En El Radical hemos invitado a las cuatro listas que participarán, el próximo martes 29 de octubre, en la elección de las y los representantes de profesoras al Consejo Directivo de …
En El Radical hemos invitado a las cuatro listas que participarán, el próximo martes 29 de octubre, en la elección de las y los representantes de profesoras al Consejo Directivo de …
En El Radical hemos invitado a las cuatro listas que participarán, el próximo martes 29 de octubre, en la elección de las y los representantes de profesoras al Consejo Directivo de …
Mezquindad: De la censora, el togado y la goda Profesor Titular de la Univeridad Externado de Colombia Con ocasión de la muerte del exrector Juan Carlos Henao, la cual conmovió …
Profesor Titular de la Univeridad Externado de Colombia
Con ocasión de la muerte del exrector Juan Carlos Henao, la cual conmovió a su familia y a sus amigos, sus honras fúnebres fueron aprovechadas por algunos para promover mensajes de odio y división.
Cada uno es libre de expresar sus sentimientos ante la ausencia definitiva de alguien, o de no manifestarse. Se trata de sentimientos íntimos que merecen respeto. Pero lo cierto es que la comunidad externadista vive todavía una hora muy difícil cuando ni siquiera en la despedida final de quien hace apenas tres años era su más importante cabeza se obró con hidalguía, prudencia y mesura.
Sin más preámbulos registremos estas dos perlas que serán recordadas no precisamente por su brillantez.
La primera, de un profesor que detentó la calidad de miembro del Consejo Directivo se la Universidad y que en la época de las tensiones que aquí se vivieron promovió la malquerencia contra El Radical y quienes representamos una opinión diferente a la administración de entonces. Se trata del recientemente nombrado magistrado de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, quien dejando de lado sus responsabilidades como juez de una alta corte, tuvo el coraje de escribir en un WhatsApp de varios profesores la lapidaria frase de que la bondad infinita de Henao “lo llevó a no entrar en iútiles (sic) controversias con sus más agresivos detractores, a quienes veía como personas inferiores”.
¡¡Qué manera de despedir a un amigo!! Fue tan desleal la brusca frase del togado que terminó insultando al propio homenajeado. En efecto, calificar al exrector como una persona que consideraba “inferiores” a sus críticos, es ubicarlo en el lodazal de la intransigencia. Una congregación como la del Externado, donde supuestamente se respeta la disidencia y se fomenta el pluralismo, no puede patrocinar la idea de que uno de sus dirigentes haya tenido como norte despreciar a quienes lo criticaron en ejercicio de un derecho legítimo.
Pero no fue el único. Aquella que en sus tiempos de deshonra de la decanatura de derecho lideró la expedición de un comunicado de algunos profesores aquerenciados por el efímero poder rectoral contra quienes seguimos teniendo diferencias con lo que fueron aquellos años, en nombre de la tolerancia que jamás interpretó se consideró asistida del precario derecho de repetir sus injurias para descalificar a quienes no renunciamos al derecho a disentir de haber sido protagonista de “desafueros” contra el rector que fatigó con lisonjas babosas olvidando, por ejemplo, que por cuenta del ejercicio de la legítima discrepancia que nunca se ha arrodillado ante los poderosos, la Universidad pudo ahorrarse la vergüenza imborrable de que se concretara el intento no disimulado de alterar el resultado de las elecciones para Rector.
Pero faltaba todavía otra señora egresada de la Universidad, que la comunidad externadista jamás ha oído y no sabe quién es, una desconocida ilustre, eso sí ex subalterna del finado en la Corte Constitucional y muy cercana a la anterior administración, quien seguramente añora que su familia no hubiera podido suceder a Henao, tomó la palabra en el acto en el que la Universidad rindió honores a su ex rector, y en vez de aprovechar la oportunidad de poder dirigirse por primera vez a un Externado libre y tolerante con una voz madura, inteligente y conciliadora, prefirió lanzar dardos mortales a los que denominó críticos “no tan dignos” del ex rector. Nadie sabe con qué rasero llegó a tan arbitraria distinción entre opositores dignos y no dignos la Goda, como confesó la llamaba el propio Henao.
Difícil asumir que tal información tan errada, odiosa y provocadora la pudo haber obtenido la desafortunada oradora en los anaqueles de la ineficaz Asociación de Exalumnos del Externado o si se trata de distorsionadas y rencorosas versiones familiares a las que solo ella tiene acceso y repite sin fundamento y sin gracia.
Tan torpes fueron la censora, el togado y la goda que no cayeron en la cuenta de que en su afán de cobrar rencillas o lisonjear a Henao ofendiendo a muchos, se les extravió que uno de “los detractores no tan dignos” de los restos mortales de quien pretendían honrar fue precisamente el actual rector Hernando Parra, a quien tanto le deben. Por supuesto su mayúsculo error, más que haber insultado a una comunidad de hombres y mujeres libres, fue no haberle permitido descansar en paz a quien tiene derecho a ello.
La manía de la ingratitud Profesor Titular de la Univeridad Externado de Colombia “Desde 1977 han transcurrido 46 años, durante los cuales he sido docente de esta Universidad, exceptuando los años …
Profesor Titular de la Univeridad Externado de Colombia
“Desde 1977 han transcurrido 46 años, durante los cuales he sido docente de esta Universidad, exceptuando los años en los que estuve en Paris, no por cuenta de los prolongados auxilios del Externado, porque ninguno recibí ni pedí, sino con mis exiguos recursos y esfuerzos conseguidos en tiempos de penuria”
Completo casi medio siglo viendo transcurrir la época de oro de una Universidad donde se educaban y eran educadores los magistrados de las altas cortes, pero a partir de 2012 estoy siendo testigo – por fortuna ni mudo ni indiferente – del declive de esta Casa de Estudios.
Por estos días se desliza que el Rector Hernando Parra lidera una cruzada para ejecutar una purga de los profesores de antaño y sustituirlos por los de hogaño, en lo que podría denominarse el intercambio de generaciones y cédulas. Nada de raro hay en esa estrategia que en últimas lo que persigue es que la nueva nómina de amigotes le deba todo, exclusivamente, al rector Parra. Ojalá el relevo le sirva a la Universidad y no solo al nominador y a quienes ya andan ufanos de sus conquistas burocráticas.
No sería la primera purga ni la última. El reguero es bien largo y viene de vieja data pues algo parecido sucedió al final de los 60 siendo Rector el doctor Fernando Hinestrosa. En esa época en el camino quedaron muchos que a temprana edad académica fueron defenestrados porque algún chismoso, por allá en el año 68, propaló el cuento de que iban a tumbar al Rector y entonces los botaron sin haberlos oído y vencido en juicio. Se fueron y se hicieron respetables en otras universidades, como el inolvidable Jaime Giraldo Ángel y un grupo muy importante de profesores que fueron expulsados con el inri de haber intentado debilitar al Rector vitalicio, sin que fuese cierto.
En este medio siglo he visto cómo han ido cayendo profesores destacados en el mundo del derecho, quienes como en la Rusia estalinista han conocido la desgracia por cuenta del rumor, la intriga y han sido desplazados de la “nomenclatura” para ser enterrados en el más infamante olvido.
Muchos nombres cruzan mi memoria, empezando por Gabriel Escobar Sanín, el magistral profesor de bienes y contratos, un contestatario e iluminado del derecho civil, que con su desparpajo y originalidad encantó a todas las generaciones que fuimos sus discípulos. Tuve la inmensa fortuna de haber sido su asistente en la época en que quienes aspirábamos a ser docentes hacíamos cola pacientemente no propiamente en la antesala de la Rectoría -como hoy- mientras nos preparábamos en el difícil arte de enseñar. Sus clases eran siempre memorables, y también recordadas sus impecables críticas a las sentencias de la sala civil de la corte que luego se convirtieron en acatadas jurisprudencias. Un buen día algo pasó en la cúspide de la Universidad, pero nunca se supo qué fue. Al parecer, Escobar Sanín protestó por la exigua remuneración que recibía y eso bastó. Se marchó sin despedirse de esa muchachada a la que también le dedicó los mejores años de su vida. Murió ignorado por el Externado, aunque no por todos los externadistas.
Más tarde llega a mi memoria Luis Fernando Gómez Duque, un extraordinario filósofo del derecho, también libertario y crítico. En alguna efeméride o acto de aquellos que se convocaban en los 80, fue encargado de llevar las palabras en nombre del profesorado y quienes lo oímos quedamos estupefactos. En aquella inolvidable ocasión Luis Fernando se atrevió a hablar de la sucesión del Rector, y apenas la mera mención causó histeria, porque obviamente de ese encargo perpetuo era prohibido opinar, sobre todo en público. Los lisonjeros de siempre susurraron al oído sensible del Rector Hinestrosa que eso era parte de un complot, y lo cierto es que muy poco tiempo después también desapareció del firmamento externadista. Gocé del trato y talento de Luis Fernando, quien fue mi Presidente de tesis de grado, y por esa y muchas razones aún lo recuerdo con especial afecto. Sus últimos años los pasó refugiado en la Mesa (Cundinamarca) donde solía encontrarlo en actitud silente y cansina repasando lo que habían sido sus años bohemios y su vida académica, la que asumió con brillo reemplazando en la cátedra al Maestro Darío Echandía desde muy temprana edad y donde se destacó hasta que un buen día, en secreto, lo jubilaron. El día de su sepelio, su hijo José Fernando, también abogado de nuestra casa, me honró pidiéndome que dirigiera unas palabras a quienes lo acompañamos hasta su final, entre los cuales estábamos sus amigos y colegas del claustro pero nadie en representación de las directivas. Lo hice con la gratitud de quien solo así pudo rendirle merecidos honores a uno de los inolvidables de la tribu externadista, a quien tampoco le permitieron despedirse.
En los últimos tiempos vi marchitarse el nombre de Daniel Manrique Guzmán, mi profesor de comercial y sucesiones, un memorioso cultor del derecho civil y mercantil, el primer director del departamento de derecho privado, que al inicio albergaba lo que son hoy las cuatro unidades académicas de civil, comercial, romano y procesal. Manrique hizo historia durante los muchos años de cátedras mañaneras, en punto de las 7 a.m. y por sus evaluaciones siempre rigurosas. Le llegó la hora y también fue retirado sin saberse el motivo. Su muerte nos sacudió a muchos de sus discípulos y a quienes además privilegió con su amistad. En su retiro académico solía reunirme con el maestro Manrique, de quien hasta nuestra última entrevista confesaba que preparaba diariamente las clases que debía dictar de no haber sido retirado del oficio. Y era verdad. Cuando murió Manrique, le sugerí al Rector Henao que el Externado debía hacer un acto especial en su honor, pero el rencor pudo más que el deber. Fue imposible porque Manrique en ejercicio de su profesión como abogado representó al grupo económico que se enfrentó al otro en el que tenían intereses el Externado y su rector de entonces. Una contienda profesional pasajera pesó más que medio siglo de sapiencia y entrega externadista. Otro grande que se fue sin despedirse y que ni aún muerto le perdonaron su independencia y reciedumbre.
