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Este organismo debe superar la excesiva benevolencia a la actuación del Rector, caracterizada por su reiterada procrastinación y evidente manipulación.
Este organismo debe superar la excesiva benevolencia a la actuación del Rector, caracterizada por su reiterada procrastinación y evidente manipulación.
Por: Hernando Parra.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
La reunión de profesores celebrada el 3 de abril del año pasado configuró sin lugar a dudas un hecho histórico en la vida del Externado, pues convocada simplemente para motivar un supuesto respaldo a la prórroga del período del Rector, despertó súbitamente -ante la simple lectura de una disposición estatutaria- la figura del Consejo de Profesores, órgano de clara estirpe democrática y participativa, acorde del todo con los principios fundantes de nuestra Casa de Estudios.
Ante esta nueva realidad, y con el evidente propósito de avivar la criatura, el cuerpo profesoral reunido entonces con la significativa presencia de miembros de todas las facultades, encontró que la primera tarea que le correspondía atender era la de darse su propio reglamento, y para coordinar esa actividad se propuso la creación de un llamado Comité de Impulso, espontáneamente conformado por varios docentes, quienes además de expresar su deseo de contribuir a esta causa, dieron a conocer algunas iniciativas, merced a las cuales recibieron el respaldo expreso y tácito de casi todos los asistentes.
Pasado mucho más de un año, puede llevarse a cabo un balance de la gestión adelantada por el mencionado Comité, para afirmar que la devoción y dedicación de sus miembros, su compromiso con el proceso, y el solo hecho de conservar vigente el propósito que los inspiró, merece el reconocimiento de todo el estamento docente.
Hernando Parra, profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Sin menoscabo de lo anterior, es hora de hacer un llamado a este Comité para que supere el estado de excesiva benevolencia y cierta candidez que ha asumido ante la actuación rectoral, caracterizada por su reiterada procrastinación y evidente manipulación.
En cuanto a lo primero, inaceptable e irrespetuoso fue el tratamiento otorgado al estudio del reglamento del Consejo de Profesores, cuando luego de su remisión al Consejo Directivo, su evaluación sólo inició cuatro meses después, para no mencionar las incumplidas promesas de convocatoria a elección del Consejo Directivo de la Universidad formuladas ante dicho Comité; y en cuanto a lo segundo, los términos de la aprobación del reglamento del Consejo de Profesores reflejan de manera clara el deseo porque dicho órgano estatutario no logre estructurarse como cuerpo deliberante en la Universidad.
Ciertamente, las disposiciones de este reglamento finalmente aprobadas por el Consejo Directivo, contemplan aspectos que no permiten, ni su consolidación, ni su funcionamiento, pues los altísimos porcentajes de quórum tanto deliberatorio como decisorio, así como la exigencia de su conservación durante las reuniones, y la compleja integración de la Secretaría del Consejo de Profesores, lo conducirán a su absoluta inoperatividad, en la práctica.
Es el momento entonces de promover por parte del Comité de Impulso una nueva revisión del reglamento del Consejo de Profesores y de incluir nuevas temáticas para su consideración, de tal suerte que se conjure así el estado de aletargamiento en que se encuentra. Como nuevos asuntos a tratar se destacan el estatuto docente, “otra promesa incumplida”, el estímulo a la formación de profesores en el exterior y la exigencia de una debida rendición de cuentas por parte de los administradores de la Universidad.
El Comité de Impulso no se puede extinguir, sin asegurar el buen futuro del Consejo de Profesores. ¡Este es su Desafío!
Adenda:¿Tiene el Rector la competencia exclusiva para convocar elecciones al Consejo Directivo de la Universidad?
El Externado está viviendo un período definitivo para su futuro, por lo que debe luchar por una apertura democrática y transparente, iniciando con la reglamentación para institucionalizar el Consejo de Profesores y el Consejo Directivo.
La autonomía universitaria, la democracia y la transparencia
El Externado está viviendo un período definitivo para su futuro, por lo que debe luchar por una apertura democrática y transparente, iniciando con la reglamentación para institucionalizar el Consejo de Profesores y el Consejo Directivo.
Por: Saúl Sotomonte.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
La Corte Constitucional teniendo en cuenta que el artículo 2º de la Constitución Política consagra como fines esenciales del Estado “servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución”, en Sentencia T-2 de Mayo 8 de l.992, afirmó: “Por lo tanto el principio de la autonomía universitaria, consagrado en el artículo 69 de la Constitución, debe ser leído en el marco del artículo 2º, por ser la primera una norma orgánica, mientras que este último es un principio material que irradia toda la Constitución”, interpretación que permite señalar que la participación de la comunidad universitaria consagrada en el artículo 68 de la misma y reconocida por la Corte Constitucional en Sentencia T-525 de 2.001, no puede ser afectada por la invocada autonomía universitaria, sino todo lo contrario.
Como derecho de consagración constitucional y legal que es, debe atenderse en forma amplia dentro de los parámetros no sólo de la Constitución, la ley y los estatutos, sino también bajo los postulados de la democracia y de la transparencia y teniendo en cuenta la naturaleza y los fines de la institución por dirigir. Siendo éstas últimas la de una Fundación, la cual no tiene propietarios sino beneficiarios, por lo que nadie puede pretender su control como si fueran los primeros, por lo que tampoco se puede buscar un beneficio económico de manera directa o indirecta, pues su finalidad es la educación y no el ánimo de lucro. Pretender lo contrario en uno u otro caso es contrario a la Constitución, a la ley, a los estatutos, a la ética y a la moral.
Sin embargo, puede suceder que al igual de lo que acontece en ocasiones con la Constitución Política que una es la formal o escrita que contiene todo lo deseado, hasta lo que está de moda, y otra la real, la que se aplica o lo que es peor, que no se aplica, y para el caso de las universidades todo se puede escribir en sus estatutos y reglamentos pero en la práctica se desconocen de manera directa con interpretaciones acomodadas o con la dilación o el silencio, lo que sería contrario a los principios democráticos y de transparencia.
Saúl Sotomonte, profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
En este momento el Externado está viviendo un período definitivo para su futuro, por lo que debemos luchar por una apertura democrática y transparente para el Gobierno universitario, lo que se inicia con la reglamentación para institucionalizar el Consejo de Profesores y el Consejo Directivo, lo que habrá de hacerse dentro de los postulados de la democracia y de la transparencia, de manera que los antiguos sin mérito alguno, no se perpetúen en sus cargos y en su lugar se de paso a las nuevas generaciones, y para mantener la independencia de los mismos y evitar conflictos de interés no se debe elegir en tales cargos a Decanos o Directores de Departamento, puesto que éstos tienen una dependencia del Rector más allá de lo académico y además, no obstante ser ordenadores del gasto terminen aprobando sus propias cuentas en su condición de miembros del Consejo directivo.
Pero al igual de lo que acontece con la Constitución Política, en nuestro caso esperamos que los reglamentos en torno a la elección de los dos órganos no sean desconocidos o violados de manera directa o subliminal mediante estímulos o amenazas en torno a los contratos de trabajo, o lo que sería peor, que se pretenda perpetuar a los Directores como si se tratara de una propiedad privada.
Este es un momento histórico para la institución. Por encima de intereses personales que algunos abrigan, democraticemos nuestra Universidad. Con independencia, desprendimiento y gallardía hagamos de la misma un verdadero centro en donde brillen los principios democráticos y de transparencia como lo buscaron sus fundadores. Que las directivas actuales rindan cuentas de su gestión.
Abramos el gran debate para que la Comunidad Externadista se entere de lo bueno y lo malo que se ha hecho y de las dificultades a que estamos abocados.
Alrededor de la imagen del Doctor Fernando Hinestrosa giran muchas historias, especialmente en su época de docencia y que comprometen anécdotas con varios estudiantes.
Alrededor de la imagen del Doctor Fernando Hinestrosa giran muchas historias, especialmente en su época de docencia y que comprometen anécdotas con varios estudiantes.
Por: Juan Pablo Estrada.
Profesor de la Universidad Externado de Colombia.
Desde mis ya lejanas épocas de primíparo he disfrutado con las historias que dan cuenta de sucesos supuestamente ocurridos en los salones y pasillos de nuestro Externado. Con el paso del tiempo pude corroborar algunos y desmentir otros.
Como suele suceder con las historias transmitidas vía oral –en la época en las que ocurrieron los hechos los celulares con cámara eran ciencia ficción y no hay registros, como ocurre hoy–, muchas de ellas tienen distintas versiones, otras desfiguraciones protuberantes en relación con lo que narran quienes afirman haber estado presentes, pero ninguna deja de ser divertida.
De modo que para darles a mis lectores un merecido recreo y volver en la próxima edición de EL RADICAL a ocuparme de los graves sucesos que siguen teniendo crispados los ánimos en nuestra comunidad, voy a compartir un par de leyendas de las que, al parecer, fue protagonista el Doctor Fernando Hinestrosa, con la esperanza de que alguien las confirme o las desmienta.
Juan Pablo Estrada, profesor de la Universidad Externado de Colombia.
Tal vez una de las más populares historias del Externado da cuenta de la celebración de un examen oral de Obligaciones, cátedra por muchos años regentada por el Doctor Fernando. Cuenta la leyenda que la prueba se llevó a cabo en el teatro y que el maestro fijó con claridad las reglas de la evaluación en forma previa, como corresponde: “una pregunta, una respuesta. Uno o Cinco”. Luego se dirigió a uno de los alumnos y le dijo “¿Cuál es su nombre?” y el estudiante se puso de pie y dijo “Richard Tovar Cárdenas” y se sentó de nuevo. El Doctor Hinestrosa lo increpó: “¿Por qué se sienta, no va presentar el examen?” y el alumno respondió “Usted fue claro Doctor, una pregunta una respuesta. Ya preguntó y ya le respondí en forma correcta”. Dice la historia que el evaluador validó el ingenio del estudiante y le puso un cinco. ¿Mito o realidad?
También he oído mil veces la historia de un examen final de Derecho Romano II, que también regentó por años el Doctor Hinestrosa. Según los narradores el examen se llevaba a cabo en la rectoría en grupos de a tres estudiantes. Para la época de los hechos era admitida una sola evaluación al año cuya nota correspondía al cien por ciento de la nota de la materia. Cuenta la leyenda que en uno de los grupos estaba un estudiante de la Costa Caribe, famoso por su don de la palabra y su disposición para no asistir a clase. El Doctor Fernando, sin los apremios de la tutela y los otros males que hoy dejan casi inerme al evaluador, hizo una sola pregunta: “¿Señale y explique la definición de obligación de Justiniano?”. Dicen que el evaluado se despachó tremendo discurso que no correspondía con lo preguntado, pero que a oídos de cualquier incauto se sostenía. El maestro, en la mitad de la exposición le dijo “tres” y el costeño dejo ver su sonrisa. Tres en un cien por ciento de Romano II con Hinestrosa legitimaba una buena juma. Luego el maestro completó la frase “tres veces lo vi en clase, con razón no sabe qué le estoy preguntando. Tiene uno”. ¿Mito o realidad?
