de gasto en tecnología e informatización de la Universidad. Se han destinado demasiados millones de pesos a sucesivos programas de software y se ha gastado a manga ancha en hacer publicidad de la educación virtual, pero lo cierto es que ahora, cuando todo eso resultaba necesario, hemos visto, por ejemplo, que habilitar un aula virtual supone un trámite tan dispendioso como inversamente proporcional a la utilidad de la herramienta, que el simple correo electrónico es más funcional que todo ese andamiaje informático y que terminamos dependiendo del programa Zoom, que ni es del Externado ni fue diseñado como un software académico.
No podemos dejar de mencionar los descuentos recientemente anunciados para las matrículas del próximo semestre que, aunque suponen obviamente un alivio económico, son poca cosa frente al esfuerzo que se podría hacer desde las directivas de la Universidad. Una institución que, no por poca cosa, es considerada la más rica del país, bien haría en demostrar más generosidad con sus estudiantes, razón misma y fin último de esta casa de estudios.
Todo esto nos ha dejado al descubierto que estamos afrontando una crisis profunda. Una crisis externa impulsada por un problema mundial, acusada por las insuficientes herramientas con las que la Universidad se aperó; y una interna, no sólo detallada en parte en este Editorial, sino por sus componentes expuestos tanto en pasadas ediciones de EL RADICAL, como en otras denuncias de estudiantes y profesores.
Existen ejemplos, sin embargo, de situaciones de crisis en las que las personas dan lo mejor de sí mismas y en las que se aprovechan los cataclismos como terreno fértil para el cambio y el progreso. Así lo pensamos en las páginas de EL RADICAL, que siguen abiertas a todas las propuestas para salir fortalecidos de este desafío histórico al que nos hemos visto enfrentados de modo súbito.
En esta edición, precisamente, se publican varios escritos enviados por antiguos alumnos, en los que se aprecian luces de solidaridad que se irradian hacia el vecindario de nuestra sede histórica, o hacia la necesaria modernización del Consultorio Jurídico para acompasarlo con las necesidades de protección legal de tantos de nuestros conciudadanos.
Saber gestionar diligente y satisfactoriamente estas presiones es lo que la comunidad universitaria Externadista espera de sus directivas: la implementación de cambios selectivos, la apertura democrática y, sobre todo, un escenario de discusión donde la disidencia no sea tomada como dañina, malqueriente, sino todo lo contrario: una voz que puede tener aportes para sacar adelante la Universidad que todos amamos.
Las generaciones futuras nos recordarán por lo que hicimos ante esta encrucijada.
Reflexiones luego de ocho semanas viendo el Externado desde la pantalla de mi computador.
Por: Néstor Osuna.
Profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
El viernes 13 de marzo de este 2020 (desde ya: annus horribilis) tuve la clase que, según parece, habré de recordar como la última presencial en este año escolar. Fue una sesión vespertina de cuatro horas de mi seminario electivo sobre Derechos Humanos, dirigido a los estudiantes de las maestrías en Derecho. Esa misma mañana había tenido mi clase habitual de derecho constitucional con los estudiantes de primer año y, con unos y otros, quedamos de vernos a la semana siguiente. Ya se respiraba nerviosismo en el ambiente: varias personas ponían su frasco de gel antibacterial sobre sus pupitres y otras tantas dudaban si saludarse de mano, de beso o de lejos y fracasaban en el intento de hacerlo con el codo sin que resultara ridículo. Nadie se imaginó, sin embargo, que a partir de entonces nos mudaríamos al mundo raro de las videoconferencias, encerrados todos en nuestras casas, viendo aumentar el número de enfermos y de muertos, pero intentado seguir adelante con nuestros proyectos académicos, sin ninguna certeza aún hoy sobre si todo esto valdrá la pena, ni sobre cuándo podremos volver a la normalidad.