Nunca advertí rasgos de amargura en estos profesores alejados de su pasión de la enseñanza. En sus apacibles vidas de retirados de la “lucha de clases” no había fisuras ni tampoco resentimientos. Eso aprendí de ellos, y entonces viviré en paz cuando se me agoten las fuerzas. Esto, ni más, ni menos, anuncio anticipadamente a los traidores y oportunistas que aprovechando el ambiente de cocina que se respira en este nuevo Externado, hoy se solazan con mezquindad pidiendo a través de cartas privadas mi cabeza. Son “chacales dándole vueltas al odio”, como diría Martí.
La nueva decana de la Facultad de Derecho cuenta con las horas de vuelo y la credibilidad de la comunidad externadista para liderar la actualización del pensum del programa, la semestralización de la carrera, la adopción de un estatuto profesoral equilibrado y pluralista, y la acreditación del pregrado. ¡Bienvenida!
La nueva decana de la Facultad de Derecho cuenta con las horas de vuelo y la credibilidad de la comunidad externadista para liderar la actualización del pensum del programa, la semestralización de la carrera, la adopción de un estatuto profesoral equilibrado y pluralista, y la acreditación del pregrado. ¡Bienvenida!
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Se posesiona como decana de la Facultad de Derecho la profesora Emilssen González de Cancino, de amplias ejecutorias en el Externado y también en diferentes responsabilidades públicas y privadas, lo cual es motivo de regocijo y satisfacción en la Universidad.
No se trató de una designación a dedo pues la doctora Emilssen compitió con otros magníficos aspirantes, como Paula Robledo Silva y Jorge Iván Rincón, dos jóvenes exponentes del profesorado de la Facultad de Derecho que están llamados a ejercer importantes responsabilidades en el futuro.
Luego de una votación que favoreció a la doctora Emilssen, el rector optó por nombrarla y con ello hizo un reconocimiento de admiración y gratitud por la nueva decana que llega en un momento trascendental para la Universidad.
La doctora Emilssen tiene las horas de vuelo y la credibilidad en la comunidad externadista para liderar jornadas de importancia como la definición de la modificación del pensum de la Facultad de Derecho, la semestralización de la carrera, la adopción de un estatuto profesoral equilibrado y pluralista, la acreditación y en general la modernización de nuestra centenaria escuela de Derecho, proyectos todos urgentes que inexplicablemente se fueron quedando dilatados por la inercia e incompetencia de la pasada administración.
Los externadistas recibimos con tranquilidad el nombre de la distinguida profesora en la decanatura de Derecho, y muchos nos preguntamos cómo es que ello no había ocurrido antes. La administración de Juan Carlos Henao desaprovechó la feliz oportunidad de haber designado a la doctora González de Cancino como la primera decana, pues prefirió honrar a su más cercana semejanza y amiga. Los resultados quedaron a la vista y por eso es imposible no reconocer que la nueva decana haya tenido la generosidad de someter su nombre a un concurso, con lo cual hizo un gesto inolvidable de humildad y de amor infinito por el Externado que tanto ama y al que le ha dedicado más de 50 años.
Y es que una tarea impostergable que la entrante decana sabrá asumir y llevar a buen puerto, es la de reconstruir los hilos de la concordia que lamentablemente quedaron rotos por las inexpertas manos que asumieron esas responsabilidades con criterio excluyente y clientelista. La nueva decana registra el impresionante récord de haber sido docente de todas las demás generaciones de quienes hoy deambulamos en los pasillos de la Universidad presurosos para dictar clase. Salvo uno o dos profesores de su propia generación, todos hemos disfrutado de las lecciones de nuestra maestra de Derecho Romano. Mi primer contacto con la Universidad fue con la hoy decana quien entonces adelantaba las entrevistas a la muchachada que llegábamos a tocar las puertas del Externado.
Se vienen días de calma y de prosperidad que hace tiempo nos están haciendo falta. No hay duda de que la nueva decana acertará y también que si se equivocare estará presta a rectificar y a dialogar sin pretensiones de imponer su voluntad o sus personales posturas.
Quedamos, pues, en las mejores manos, como justo es reconocerlo, también lo estuvimos en las de la joven doctora Jhoana Alexandra Delgado de Brigard, quien con buen tino y prudencia ejerció con brillo y desprendimiento el encargo en la decanatura.
Al recibir a la doctora Emilssen lo hacemos con mucha esperanza en el futuro, ensombrecido solo porque en este instante feliz siempre nos hace falta el genial Antonio Cancino, a quien también sus discípulos le estamos agradecidos.
Resulta inquietante el tratamiento económico favorable que han recibido las doctoras Marta Hinestrosa y Adriana Zapata, ex secretaria general y ex decana de la Facultad de Derecho, respectivamente.
Resulta inquietante el tratamiento económico favorable que han recibido las doctoras Marta Hinestrosa y Adriana Zapata, ex secretaria general y ex decana de la Facultad de Derecho, respectivamente.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
En el pasado nos quedamos sin conocer la rendición de cuentas porque la anterior administración, presidida por Juan Carlos Henao, se negó rotundamente a ello. Hoy se nos habla de que el rector Hernando Parra Nieto encontró un déficit operacional gigantesco en la Universidad que alcanza la suma de $38.420 millones, y no se nos ha explicado cuál o cuáles son las causas de ese desastre, quiénes son los responsables del mismo, ni que hará el Externado para sancionar a quienes ejecutaron lo que debió obedecer a una administración desleal.
En eso consiste una rendición de cuentas, a la que tiene derecho la comunidad externadista en cualquier tiempo. El Externado es una fundación sin ánimo de lucro, puesta al servicio del más noble interés de contribuir a la educación superior de los colombianos, pero en estos tiempos parece no entenderse ese postulado que estamos obligados a honrar en memoria de Nicolás Pinzón Warlosten y Diego Mendoza Pérez.
¿Qué pudo haber pasado en los tiempos de la década pérdida de Juan Carlos Henao para que la Universidad, siempre próspera, terminara en semejante situación de alarma patrimonial? Que no nos vengan a decir que todo fue obra de la pandemia, cuando ya se empiezan a perfilar varias decisiones administrativas que resultaron ruinosas y equivocadas. Eso es lo que debe saberse ahora, ya que en el inmediato pasado el autoritarismo que entonces reinaba se resistió a respetar ese derecho inalienable de todos los externadistas a estar cabalmente enterados.
Hoy necesitamos saber si han tenido incidencia en la mala situación económica los numerosos contratos que en épocas de Henao se suscribieron con encopetados asesores que ningún servicio ni utilidad le han prestado a la Universidad, no obstante haber recibido religiosa y mensualmente importantes remuneraciones. ¿Quiénes son esos asesores, cuánto les han pagado? Y lo que es todavía más urgente ¿Siguen estando vinculados a la costosa e inútil nómina? De ser así ¿Qué tiene que pasar para que esos acomodados consultores renuncien y persistan en cargarle a la Universidad, que los acogió a cambio de nada, sus remuneraciones o para que sean despedidos de una vez por todas?
Lo otro que resulta inquietante es el tratamiento que algunos ex servidores del Externado le han dispensado para convertirlo casi que en una especie de su caja menor personal. Me refiero a las doctoras Marta Hinestrosa y Adriana Zapata, ex Secretaria General y ex decana de la Facultad de Derecho, de quienes hoy venimos a saber que gracias a sus exigencias negociales de las condiciones de su “retiro”, en realidad no han renunciado ni se han retirado de la Universidad. La primera, Hinestrosa, al parecer ha gozado de una licencia remunerada, mientras que la segunda, Zapata, si bien renunció a su desastrosa decanatura que tanto daño le causó a la Universidad, le fue creado un nuevo cargo para que no haga nada, pero donde se justifique un ingreso de cerca de $25.000.000 mensuales.
Todo indica que las doctoras Hinestrosa y Zapata aspiran a conseguir o definir mejores condiciones para sus pensiones de jubilación, en lo que les asiste el derecho, pero ¿Por qué tiene que ser el Externado el paganini de esas ambiciones?
Esa política benefactora no tenía presentación ni siquiera en épocas de bonanza, porque el Externado no es la plata de bolsillo de las aspiraciones salariales ni pensionales de nadie.
A todas estas ¿Cuáles han sido las nuevas condiciones laborales de quienes tuvieron que dejar sus cargos, como en el caso del ex rector Juan Carlos Henao, o del flamante ex asesor de la rectoría y hoy camuflado y permanente aspirante a decano de la Facultad de Derecho, Edgar Cortés? Esas son cosas que no pueden taparse con el manto del silencio porque son de interés colectivo y no solamente de cada uno de los interesados.
Y si el Externado no puede ser el apalancamiento para que algunos mejoren o sostengan sus ingresos y niveles de vida, tampoco puede ser el escenario para que unos conspiradores empeñados en responder con maniobras desleales la generosidad con la que han sido tratados por el rector Parra, anden ahora empeñados en agenciar candidaturas o promover nombres, usando el poder inamovible de algunos decanos obsecuentes con lo que quedó atrás, todo para amenazar e incomodar al actual rector. Entre otras cosas, siguen pelechando los decanos de la Facultad de Administración de Empresas y la de Comunicación, ¡Quién lo creyera! hoy habilitados como los más cercanos alfiles del nuevo rector, cuando antes lo hostigaron y le cerraron las puertas. ¡Vivir para ver!
Estudiantes y profesores hemos sobrevivido a la pandemia; sin embargo, preocupan los resultados nada halagüeños que arrojan las mediciones de diferentes índoles que se hacen a la Facultad de Derecho. Por primera vez en la historia esta centenaria y reputadísima unidad académica no está en los puestos de comando.
Estudiantes y profesores hemos sobrevivido a la pandemia; sin embargo, preocupan los resultados nada halagüeños que arrojan las mediciones de diferentes índoles que se hacen a la Facultad de Derecho. Por primera vez en la historia esta centenaria y reputadísima unidad académica no está en los puestos de comando.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Estudiantes y profesores hemos sobrevivido a este durísimo período de la pandemia, que no solo marcó la necesidad de trabajar virtualmente, sino que fue testigo del cambio de administración en la Universidad, al menos en lo que tiene que ver con el nuevo rector.
Tal vez el más sorprendente hallazgo de estos tiempos inciertos fue asistir a las mediciones de diferente índole que no arrojaron resultados halagüeños para la Facultad de Derecho. Son muchos los exalumnos que, con razón, están dolidos de leer esas noticias, y son reiterados sus llamados y reclamos indagando por lo que está pasando. No son los únicos, también en los pasillos de la Universidad hay zozobra, porque por primera vez en la historia nuestra centenaria y reputadísima Facultad no está en los puestos de comando.