Verdades o simples leyendas urbanas, sin duda dan cuenta de otras épocas que añoramos y que esperamos regresen pronto, porque las historias de lo que ocurre hoy en nuestro Externado más que hilaridad producen miedo.
Aunque se quiera desmentir estos presuntos hechos, lo cierto es que cada día se conocen más denuncias anónimas que comprometen la imagen de la Universidad. Pues como dice el dicho: “cuando el rio suena es porque piedra lleva”.
Más líos de faldas, acosos y abusos en el Externado
Aunque se quiera desmentir estos presuntos hechos, lo cierto es que cada día se conocen más denuncias anónimas que comprometen la imagen de la Universidad. Pues como dice el dicho: “cuando el rio suena es porque piedra lleva”.
Por: Juan Simón Vásquez.
Ex representante de Estudiantes ante el Consejo Directivo de la Universidad Externado de Colombia.
Continuando con el deplorable asunto del acoso sexual universitario, que de ninguna manera constituye un asunto menor, una línea más o una crítica destructiva, sino por el contrario, un contexto que demanda atención y medidas de acción por lo denigrante que resulta este hecho para la dignidad humana, he tomado la decisión de no callar y seguir denunciando.
En efecto, durante el paso por diferentes órganos directivos del Externado, fui advertido por diferentes estudiantes de presuntas situaciones de acoso perpetradas por docentes que, aprovechándose de sus posiciones académicas, buscaron de una u otra manera satisfacer sus lujuriosos deseos.
Más allá de las objeciones a estas conductas, la verdadera pregunta que surge es: ¿Qué medidas o buenas intenciones materializadas en acciones ha adoptado la dirección de la Universidad Externado para enfrentar y resolver este flagelo? La seguridad de estudiantes y trabajadores no se limita a la salvaguarda de la integridad patrimonial de estos, sino también a la integridad moral y física de todos.
Juan Simón Vásquez, ex representante de Estudiantes ante el Consejo Directivo de la Universidad Externado de Colombia.
El asunto torna vital importancia máxime cuando, en criterio del Rector Henao –como en alguna ocasión manifestó–, “las estudiantes le tienden ‘trampas’ a algunos profesores”. Independientemente a la posibilidad de certeza sobre el criterio de éste, su conclusión deriva de una investigación inexistente que deviene en conjeturas o excusas para justificar su inacción al respecto. Porque la verdad sea establecida, si alguna persona denuncia ser víctima de acoso sexual en la Universidad Externado, el asunto no será materia de investigación. En caso que la queja provenga de estudiantes, la denuncia la asume la dirección de Bienestar Universitario con una conclusión lamentable para el alumno(a) y es exponerse a que su victimario conozca las acusaciones en su contra. Por otra parte, si proviene de un trabajador (a), sería bueno saber que ha hecho la Jefe de Desarrollo de Personal con estos temas, como quiera que sus consejos de retirar las denuncias siempre serán de alarmante utilidad para las víctimas.
Como justo resulta, no podemos satanizar la inacción del Rector, pues esta eventualmente deviene estratégicamente inocente. Debe reconocérsele que ha expulsado a docentes por conductas como estas exclusivamente cuando ha sido constreñido por las víctimas o representantes de éstas, so pena de publicar los sustentos probatorios –consistentes en audios– que evidencian estas circunstancias. Debe anotarse que no ha sido su voluntad actuar así, sino el temor a perjudicar su imagen de rockstar frente a los estudiantes y medios de comunicación. Corolario de ello, ciertas renuncias intempestivas de docentes sin que medie razón conocida por la comunidad, pues en los últimos años han sido sacados algunos con absoluto misterio y las víctimas de estos se encuentran asiladas en otras universidades.
Por otra parte, estas líneas han tenido efectos interesantes, como múltiples acercamientos de funcionarios y ex funcionarios por diferentes medios, entre ellos el anonimato, como quiera que han expuesto que presuntamente el Rector y la Secretaria General encabezan bloques de persecución para quien hable en contra de sus oscuros intereses de continuar con la apropiación de la Universidad. Es el caso de una queja anónima que recibí recientemente y reza -textualmente-:
“Hola Juan.
Soy un (a) exfuncionario (a) de la U, que le duele lo que pasa con la institución. El Exterminio como llama Juan Carlos a la Universidad, no solo se convirtió en un fortin de ratas y personas que cambiaron la cultura organizacional de la Institución. Malas acciones y pésimos manejos, maltrato por parte de los jefes, abusos en muchos escenarios, trabajos de domingo a domingo, jefes que no respetan los domingos enviando correos y trabajos a sus subalternos y persecuciones permanentes. (…) Retórica de los poderosos que cada vez utilizan o son los que indican que tienen orden de sacar a el que ellos indiquen con el beneplácito de Juan Carlos. (…)”[1].
Adicionalmente, agrega delicadas denuncias contra tres funcionarios de alto rango de la Universidad (dos Decanos y un Director Administrativo).
Esto nos muestra que el abuso de poder en la Universidad existe y afecta a muchas personas que no son consentidas del régimen actual o que lo fueron, y que sin piedad fueron excluidos del favoritismo elitista que gobierna la Universidad Externado.
[1] El texto es fiel copia del original con ciertas precisiones con el único propósito de proteger a la fuente.
No hay mayor falacia que este ambiguo lema, que con el paso del tiempo se volvió la mayor contradicción en la Universidad.
Por: David Orlando Mesa.
Estudiante de la Universidad Externado de Colombia.
Un recuerdo importante de cuando apenas ingresaba a la Universidad fue la inauguración de los edificios H e I, pero más allá de una bien lograda obra arquitectónica, me llamó la atención el discurso del rector Henao y su lema de “espacios para la libertad”, que enarbolaba ese espíritu liberal del Externado. Para mí, la magnánima obra arquitectónica de los nuevos edificios, aunada a las palabras que revivían la lucha de la institución contra las injusticias conservadoras, suscitaba un discurso poderosísimo que llenaba el orgullo externadista.
Pero la desilusión se da un año después, cuando me fijé que las palabras a veces contradicen a las acciones con una situación bastante anecdótica que me permitiré traer a colación.
Antes que nada, quiero acotar que esto no es ningún “berrinche”, es una reflexión de lo mucho que se habla de “espacios para la libertad” y de lo poco que se practica. Para este segundo semestre, nuestro grupo fue reubicado a un salón bastante precario, lo cual no sólo coarta condiciones necesarias para el proceso de aprendizaje y la interacción docente-estudiante, sino que también cuenta con grandes problemas de sanidad y seguridad, pues el espacio es tan reducido que en caso de un siniestro no habría lugar a una adecuada evacuación y los virus se propagan con bastante facilidad y rapidez entre las personas, de hecho algunos de los catedráticos se pronunciaron expresando el respectivo malestar.
¿El argumento? Que un profesor (que, a propósito, no nos dictará clase hasta el segundo corte) tiene problemas de movilidad, situación que es de lo más comprensible, lo que parece irrazonable es que nos hayan trasladado a inicio de semestre y de forma permanente para una materia cuya intensidad horaria es de 3 horas por semana.
Los estudiantes no nos limitamos a manifestar el descontento, pasando de forma adecuada por el conducto regular, sino que propusimos soluciones, de manera que todas las partes llegáramos a un punto de bienestar aceptable, el proceso esclareció algo que nunca se nos quiso sostener de frente: el problema no eran los inconvenientes de movilidad de nuestro docente, eso sólo fue un pretexto, el verdadero inconveniente es que la planta física resultó incapaz para albergarnos de forma óptima, nos dimos cuenta de que nuestra antigua aula ya fue ocupada por otro grupo, que, como se nos revelaría, es más grande que nosotros, dicho de forma mucho más coloquial “no hubo cama para tanta gente” y alguien tenía que soportar dicha carga, en este caso fuimos nosotros.
Mi punto en esta anécdota es que todavía retumba, con fines comerciales, ese lema de “espacios para la libertad”, de lo que podemos decir que la libertad no sólo es un valor incorpóreo, sino que es un valor que también se refleja en las situaciones más cotidianas y físicas, un valor que, se supone, una universidad como la nuestra debería salvaguardar, pero como se evidenció en este caso, el Externado nos ató a un ambiente precario para la educación, nos encadenó en un espacio inseguro e insalubre, en fin, se nos sometió a seguir las decisiones arbitrarias y lesivas de la administración.
Recientemente se nos abrió un pequeño destello de esperanza para tener mejores condiciones, pero a la larga, no son más que promesas que aún están en el aire y buscan apaciguar el descontento.
Primero como estudiante, luego como graduado y hoy como profesor emérito exijo que la Universidad recuperé su institucionalidad y retome el rumbo del éxito que se ha perdido lamentablemente en los últimos años.
Primero como estudiante, luego como graduado y hoy como profesor emérito exijo que la Universidad recuperé su institucionalidad y retome el rumbo del éxito que se ha perdido lamentablemente en los últimos años.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Mi padre fue abogado externadista, también lo es mi hermana. Crecí en Buga alimentando la ilusión de que algún día estudiaría en la misma Universidad donde mis mayores se habían educado. Corrían los finales de 1969, acababa de graduarme como bachiller y llegué al Externado
Antes he de referir que en 1968 conocí en Buga al entonces Ministro de Justicia, Fernando Hinestrosa, quien llegó a inaugurar una cárcel. No me era extraño su nombre porque desde niño y a pesar de que mi padre había muerto cuando yo tenía cinco años, sabía que habían sido condiscípulos de la promoción de 1951, en cuyo mosaico paradójicamente aparecen sus fotos seguidas. Recibí el abrazo cálido del doctor Hinestrosa y su alegría cuando le expresamos con mi hermana que nos proponíamos estudiar en su Universidad.
El 2 de febrero de 1970 llegué a Bogotá e inicié mi carrera de abogado, la cual fue un recorrido apasionante, porque además de encontrar profesores titanes del verbo y de la dialéctica como Gregorio Becerra, Luis Fernando Gómez, Alfonso Reyes Echandia, Daniel Manrique, Enrique López de la Pava y Samuel Finkelstein, para mencionar los que se vienen desordenadamente a mi memoria, tuve la fortuna de conocer un ramillete de jóvenes juristas que ya empezaban a brillar como docentes y abogados, como Antonio Cancino, Manuel Gaona Cruz y tantos otros que luego se volvieron imprescindibles en la historia del foro y la jurisprudencia.
Ramiro Bejarano, profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Me hice abogado en unos años tempestuosos durante los cuales la protesta estudiantil era diaria. No hubo suceso que no hubiésemos discutido los estudiantes de entonces, ni huelga en la que no hubiésemos participado. Era otro país y un Externado distinto al de hoy.
Egresé de la Universidad acariciando el sueño de hacerme docente y de viajar a Francia, ninguna de las dos cosas fue fácil, pero lo logré gracias a mi recorrido académico, aunque en mi estancia en el país europeo no hubo beca alguna del Externado sino del Gobierno galo por cuenta de un suceso fortuito en el que intervine profesionalmente que me hizo acreedor a esa distinción.