Desde entonces he pasado muchas horas, muchísimas, frente a mi computador en la plataforma Zoom. He sentido el mismo dolor de ojos del que me hablan los estudiantes, he visto que mi dedicación al trabajo se ha incrementado notablemente apenas para mantener el rendimiento de antes y que pierdo la concentración con más facilidad; por supuesto también he descubierto aplicaciones muy buenas de software y trucos que antes no conocía. Como no tengo la obsesión triunfalista que a veces campea entre mis colegas y admito que en todas estas novedades soy un aprendiz, me atrevo a lanzar las siguientes reflexiones en público, fruto de mi experiencia de estas semanas:
Las clases largas son terribles. El Externado se acostumbró a las sesiones de posgrado concentradas en cuatro días con dedicación a jornada completa de los estudiantes, muchas veces con el mismo profesor durante ocho horas seguidas con apenas una breve pausa para almorzar. Estoy convencido de que esas sesiones, así sean presenciales, son una mala estrategia pedagógica. Pero frente a un computador son insoportables. Nadie resiste una conferencia de cuatro o cinco horas frente a una pantalla, y menos aún si el profesor se vale de unas plantillas de power point que sólo le sirven a él. Eso no funciona. Después de 40 minutos nadie está prestando atención. Esta reflexión vale también para las jornadas extenuantes de pregrado, así se cambie de asignatura cada dos horas.
La educación a distancia debe ser primordialmente asincrónica, de modo que le permita a cada estudiante manejar su horario, ver, leer, escuchar o escribir en los momentos que le resulten más propicios, y así reservar los encuentros simultáneos (sincrónicos) para discutir la información recibida, plantear problemas, intentar resolverlos y pensar en soluciones. Dicho en otros términos: las sesiones en video conferencias deben ser marginales. Probablemente esto nos lleve a replantearnos también esa estrategia cuando volvamos a vernos en las aulas de nuestro campus.
Los grupos muy numerosos están haciendo aguas. Es evidente que la única estrategia pedagógica posible cuando un profesor tiene en frente a grupos de 50, 100, 150 o más estudiantes, es la cátedra magistral. Ante esos números, no hay posibilidades serias de hacer un seminario, o de ensayar fórmulas de evaluación permanente. Pero un profesor frente a un grupo pequeño de estudiantes, que pueda combinar unas pocas conferencias magistrales con buenas sesiones de seminario, que sea hábil para hacer sugerencias de acceso a información de calidad y que le deje tiempo a los estudiantes para aprender y pensar, podría darnos como resultado una educación de calidad muchísimo mejor a la que teníamos a principios de este año.
Por supuesto que se me hace agua la boca al pensar en el día en que pueda volver al salón de clases y comenzar con una de las frases más entrañables del ambiente universitario de mi querida ciudad de Salamanca, atribuída por igual a Fray Luis de León y a Miguel de Unamuno cuando retomaron sus cátedras después de lo que ellos les tocó llevar cuesta arriba: “Como decíamos ayer …”
Esta afirmación simplista solo confirma el grotesco intento de las directivas de la Universidad de silenciar la crítica. También, ratifica el gesto totalitario de que por fuera del Externado nadie se entere de lo que está pasando.
Esta afirmación simplista solo confirma el grotesco intento de las directivas de la Universidad de silenciar la crítica. También, ratifica el gesto totalitario de que por fuera del Externado nadie se entere de lo que está pasando.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Cuando empezaron las asambleas profesorales de los últimos tiempos, concretamente en cuanto estalló la crisis de gobernabilidad de la Universidad y la pérdida de credibilidad del Rector Henao y su Secretaria General, Marta Hinestrosa, se hicieron notorias las voces de quienes se rasgaban las vestiduras reclamando que los problemas internos debían discutirse y resolver de puertas para adentro.
No todos hemos olvidado la insólita maniobra que de manera sigilosa y cuando ya el quorum estaba quebrado en una de esas asambleas, protagonizó Adriana Zapata, actual Decana de la Facultad de Derecho. En efecto, en aquella oportunidad, propuso que la Asamblea de profesores aprobara una directriz para los graves problemas que desde entonces sacudían a la Universidad, no fueran comentados en los medios de comunicación. La tesis impensable en la Universidad por esencia democrática y liberal, fue la de que nadie debía enterarse de nuestras dificultades. Entiendo que fue a instancias de la profesora Magdalena Correa que esa asamblea, cuando ya estaba ad portas de aprobar la excluyente propuesta de quien seguramente ya acariciaba su aspiración a la decanatura de Derecho, tuvo que recapacitar y advertir que aprobar semejante solución sería ponerle mordaza a todo.