La planta docente de la Facultad sigue estando en las mismas manos que hicieron posible el reconocimiento nacional e internacional de antaño. Si eso sigue siendo así, es urgente detectar cuál es el detonante de esta penosa situación que nos impone acuartelamiento de primer grado a quienes tenemos la responsabilidad de responder por la excelencia académica y el buen nombre de la Universidad.
Si nuestros estudiantes que han rendido pruebas han tenido malos resultados en esas evaluaciones, a no dudarlo no son ellos los únicos responsables. Hay algo allí estructural que amerita revisión urgente. En mi opinión, el sistema de evaluación impuesto a la brava y violando el principio de la libertad de cátedra, según el cual los exámenes finales no comprenden una rendición de todas las materias sino apenas de lo visto en clase desde el último parcial, constituye un elemento extraño y desconocido que puede explicar lo que está aconteciendo. Por fortuna, a partir del próximo semestre será restablecida la presencialidad y muchos esperamos que sea abolida esa odiosa y arbitraria regla de obligar al profesor a indagar como examen final lo que le parece a una decana que jamás ha sido profesora en pregrado.
Pero hay más. Es necesario precisar si las mediciones que se hacen de las facultades de Derecho se realizan de manera igual para todas, o si, como algunos lo reclaman, se están convocando cuidadosamente para que universidades de reconocido prestigio como la nuestra tengan mal suceso, sin importar que se perpetren atropellos. A la Universidad le ha llegado la hora de participar activamente en el diseño de la estructura y metodología de estas mediciones, para asegurarse de que nuestra población estudiantil está asistiendo a comprobaciones objetivas.
La rebeldía del Externado que nos ha identificado por 135 años tiene que traducirse, además, en el respeto por la autonomía universitaria, la cual, en mi criterio, en los últimos tiempos está siendo conculcada. Por ejemplo, la Universidad ha tenido que ocuparse del diseño de un costoso programa diseñado por el Ministerio de Educación para que puedan ofrecerse especializaciones y maestrías, al extremo de que el Gobierno inclusive se siente asistido del poder supremo de intervenir en la delimitación de contenidos académicos. Me pregunto ¿Por qué el Externado no ha asumido con fuerza el liderazgo de formular demandas contencioso administrativas cuestionando la legalidad de las decisiones de un Ministerio que como el de Educación cada vez más se comporta como si fuera rector de los centros universitarios y no como un servidor estatal independiente?
La consecuencia de esa pasividad sorprendente ha sido funesta. Mientras la Universidad está ahora invirtiendo cuantiosos recursos para cumplir las exigencias de un decreto recientemente expedido, nada fáciles de atender, no ha habido espacio ni vocación para ocuparse del preocupante resultado de las mediciones adversas a nuestra Facultad de Derecho, que nos tiene desvelados a muchos, incluyendo a nuestros fieles y abnegados egresados que siguen de corazón todo lo que acontece en su adorada alma mater.
El próximo año no solo volveremos a la presencialidad, sino que además el propósito debe dirigirse a no dejarse imponer de ningún Gobierno la agenda académica y a que se respete la autonomía universitaria, sino también a enfrentar el reto de ocupar los puestos de honor que con tanto esfuerzo construyeron las pasadas generaciones conquistaron para gloria del Externado.
La imposición de la saliente decana de Derecho de reducir los exámenes, solamente a las materias nuevas para que no haya pruebas acumuladas, con la excusa de facilitar el rendimiento de los alumnos, es un imperdonable yerro. Imponerles a los profesores cómo evaluar a sus estudiantes amenaza la libertad de cátedra y se convierte en un factor que amenaza el prestigio y competencia de los estudiantes.
La imposición de la saliente decana de Derecho de reducir los exámenes, solamente a las materias nuevas para que no haya pruebas acumuladas, con la excusa de facilitar el rendimiento de los alumnos, es un imperdonable yerro. Imponerles a los profesores cómo evaluar a sus estudiantes amenaza la libertad de cátedra y se convierte en un factor que amenaza el prestigio y competencia de los estudiantes.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
En términos académicos habrá que hacer un balance de lo bueno y lo malo que nos ha dejado esta pandemia del Covid-19 de la que no salimos aún.
Hay cosas buenas, como reinventarnos docentes y estudiantes en la virtualidad, lo cual ha sido un esfuerzo gigantesco para todos. No solo para los alumnos, quienes han puesto de su parte grandes sacrificios. También para los profesores, y lo digo en nombre propio. Dictar un curso entero sin ver físicamente a los destinatarios de nuestras reflexiones, escribir en la pizarra de zoom, hacer chistes sin saber si fueron entendidos o si gustaron, en fin, hablar por largas jornadas sin tener la certeza de si la disertación gustó o no. Pero como no hay placer superior a dictar clase, esa tarea ha valido la pena. Hemos hecho historia todos. Cuando esto pase y vengan nuevas generaciones tendremos para decirles con orgullo que somos sobrevivientes de una pavorosa pandemia que por poco acaba también con la vida universitaria.
Pero también ha habido cosas no tan buenas y casi que malas. Por ejemplo, el esperpento de reducir los exámenes solamente a las materias nuevas, para que no haya pruebas acumuladas, que se acuñó dizque para facilitar el rendimiento de los alumnos, es un craso e imperdonable yerro.
Lo primero que ultrajó este nefasto sistema de exámenes no acumulados fue la libertad de cátedra, tan caro para nuestro credo fundacional del Externado. En efecto, una garantía democrática y pluralista de una enseñanza que se supone libre es la de que el docente pueda definir el mejor sistema para comprobar si sus alumnos adquirieron competencias e idoneidad en su materia. Imponerles a los profesores el temario sobre el cual deben evaluar a sus alumnos es una intromisión bárbara en el sagrado derecho de ejercer la libertad de examinar, que es parte de la de cátedra.
La manera de ayudar al estudiantado durante la pandemia no es relevándolos de los esfuerzos que todos hemos tenido que hacer para no dejar morir nuestra Universidad, sino manteniendo el mismo nivel de exigencia aun en medio de las dificultades. En el caso de mi materia de Derecho Procesal Civil Especial, el “hallazgo” de no acumular materia para los exámenes se traduciría en que para el examen final solo podría preguntar lo que me resta explicar en dos o tres clases finales y no sobre la totalidad de la materia. Si se trata de ayudar a los alumnos, el camino es ofrecerles espacios más amplios que les permitan estudiar todas las asignaturas, en vez de proponerles que estudien menos. Eso solo podía ocurrírsele a quien, no solo no tiene claro el concepto de las libertades públicas a las que nos debemos los hombres y mujeres de nuestro Externado, sino que tampoco conoce a fondo la vida universitaria.
Es más, esa solución brutal de reducir el temario de exámenes está muy relacionada con el descenso dramático en los resultados que están mostrando nuestros egresados de la Facultad de Derecho en las diferentes mediciones que han venido haciendo en los últimos tiempos distintas organizaciones. En efecto, si los profesores seguimos siendo los mismos, si los alumnos están cursando las mismas materias y siguiendo idénticos programas ¿Qué es lo que está pasando para que hoy los abogados del Externado no clasifiquen entre las diez primeras universidades, cuando hasta hace muy poco siempre estábamos en los tres primeros escaños?
Si lo que se ha cambiado es el sistema de evaluación, de manera que al final los estudiantes no son confrontados para que expongan un criterio amplio y suficiente de lo que aprendieron, sino lo últimamente visto, ello está fracturando el prestigio que habíamos ganado durante más de cien años.
Una Facultad de Derecho como la nuestra, donde tenemos cursos numerosos que impiden la comprobación permanente y rutinaria de lo alumnos, el examen final o acumulado se convierte en la más segura herramienta de ilustración para quien pretenda aprobar una asignatura y también para que el docente tenga la certeza de que sus conocimientos fueron efectivamente asimilados.
Es infortunado, por decir lo menos, que la saliente decana de la Facultad de Derecho, Adriana Zapata, en una actitud más prepotente que dialéctica, ahora esté recordándoles a estudiantes y profesores que los exámenes finales que muy pronto iniciaremos, no serán pruebas de todas las asignaturas, sino de lo que se haya visto luego del examen semestral o trimestral en adelante, lo que, se repite, conduce al ridículo de que en ciertas clases los alumnos tendrían que revisar solamente una o tres clases y relevarse de la carga edificante de confrontar y pensar sobre todo lo debatido y estudiado en un largo año académico.
Resulta inútil insistirle a la decanatura que revise tan deteriorante decisión, porque no ha oído ninguna razón, salvo la de su propia arrogancia de insistir en una medida que nos está conduciendo a la mediocridad. Eso es lo que no has dejado la pasada administración, si se quiere más grave y dramático que el déficit financiero que no ha sido capaz de explicar, pues de este hay como restablecerse, pero no del desprestigio académico.
Los estudiantes deben entender que el tal “beneficio” que se les ofrece de tener que estudiar menos por cuenta de las necesidades y dificultades de la pandemia del Covid-19, en el fondo y en el corto y largo plazo es un arma letal que los amenaza en su futuro profesional y en sus posibilidades laborales. Nunca antes la idoneidad y competencia de los abogados del Externado se había puesto en duda, solo ahora que en nombre del facilismo se les ocurrió entregarles a los alumnos un dulce envenenado para invitarlos a no esforzarse.
Tengo fe en los alumnos que he venido formando durante 45 años, y sobre todo en su pulcro sentido de la dignidad y la supervivencia. No es la hora de sucumbir sino la de sobrevivir sin comprometer la suficiencia y competencia que el país entero, incluidos nuestros malquerientes y envidiosos, no habían podido desconocer a los abogados etiquetados con la marca de ser externadistas.
Para esta importante posición es urgente contar con una persona con ascendencia colectiva en toda la comunidad externadista, no un heredero de Henao, Marta Hinestrosa, Adriana Zapata, ni de nadie. Tiene que ser un profesor independiente.
Para esta importante posición es urgente contar con una persona con ascendencia colectiva en toda la comunidad externadista, no un heredero de Henao, Marta Hinestrosa, Adriana Zapata, ni de nadie. Tiene que ser un profesor independiente.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Después de la desastrosa e improvisada gestión de la doctora Adriana Zapata, como primera decana de la Facultad de Derecho, es ya un hecho notorio y urgente que ella debe dejar el cargo que no ha honrado, para que, por fin, llegue a esa dignidad una persona que merezca el respeto y credibilidad, y no que reproduzca las divisiones y enfrentamientos.
El paso de la doctora Zapata por la decanatura no le dejó nada a la Facultad, pues, por el contrario, en vez de unir contribuyó a multiplicar los enfrentamientos. Imposible olvidar que fue ella la autora intelectual y gestora principal del famoso comunicado facturado contra quienes criticábamos a esa administración. No fue ella la única, en honor a la verdad, porque también fueron varios los que se sumaron a esa cruzada de difamación que nunca antes se había visto en los 135 años de vida del Externado.