Regresé de Francia a mi incipiente labor de docente y no he parado en ella ni siquiera en los agitados años en los que dirigí el DAS, entre 1994 y 1996. Me hice profesor titular, más tarde ordinario y hoy pertenezco a la honrosa legión de profesores eméritos, distinción que en los tiempos de este milenio poco o nada cuentan.
Soy, pues, testigo de excepción y protagonista de 49 años de la vida de esta Universidad, cinco como estudiante y el resto como profesor. No fui de la guardia pretoriana del Doctor Fernando, porque no me gustan esas militancias ciegas e incondicionales. Eso lo sabía él y en ese escenario me trataba con cariño, respeto y cordialidad inolvidable.
Muerto el Doctor Hinestrosa el panorama del Externado empezó a transformarse no precisamente para bien. Apenas cerrada su tumba convoqué a un mítin en la Universidad cuando a mi juicio se hizo notorio que la elección del sucesor estaba siendo manipulada. Esa noche curiosamente luego de esa reunión intempestiva pero que hizo historia, por fin el Consejo Directivo terminó ungiendo a Juan Carlos Henao como Rector por un período de seis años, reelegible sólo por tres, con lo cual se buscaba acabar con la equivocada postura de nombrar rectores vitalicios. Igualmente, se dispuso que el nuevo Rector no podría ejercer su profesión de abogado, salvo que el Consejo Directivo le extendiera autorización en los excepcionales asuntos en que decidiese intervenir, en el entendido de que iba a ser ocasional y no habitual.
Los primeros días de Henao fueron de incertidumbre pero posteriormente su rectoría terminó enredada en camarillas, decisiones privilegiadas, la pérdida de liderazgo y sobre todo extraviando el rumbo de una Universidad que se había caracterizado por honrar sus raíces contestarias. Fruto de esa crisis ha sido este periódico virtual, El Radical, que ya llega a su novena emisión, haciendo también historia.
La crisis de hoy es de todos conocida. Hay quienes sostienen que esto jamás sucedió en vida del Doctor Fernando, y la comparación es necia. Que en épocas del Doctor Hinestrosa nadie hubiese reclamado como hoy, no significa que todo estuviera bien entonces, sino a dos razones: la primera, que si bien existían también situaciones semejantes a las de hoy, el anterior Rector supo controlar los brotes de inconformidad y estuvo atento a que no crecieran; la segunda, se deduce de la anterior, quien le sucedió no ha tenido tacto ni prudencia en el manejo de sus responsabilidades, porque ha obrado con el criterio de privilegiar a quienes considera de su entorno y ha dividido la Universidad a extremos irreconciliables.
Esta crisis no cesa, ni cesará mientras las directivas no enderezcan el rumbo. No será con amenazas ni con emboscadas rectorales en los pasillos o en los salones, como las aguas agitadas deben volver a su cauce. Los externadistas estamos hechos de una fe indestructible en los principios. A eso le seguiremos apostando. Habrá dificultades para rato.
¿Qué ha pasado con nuestra acreditación internacional?
Se nos está haciendo tarde para recibir este importante reconocimiento y la competencia nos sigue tomando ventaja.
Por: Hernando Parra.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Desde el 2009 el Externado señaló que la acreditación internacional sería uno de sus objetivos inmediatos; sin embargo, han pasado diez años y el tema, como tantos otros, ha sido marginado -por no decir descuidado- con evidente impacto en la imagen y proyección de la Universidad.
La acreditación en materia de educación corresponde a un indicador relativo a la existencia comprobada de ciertos requisitos de calidad de la institución, o de uno o varios de sus programas. Es un sello de calidad, un símbolo que afianza el nombre de la institución o programa que lo ostente. En buena parte del mundo, son los organismos públicos de supervisión de la educación los que atienden los procesos de acreditación. En Colombia, esta función la cumple el Consejo Nacional de Acreditación – CNA -, creado en 1992 como agencia dependiente del Ministerio de Educación Nacional (MEN).
En cuanto a la acreditación local, el Externado logró su renovación en septiembre de 2012, con vigencia de ocho años; lo anterior significa entonces que a estas alturas del año debe haberse iniciado ya la tarea de la futura renovación, que esperamos se surta exitosamente, aún a pesar de las vicisitudes de nuestra institución en la actualidad, como la fractura y desmotivación del cuerpo profesoral, el rezago de los programas académicos de pregrado, la ausencia de un Gobierno corporativo donde la transparencia y la divulgación de la información sean pilares de su ejercicio, y la presencia de un Consejo Directivo profesoral anacrónico y sin liderazgo.
En relación con la acreditación internacional, el objetivo parece lejano, pese a que resulta evidente que las tecnologías de la información y las comunicaciones, y la tendencia globalizante de las competencias profesionales, están forzando la creación de espacios de integración regional para acreditar los procesos educativos, circunstancias esas que al parecer no han sido advertidas claramente por los directivos de nuestra Casa de Estudios. En efecto, tanta importancia ha cobrado la acreditación internacional por los motivos mencionados, que las agencias locales de acreditación en todas las latitudes, están buscando agruparse con sus pares, más allá de sus propias fronteras, para convalidar sus metodologías y reconocer que las redes científicas son internacionales, y que los profesionales de hoy tienen que formarse, no solo en habilidades domésticas, sino también universales, empezando por el dominio de lenguas diferentes a las nativas.
Hernando Parra, profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
En nuestro país desde 2007, el CNA -consciente de que no existe una única agencia Internacional de Acreditación, sino de redes de agencias locales de acreditación por programas o proyectos académicos– viene promoviendo una “estrategia de internacionalización de programas de pregrado y posgrado”, que incluso puede abarcar los de doctorado, con miras a que las instituciones de educación superior colombianas superen su tendencia a compararse con sus pares internos, y asuman el reto de medirse frente a sus homólogas en otras naciones.
En ejecución de la citada estrategia, muchas universidades colombianas se dieron a la tarea de extender su acreditación, y si bien las políticas gubernamentales se orientaron especialmente respecto de las llamadas ciencias duras, lo cierto es que varias facultades de administración de empresas, finanzas y contaduría han alcanzado su reconocimiento internacional. Ejemplo de ello es la acreditación que le fue concedida a la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes, por parte de la Asociación para el Avance de las Escuelas de Negocios, (AACSB), por sus siglas en inglés, o la otorgada a esa misma Facultad, pero de la Universidad de La Sabana, por parte de EPAS[1].
EAFIT, por su parte, consiguió para su Facultad de Contaduría el reconocimiento del Consejo de Acreditación en Ciencias Sociales, Contables y Administrativas en la Educación Superior de Latinoamérica (CACSLA), de México.
Así pues, nuestras facultades de Economía, Finanzas, Administración, y Ciencias Sociales, pueden lograr también su reconocimiento internacional, e incluso la Facultad de Comunicación Social y Periodismo puede aspirar a su evaluación por parte del Consejo Latinoamericano de Acreditación en la Educación en Periodismo CLAEP.
En todo caso, no puede olvidarse que nuestra acreditación internacional debe ser un imperativo, a la manera de cómo la obtuvo el año pasado la Universidad del Rosario, por parte de la Agencia Europea de Aseguramiento de la Calidad (EQAA), en cuyo reporte final se destacó de esta última su cultura de planeación y consenso sobre los objetivos estratégicos, su compromiso con el liderazgo transformador y la existencia de recursos y mecanismos consolidados para el apoyo de la investigación.
¡Ojalá algo similar pudiera predicarse del Externado!
[1] Education Policy and Standars Institution.
Así nos llama el Rector del Externado a quienes decimos verdades incomodas para la Universidad. Esa frase despectiva y arrogante también es una forma de corrupción, al ignorar, minimizar o ridiculizar a los contrarios.
Así nos llama el Rector del Externado a quienes decimos verdades incomodas para la Universidad. Esa frase despectiva y arrogante también es una forma de corrupción, al ignorar, minimizar o ridiculizar a los contrarios.
Por: Juan Pablo Estrada.
Profesor de la Universidad Externado de Colombia.
Tenía lista una columna acerca del deporte en el Externado, tema que me parece sensible y que está de moda por cuenta de los triunfos de nuestros deportistas que, casi siempre para lograrlos sacrifican la calidad de su educación superior a diferencia de lo que ocurre en otras latitudes, en donde el deporte universitario es la incubadora de campeones. Me ocuparé en la próxima edición.
Hoy debo dar cuenta de un par de temas que surgen de mi ocasional encuentro en Bucaramanga con el Rector Henao. Dejo claro que, durante sus épocas de becario en Francia, cuando fue mi profesor en posgrado y maestría, así como durante su periplo como Procurador Delegado ante el Consejo de Estado, tuvimos una relación más que cordial que incluso podría calificarse de incipiente amistad. Sin embargo, luego de nombrado Rector es la tercera vez que me cruzo palabras con él, a pesar de mis intentos fallidos de hace unos años por obtener una cita solo para saludarlo y felicitarlo. Uno en un entierro y otro en la Cámara de Comercio, y el encuentro del pasado viernes. A eso se ha limitado mi relación en estos años con Henao en el poder.
Me encontraba en uno de los salones del antiguo Hotel Bucarica a punto de iniciar mi clase en la especialización de Derecho Procesal Civil, cuando irrumpió –es la palabra exacta- el Rector, y desde la parte de atrás del salón me dijo “el Doctor Estrada, opositor y todavía no lo han echado del Externado”. Su sonrisa en la cara me aclaró, que no a los estudiantes, que no se trataba de una amenaza velada, sino de un chiste un poco flojo, con el que arrancó una franca y cordial conversación de casi veinte minutos.
Juan Pablo Estrada, profesor de la Universidad Externado de Colombia.
No voy a incurrir en la ligereza de convertir en columna esa conversación privada, pero por su relevancia voy a tocar dos temas que salieron a flote luego del “saludito rectoral”, pues de ellos me he ocupado en esta columna en el pasado y han sido tema de varios editoriales de El Radical que he compartido en forma íntegra.
Ofrezco excusas a mis lectores si estas líneas superan el espacio habitual, pero el asunto lo amerita.
La Rectoría es de puertas abiertas, respeta, tolera y promueve la crítica respetuosa
No tengo duda de que esa sea la premisa, de labios para afuera. Pero los hechos son tozudos y demuestran lo contrario. La Rectoría sí tiene las puertas abiertas, pero no para los críticos, sino para los áulicos y aplaudidores, a quienes la lagartería los ha llevado incluso a anunciarse, abusivamente y desmentidos ya, como “voceros del Rector”. Ese es el precio que se paga por promover esos sistemas de poder casi monárquicos, en los que la cercanía con el “rey” hace poderosos a mediocres, promueve abusos y aísla al monarca, a quien solo le dicen lo que quiere oír. Si queda algo del Henao que conocí, debería pasar del dicho al hecho y promover un debate abierto y franco sobre el manejo y futuro de nuestro Externado, con reglas claras, temas definidos, desde luego en un ambiente propositivo y constructivo. Que nadie se llame a engaños, los Radicales nos debemos al Externado y solo queremos lo mejor para nuestra casa de estudios. Mientras ello no ocurra, quienes vemos las cosas de otro modo y no tenemos el privilegio de “entrar” a la Rectoría tendremos que seguirlas diciendo en otros escenarios, recibiendo el calificativo de opositores.