Claro que mientras las directivas y sus amigos se muestran reacios a que los medios esculquen lo que está pasando y lo que deberá suceder, Henao, valido de la ventaja de pautar en casi todos los medios, goza del inmenso privilegio de conceder babosas y obvias declaraciones sobre lo divino y lo humano. Para eso sí les sirven los medios de comunicación, para el auto bombo y para ir afincando en la retina de ciertos incautos la aspiración de convertirse en procurador apenas concluya el período de lo que ya se conoce como “El Albaceazgo” o también “La década perdida”.
Pero dejemos de lado el uso abusivo de la marca del Externado para intentar abrirse camino en escenarios públicos sin tener merecimientos para ello, y volvamos a lo que es central en esta columna: el grotesco intento de silenciar la crítica, con el simplismo de que la ropa sucia se lava en casa. El gesto totalitario de que por fuera del Externado nadie se entere de lo que está pasando, no ha desaparecido. Todavía hay quienes alimentan esa salida como doctrina o ideología, a lo mejor algunos creyendo proteger la Universidad, sin advertir que ese mutismo obligado es el peor remedio para resolver la grave enfermedad que nos sacude, la cual ya hizo metástasis.
La solución de obligar a los disidentes a que solo se expresen en el ámbito en el que los poderosos todo lo controlan, hasta el aire, es una invitación a que quien proteste o discrepe caiga en el anonimato. Eso es lo que quieren las actuales directivas y sus áulicos: protesten en estas cuatro paredes, que es donde ellos deciden qué trasciende o qué no, y por lo general solo salen las noticias disfrazadas de aciertos, con los que engañan a la comunidad en general.
Valdría la pena que quienes promueven el camino de que todo quede en casa y que nada se lave afuera, recordaran o supieran lo que sucedió en la década de los 50, durante la dictadura civil comandada por Laureano Gómez, el Monstruo. En esos años terribles, primero Ospina Pérez cerró el Congreso cuando se disponía a definir si enjuiciaba o no al mandatario por la inocultable violencia que azotó al país y en particular las comunidades liberales, y luego más tarde cuando Laureano, candidato solitario a la Presidencia de la República, llegó al poder, el terror se incrementó por cuenta de los atropellos oficiales, y entonces se convocó una Constituyente dizque para reformar la Constitución, y acabar con las reformas del año 36, y restablecer el oscurantismo de la Carta Política de la Regeneración, con la que abusaron durante 45 años de hegemonía conservadora.
En septiembre de 1952, luego del entierro de unos policías, el Gobierno del sordo Urdaneta, que por enfermedad de Laureano había asumido el mando, permitió que fueran asaltadas la sede del Partido liberal y las residencias de los jefes liberales Alfonso López Pumarejo, quien ya había ocupado dos veces la Presidencia, y Carlos Lleras Restrepo, quien solo llegaría a este cargo en 1966. López y Lleras tuvieron que asilarse en una embajada y luego salir al exilio, que el tenebroso Gobierno de esa hora se empeñaba en calificar como voluntario. Desde su obligado confinamiento en México, los jefes liberales se volvieron incómodos para el régimen, que no toleraba la crítica porque consideraba traición a la patria que la ropa sucia no se lavara en casa, un hogar donde solo podía expresarse la militancia conservadora. Convocada en 1953 la Constituyente de bolsillo, Laureano hizo incluir en el proyecto de articulado el siguiente texto acuñado en la idea de lavar la ropa sucia en casa y sancionar a todo aquel que se atreviera a criticar al régimen. La odiosa normativa que se propuso fue esta:
“Artículo 13: El Colombiano, aunque haya perdido la calidad de nacional, que fuere cogido con las armas en las manos en guerra contra Colombia, o que en el exterior ejecute actos que tiendan a deshonrar a la República, o que se comprometa en actividades subversivas contra el régimen interior del Estado, O QUE DE PALABRA O POR ESCRITO ATENTE CONTRA EL PRESTIGIO DE LAS AUTORIDADES Y DE LAS INSTITUCIONES DEL PAÍS, SERA JUZGADO Y PENADO COMO TRAIDOR”.
Por fortuna, Laureano fue derrocado por el golpe de opinión de Rojas Pinilla, y la tenebrosa disposición que buscaba constitucionalizar la teoría de “la ropa sucia se lava en casa” criminalizando la crítica hecha desde el exterior, quedó sepultada.