Para no ir muy lejos, el ampuloso asesor de rectoría, Edgar Cortes, ejerció su cargo con arrogancia y con talante excluyente. Se le subieron los humos a la cabeza. Ahora dizque ha dado a conocer su aspiración para convertirse en el sucesor de Adriana Zapata, siguiendo precisas instrucciones de los clásicos viudos del poder, los mismos que creyeron que el Externado era patrimonio suyo.
¿Tiene Cortés las condiciones personales y académicas, y sobre todo la credibilidad en la facultad, para convertirse en decano? Por su recorrido como asesor del rector, cargo que nunca antes había existido en más de cien años, es evidente que no reúne las condiciones ni es dueño de la serenidad para liderar como decano nuestra facultad. Su actuación como asesor del rector no fue tranquila ni fructífera. Quién tiene responsabilidades de dirección en una universidad no puede ser fuente de conflictos, ni enredarse en dimes y diretes, como lamentablemente le ocurrió a Cortés. Más que haber asesorado al rector de entonces, se convirtió en el verdugo de las malquerencias del quinto piso.
A lo anterior ha de agregarse una consideración no menor que tiene que ver con los supuestos méritos académicos de Cortés, que en modo alguno lo ponen en situación de imprescindible a la hora de elegir un decano que entienda que sus responsabilidades han de ejercerse sin odio y sin perseguir a nadie.
El tema de designar nuevo (a) decano (a) no puede pasar por la necesidad de que quien aspire a esa dignidad busque restablecer los privilegios salariales de los que gozó variadamente en la pasada administración, como es el caso y la aspiración de Edgar Cortés. El tema no es de plata sino de estructuras.
El decano (a) debe ser una persona con ascendencia colectiva en toda la comunidad externadista, no un heredero de Henao, Marta Hinestrosa, Adriana Zapata, ni de nadie. Tiene que ser un profesor independiente, acatado y respetado por sus pares, no uno que haya bebido en las mieles del consentimiento y el proteccionismo de la familia Hinestrosa y que esté aspirando a mejorar su escala salarial.
Adicionalmente, quien sea la nueva (o) decana (o) además del reconocimiento al interior de la Universidad, debe ser un profesional reconocido en la comunidad jurídica. En todas las universidades que cuentan con facultades de Derecho se esmeran por llevar a sus decanaturas a profesionales que ya tienen audiencia en diferentes escenarios. Eso no nos puede resultar imposible a los externadistas. Más que querer, necesitamos un decano (a) cuyo nombre sea respetado entre nosotros, pero que no le resulte extraño al conglomerado jurídico en general. La experiencia de nombrar a alguien en cargos de privilegio en la Universidad, para que desde ese paraninfo intente construir una imagen pública y labrar aspiraciones políticas o burocráticas, ya nos dejó una amarga experiencia de la que esperamos recuperarnos pronto.
Además de definir cómo, cuándo y entre quiénes se debe hacer este proceso, es necesario, para garantizar el derecho de defensa de los docentes, aclarar las consecuencias que se deriven de una deficiente o afortunada calificación.
Además de definir cómo, cuándo y entre quiénes se debe hacer este proceso, es necesario, para garantizar el derecho de defensa de los docentes, aclarar las consecuencias que se deriven de una deficiente o afortunada calificación.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Si hay algo urgente y necesario para incluir en la compleja agenda rectoral, es lo relativo a la organización de una vez por todas de las evaluaciones que la universidad realiza esporádicamente entre los estudiantes para medir el rendimiento de los profesores. Este es uno de los temas que deben ser banderas para la nueva administración, pues además de definir cómo, cuándo y entre quiénes han de hacerse las evaluaciones, es preciso, para garantizar el derecho de defensa de los docentes, definir las consecuencias que se deriven de una deficiente o afortunada evaluación.
En efecto, con mucha timidez el Externado se ha ido aproximando al sistema de evaluar los profesores, no siempre con el mismo rasero. A eso se agrega que ni los estudiantes ni los profesores saben quién o quiénes orientan tales encuestas, cuáles son las experiencias de quienes organizan los cuestionarios, cómo se recauda de manera segura la información, cuáles son las indagaciones que se plantean, a partir de qué número de estudiantes consultados se considera que una encuesta es confiable, y lo que ni siquiera se ha ensayado a preguntar: ¿ha habido un solo profesor que haya ascendido en el confuso escalafón profesoral o que haya sido excluido de la Universidad, por cuenta de estas evaluaciones. La respuesta es no.
La verdad es que, en el período de Juan Carlos Henao, las evaluaciones dieron la sensación de estarse manejando con un mezquino aliento de perseguir a aquellos profesores que no comulgaban con esa nefasta dirección de la Universidad. Las encuestas solían hacerse delante de un exiguo grupo de estudiantes, al parecer para provocar una medición adversa o no tan favorable a ciertos profesores, mientras, por otro lado, el sistema de recolección de la información sufría convenientes modificaciones que favorecían a quienes gozaban del beneplácito de la secretaria general y de la caótica decana de la Facultad de Derecho.
Hay que decirlo con claridad, mientras la decana de la Facultad de Derecho siga siendo la doctora Adriana Zapata, no solo no habrá garantías para toda la comunidad docente, sino que la reconciliación en la que se ve empeñado al rector Parra Nieto, será una quimera. Para esta empresa de las evaluaciones profesorales, la actual decana no tiene las competencias ni la credibilidad para liderar ese delicado proceso, que debe ser absolutamente transparente y confiable.
En efecto, la Universidad debe disponer de un sistema seguro y conocido por todos, estudiantes y docentes, que garantice que las mediciones profesorales no se van a utilizar como instrumentos de descrédito. Para ello es necesario definir un número porcentual mínimo de encuestados que debe participar de una encuesta o medición a cada profesor, que no sea inferior al 70% de cada curso. Ese sistema de encuestar a 10 o 20 personas en cursos de 180 o 200 es notoriamente errado, injusto y desigual. Asimismo, es necesario definir con suficiente antelación, al inicio de cada semestre cuándo tendrán lugar tales mediciones. De igual modo, debe integrarse un comité de expertos donde tengan asiento estudiantes y profesores que puedan participar en la elaboración de los cuestionarios sometidos a los alumnos.
La decana Zapata adolece de las competencias para liderar este proceso, por la sencilla e invencible razón de que su recorrido como docente en el pregrado es bastante pobre, por decir que ninguno. Ni ella conoce a los estudiantes en su desempeño como tales, ni estos la han visto desempeñarse en faenas como docente, que es en donde se construyen los prestigios que no pueden destruirse por nada ni nadie, menos con comunicados infamantes y denigratorios.
No puede ser que los evaluadores del rendimiento profesoral, por sí y ante sí, decidan qué preguntan, cuándo, respecto de cuáles profesores, ni tampoco qué número de estudiantes es el llamado para definir si un profesor es bueno o malo. Y no puede suceder en una Universidad liberal, en el mejor de los sentidos de la expresión, que nadie sepa quién nombra ese Comité, quiénes lo integran, con cuáles criterios orientan las preguntas, si sus miembros manifiestan o no causales de impedimento o sin son recusables por estudiantes o profesores.
Y lo otro que es también necesario definir son las consecuencias de una mala o buena evaluación. Un profesor que luego de varias mediciones registre que sus estudiantes en porcentajes superiores al 50% lo descalifican, le está llegando la hora del retiro. No así, a aquel docente que en un procedimiento transparente concita la aprobación colectiva del alumnado.
Llegó la hora de hablar en serio y para siempre de este espinoso tema que nos hará más competentes y más libres.
El exrector Juan Carlos Henao se fue con el legado de haberle entregado al Externado los peores años, no solo porque la Universidad ha quedado en una encrucijada económica muy difícil, sino porque la comunidad quedó fracturada por completo. Su periodo será recordado como “El Albaceazgo”.
El exrector Juan Carlos Henao se fue con el legado de haberle entregado al Externado los peores años, no solo porque la Universidad ha quedado en una encrucijada económica muy difícil, sino porque la comunidad quedó fracturada por completo. Su periodo será recordado como “El Albaceazgo”.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
El exrector Juan Carlos Henao, luego de su desastrosa gestión al frente de la Universidad, se despidió anunciando que entregaba al público en general una obra supuestamente portentosa sobre la DISRUPCIÓN TECNOLÓGICA, TRANSFORMACIÓN DIGITAL Y SOCIEDAD que, lamentablemente, no ha tenido difusión ni eco en ningún escenario.
Según Henao, ese fue un trabajo de investigación del que él obviamente no hizo parte que duró dos años y medio, elaborado por 144 profesores, incluyendo 67 mujeres. Por el buen nombre de los docentes que de buena fe y con empeño trabajaron en esto, ojalá no pase lo mismo que con los cuatro tomos sobre la Corrupción, también publicados en el Externado y hoy completamente olvidados, los cuales de nada sirvieron, ni siquiera internamente, salvo por la genial caricatura de Matador publicada en estas mismas páginas: puede visualizarla haciendo clic aquí.
Al final de este reportaje se vio que Henao no se fue tan alegre y contento como aquí lo pregonó en varias de las reuniones que él mismo se organizó a manera de clausura de su accidentado periplo, por cierto, bastante deslucidas en cuanto a su contenido y concurrencia. En efecto, a la pregunta “Mañana termina su periodo como rector del Externado…” respondió “Querido Yamid: Finalmente, nada es de uno. Solo su libertad y su pulcritud. Uno se muere y el mundo sigue andando. A pesar de todo, a pesar de los aspectos inmundos y bellacos del ser humano, que muestran las exageraciones de la democracia en donde la oposición en ocasiones se hace con odio y violencia, tenemos que ser optimistas y creer en la perfectibilidad humana, para que la muerte nos coja con una sonrisa”.
A lo mejor Henao pensó que tan elíptica frase, propia de su confuso talante, era un sablazo para quienes nos empeñamos en denunciar lo que pasó en estos últimos nueve años, en los que un rector irresponsable al día siguiente de haber tomado posesión de su cargo, a espaldas de todos decidió conferirle poder general a la Secretaria General para que fuera ella quien continuara manejando a sus anchas las arcas y destinos del Externado. Impensable despedida pública de una responsabilidad que ameritaba una postura limpia ajena a las contradicciones, pero sobre todo a las mezquindades.
No fueron estos los mejores años del Externado, no solo porque la Universidad ha quedado en una encrucijada económica muy difícil, sino porque la comunidad quedó fracturada por completo. Al nuevo rector, el profesor Hernando Parra Nieto, le corresponde reconstruir los tejidos destruidos durante este período que será recordado en la historia externadista como “El Albaceazgo”.