En el Externado no hay corrupción y esa es una acusación injusta y temeraria
Para abordar este tema lo primero que hay que tener claro es ¿Cuál es alcance del concepto de corrupción? Si incurrimos en el error de sostener que es solo apropiarse de recursos, pues sin duda quien esto escribe no tiene pruebas de que ello ocurra en el Externado –aunque seguimos sin conocer los resultados de la famosa auditoria y la anhelada rendición de cuentas, que podrían evidenciar otras cosas-.
Para no entrar en terrenos farragosos, me limito a la definición de la RAE. Corrupción es la acción y efecto de corromper. Depravar, echar a perder, sobornar a alguien, pervertir, dañar. La corrupción, en consecuencia, puede tratarse de una depravación moral o simbólica. Se corrompen las tradiciones, por ejemplo. Y ciertas afirmaciones en boca de un directivo del Externado contribuyen a la corrupción del respeto a la crítica, que en el Externado debe ser sagrado. La corrupción es también incurrir en “abusos del poder” para obtener ventajas ilegítimas y defraudar la confianza pública.
Puesto el concepto en ese contexto, legítimo y cierto, sí es posible sostener que en el Externado hay hechos de corrupción. Decir, por ejemplo, que quienes escribimos en El Radical lo hacemos porque queremos poner a Eduardo Montealegre de Rector, es una afirmación mentirosa que constituye corrupción, pues se falsea la realidad para buscar beneficios personales. Mantener como docentes a mediocres cuyo único mérito es su amistad con un poderoso, es corrupción; convertir una reelección en una prórroga automática del periodo rectoral, es corrupción. Minimizar casos de presunto acoso laboral y/o sexual, es corrupción. Repartir beneficios, becas y cursos en el exterior sin criterios objetivos, corrompe el sistema de méritos y mata la igualdad. No convocar a elecciones de Consejo Directivo sino para ajustar los cupos de los estudiantes, cuando el periodo de los profesores está aún más que vencido, es corrupción.
Todos estos actos y otros más que dejo entre el tintero, son corrupción porque echan a perder, pervierten y legitiman el uso abusivo del poder en beneficio de un interés personal y, repito, traicionan la confianza pública.
Mi conversación con el Rector concluyó como empezó. En efecto, le dije con franqueza que era mucha la gente que coincidía en las apreciaciones que le di. Sonriente me dijo desde la parte de atrás del salón con su inconfundible forma de hablar “son diez gatos”. Esa frase despectiva y ese convencimiento arrogante lo resume todo, pues es también una forma de corrupción, al ignorar, minimizar o ridiculizar a los contrarios para continuar ejerciendo un poder ilimitado y arbitrario. El Rector olvida que muchos callan para mantener privilegios.
Otros hablan, pero no de frente, y pocos decimos las cosas mirando a los ojos o firmando con nombre y apellido, porque nuestro estómago no está conectado a la sonda inagotable de la pagaduría del Externado y somos libres no solo para el discurso de liberalismo, que se debe publicitar, pero, sobre todo, ejercer sin atropellar.
El Externado cierra su Maestría en Derechos Humanos y da por terminado un convenio con la Universidad Carlos III de Madrid.
Por: Néstor Osuna.
Profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
Hace alrededor de veinte años un trío de notables sembró la idea de desarrollar en Colombia un programa académico que contribuyera de modo específico al mejoramiento de la compleja situación de derechos humanos que se vivía en el país y que a la vez fomentara una colaboración recíproca entre estudiosos de dos instituciones que por varias razones parecían llamadas a hermanarse.
Los notables eran Fernando Hinestrosa, Gregorio Peces-Barba y Luis Villar Borda; las instituciones: el Externado y el Instituto Bartolomé de las Casas de la Universidad Carlos III de Madrid. Esa idea cristalizó en un convenio de intercambios académicos que ha dado varios frutos y en un ambicioso programa de Maestría en “Derechos Humanos y Democratización”, que se ha impartido sin interrupción en Bogotá desde el año 2006 y que es homologable al título oficial que le permite a sus egresados continuar con su doctorado en Madrid, si así lo deciden.
Se pactó que el programa estuviera codirigido por ambas instituciones en condiciones de igualdad y que la movilidad de profesores fuera recíproca. Los primeros codirectores fuimos Miguel Ángel Ramiro, por la Carlos III, y quien esto escribe, por el Externado. Todos los que hayan gestionado programas académicos saben lo dispendioso que es diseñar un plan de estudios que luego hay que someter a mil trámites burocráticos, licencias estatales, solicitudes de financiación, y luego presentarlo ante una comunidad académica que por definición es escéptica y crítica.
Néstor Osuna, profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
Todo eso se hizo con éxito, en tándem, y la criatura comenzó a andar. Recuerdo que para las primeras promociones de la maestría requerimos de subsidio por parte de la cooperación española, ya que la movilidad de profesores acarreaba unos gastos para los que eran insuficientes los fondos de las matrículas, pero a partir del tercer año la maestría ya superó esos puntos de equilibrio y se pudo sostener sin acudir a financiación externa. Recuerdo también que cuando el proyecto comenzó a dar sus primeros frutos académicos, para sorpresa de quienes lo gestionábamos comenzó también a dejar excedentes económicos, y la Universidad Carlos III renunció a ellos en lo que proporcionalmente podía corresponderle.
Aún me produce viva emoción la evocación de las reuniones de los equipos de profesores, españoles y colombianos, comprometidos sinceramente en el diseño del mejor programa curricular posible para cada curso, pendientes de las variaciones que convenía introducirle, en un ambiente académicamente riguroso pero también fraternal, francamente empeñado en poner nuestro grano de arena profesional en la mejora de nuestro sistema político y de convivencia.
Recuerdo también, con iguales sentimientos, las “Semanas de Maestría” en las que, mes tras mes, viajaba a Bogotá un profesor desde Madrid (a veces varios) a compartir cátedra con los nuestros frente a los estudiantes. Por supuesto, en mi memoria también están las clases que los nuestros impartieron en Madrid, porque el programa era en todo bilateral.
No tengo la menor duda de que el programa ha sido útil a nuestra sociedad. Algunos de sus egresados han colaborado luego activamente en la construcción de nuestra paz, ya sea desde las instituciones que tuvieron a su cargo la negociación con la antigua guerrilla de las Farc o luego en su fase de implementación. Otros han ingresado luego al poder judicial, lo que ha hecho visible la huella de la maestría en la jurisprudencia (en numerosas ocasiones con citas explícitas a los textos de los profesores), otros, en fin, decidieron continuar la carrera académica en Madrid.
Por todo ello y por otras razones que callaré, me impactó que nuestro Externado decidiera hace unas semanas, de modo unilateral, sin haberlo conversado con nuestros aliados, dar por terminados tanto el programa de maestría como el convenio con el Instituto Bartolomé de las Casas de la Carlos III. Es posible que el programa requiriera de un nuevo remozamiento, o de alguna transformación en sus objetivos, y estoy seguro de que si el Externado hubiera manifestado sus nuevas propuestas, se habrían podido pactar las modificaciones. Pero no fue así. Simplemente la Universidad le notificó a la Carlos III que el programa no se renueva y le agradeció sus servicios. Sinceramente, colegas del Externado, así no se trata a un socio leal, comprometido y persistente, que además (y esto no es común) nos había tratado como iguales.
Esta lamentable noticia me ha hecho pensar en lo errado que es considerar que los logros del presente son irreversibles. A pesar de nuestro discurso de profesores sobre la rigidez jurídica, la progresividad y la fuerza normativa de las cláusulas de derechos humanos, lo cierto es que su permanencia no está garantizada ni resulta obvia ni consolidada. La democracia colombiana todavía dista enormemente de ser plenamente eficaz y tenemos grandes desafíos en la edificación de un régimen satisfactorio de derechos humanos, pero en vez de avances son retrocesos lo que está al orden del día, como se puede ver tanto en la política como en la Universidad.
Mil gracias a todos los estudiantes que desde el año 2006 confiaron en nuestra oferta académica: su formación profesional fue siempre la razón principal del programa; mil gracias a los colegas y amigos españoles que con devoción venían a Bogotá mes tras mes: sus semillas han dado frutos y seguirán dándolos; mil gracias a Miguel Ángel Ramiro, Javier Ansuátegui y María del Carmen Barranco por su compromiso con los derechos humanos de los colombianos y por su fraternidad generosa: sus amistades quedan para siempre y su talante ya está en nuestro corazón.
Mil gracias, en fin a esos tres grandes, Hinestrosa, Peces-Barba y Villar: menos mal no están aquí para pasar esta vergüenza.
Ya basta de dilación, silencio y aplazamiento indefinido, llegó el momento de asumir las riendas de la Universidad para retomar el camino que se perdió con la administración actual.
Ya basta de dilación, silencio y aplazamiento indefinido, llegó el momento de asumir las riendas de la Universidad para retomar el camino que se perdió con la administración actual.
Por: Saúl Sotomonte.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
La situación que atraviesa nuestra Universidad me obliga a invitar a todos y cada uno de los integrantes de la Comunidad Externadista a hacer una seria y necesaria reflexión sobre el estado de la misma y de su futuro, que nos permita recuperarnos y tener la solidez no solamente económica sino fundamentalmente académica, como es lo debido.
Desde el punto de vista patrimonial la institución tiene una gran fortaleza por las inversiones heredadas de la anterior administración. En lo administrativo estamos ante una situación sin manual de funciones y del ejercicio del poder rectoral a través de un mandato conferido por el Rector, desconociendo que es al Consejo Directivo a quien corresponde su designación.
En cuanto a los resultados de la actividad académica todo indica, hasta donde se puede saber, que la situación es deficitaria, quizá en parte por factores externos que aquejan también a otros centros educativos, pero en nuestro caso se debe fundamentalmente a la ausencia de liderazgo, lo que se traduce en la falta de conducción, organización y orden, y lo que es peor: No se tiene por encima del anhelado aumento del número de matriculados, un paradigma que nos permita sentirnos orgullosos del mismo. Se está en la tarea de fortalecer un acaparamiento indebido y de hecho en el control administrativo, patrimonial y académico de la Universidad. Todos lo sabemos pero muchos se callan por indiferencia o temor, y otros por pequeños intereses o por nimios deseos de figuración, como si el destino que todo ser humano debe buscar se tenga que quedar al nivel de minúsculos estímulos. Con nuestro ejemplo enseñémosle a nuestra juventud la búsqueda del éxito con gallardía y transparencia.
Todo lo que aquí afirmo no es nuevo, lo he dicho en anteriores columnas y en las sesiones del Consejo Directivo a lo largo de los últimos siete años y la única respuesta que se ha recibido ha sido la dilación, el silencio, el aplazamiento indefinido o la decisión mayoritaria sin razonamiento alguno, y por fuera de él la deformación de la verdad sin rubor alguno.
Saúl Sotomonte, profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
En aras de la democratización y la transparencia pedimos desde un comienzo la reforma de los estatutos, el cambio del Consejo Directivo para evitar el conflicto de intereses en la toma de decisiones, especialmente en lo que tiene que ver con la reelección del Rector y con la aprobación de las cuentas y nada se responde. Reclamamos un estatuto profesoral que establezca las funciones y los proteja frente a la desigualdad en el tratamiento salarial y de estímulos que impera y no se escucha. Se reclama contra la injerencia del Rector en la nominación de la Revisoría Fiscal que lo debe fiscalizar y de la Auditoría que lo debe auditar y de cuyo informe estamos pendientes y siempre se dice ya viene, ya viene, y nunca llega. Quizá por las interferencias que se vislumbran y que de ser así, le quitan legitimidad. De igual manera, tampoco se ha podido conocer el estudio de un importante analista sobre el Gobierno de la institución, del que se filtró en un previo informe la sugerencia de cambios en el manejo familiar los cuales retuvimos, pero se nos mantiene a la espera del resultado final, del que parecería que lo someterían a la ley del silencio antes aprobada para las cuentas y las actas.
Esperamos que el trabajo preparatorio que se adelanta en el Consejo Directivo para la formación del Consejo de Profesores y del futuro Consejo Directivo sea democrático y transparente y no esté afectado por la búsqueda de un indebido control.
Para evitar desviadas interpretaciones, afirmo que lo aquí expresado no es un ataque a la Universidad sino una crítica al manejo que se le está dando y a la manera deslucida como se promocionan en público sus personajes.
Invito a los miembros de nuestra comunidad a debatir estos temas, ya sea en debates abiertos o escribiendo en este periódico, con la seguridad de qué si estoy equivocado o no son ciertas mis afirmaciones, públicamente lo reconoceré en cualquier escenario. Lo hago por el bien de la Universidad y por su legado histórico. Cuando Nicolás Pinzón la fundó no lo hizo pensando en dejar un legado patrimonial – económico a una familia. Lo hizo buscando dejarle al país un legado histórico de gran contenido ideológico y político válido para cualquier época.
Siendo que la Universidad es una Fundación, la que por su naturaleza no tiene propietarios, buscar lo contrario constituye un abuso de poder que no solamente es antiético e inmoral sino que también puede ser violatorio de la ley en grado sumo y de los estatutos. Dónde están el derecho y los méritos para esa avanzada?
En Colombia todos se venden con tal de llegar al poder, o de no soltarlo, que viene siendo lo mismo.
Por: María Antonia Pardo.
Graduada de la Universidad Externado de Colombia.
Ya lo sé, ya lo sé ¿Qué más puedo esperar si estamos en Macondo en donde la única diferencia entre conservadores y liberales es que unos van a misa de cinco y los otros a misa de ocho? Gabo la tenía clara cuando escribió ‘Cien años de soledad’, clarísima. Tanta violencia, tanta matazón, tanta sangre derramada por un trapo azul y un trapo rojo, para nada. El meollo del asunto no era lograr cambios, ¡qué va! Era repartirse el poder dejando todo igual.
¿Recuerdan ese pasaje de la novela cuando el coronel Aureliano Buendía, quien lideraba las tropas liberales, escucha absorto a varios políticos liberales, es decir de su propio bando, de su misma orilla, que intentan explicarle el acuerdo al que habían llegado luego de negociar con el Gobierno conservador de turno? Esa escena es magistral porque muestra, de manera descarnada, nuestro pandito talante democrático. ¡Qué manera tan perversa tenemos de acomodarnos!
Después de muchas batallas, de ilusionar a todo un pueblo, de prometerles lo divino y lo humano a quienes entregaron la vida de sus hijos para lograr un país más justo, después de tantos muertos, los mismos políticos liberales salieron con el consabido chorro de babas y traicionaron a quienes los habían respaldado. ¿Qué le pidieron al coronel? Básicamente que renunciara a los principios liberales por los que había luchado. ¿Quiere usted, don Aureliano, recibir el apoyo de los terratenientes, de los católicos y de las familias macondianas? No pida entonces que se revisen los títulos de propiedad de las haciendas, no toque a los terratenientes, no se meta más con el clérigo que la iglesia en este país es sagrada, no pida igualdad entre hijos legítimos y bastardos, no atente contra la unidad familiar otorgándoles derechos a los hijos concebidos en la calle. Deje así.
María Antonia Pardo, graduada de la Universidad Externado de Colombia.
A toda esa perorata, el coronel Aureliano respondió sabiamente: “Quiere decir entonces que solo estamos luchando por el poder”. Y no se equivocó.
¿Algo más real que la ficción política del mundo macondiando de Gabo? Veamos el estado actual del Partido Liberal colombiano para entender que, en efecto, Macondo está más vivo que nunca. César Gaviria, luego de aliarse con los defensores del NO en el plebiscito para que Iván Duque llegara al poder y retornara el uribismo a la Casa de Nariño, de dejar solo a Humberto de la Calle, el gestor del Acuerdo de Paz, en su aspiración presidencial, de traicionarlo, de negociar puestos y privilegios con el Gobierno uribista para su esposa e hijo, ahora da la estocada final: acude a hordas cristianas, que hace nada estaban con Cambio Radical, que eran vargaslleristas, para reforzar el liberalismo. Es decir, ¡el liberalismo reforzado a punta de camándula y aleluyas!
La lista al Concejo de Bogotá por el Partido Liberal la encabezará nada más y nada menos que Sara Castellanos, de la Misión Carismática Internacional, la misma que imposta la voz al hablar sobre una tarima, arrastrando las eses, como típico pastor embaucador. Ella, hija de Claudia Rodríguez, senadora de CR, ¿Tiene con qué liderar los principios liberales en el Concejo? Obviamente no, y no solo porque no cree en ellos, sino también porque la idea no es esa, la idea de meterla a ella allí, como número uno del liberalismo, no es defender el liberalismo y sus ideas, es sumar poder.
¡Ay, Gabo, te debes estar revolcando en tu tumba!
¿Para qué meter al Partido a una mujer que se opondrá al aborto, al matrimonio igualitario, a que le demos educación sexual a los menores en el colegio a ver si reducimos los índices de embarazos en adolescentes, a que se respete la laicidad del Estado? ¿Para qué incorporar a otra Viviane Morales si ya sabemos que será como la mosca en la leche? ¿Para qué? La respuesta es obvia, por los miles de votos cristianos que están en juego. Y los votos, en nuestro paupérrimo y vendido sistema electoral, pesan más que las convicciones, que los ideales. Acá todos se venden con tal de llegar al poder, o de no soltarlo, que viene siendo lo mismo.
Lo increíble es que en este estado de cosas tan lamentable, en esta situación en la que los liberales son tan o más godos que los propios godos, muchos aún no entienden por qué le exigimos a nuestra Universidad, al Externado, que mantenga sus raíces intactas, que recuerde de dónde viene y cuál es su misión académica: impartir una educación liberal que forme ciudadanos demócratas que luche por el Estado Social de Derecho. O, en resumen, un alma mater que eduque en los principios del liberalismo, que los defienda, para ver si por fin algún día dejamos de tener tantos camaleones como Gaviria posando de liberales cuando no lo son.
Presuntos casos de acoso sexual en la Universidad no han salido a luz pública por el silencio de la administración actual. ¿A qué le temen los directivos?
Presuntos casos de acoso sexual en la Universidad no han salido a luz pública por el silencio de la administración actual. ¿A qué le temen los directivos?
Por: Juan Simón Vásquez.
Ex representante de Estudiantes ante el Consejo Directivo de la Universidad Externado de Colombia.
En recientes noticias de la Universidad Externado de Colombia, aunque conocidas por muchos e incluso denunciadas y tildadas de calumnia por la administración actual, se conoció una red de acoso sexual laboral por parte de funcionarios cuyo prontuario no era ajeno a las directivas, por el contrario, tolerado por años en esa casa de estudios: El cartel de las faldas.
En efecto, fruto de la incapacidad de la administración actual para establecer un verdadero liderazgo y la necesidad de lograr adeptos en sus filas, ésta ha tolerado, por no decir que ha promovido con su silencio, una red desarticulada de acoso sexual a trabajadoras de la institución, hasta donde sabemos que solo involucra a funcionarias y como veremos más adelante, estudiantes.
No es casualidad ni sorpresa que, en diferentes dependencias de la Universidad, se observen este tipo de circunstancias a partir de las cuales una persona, con el propósito de proteger su estabilidad laboral o académica, deba apelar a acceder a pretensiones lujuriosas de jefes, e incluso docentes, pervertidos.
Juan Simón Vásquez, ex representante de Estudiantes ante el Consejo Directivo de la Universidad Externado de Colombia.
Hoy nos convoca una lamentable circunstancia que la persona afectada evidenció públicamente y conllevo a la renuncia del Director de Recursos Humanos, conocido entre los funcionarios como alias Jorge 50 -el 50, alude a la remuneración por servicios constreñidamente prestados- por presuntos actos de acoso sexual, empero estas líneas tienen por objeto hablar de lo que no se ha dicho hasta el momento, muy a pesar, de la estrategia de la administración actual por años, tendiente a mantener en silencio este secreto a gritos -entre los trabajadores-, y tildar de calumnioso a quien evidencia alguna de las tantas realidades que perturban la transparencia y buen andar del Externado, no gratis, la Universidad ha optado por comprar el silencio de las víctimas el que ha avaluado en 20 millones de pesos.
Según diferentes víctimas, la administración que lidera Henao habría tenido conocimiento de estas situaciones, e incluso escuchado los audios, que ha optado por desmentir en protección de personas cuya fidelidad requiere.
No obstante, corresponde ahondar en las circunstancias, en las cuales, las personas afectadas no han querido, o podido, evidenciar a la comunidad estas situaciones de acoso. No es una cuestión que genere novedad –como al comienzo establecimos-, como tampoco es una situación exclusiva de una persona o de una dependencia, pues existen múltiples quejosas que hoy viven esas circunstancias, porque la solución nunca es callar, por el contrario, resonar tan suerte que sus voces perturben al agresor en protección de sí mismos y de quienes los sucederán en la red de acosados.
Con la protesta que hoy convoca estas líneas, también hacemos un homenaje a las personas que, en el intento, han fenecido en la lucha, y que, de alguna u otra manera, han permitido institucionalizar en el tiempo el acoso sexual.
La verdadera pregunta es ¿Dónde están las medidas, o cuando menos, el interés de la administración actual en estas graves denuncias que han conocido y han optado por ocultar en perjuicio de la víctima y protección del victimario? Hemos sido advertidos por las propias víctimas, que estas conductas despiertan el escepticismo del Rector, jamás su interés. Situación muy oportuna para congraciarse con las personas que necesita para proteger su silla a la que, según él no está atornillado –pero no está dispuesto a tener destornilladores cerca-.