Lo que no dijo Henao en su reportaje final fue todo lo que su administración orquestó o consintió de la mano de Marta Hinestrosa, Edgar Cortés y Adriana Zapata, entre otros, para descalificar lo que ya sabemos hoy le parecen “exageraciones de la democracia”. Ni una mención sobre porqué nunca rindió cuentas, tampoco permitió una auditoria franca y seria, y en cambio, sí toleró en actitud silente y cómplice la expedición de un comunicado contra los profesores que con orgullo fuimos bautizados “los radicales”.
¿Qué quedó de esa aventura? Nada que valga la pena, ni siquiera guardar en la memoria. De mi parte y la de los demás profesores afectados a pesar de las agresiones, no hay rencores porque preferimos mirar al futuro con la tranquilidad del deber cumplido. El inmortal procesalista uruguayo en los mandamientos del abogado sentenció que “El tiempo venga las cosas que se hacen sin su concurso”. Esperemos que su efecto sanador haga lo mismo en la otra orilla que debe comprender que lo que ocurrió permitirá al Externado encontrar su rumbo en el porvenir, de manera que siga prestando a la comunidad el servicio de educar hombres y mujeres libres y de buenas costumbres por docentes de las mismas condiciones, despojados del odioso culto a la personalidad.
Los tiempos que se avecinan en el Externado deben asegurar que será una universidad libre, pluralista, tolerante, donde se respete el principio inderogable de la libertad de ´catedra -hoy ultrajado-, competente y comprometida con prodigar una enseñanza de la que se sientan de nuevo orgullosos los externadistas, todos.
En esa tarea trascendental va resultar de la mayor importancia la evaluación que los estudiantes hagan de los profesores y las consecuencias que de ello pueda derivarse. Para eso será necesario revisar que quienes reciben y procesen la información entre los estudiantes para entregar estos resultados, no ejerzan odios camuflados ni ejerzan rencillas para perjudicar el recorrido de aquel docente que no sea de sus preferencias. El Externado tiene que tener la capacidad de evaluar con independencia a sus profesores, sin que ello sea manipulado para perseguir y estigmatizar, como al parecer ha ocurrido en el pasado reciente.
El futuro está a la vista y a la mano. Que no nos vuelva a pasar que terminemos desaprovechándolo.
Y un comentario final. Después de este largo y accidentado proceso electoral, que no estuvo al margen de la sospecha de fraude o interferencias indebidas, a todos nos quedó claro que el Externado de hoy no es solamente la prestigiosa Facultad de Derecho, sino todas sus demás facultades y docentes. Eso, sin duda, es un hallazgo maravilloso.
Le quedan las horas contadas a la administración saliente de la Universidad Externado que deja la sagrada heredad con muchos problemas y hondas fracturas que el nuevo rector Hernando Parra tendrá la inmensa responsabilidad de superar.
Le quedan las horas contadas a la administración saliente de la Universidad Externado que deja la sagrada heredad con muchos problemas y hondas fracturas que el nuevo rector Hernando Parra tendrá la inmensa responsabilidad de superar.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Terminó por fin el extenso y tortuoso proceso para elegir nuevo rector de la Universidad, del que quedan algunas lecciones que es preciso registrar para que no se olviden pronto.
Lo primero que hay para destacar es que fue evidente que el rector Henao, la secretaria general, Marta Hinestrosa; la decana de Derecho, Adriana Zapata; el lánguido, incompetente y disociador asesor de rectoría, Edgar Cortés; y, en general, la totalidad de los decanos y funcionarios dependientes hasta emocionalmente del quinto piso, no fueron imparciales. No digo que este mal que hubiesen tenido candidato, porque ese era su derecho, sino que de muy diversas maneras usaron sus parcelas de poder para influir en la elección, pero tampoco les resultó.
No entendieron los mensajes que dejaron las dos últimas elecciones: para elegir representantes de los profesores en el consejo directivo, fue estruendosa la derrota que sufrió la lista prohijada por Henao y su equipo; y más tarde, en la consulta con los nombres de los candidatos a rector las dos preferencias inocultables del mismo grupo que pretendía perpetuar su dominio en la Universidad, quedaron en penúltimo y último lugar, respectivamente.
Si hubo elecciones y si ganó quien no era apreciado por las actuales directivas ello fue a pesar de Henao y su grupo, quienes se van desprestigiados y derrotados de la cúpula de la Universidad que no honraron y que, por el contrario, sumaron en una grave crisis que requerirá de muchos años para superarse.
En efecto, los últimos acontecimientos de esta elección de rector estuvieron marcados de intrigas y hasta de campañas de desprestigio y descalificación. Por ejemplo, la que intentaron algunos, obviamente aupados por Henao, al difundir la especie malintencionada de que Hernando Parra, el candidato que había ganado la consulta entre profesores y estudiantes, no podía ser nombrado rector porque no tenía título de doctor, que en cambio sí detentaba el aspirante preferido de las instancias de poder, Edgardo Maya, porque su título otorgado hace casi 50 años lo convirtió en doctor en Derecho.
A estas estrategias de pésima factura humana descendieron mezquinamente quienes creyeron que esta vez el Externado se iba dejar convencer por el miedo o la desinformación. El consejo directivo terminó escogiendo la única opción posible, más por el temor de que de haber procedido de manera distinta la Universidad se habría sublevado, que por la convicción de que los aspirantes del régimen no calaron porque no convencieron.
Lo otro que queda claro de este dispendioso proceso electoral es que al rector del Externado no lo escogen las salas de redacción de los noticieros radiales o de televisión. Cero y van dos. Hace nueve años el noticiero de televisión CMI se empeñó en una campaña orientada a que el escogido para suceder al doctor Hinestrosa fuese Jaime Bernal. Entonces personalmente dirigí una asamblea improvisada para protestar por esa forma como se estaba eligiendo nuestro rector, y esa noche, cuando el ambiente ya estaba inflamándose, el consejo directivo cuasi vitalicio optó por designar a Juan Carlos Henao. El remedio resultó peor que la enfermedad, pero hubo rector. En esta elección de 2021 fue notoria la injerencia de varios periodistas, pues hubo hasta quienes daban por hecho que el rector sería Edgardo Maya, dizque porque jamás había perdido una elección. Aseveración inexacta porque Maya nunca antes se había sometido a un proceso electoral, esta era, como el Titanic, su primera experiencia. Es cierto que antes fue nombrado en otros importantes cargos, pero fue escogido en universos más reducidos y propensos a la política.
En todo caso es bueno que los medios hayan salido derrotados y que aprendan la lección. El Externado no sucumbe a las cábalas partidistas y a veces interesada de ciertos comunicadores que amparados en la libertad de expresión promueven sus personales agendas políticas.
Sale muy mal librada la Facultad de Comunicación y su decana Luz Amalia Camacho, pues no solo se hicieron los de la vista gorda con este esfuerzo periodístico de haber fundado EL RADICAL, que sea dicho de paso, es el único medio al interior de la Universidad, sino que luego de tres años de estar informando a la comunidad los avatares padecidos en la rectoría que ya casi expira, nunca consideró relevante destacarlo ni ofrecerlo como ejemplo para los estudiantes. Se funda un medio en el Externado, por primera vez en su historia, consigue llegarle a toda la comunidad externadista, y la Facultad de Comunicación lo ignora, porque su decana no supo distinguir sus responsabilidades históricas de sus intereses burocráticos.
Ahora se anuncia que un grupo de profesores de tendencia conservadora y de derecha aspiran crear un periódico de oposición al rector Hernando Parra que al parecer pretenden denominar “La Humareda”, nombre de ingrata recordación para los radicales fundadores del Externado. Que les vaya bien es mi personal deseo y que ojalá los tiempos que empiezan a soplar no sean los mismos de la intolerancia y la estigmatización que tuvimos que enfrentar al fundar EL RADICAL. Veremos si ese esfuerzo periodístico cuenta o no con el apoyo y respaldo de la decana de comunicación, porque a EL RADICAL nos aplicó la conspiración del silencio. ¡Bienvenido sea!
Le quedan las horas contadas a la administración saliente que deja la sagrada heredad con muchos problemas y hondas fracturas que el nuevo rector Hernando Parra Nieto tendrá la inmensa responsabilidad de superar. Perdieron la oportunidad histórica de haber conducido una rectoría de transición que hubiere situado al Externado en sitio de privilegio en el respeto académico y no convertirlo en un botín para satisfacer apetitos personales.
Por lo pronto, continuaremos escribiendo en estas páginas libérrimas y autónomas, desde las cuales personalmente estaré atento a criticar los yerros y aplaudir, sin fanatismos y sin propiciar culto a la personalidad de nadie, los aciertos.
He sufrido una atroz persecución política orquestada por una poderosa familia cuya intemperancia la ha convertido en odiosa militante de las causas violentas e injustas, de la injuria y la calumnia, a las que se han sumado el actual gobierno y el Fiscal General de la Nación.
He sufrido una atroz persecución política orquestada por una poderosa familia cuya intemperancia la ha convertido en odiosa militante de las causas violentas e injustas, de la injuria y la calumnia, a las que se han sumado el actual gobierno y el Fiscal General de la Nación.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
La historia del Externado no se ha tejido gracias al esfuerzo de una sola persona, tampoco de una única familia. La universidad de hoy es hija del trabajo de quienes nos precedieron y del propio que muchos hemos entregado por varios años. A pesar de ese esfuerzo colectivo, por lo general un externadista promedio no sabe lo que representaron para el país la vida y obra del primer rector Don Nicolás Pinzón Warlosten y del restaurador del Externado Doctor Diego Mendoza Pérez. Salvo dos estatuas en honor de estos prohombres, ambos hacen parte de un pasado que jamás se consulta, porque los tiempos que corren no están hechos para rememorar la valentía y arrojo de estos verdaderos padres fundadores del Externado.
De Don Nicolás Pinzón, primer rector, todavía se discute si fue o no envenenado, rumor que circuló en su momento, el más duro de la regeneración conservadora, cuando el Externado y sus autoridades no disfrutaban ni se arrodillaban al poder ni andaban engolosinados con los negocios. Pero la figura que suscita hoy mi interés es el doctor Diego Mendoza Pérez, quien reabrió el Externado y fue su rector de 1918 hasta su muerte en 1933, año desde el que la familia Hinestrosa gobierna la universidad, inclusive los 9 años perdidos de su albacea Juan Carlos Henao.