Los padres de familia de los estudiantes, los trabajadores y trabajadoras, los padres de estos, compañeros sentimentales, y en general, los miembros de la comunidad universitaria y sus seres queridos, demandan de la Universidad medidas contundentes y reales tendientes a construir un ambiente de tranquilidad y no la incertidumbre de un ambiente hostil donde prevalezca el acoso, no solo sexual, sino de ninguna naturaleza. Aspecto en el que la Directiva de la Universidad ha incurrido en mora, como en todos los aspectos que demandan la institucionalización de esa casa de estudios.
Juan Carlos y Martha deben ir a la tribuna pública a explicar cuántos casos de estos han conocido y “no ha sido con ellos”; y que compromete a los trabajadores. ¡Es hora de sindicalizarse!
La falta de apoyo a los docentes que representan a la Universidad en eventos internacionales, evidencia que El Externado se está ganando milagros con avemarías ajenas.
La Nueva Política de la Mendicidad en El Externado
La falta de apoyo a los docentes que representan a la Universidad en eventos internacionales, evidencia que El Externado se está ganando milagros con avemarías ajenas.
Por: Amparo Salazar.
Graduada de la Facultad de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
El continuismo descendente del actual Rector se está destacando por dos reformas importantes en las políticas del Externado: estamos pasando de la austeridad a la mendicidad y del federalismo al feudalismo. Vaya vergüenza, como el carácter austero y federal que nos hacía orgullosos se desvanece bajo el trono instaurado en estos oscuros tiempos.
Las directivas del Externado nos deberían explicar cuál fue el proceso de apoyo que recibió el profesor Rubio para representarnos en Grecia ¿Por qué un docente invitado a tan importante evento tiene que depender financieramente del Gobierno de Colombia o de la buena voluntad de un ciudadano griego para poder viajar? En cualquier otra universidad de excelente calidad académica este académico hubiera contado con el apoyo inmediato para sus pasajes y demás gastos. ¿Acaso el Externado está ganando milagros con avemarías ajenas? Este parece no ser un caso aislado.
La Doctora Paola Acosta ya nos contaba de la “burocracia cuenta pesetas” de la actual administración. Especialmente relacionada con temas de investigación y de viajes para representar al Externado en conferencias y eventos académicos. Esa política la justifican bajo el discurso de la austeridad que nos caracteriza. Desafortunadamente esto no es austeridad sino mendicidad. El Rector en los últimos años ha viajado a rincones tan lejanos como Sur África y ni qué decir de sus constantes viajes a Europa. Parece que la austeridad deja de existir en las orillas del círculo de poder, con salarios inescrutables y prebendas vergonzosas.
Parece que es el clientelismo y no la suficiencia intelectual quien dicta los sueldos y apoyos. Con tristeza vemos como el Dr. Bernal Pulido se ha tenido que ir del Externado. Sin lugar a duda una gran pérdida dictada por la arrogancia de las actuales directivas del Externado y una gran ganancia para la Universidad de La Sabana. https://www.youtube.com/watch?v=IWs_s4krvHU. Mientras tanto la Decana 5G, como en un acto taumatúrgico, sigue hablando de la cuarta revolución industrial y la inteligencia artificial, al tiempo que la inteligencia real y tangible emigra.
Como van las cosas el nuevo currículo de la Facultad de Derecho y las prioridades de investigación en la Universidad van a ser diseñadas por Pachón y los amigos de derechos de los negocios o del negocio del derecho.
Así las cosas, que no nos extrañe que las mentes más brillantes y dedicadas a la academia se empiecen a marchar del Externado ante el cansancio de las políticas feudales y de mendicidad.
El gabinete de fausto: historia de un pacto fallido con el Derecho
El temor incesante de salir del cómodo y gastado neoclasicismo, sin mirar hacia el futuro, tiene en el limbo a las facultades de Derecho.
Por: Óscar Carvajal.
Estudiante de cuarto año de la Facultad de Derecho de la Universidad Externado de Colombia.
Mi escena favorita del Fausto es sin duda alguna, la conversación de Fausto con Mefistófeles. Fausto es un Doctor que con urgencia estudió filosofía, teología medicina y jurisprudencia, pero que lleva una vida inagotable de perro, y su visitante inesperado, es Mefistófeles (el diablo).
Este pequeño dialogo ocurre en el gabinete de estudio del profesor Fausto, rodeado de la polilla de los libros, la silla y el escritorio. Petrificado en el tiempo, por una capsula de algunos metros, que acartonan paredes y pensamientos.
En este lugar añejado, se presenta la posibilidad de un pacto con Mefisto, una ventana de escape. Mefisto le ofrece a Fausto, la posibilidad de sacudir la polilla, de sus ideas secas y su carácter cansado, por la aventura de la vida. La furiosa sensación, de que las ideas deben sacudirse con el tiempo, para que no se empocen y ‘’críen monstruos en la mente’’ como aconsejaba Blake. La vida como promesa, y la ciencia como felicidad en un mundo, donde la sangre y la carne, son personajes principales del pensamiento. Un pacto que viene a derrumbar siglos de ciencia filosófica y jurídica, ciencia de gabinete y pensamiento de salón, por un pensamiento, que levanta la polilla del código y del texto, y sale de él constantemente, como ir a una fuente de agua y volver, eso sí, con aire fresco. Con las ideas mojadas.
Fausto por supuesto, como buen romántico, decide apostar su alma por una idea. Decide saltar al abismo de lo desconocido, echar al traste el antiguo gabinete, por un estudio más cercano al sol y a los hombres. Fausto dio un arriesgado sí y movió a ruina, el enmohecido siglo XVlll, con su neo-clasicismo, y su gastada y nada vital, afiliación partidista a Grecia y Roma. No porque no fueran necesarios, sino porque eran pozos y no hoyos ni finales.
Lastimosamente, parece verse en las facultades de Derecho actuales, una negativa al pacto fáustico. Un temor incesante de salir del cómodo y gastado neoclasicismo, sin mirar hacia el futuro. El temor natural de pensar por sí mismos, sin ayuda de acudiente. De levantar el polvillo del escritorio, de salir de vez en vez, al pozo de las otras miradas. Un miedo de salir del código y tal vez, no saber regresar. Un miedo infecundo y paralizante para el pensamiento. Las ideas necesitan agua, y en ocasiones, de la nuestra, la más cercana.
Cuando inicié Derecho, me prometieron un pacto que nunca se cumplió. Un gran pacto que dé a luz, otra manera de estudiar el Derecho y de vivirlo en sociedad. Tenemos un pacto pendiente.
¿De cuándo acá tantos externadistas en medios y redes sociales defienden más al nefasto y peligrosísimo Estado de Opinión y no al Estado Social de Derecho?
¿De cuándo acá tantos externadistas en medios y redes sociales defienden más al nefasto y peligrosísimo Estado de Opinión y no al Estado Social de Derecho?
Por: María Antonia Pardo.
Graduada de la Universidad Externado de Colombia.
El 27 de septiembre de 1995 iba subiendo en buseta por la Candelaria hacia El Externado cuando me topé de frente con una imagen que jamás olvidaré: los destrozos de un atentado. El objetivo era Antonio José Cancino, reconocido catedrático de la Universidad, y quien para el momento defendía al entonces presidente Ernesto Samper Pizano en lo que se conoció como el Proceso 8.000. Para la época, yo cursaba cuarto semestre de Finanzas y Relaciones Internacionales, tenía 19 años y nunca antes había presenciado algo así, porque si bien soy de la generación de los bombazos y el narcoterrorismo, mi terruño de origen, Barranquilla, no era una ciudad particularmente violenta.
La fecha, aunque trágica, pues cobró la vida de dos seres humanos, la recuerdo con cariño porque ese día se encendió en mí una llama que sigue viva. Ese atentanto fue la chispa. Justo en ese momento entendí de qué hablaba Hinestrosa, el inolvidable Hinestrosa -el papá, no el hijo- cuando se refería al “talante externadista”. Bajé de la buseta y encontré en el parqueadero a un grupo de jóvenes estudiantes de Derecho convocando a una marcha de protesta. “¿Podemos ir los de Finanzas?”, pregunté. Decidí capar clase e irme con ellos en una nutrida manifestación espontánea por toda la Séptima, hasta el Hospital Militar, a donde se llevaron a Cancino y lo salvaron. Fue así como marché por primera vez en mi vida por el derecho al disenso, a vivir en paz, a que no nos maten por estar en orillas distintas, alcé mi voz de protesta en defensa de la democracia y de la diferencia. Marché por todo lo que yo creía entonces que era ser liberal. Y fui feliz. Y no por salir en la portada de Revista Semana, sino porque mis convicciones y yo hicimos clic.
María Antonia Pardo, graduada de la Universidad Externado de Colombia.
¿De ese Externado qué queda? La verdad no sé. Me entra la desesperanza cuando veo a tantos externadistas en medios y redes sociales defendiendo con uñas y dientes al nefasto y peligrosísimo Estado de Opinión y no al Estado Social de Derecho. Cuando leo a Iván Cancino, hijo de Antonio José, tan externadista como su padre, como su madre y como yo, o lo escucho dando alguna declaración o lo veo en fotos con algún personaje de esa “godarria” colombiana tan opuesta a todo lo que el Externado lleva más de un siglo combatiendo, me siento estupefacta. E Iván es solo un ejemplo visible de esos externadistas tan poco externadistas, pero son muchísimos, cientos, ¿Acaso miles? ¿Se murió el doctor Hinestrosa y se llevó consigo el ADN liberal del externadista? Muy preocupante.
Algunos dirán que exagero, que el Externado es el mismo, esa preciosa edificación con las mismas flores y los mismos árboles, pero como no me gusta mentir ni mentirme, les llevaré la contraria. El Externado no es el de antes y está en serio riesgo de convertirse en una institución más del montón, una que gradúa a personajes para que defiendan siempre el status quo a como dé lugar y no para que sean críticos del mismo.
Por eso estaré a partir de este mes con ustedes en este espacio de El Radical, pues creo que la academia tiene todo que ver con el rumbo del país. Si no queremos una Colombia empeñada en anular la voz de las minorías, del que piensa distinto, si no queremos un país que pretende amordarzar a quien controvierte, toca empezar por casa.
¿Qué está pasando con el nuevo Rector y por qué hay tantos quejas en voz bajita sobre su gestión poco democrática? ¿Ya no es el Externado la Universidad de las voces críticas, esa piedra en el zapato incómoda que pone a todos a pensar? ¿Algo queda del talante original con el que se creó hace 133 años la que se ufana de ser la primera universidad laica en el país? ¿Está acaso muriendo el último bastión del liberalismo en la academia?
Profesora de la Universidad Externado de Colombia.
Hago parte del Externado desde 1997. No digo que trabajo allí, afirmo, con orgullo, que soy parte de esa familia y que me preocupo por ella, que me esfuerzo por ella, que sus fallos son los míos, que sus triunfos me alegran. He trabajado en cada una de las aristas de la institución; conozco sus vaivenes administrativos, presupuestales, políticos y académicos. Todos saben de mi compromiso, creo poder hablar con legitimidad y sin que se me pueda tachar de enemiga de la institución –calificativo infame con el que se quiere acallar el disenso–.
Justamente por mi sentido de pertenencia, recibí con mucha alegría el nombramiento de una Decana en nuestra Facultad. Sabía que nos vendría bien un “¿nuevo?” timón.
Debo confesar que nunca había cruzado palabras con la Dra. Zapata; no conocía de sus virtudes académicas pero al leer sobre su experiencia sentí la ilusión de las nuevas oportunidades. Hace un par de días la vi por primera vez en el marco de la primera reunión que tuvo con el departamento de Derecho Constitucional, conocí su voz y, desde ella, sus anhelos y propuestas para la Facultad. He de decir que reconocí en la Decana el tono y algunos ademanes del maestro Hinestrosa y eso me gustó, me tranquilizó, echaba de menos el aplomo. Sin embargo, al avanzar el encuentro, la sabiduría del Maestro se desvaneció; el silencio prudente, los consejos sesudos, la actitud de escucha que lo caracterizó abandonaron el aula y fueron remplazados por la actitud reactiva de la Decana.
Paola Andrea Acosta, profesora de la Universidad Externado de Colombia.
Entiendo lo difícil de su rol, lo complicado que debe ser lidiar con las expectativas de decenas de profesores, las talanqueras institucionales –reales o articuladas– ante las que se enfrenta su trabajo, pero no puedo evitar decir que no esperaba un monólogo tan institucionalizado como el suyo. Pude comprobar, por lo dicho por mis compañeros durante la reunión y al salir de ella, que –casi– todos, aunque varios no lo reconocerían públicamente, sentimos lo mismo. ¡Angustia externadista! El corrillo de pasillo en el que nos convertimos gritaba frustración.
Espero honestamente estar equivocada. Confío en que la Decana reconsiderará su postura sobre la importancia de la investigación articulada (ese fue el tema de ‘desencuentro’) de cara a nuestro trabajo, los estudiantes, las acreditaciones y el país.
Anhelo que nuestra insistencia en tener una estructura de apoyo y una política institucional sobre la investigación, como cualquier otra universidad del país o del mundo, cale en su proyecto institucional. Ojalá pueda llegar a ver que la investigación no se limita –como insistió– al pago de salarios a los investigadores quienes ante los incentivos externos, la carga administrativa o académica prefieren dejar de investigar; que la articulación inter-facultades por la que aboga no se logra tan solo con el puerta a puerta; que las relaciones con entidades de prestigio, se construyen a pulso y con recursos y no haciéndole pagar a sus profesores los almuerzos de los invitados institucionales en la casa externadista; que acceder a los dineros externos destinados a la investigación es imposible en medio de la actual burocracia institucional; que se está gastando de más en lo que no se debe ante las talanqueras de la oficina financiera y la burocracia cuenta pesetas que la rodea; que los profesores no tenemos por que pagar de nuestros bolsillos los pasajes para ir a trabajar (si, ¡porque eso es trabajar!) a una conferencia; que las convocatorias institucionales para acceder a recursos con ocasión de proyectos bien definidos son fundamentales para los propósitos que ella y el Rector señalan como prioritarios; en fin, que sin una política e institucionalidad perfilada por y para la investigación, nos quedaremos atrás y dejaremos de ser la institución de primera línea que somos; que decir y hacer no es lo mismo y que, cuando se trata de universidad ¡la investigación es prioridad!.
Espero que el próximo encuentro sea verdaderamente dialógico y resulte, por el bien de nuestra casa, mi casa, en propuestas productivas y no en un listado de excusas que se repiten como mantras caducos. Somos conscientes de los obstáculos, de la necesidad de prudencia, de nuestro talante austero pero por ellos, y no a pesar de ellos, queremos una política institucional en torno a la investigación.
Ojalá podamos poner a marchar este proyecto pronto, de común acuerdo, como una herencia que, basada en la gratitud, dejamos los que estamos ahora a los que vienen en frente y no como resultado de una amenaza de pérdida de acreditación luego de que los pares vengan a casa y vean cuán difícil es, pese a lo que se dice, hacer investigación en el Externado.
La actitud de taparse los ojos y hacer borrón y cuenta nueva no es la solución para resolver las diferencias que hoy tienen sumergida en una crisis institucional al Externado.
La actitud de taparse los ojos y hacer borrón y cuenta nueva no es la solución para resolver las diferencias que hoy tienen sumergida en una crisis institucional al Externado.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Me aterra pensar que la bandera del entendimiento que algunos amigos del Rector Henao y defensores a ultranza del decadente Consejo Directivo se esté blandiendo a partir de una postulación inadmisible. Algunas de esas voces se aproximan con lo que tiene más sabor de amenaza que de reconciliación a proponer que nos olvidemos de los malos ratos del pasado y que discutamos todo hacia el futuro porque se está haciendo mucho daño a la Universidad. Mejor dicho borrón y cuenta nueva, o en términos políticos, una especie de ley de punto final.
No sólo es inútil sino sobre todo inmoral pretender solucionar la grave crisis que atraviesa el Externado, que las directivas reiteradamente desconocen con el argumento de que la oposición son solamente cuatro gatos, pretendiendo echarle polvo a las justas reclamaciones que se han hecho. Esas peticiones públicas todas tienen justificación y en especial sustento ético inquebrantable e irrenunciable.
Ramiro Bejarano, profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
A nadie sensato y cumplidor del deber puede parecerle una aventura demandar a una administración que está perpetuada en el poder de la Universidad, el cual maneja a sus anchas y últimamente en tono creciente de arbitrariedad y persecución, que rinda cuentas de su gestión, que convoque a elecciones transparentes para que los representantes del profesorado en el Consejo Directivo puedan ser reemplazados, que abra espacios democráticos para que los puestos de comando en la Institución no sean distribuidos a dedo entre los consentidos del establecimiento rectoral, como ocurrió recientemente con la decanatura de Derecho, para solo mencionar unas pocas perlas de lo que es una crisis de proporciones preocupantes.
El discurso de quienes vienen implorando que guardemos silencio y que las aguas vuelvan al cauce de donde nunca debieron desbordarse, no es una salida perdurable ni segura para una Universidad que, como el Externado, además de estar urgida de pedir a sus dirigentes que no la administren como si se tratara de un jugoso bien relicto de una sucesión, requiere profundos cambios.
Está dicho que todos los externadistas queremos nuestra Universidad, pero hay diferentes maneras de quererla. A quienes prefieren apreciarla en silencio mientras son testigos mudos del derrumbe institucional, hay que respetarles esa actitud silente, porque en ocasiones ello hace parte del torrente sanguíneo de cada quien; empero, a quienes no podemos permanecer neutrales ante lo que sucede, porque eso es una forma peligrosa de tomar partido, invitamos la comunidad a perder el miedo, a despojarse de los mezquinos intereses económicos o salariales y reclamar el derecho a que el Externado de antaño resucite de entre las cenizas en que lo ha convertido el Rector Henao y su privilegiada casta de mandamases que como en las dictaduras se aferra ciega y obstinadamente al poder.
¿Ha sufrido deterioro la Universidad como consecuencia de esta crisis que manchó para siempre la actual rectoría? Sin duda, eso es imposible no verlo. Pero la solución no puede ser olvidémonos de todo, conversemos hacia el futuro y claudiquemos en las reclamaciones del pasado, y hagamos de cuenta que la administración sí rindió las cuentas que nunca ha rendido, que permitió la realización de una auditoria que tampoco dejó ejecutar, y que no se han repartido canonjías para mantener vigente un estado de cosas descompuesto que se hunde en el mar del descrédito.
Lo que ha pasado no es menos grave de lo que está por pasar si no se da un timonazo que sacuda las viejas estructuras personalistas de una Universidad que parece escudada en la estrategia de valerse de la honrosa memoria y nombre de un solo hombre, que en no extraviarse en la búsqueda del imperativo categórico de encontrar un destino próspero, pluralista, transparente, democrático, alejado de las castas familiares o los conciliábulos.
La administración del Externado de estos tiempos ahora invoca el artificio de la manipulación de encuestas, a pesar de que ninguna de ella da tranquilidad, pues, por ejemplo, las mediciones a varias de las facultades, no solo a la de Derecho, muestran que algo delicado está sucediendo. En efecto, mientras el Externado desfigura algunas estadísticas, la verdad en la realidad es otra. Y la forma de reconstruir el prestigio no es hablando de lo que fuimos, sino de lo que seamos capaces de hacer en los tempestuosos tiempos que nos tocará enfrentar.
Hay que cambiar el discurso. La solución no puede ser el “deje así” y sigamos para adelante. No nos lo perdonarían las futuras generaciones de los externadistas que aspiramos que vuelvan a tocar las puertas de la sagrada heredad. El futuro no se construye sino sobre la base de un pasado confiable y honorable.
Según el ranking QS 2019–2020, la Universidad Externado de Colombia perdió 73 puestos en comparación con el año anterior. Señores que manejan la página Web institucional, no hay nada que celebrar y las noticias hay que darlas completas.
Según el ranking QS 2019–2020, la Universidad Externado de Colombia perdió 73 puestos en comparación con el año anterior. Señores que manejan la página Web institucional, no hay nada que celebrar y las noticias hay que darlas completas.
Por: Juan Pablo Estrada.
Profesor de la Universidad Externado de Colombia.
La presentación de cifras y datos de forma desfigurada o parcial por parte de gobernantes y empresarios para ganar indulgencias con padre nuestros ajenos, es una práctica malsana que ha hecho carrera. Por fortuna las redes y el acceso a la tecnología de la información permiten cada vez más poner en evidencia a quienes acuden a ese expediente, algunas veces de buena fe, otras por torpeza y en no pocas de forma calculada para despistar incautos. De esa forma quienes no “tragamos entero” estamos en posibilidad de ir un poquito más allá y hacer una lectura juiciosa de los datos que se presentan de manera acomodaticia.
En estos días hice la tarea. No para “darle bate” a la Universidad, como me dijo un querido amigo que se ha dejado contaminar de la tesis que se prohíja desde las altas esferas de poder del Externado para estigmatizar las voces -cada vez más numerosas- que hacen justos reclamos de transparencia, sino para encender las alarmas y se recupere el rumbo de nuestra Universidad, por cierto cada vez más extraviado.
Juan Pablo Estrada, profesor de la Universidad Externado de Colombia.
¿Qué dato me puso en el plan de ratón de biblioteca? Fue la revelación en varios medios de comunicación –El Tiempo y El Espectador– del ranking internacional QS 2019–2020, al que se le hizo eco en la página Web institucional de la Universidad, destacando que “una vez más el Externado de Colombia se ubicó entre las 500 mejores instituciones de educación superior del mundo” lo que me puso a investigar. Y es que el titular me alegró, pero me generó varios interrogantes.
Primero me pregunté ¿Cuántas universidades hay en el mundo? porque un listado de 500 me parecía excesivo. Mi precario trabajo de investigación me permitió evidenciar que, según las cifras que manejan distintos portales, se estiman en 19.000 los centros de educación superior, con 4.000 en solo América Latina. En esa medida, mi primera preocupación quedó superada. Estar entre las 500 no es mala cosa. Pero ya el segundo párrafo de la nota publicada en nuestra página Web no me alegró tanto. Los Andes (puesto 234) y la Nacional (puesto 253) se ubicaron dentro de las 300 primeras. Nuestro Externado (480) cerca del final de la tabla. Igual, mantuve el optimismo y me dije como consuelo: estamos en las 500.