Me detengo especialmente en el nombre cimero del doctor Diego Mendoza Pérez, porque fue objeto de persecución política cuando en plena dictadura de Rafael Reyes, este con su ministro de Relaciones Exteriores, Enrique Cortés, pretendieron apropiarse del faro de Colón, hecho que denunciado por Mendoza en carta del 2 de julio de 1906 le significó que el gobierno lo acusara del delito de traición a la patria y ordenara su detención. Mendoza era Ministro Plenipotenciario en Estados Unidos a donde había sido enviado con la idea de negociar con ese país la deuda derivada de la pérdida de Panamá, pero se tropezó con este episodio de indelicadeza mayúscula que divulgó en esa memorable carta, y el gobierno conservador en un acto arbitrario, sin haber oído ni vencido en juicio a Mendoza Pérez, lo condenó por el delito de traición a la patria. Ese atropello implicó que quien después sería el reanudador del Externado y su tercer rector -el segundo fue el expresidente Santiago Pérez Manosalva entre 1892 y 1893- tuviera que exiliarse por cinco años, primero en Estados Unidos y luego en España, hasta que caída la dictadura de Reyes vino otro gobierno que, ante la presión de la opinión pública, tuvo que rehabilitar a Mendoza Pérez y restablecerle el honor ultrajado.
Regresado del exilio Mendoza Pérez fue representante a la Cámara y más tarde rector del Externado desde 1918 hasta 1933, cuando se produjo su muerte. Fue un perseguido político, condenado sin haberle permitido ser oído y vencido en juicio, y se libró de purgar prisión porque cuando se produjo su condena estaba en Estados Unidos donde se desempeñaba como ministro de la delegación colombiana y pudo acogerse al exilio.
La dignidad y el decoro de Mendoza no se alimentó de tribunales arbitrales ni de asesorías a ningún gobierno, menos de la calculada propaganda oficialista, sino de un detalle que hizo historia y que es importante recordar. En efecto, los jefes Liberales Rafael Uribe Uribe y Benjamín Herrera consiguieron que en el congreso se aprobara un indulto para Mendoza, quien no lo aceptó por una razón tan poderosa como enhiesta. Dijo con la fuerza de su carácter que no podía aceptar ese indulto, porque de hacerlo ello implicaba reconocer la falta que jamás había cometido, y prefirió seguir padeciendo las penalidades propias del destierro al que se vio sometido por cinco largos años con su esposa.
Ese fue el tercer rector del Externado, quien llegó a dirigir la universidad a la que le entregó el resto de su existencia. Llegó a esa dignidad ungido por el prestigio que solo son capaces de construir los guerreros que han de enfrentar la persecución política con las armas del decoro y la resistencia. Cuando Mendoza regresó al país y fue recibido en Puerto Colombia con alborozo nacional y años más tarde se posesionó como rector del Externado, dejó escrita una página imborrable que, en lo personal, siempre me resulta ejemplificante.
Y aquí pido licencia no para compararme con don Diego Mendoza Pérez -porque eso sería hacer el ridículo- sino para señalar que igual que al noble maestro también he sufrido una atroz persecución política orquestada por una poderosa familia cuya intemperancia la ha convertido en odiosa militante de las causas violentas e injustas, de la injuria y la calumnia, a las que se han sumado el actual gobierno y el Fiscal General de la Nación, y por esa razón comprendo cabalmente su tragedia, porque no hay una superior a la de tener que padecer la vejación y el odio oficiales. El Externado de los inicios del siglo pasado acogió, como tenía que hacerlo a Mendoza, luego de ese duro periplo de padecer persecución. Eran otros tiempos y otros hombres y mujeres, que entonces no se solazaban con comentarios ruines y canallas contra el perseguido ni aplaudían la ´persecución oficial, sino que abrieron las puertas de la universidad a quien le había dado al país prueba de su templanza, para que su prestigio personal se pusiera a su servicio hasta el día en que murió siendo rector y luego de que sus contemporáneos y los externadistas lo redimieran de la infamia de convertirlo en delincuente, con la que el dictador Reyes marchó para siempre su nombre en la historia.
Diego Mendoza Pérez, sobrino de los radicales Santiago y Felipe Pérez, debería ser recordado en los pasillos y salones del Externado como ejemplo de pulcritud y reciedumbre ante la adversidad derivada del arrojo de enfrentarse a un gobierno totalitario y perseguidor. Si los dirigentes de hoy no conocen o han olvidado el valor de enfrentar la persecución política, al extremo de entusiasmarse con la funesta noticia de que uno de los suyos está siendo perseguido arbitrariamente -como en mi caso ha ocurrido con los inquilinos del nefasto quinto piso del Externado-, por lo menos hay que volver los ojos a la historia de Don Diego Mendoza Pérez, para que el mezquino polvo del olvido no sepulte el valor del que carecen esos pregoneros del odio y de la mediocridad que han llevado el Externado al dudoso sitio donde hoy se encuentra.
Bienvenidos los nuevos tiempos en los que ojalá recobremos la convivencia y el espíritu libre de una Universidad Externado que demostró que no se somete a la intolerancia.
Bienvenidos los nuevos tiempos en los que ojalá recobremos la convivencia y el espíritu libre de una Universidad Externado que demostró que no se somete a la intolerancia.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Es increíble que el rector Juan Carlos Henao ante el contundente resultado que arrojaron las accidentadas elecciones de profesores al consejo directivo, en vez de haber tenido una posición gallarda y reconciliadora, optó por las felicitaciones en privado a los ganadores y por hacer una ronda de medios para mitigar el “muendazo” que recibió su pésima administración.
Tal parece que Henao y su cohorte no entendieron el mensaje que la comunidad externadista consignó en las urnas, o si lo entendieron prefirieron ignorarlo, como han hecho con todo aquello que les represente voces contrarias a sus pareceres arbitrarios.
Lo que viene ahora es que el consejo directivo renovado tome inmediatamente el control de sus funciones y provoque una primera reunión si es que el rector Henao no lo hace. El derecho de estos miembros a reunirse, por fortuna, no depende de la voluntad omnímoda del rector ni menos de la secretaria general. Ese consejo, que sustituye al desgastado y desprestigiado que permaneció arrodillado 23 años, tiene voz propia y como demostrarlo.
Por los mensajes airados que los partidarios de las agresivas listas oficialistas difundieron en WhatsApp, en cuanto conocieron la derrota merecida que han sufrido, no queda duda de que si hubieran triunfado, no solo el Externado se habría disuelto, sino que los primeros pasos habrían sido en la dirección de una purga y de exclusión de aquellos profesores que se nos clasifica de indeseables por decir lo que pensamos y por no resignarnos a que impere el totalitarismo con el que quisieron aplastarnos. Tales voces altaneras y provocadoras desde la sombra tendrán que apagarse y serenarse, porque no es con infundios o calumnias ni con comunicados denigrantes como el cuerpo profesoral de la Universidad va encontrar de nuevo el rumbo que se extravió y dilapidó en las manos de Juan Carlos Henao, Marta Hinestrosa, Edgar Cortés y Adriana Zapata, entre otros, para solo hacer mención de los poderosos inquilinos del quinto piso.
La jornada electoral no fue del todo transparente, porque curiosamente algunos de los votantes “incómodos” tuvimos innumerables dificultades para poder ejercer el derecho a sufragar, no obstante que se había prometido, luego de un simulacro que no sirvió mucho, que dos gigantes empresas multinacionales manejarían este pequeño proceso electoral sin tropiezos. La verdad es que a TPS y Ernst & Joung les quedó grande la jornada, pues fueron muchas las incomodidades surgidas, que por supuesto se convirtieron en legítimas sospechas y manchas del proceso eleccionario.
De Henao ahora se sabe que hizo su recorrido en varios medios de comunicación para presentar de manera diferente la derrota sufrida y para advertir que nada le había pasado porque él de todas maneras dejará la rectoría en abril del próximo año. Equivocada estrategia. Desperdició la oportunidad de haber hablado cuando tenía que hacerlo, cuando era imperioso dirigirse a una comunidad que expresó una voluntad firme de que las cosas deben cambiar y que está a la expectativa de que se alivien los rencores y las rencillas. No se hizo oír Henao, ni tampoco al momento de escribir estas líneas lo ha hecho. Mal perdedor.
EL RADICAL no fue ganador ni perdedor en unas elecciones en las que ninguno de quienes participamos de este proyecto participó de las listas por decisión propia. Por supuesto no fuimos indiferentes a lo que ocurrió pues seguimos convencidos de que el papel de este esfuerzo periodístico, libre, contestario y firme tiene que seguir siendo el de estar vigilantes de los días que se avecinan para el Externado.
Estamos conscientes de que EL RADICAL puso la primera piedra que permitió construir este edificio remodelado de un Externado combatiente y listo para rescatar lo perdido y avanzar con paso enhiesto en el concierto nacional, como lo había hecho antes de esta tempestad.
Fue curioso sí, que quienes perdieron las elecciones en su desconcierto inicial empezaran a lanzar candidatos a la Rectoría y esta vez sí les resultó atractivo el nombre de la distinguida profesora de todos Emilssen González De Cancino, a quien sin embargo no les importó excluirla como Decana de la Facultad de Derecho para en vez de ella designar a Adriana Zapata, cercanísima amiga del rector, cuya gestión ha sido desastrosa, por decir lo menos. Si la doctora Emilssen hubiese sido designada Decana en su momento, muy seguramente las aguas alborotadas habrían retomado su cauce, pero pudo más el amiguismo y el dedo excluyente y/o benefactor de un rector embebido en sus propias equivocaciones e invencibles vanidades. Por supuesto que la doctora González De Cancino es una candidata inmejorable para todo, pero lo que sorprende es el oportunismo de quienes hoy la pretenden convertir en su tabla salvadora, seguramente esperanzados en que ella repetiría el experimento Henao.
El tema del futuro rector es importante, por supuesto, pero primero hay que convocar un proceso transparente, pluralista y que congregue a los externadistas en torno de la Institución y no en el culto a la personalidad de nadie. Eso es lo trascendente. Lo otro es el canto angustioso de quienes no se resignan a perder la mermelada.
La lección quedó aprendida. Nunca más un consejo directivo que se perpetúe tantos años en sus funciones. Esa experiencia resultó ingrata para la historia del Externado. Ahora acoplan nuevos tiempos en los que ojalá recobremos la convivencia y el espíritu libre de un Externado que demostró que no se somete a la intolerancia.
El simulacro de votación del 24 de septiembre evidenció que no hay garantías de que el voto será secreto. Las elecciones deberían aplazarse y hacerse de forma presencial. Llegó la hora de fundar el sindicato de profesores.
El simulacro de votación del 24 de septiembre evidenció que no hay garantías de que el voto será secreto. Las elecciones deberían aplazarse y hacerse de forma presencial. Llegó la hora de fundar el sindicato de profesores.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Llegamos al final de las anheladas votaciones para elegir representantes de profesores al consejo directivo del Externado, y la verdad no puede decirse que hay tranquilidad en lo que ha de pasar, por muchísimos factores.