El dato que si me mortificó y que espero esté siendo analizado de manera juiciosa por nuestro Rector y el Consejo Directivo, fue el que encontré en varios medios que analizaron los resultados del ranking y que, seguramente por un olvido no se mencionó en la noticia publicada en la página Web del Externado. Varias de las universidades colombianas subieron de puesto en el publicitado escalafón. La Nacional y Los Andes encabezan ese listado. Y solo una universidad había descendido en comparación con la medición anterior. Como dice mi tía, la risa se me volvió llanto cuando confirmé con mis búsquedas que nuestro Externado era esa universidad a la que, sin mencionar -seguro por prudencia o vaya uno a saber por qué razón- se referían El Tiempo y El Espectador en sus notas.
En efecto, en el mismo ranking QS 2018–2019, nuestra universidad ocupaba el puesto 407 entre las 500. Hoy en la medición 2019–2020, ocupamos el puesto 480. ¡En un año perdimos 73 puestos! ¡Esa es la noticia! y no creo que sea para celebrar. ¿Qué nos pasó si vamos volando, como dicen por ahí? Me quedaré esperando la explicación, pero ahí le dejo el dato a los que le hicieron tanta bulla a las mentiras verdaderas de nuestra página Web.
Posdata. Y si lo del ranking QS es una mala noticia, ni hablar de los resultados de la Facultad de Derecho en las Pruebas Saber Pro: el noveno puesto por debajo de Icesi, Eafit, Sabana y la Universidad del Norte. ¿Vamos volando o empezamos a planear?
Al Externado le hace falta recorrer un largo camino en investigación científica y actualmente no cuenta con una política institucional acertada para su fomento.
Al Externado le hace falta recorrer un largo camino en investigación científica y actualmente no cuenta con una política institucional acertada para su fomento.
Por: Néstor Osuna.
Profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
Desde hace varios años se viene hablando en el Externado de la necesidad de un estatuto docente, a lo cual se agrega, al menos en su Facultad de Derecho, una discusión ya envejecida sobre la reforma de su plan de estudios. Si se trata de propuestas serias, entonces es necesario aprovechar esas dinámicas para decidir qué lugar va a ocupar en el quehacer profesoral la docencia (o enseñanza) y cuál va a ser el de la investigación, lo cual, por lo demás, significa nada menos que definir el perfil futuro de la Universidad.
Admitamos que hasta ahora el Externado ha sido una institución profundamente profesionalizante, que por tanto los docentes hemos estado volcados hacia la enseñanza, y que la investigación científica no ha sido nuestra seña de identidad. Admitamos también que esa labor profesionalizante ha sido históricamente exitosa: los egresados del Externado han gozado de reputación como buenos profesionales, entre nuestro personal ha habido siempre catedráticos sobresalientes y afamados, y las aulas de nuestra montaña siempre han estado repletas de estudiantes que, en general, quedan satisfechos con la formación que reciben. Desde que yo conozco al Externado lo que se reconoce es la docencia, lo que se remunera es la docencia y lo que se evalúa es la docencia. Y según muchos indicadores, eso históricamente ha funcionado bien.
Néstor Osuna, profesor ordinario de la Universidad Externado de Colombia.
Tal vez sea lo anterior lo que nos ha llevado a darle un papel secundario a la investigación, respecto de la cual no hay una política institucional acertada para su fomento. Las autoridades de la Universidad han considerado que la investigación es un apéndice de la docencia, se han negado a admitir que es costosa (y que la remuneración del investigador es sólo uno de sus rubros), que sus resultados no son inmediatos y por tanto no se pueden medir en ciclos semestrales o anuales (tal vez tampoco en términos individuales), y que en las ciencias sociales la investigación nunca ha tenido, en general, el reconocimiento del que sí goza en otras áreas del conocimiento.
Esta situación personalmente la percibo como un bloqueo institucional a la investigación, pero en los tiempos más recientes, lo que hemos visto es que las autoridades de la Universidad simplemente han incorporado una especie de mantra regañón en sus exposiciones ante los profesores, a los que ritualmente nos reprochan que los productos de investigación son escasos y de poca relevancia. ¿Escasos respecto de qué? ¿Del número de horas de clase impartidas? ¿De su contribución a las finanzas de la Universidad? ¿Poco relevantes según qué parámetros? ¿Los de las ciencias exactas?
Por fortuna las cosas parecen comenzar a aclararse, o al menos eso puede deducirse de una reciente reunión entre la Decana de la Facultad de Derecho y el cuerpo docente del área de Derecho Constitucional. Allí quedó en evidencia que no se trata de que los profesores estén desentendidos de la investigación, sino que han hecho, y muy bien, precisamente lo que la Universidad históricamente ha fomentado: enseñar Derecho; y como apéndice se han ingeniado lo mejor que han podido para ofrecer resultados de investigación. Todo esto sin un fomento adecuado para esa actividad, que comienza por la inexistencia de metas y planes concertados, y de una muy errada decisión de la administración, en virtud de la cual a los proyectos de investigación no se le destinan fondos económicos específicos.
Seamos serios: la investigación científica no se impulsa manipulando miedos o sentimientos de culpa entre los investigadores y la Universidad no puede esperar que por un cierto arte de magia, sin ningún esfuerzo institucional, lluevan consultorías, indexaciones, patentes, equipos científicos y resultados, en fin, como los que la docencia sí le ha reportado gracias a todo lo que hizo para llegar a ese lugar.
La desactualización de sus programas, junto con la falta de preparación de los estudiantes para realizar estas pruebas, ha llevado a que la Universidad pierda posiciones de prestigio en los rankings académicos.
¿Por qué el Externado ha perdido el liderazgo en los exámenes de Estado?
La desactualización de sus programas, junto con la falta de preparación de los estudiantes para realizar estas pruebas, ha llevado a que la Universidad pierda posiciones de prestigio en los rankings académicos.
Por: Hernando Parra.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
La búsqueda de un indicador de calidad en la educación ha sido una constante preocupación de los diseñadores de las políticas públicas, no solo respecto de la educación media sino también de la educación universitaria. Para el caso de esta última, en 2003 y por medio del Decreto 1781 de entonces, se regularon los Exámenes de Calidad de la Educación Superior–ECAES, como prueba académica oficial y obligatoria, cuyo objetivo fue, por un lado, comprobar las competencias de los estudiantes en las áreas de su formación y, por otro, crear un sistema progresivo de evaluación de las entidades prestadoras del servicio educativo, tanto públicas como privadas.
En marcha estas nuevas pruebas, las facultades de Derecho, junto con las de Ciencias de la Salud e Ingenierías, configuraron los primeros grupos llamados a atenderlas, en aplicación de un sistema piloto para su primera fase de ejecución. Así pues, el Externado de Colombia, consciente de su liderazgo y reconocimiento en el país, aceptó el reto y se inscribió para el primer ejercicio, propósito en el cual lo acompañaron algunas otras importantes instituciones educativas.
Hernando Parra, profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Admitida entonces su participación, nuestra Casa de Estudios asumió este desafío con el rigor y seriedad que le eran característicos para entonces, y fue así como se conformó de manera inmediata un grupo interdisciplinario de profesores que elaboraron bancos de preguntas, organizaron jornadas de repaso académico en áreas esenciales y buscaron el respaldó de expertos en la metodología de las pruebas, de manera tal que los estudiantes recibieron también una instrucción preparatoria en la técnica de los nuevos exámenes, todo con miras a asegurar un destacado desempeño que ratificara la alta calidad de los estudios en el Externado.
El primer resultado fue altamente satisfactorio, pues la Facultad de Derecho del Externado se ubicó a la vanguardia de las de su misma clase en el país, y por buenos años se mantuvo entre el primero y tercer puesto, para el orgullo de toda la institución.
Estas mismas pruebas, que ahora se denominan Saber Pro, reguladas por el Decreto 3963 de 2009, tienen idénticos objetivos, y por ellos su resultado debe ser divulgado periódicamente, habiéndose conocido su más reciente reporte de mayo, en el cual apreciamos un resultado que ciertamente ha generado justificado desconcierto, en cuanto al Externado se refiere.
En efecto, en la página de prensa del Ministerio de Educación Nacional, se anunció el pasado 30 de mayo, el grupo de las 10 universidades líderes en 2019, por haber obtenido los más altos resultados en las pruebas Saber Pro, en las áreas de administración, economía, ingeniería, derecho, contaduría y ciencias naturales, grupo en el cual el ilustre ausente fue el Externado.
Pero si lo anterior no fuese suficiente motivo de inquietud, al revisar la ubicación de la Facultad de Derecho del Externado, como producto de las mismas pruebas, la encontramos en un sexto lugar, muy distante de aquellos puestos que tradicionalmente se esforzó por ocupar. ¿Qué ha sucedido entonces? ¿Cuál es la razón de este notorio descenso en estas pruebas de Estado?
La respuesta a los interrogantes anteriores no puede ser la de encogimiento de hombros, respaldada solamente en el supuesto “continuismo ascendente”, que una realidad como esta desvirtúa categóricamente. La razón de lo ocurrido, entre otros factores, se encuentra en el abandono del rigor en la preparación de estas pruebas, pero también -y esencialmente- en el hecho de haber dejado de lado el afán por actualizar los programas académicos y ajustarlos a las nuevas tendencias pedagógicas, a las estructuras de aprendizaje propias del estudiantado de hoy y al menosprecio por valorar las competencias que se reclaman de los profesionales en la actualidad.
Lo que se predica acerca del programa de Derecho puede aplicarse igualmente a las demás facultades. Ahora bien, lo cierto es que en el caso específico de la Facultad de Derecho se nos hizo tarde para renovar el pensum y hemos hecho caso omiso del llamado de los estudiantes y profesores que reclaman atención a esta necesidad. El Rector, quien ha debido ponerse en frente de esa iniciativa hace años, optó por abandonar la exclusividad que el cargo le imponía, y por dedicarse al protagonismo en tareas extrauniversitarias que no le eran propias, desatendió labores prioritarias como esta.
No podemos desconocer, además, que los sistemas educativos están en continua trasformación a nivel mundial, y de allí la necesidad imperiosa de que los programas del Externado no queden rezagados, por lo cual el llamado debe ser tanto a profesores como a estudiantes; a los primeros para exhortarlos, no solo a su actualización científica con el apoyo institucional, sino también a su renovación en las técnicas y tecnologías de la pedagogía; y a los últimos para que exijan una formación en las capacidades que de ellos espera la sociedad contemporánea.
Marginarnos de los anteriores postulados puede conducirnos a un mayor descenso en el llamado ranking universitario y también por facultades.
Ojalá las directivas de la Universidad tengan la grandeza de convocar a un trabajo conjunto ante la coyuntura descrita, antes de que nos desplacen tendencias innovadoras como la de las instituciones educativas sin profesores y sin libros, para cuya simple referencia basta con acercarse a la famosa École 42.