Empiezo por el más reciente suceso preocupante del que he sido testigo, que definitivamente amenaza la pureza de estas jornadas eleccionarias. En efecto, participé del simulacro de votación realizado el pasado 24 de septiembre comprobando, no solo su complejidad, sino además que no hay garantías de que el voto será secreto. Recorrí los pasos de ese simulacro y quedé sorprendido y alarmado de que al terminar el sistema mostró en la pantalla una imagen que informaba que el proceso de votación había terminado satisfactoriamente, pero, atérrense, igualmente mostraba el sentido del sufragio.
Si este simulacro nos mostró el sentido del voto de cada quien, eso constituye una amenaza subliminal de que quienes voten no tienen garantizado que su voto será secreto. Esta es una forma de intimidar y de desincentivar a quienes quisieran sufragar por una lista no oficialista – que sí las hay – y escojan aquellas que se sabe han sido concertadas o aprobadas por la rectoría, la secretaria general o la decanatura de derecho.
Las elecciones bajo esa preocupación no deberían realizarse, sino que deberían aplazarse y ejecutarse próximamente en forma presencial, no virtual. No constituye garantía la virtualidad de unas elecciones manejadas por empresas escogidas a dedo por las directivas de la universidad, que al realizar un simulacro han dejado en evidencia que el voto de cada quien puede ser conocido. ¿Por qué si la propia institución está intentando restablecer la presencialidad en las aulas insiste en unas elecciones virtuales, que en el simulacro mostraron su fragilidad? ¿Por qué si la universidad tardó casi un cuarto de siglo para convocar a estas elecciones, no podía postergarlas unos días o un mes, para que se realicen presencialmente y sin los vericuetos de una virtualidad que dificulta sufragar y que no permite afirmar que esta contienda electoral será transparente?
Pedro dejando de lado la amenaza de fraude, lo cierto es que el debate electoral no fue un proceso franco, amplio, con oportunidades para identificar cada programa y, sobre todo, sin espacios para que la comunidad externadista pudiera preguntar libremente y los candidatos responder. Por ejemplo, nos quedamos sin conocer la respuesta de Luis Fernando López Roca, candidato de las directivas, a lo manifestado en la sección EL RADICAL PREGUNTA, sobre sus impedimentos, al menos éticos, para aspirar al consejo directivo siendo miembro suplente de la Junta Directiva del Grupo Aval, competidor del Grupo Bolívar.
Lástima que no hubiere existido un espacio para referir esta anécdota que muchos externadistas deben ignorar y otros la han olvidado: en efecto, hace unos años hubo una puja muy publicitada entre el Grupo Aval y el Grupo Bolívar por tomar el control y propiedad del Banco de Bogotá, la cual fue divulgada en medios de comunicación por tratarse de una operación de gran calado.
En aquella época el profesor Daniel Manrique Guzmán, un externadista de todas las horas y gran catedrático, profesionalmente se desempeñó como asesor de Luis Carlos Sarmiento, mientras que el Rector, doctor Fernando Hinestrosa, estuvo del lado de José Alejo Cortés, cabeza del Grupo Bolivar. La ardua disputa fue resuelta en favor del Grupo Aval, que desde entonces es el dueño del Banco de Bogotá.
Pues bien, hace un par de años murió el doctor Daniel Manrique Guzmán, y extrañado le indagué al Rector Henao por la postura tan fría de la Universidad ante la partida del inolvidable profesor de Comercial y Sucesiones, a lo cual respondió que él había osado enfrentarse al Rector en la disputa por el Banco de Bogotá. No estuve de acuerdo con esa censura, pero era evidente que son estos los tiempos de la revancha. Pero ahora nadie se ha preguntado, menos el candidato interesado, cuál sería su postura en el consejo directivo si mañana se suscitase otro enfrentamiento de algún grupo económico contra el Conglomerado Bolívar. La campaña debió haber propiciado ese espacio y el candidato López Roca debió haber tenido la gallardía de pronunciarse, pero no, fue mejor el silencio.
Tampoco hubo oportunidad de que se aclararan los términos del derecho de petición del exalumno Juan Simón Vásquez, formulado en 2018, quien manifestó que un abogado penalista profesor de la Universidad había sugerido contratar una empresa de inteligencia, obviamente para recaudar información no de sus obsecuentes amigos sino de quienes discrepan.
Tampoco hubo oportunidad de que el agresivo candidato de los penalistas a consejo directivo, Gerardo Barbosa, dijera si tenía o no conocimiento de este suceso, pues siempre adoptó una estrategia de litigante de baranda de no intervenir al menos en las asambleas convocadas por la Comisión de Impulso, salvo al final, en el último minuto, cuando pedía la palabra para soltar sus puyas que no pudieran ser respondidas. Lo cierto es que la secretaria general que respondió la petición del exalumno Vásquez, le expresó que cuando se hiciera una auditoria ello sería informado, y al sol de hoy no ha habido ni auditoría ni respuesta sobre este delicado asunto.
En lo personal no creo que las listas en las que estén figurando candidatos que propusieron o suscribieron el malhadado comunicado contra quienes representamos una opción disidente, puedan traer concordia, reconciliación ni un buen futuro para el Externado. Por el contrario, lo que se ve venir si triunfasen esas listas donde se han camuflado varios de estos inspiradores y firmantes del comunicado de la infamia, lo que el Externado vivirá será una purga y una persecución indiscriminada contra todo aquel que no se arrodille. Si fueron capaces como simples espectadores de inventarse ese comunicado alevoso, ya con poder en el consejo directivo ejercerán su fuerza para aniquilar, como lo intentaron con ese panfleto insidioso y desleal.
Personalmente creo que la gran crisis de este Externado no se resolverá con el advenimiento de un nuevo consejo Directivo, ni siquiera si no hubiese fraude en estas lecciones. El problema estructural del Externado es muy grave y empieza por remover los cimientos de una secretaría general caduca y abusiva que ejerce un poder omnímodo y dictatorial en favor de su cauda. Podemos elegir el mejor consejo directivo, pero mientras la secretaria general siga en poder de quien hoy la ejerce, no habrá paz, ni orden, ni transparencia, ni progresos de ningún orden en el Externado.
Están dadas las condiciones necesarias para que se concrete la idea que se viene comentando soterradamente de fundar un sindicato de profesores, que permita asegurar la estabilidad que se ve amenazada ahora y muy pronto si llegan al consejo directivo quienes antes por la vía de ese comunicado insolente y atrevido, pretendieron aplastar las voces independientes y exponerlas a la picota. Desde esta tribuna proponemos a la comunidad externadista esta opción libertaria de la creación de un sindicato.
En fin, ha sido un proceso electoral tan accidentado que hasta hemos visto este extraño y arrogante documento de talante monárquico y de dinastía decadente, invocando las tradiciones del Externado que el doctor Roberto Hinestrosa promovió en redes en los últimos días[1]. Personalmente no entendí ni el sentido ni menos la oportunidad de esa recordación justamente en la antesala de las elecciones nada claras que se avecinan.
Ya veremos qué traen los nuevos tiempos en el Externado, si con ellos se abrirán caminos o no de reconciliación, senderos renovados que puedan ser transitados en conjunto y en paz, y respetando a la discrepancia, que no es disidencia.
Ya veremos qué traen los nuevos tiempos en el Externado, si con ellos se abrirán caminos o no de reconciliación, senderos renovados que puedan ser transitados en conjunto y en paz, y respetando a la discrepancia, que no es disidencia.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Si algo se aprende en la vida del litigio es que no hay que perder los estribos en las controversias ni hay que asumir que el objetivo de un debate en estrados judiciales es aniquilar a la contraparte, porque, tarde o temprano, con ella hay que encontrarse para agudizar el enfrentamiento o para encontrar caminos de entendimiento, como suele ocurrir en un gran porcentaje, salvo cuando los contendientes son familiares.
Esa regla de conducta implica que hay que pensar las consecuencias de cualquier confrontación, tanto más si existen lazos de cualquier naturaleza entre quienes han de atravesar un momento difícil en sus vidas.
Lo que ha sucedido en el Externado es inédito a raíz de un insólito y agresivo comunicado que un grupo de profesores decidió difundir en los medios de comunicación, con el propósito de atacar a quienes consideramos que la rectoría debe rendir cuentas, permitir una auditoria, designar a los decanos previo un proceso de selección, etc. y en general para estigmatizarnos a quienes pensamos diferente a ellos.
Ese comunicado, en últimas, lo que buscaba era que los profesores que hacemos parte de EL RADICAL fuésemos excluidos y censurados en la Universidad. Lo que quedó claro es que entre los inspiradores de ese vergonzoso comunicado tuvieron que estar el Rector, Juan Carlos Henao, y la decana de Derecho, Adriana Zapata. En efecto, por estos días el egresado Juan Simón Vásquez, antiguo miembro del consejo directivo en representación de los estudiantes, informó en su cuenta Twitter que hace unos años, cuando se produjo la renuncia del Doctor Eduardo Montealegre, el Rector lo alentaba a expedir comunicados apoyando la rectoría. Y de la Decana de Derecho, no todos hemos olvidado que en una asamblea profesoral pretendió, cuando se marchitaba el quorum, que se aprobara un comunicado exhortando a los profesores a que no ventilasen en los medios las discrepancias de la Universidad. Este último comunicado de ahora ha confirmado ese talante de ambos funcionarios, pues no fue expedido buscando aproximaciones, reconciliación, sino borrar, al contrario, y, por eso, muchas amistades quedaron maltrechas o rotas para siempre.
Los autores de ese comunicado, suscrito inclusive por personas que no detentan la condición de profesores, todo para que se viera bulto, los condujo a permitir la necia pedantería de autorizar que un catedrático exigiera que su rúbrica debía ser en mayúscula y diferente a todas las demás dizque porque lleva 30 años como docente. Esos iracundos profesores deben saber que con esta demencial persecución no pudieron desaparecernos a los críticos y entonces la pregunta es ¿Cuál es el plan a seguir?
Muchos de ellos ya hoy son flamantes candidatos a consejo directivo, desde donde seguramente pretenden concretar su política totalitaria de aniquilamiento y la purga, o lo peor, contribuir a que el próximo rector sea más de lo mismo, un albacea sin tenencia de bienes que apenas posesionado confirme el poder general a la Secretaria General.
Son muy graves las ofensas que el grupo que defiende la administración ha agenciado, olvidando que sus contradictores no somos criminales sino profesores respetables, sin mácula en la vida pública ni en la privada. De ese aleve ataque da cuenta la insinuación malévola de un candidato a miembro del consejo directivo aupada por otro novel profesor que amparado en la libertad de opinión se consideró asistido del derecho de calumniar. En efecto, hubo quienes ante las manifestaciones del profesor Osuna en una entrevista radial sobre la necesidad de que los recursos de la Universidad no se inviertan en grupos económicos sino en investigación o programas académicos, salieron a propalar la infame especie de que el propósito de esa iniciativa es apoderarse de los dineros de la Universidad. No son ellos, acaso, quienes se adueñaron de todo sin rendir cuentas ni permitir una auditoria, olvidando que el Externado es una Fundación sin ánimo de lucro y no un bien relicto de la sucesión de ninguna persona natural por importante que haya sido.
No va ser fácil reconstruir las buenas relaciones entre el cuerpo profesoral, mientras que quienes han estado detrás de la campaña de desprestigio y aniquilamiento sigan teniendo injerencia en el destino del Externado. Es más, nadie garantiza que, al ser elegido el nuevo consejo directivo, esta situación de crisis se agrave, sobre todo si allí toman asiento los mismos que amparados en el anonimato diseñaron y ejecutaron el exterminio de los críticos a través de comunicados, injurias y calumnias.
En lo personal creo que las heridas están recién abiertas, pero que, como lo dijo Couture, “el tiempo venga las cosas que se hacen sin su concurso”. Ya veremos que traen los nuevos tiempos, en especial si con ellos se abrirán caminos si no de reconciliación, porque eso ahora se ve casi imposible, al menos de encontrar senderos que puedan ser transitados en conjunto y en paz, y respetando que la discrepancia no es disidencia sino ejercicio legítimo de la democracia.
Dura respuesta de Ramiro Bejarano Guzmán a un texto atroz y mal redactado por Gerardo Barbosa, Luis Fernando López, Adriana Zapata, Edgar Cortés, Marta Hinestrosa y Gonzalo Ramírez, por orden de Juan Carlos Henao.
Dura respuesta de Ramiro Bejarano Guzmán a un texto atroz y mal redactado por Gerardo Barbosa, Luis Fernando López, Adriana Zapata, Edgar Cortés, Marta Hinestrosa y Gonzalo Ramírez, por orden de Juan Carlos Henao.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
No sorprende que un grupo de profesores cercanos al Rector Henao, a la secretaría General, Marta Hinestrosa, y a la Decana de la Facultad de Derecho, Adriana Zapata, algunos de ellos beneficiarios inclusive de los favores rectorales, hayan promovido un comunicado con el doble propósito de que no se conozca la lacerante verdad de lo que está pasando en el Externado de Colombia y agredirnos a quienes hemos asumido la tarea de no guardar silencio frente a las irregularidades y arbitrariedades, en particular al suscrito, por criticar desde mi columna en El Espectador y en mi cuenta de Twitter este estado de cosas indebidas en las que Juan Carlos Henao y su caótica administración han sumido a la Universidad. ¡Los creo capaces de eso y de cosas peores!
Lo que sorprende y escandaliza es que los suscribientes de ese insólito comunicado no se hayan preocupado de reclamar de la Universidad transparencia, o exigirle a su Rector que rinda cuentas efectivas cosa que no ha hecho, que permita una auditoria franca, que de cuenta de por qué se otorgan becas para premiar jubilaciones y una que otra para favorecer malos estudiantes que reprobaron años durante su paso por la facultad.
Tampoco les preocupó a los firmantes del comunicado preguntar por qué el régimen salarial de la Secretaria General sigue siendo el de acumular cesantías e intereses sobre la misma, cuando el resto de funcionarios están en un régimen de salario integral, o por qué hay miembros del consejo directivo sin carga académica ni administrativa que reciben jugosos sueldos por aplaudir la administración. Y hay muchas otras cosas que el comunicado de marras disimuló con su cómplice silencio.
Lo único que les preocupó a los promotores de este lánguidoy vergonzoso comunicado fue exigir silencio para que nadie pueda indagar nada, para que todo quede oculto bajo el inmoral argumento de que si todo se sabe la verdad no favorecerá el Externado. Es mejor que todo permanezca en la penumbra de una creciente corruptela. ¡Vivir para ver!
Menos sorprende que ese comunicado haya sido suscrito inclusive por varias personas que ni siquiera son actualmente profesores del Externado. De lo que se trataba era parecer que había sido masivo el respaldo, cuando es obvio que, en un universo de más de 1.000 profesores, ni con todo el poder del que abusan los promotores del comunicado, pudieron recoger al menos una tercera parte de los docentes.
De quienes suscribieron el comunicado he de decir que el 70 por ciento de las firmas corresponden a personas que no tuve el gusto de conocer o tratar y que lamento que sin haberlos conocido y sin que me hubieran tratado hubieran preferido apoyar ese escrito. El otro 20 por ciento de suscribientes comprende un universo de personas que, si bien conozco tangencialmente, no he tenido trato con ellos ni he sostenido relación de amistad. Y del 10% restante de quienes avalaron tal comunicado, que creí que jamás suscribirían un escrito en mi contra, como no lo hubiere hecho yo contra ninguno de ellos, les reconozco su derecho a no querer seguir siendo mis amigos y a convertirse en enemigos, a lo cual por supuesto adhiero sin dolor y sin arrepentimiento.
Con este exiguo número de personas es evidente que me equivoqué al creer que me consideraban su amigo; lo de ahora me ha enseñado que en lo que me resta de vida tal yerro no volverá a repetirse con ninguno de tales malquerientes secretos que antes me abrazaban.
La lucha sigue en actitud enhiesta, sin claudicaciones y sin complicidades impublicables, no importa lo que tengamos que padecer quienes seguimos creyendo en la fuerza de la verdad y la decencia.
Ramiro Bejarano no abandona el barco y se queda luchando en la Universidad Externado de Colombia, a pesar de la persecución y el hostigamiento de las directivas de la institución en su contra.
Ramiro Bejarano no abandona el barco y se queda luchando en la Universidad Externado de Colombia, a pesar de la persecución y el hostigamiento de las directivas de la institución en su contra.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Un numeroso y representativo grupo de estudiantes de la Facultad de Derecho ante la decisión del profesor emérito, Ramiro Bejarano Guzmán, de no seguir anunciándose como docente del Externado, le enviaron una carta que fue respondida.
En 134 años de historia del Externado esta es la primera carta que estudiantes preocupados por la eventual renuncia de un profesor hacen pública su opinión contraria a esa decisión y formulan críticas a la actual situación de la Universidad.
Por la importancia de ambas comunicaciones se divulgan ahora, porque permiten despejar equívocos. Para proteger a quienes suscribieron tal comunicación se omite publicar sus nombres, pues los estudiantes, con razón, temen represalias.
Se copia textualmente la carta y la respuesta que se envió al respecto.
Bogotá, viernes 17 de julio de 2020
Profesor
RAMIRO BEJARANO GUZMÁN
Director del Departamento de Derecho Procesal
Universidad Externado de Colombia
Ciudad
Respetado profesor, de la manera más cordial nos dirigimos a usted por medio de la presente para expresarle un sentimiento que compartimos como estudiantes del Externado de Colombia.
Por un lado, queremos manifestarle la inconmensurable admiración que le tenemos por cuanto ha sido el reflejo de lo que es ser un verdadero externadista, que no se deja vencer ante las adversidades, que conserva el pundonor y la gallardía y, ante todo, lucha por los valores de nuestros fundadores. Esos valores que el 15 de febrero de 1886 motivaron a Nicolás Pinzón Warlosten y a sus circundantes a fundar un “Externado”, como respuesta al absolutismo y a la supresión de la libertad de enseñanza impuestos por La Regeneración. Este dato, que tan bien recordamos y que nos caracteriza de entre el piélago de historias de las universidades del país, no es una frase de cajón ni tampoco una mera referencia histórica, es algo que llevamos ya en las entrañas.
El Externado desde aquel glorioso 15 de febrero ha sido, en palabras del maestro Fernando Hinestrosa, “refugio de la libertad de pensamiento, forja de ciudadanos, templo de rectitud y fortaleza de carácter” (Discurso “In memoriam de los profesores
inmolados en el Palacio de Justicia”, Bogotá, 9 de noviembre de 1985). Esas palabras, dichas por el más ilustre de los hijos del Externado, sintetizan la razón por
la cual elegimos estudiar en esta casa de estudios y no en otra. Una casa que en distintos momentos nos abrió sus puertas y nos acogió con una calurosa bienvenida,
un segundo hogar al que llamamos “Universidad” y un verdadero centro de crecimiento personal de donde algún día obtendremos el tan anhelado título de “abogados”.
Estamos convencidos de que nuestra Universidad seguirá siendo un bastión importante de la ciencia jurídica y, en general, de las ciencias sociales, no solamente
en Colombia, sino también en Latinoamérica y el mundo. Es precisamente por eso y porque nos preocupa su futuro, que hemos decidido escribirle en esta ocasión.
Somos un nutrido grupo de estudiantes de distintos años de la carrera de Derecho que, al margen de las discusiones que puedan existir actualmente entre profesores, velamos por lo que serán los años venideros de nuestro Externado. Consideramos que tanto profesores como alumnos, todos, somos y seremos externadistas hasta el final de nuestros días, que decirlo públicamente debe ser un motivo de orgullo y no de desprestigio, que ser externadistas más que un rubro para complementar una
hoja de vida, es un legítimo estilo de vida.
Por esta razón, recordando los principios del derecho que nos ha enseñado Ulpiano (D.1.1.10), “honeste vivere, naeminem laedere et jus sum cuique tribuere” (Vivir honestamente, no dañar al otro y dar a cada quien lo que le corresponde), reconocemos y le hacemos saber, con total seguridad, que es usted un excelente maestro del cual nos enorgullecemos y al cual le debemos valiosas enseñanzas, que apreciamos infinitamente su presencia en la Universidad, que le invitamos a seguir combatiendo por la libertad que nos caracteriza, por dejar el nombre del Externado en lo más alto y, por no desfallecer a pesar de lo nocivas y complejas que sean las circunstancias.
En los últimos lustros, hemos perdido profesores de magníficas cualidades, como el Doctor Yesid Reyes Alvarado o el Doctor Carlos Bernal Pulido, por no nombrar más ilustres abogados que, al día de hoy, se suman a las filas de externadistas que ya no nos enriquecen con su sabiduría. Esta es una realidad que no desconocemos
y que nos duele profundamente. De ahí que, no queramos seguir perdiendo personas que inspiran a enaltecerse por ser pupilos del templo de la libertad.
Nuestra Universidad es respetada y admirada en demasía, gracias a los abundantes logros de sus hijos, por lo que se ha construido a lo largo de años, porque son los profesores y la calidad de sus estudiantes que la mantienen en la cima del éxito, una cima de la cual no queremos caer jamás y que nos comprometemos resguardar.
Es un real motivo de satisfacción personal decir sin temor que nuestra casa de estudios es la mejor y que, sin duda alguna, seguirá siéndolo. No en vano estamos
aquí, no en vano hemos perseverado y seguiremos haciéndolo.
El Externado está más vivo que nunca. Nuestros principios fundacionales siguen intactos. Perder algunas batallas no es perder la guerra. Juntos tenemos el deber de seguir luchando por ser los mejores, por no flaquear, por avanzar a pesar de los
obstáculos y por volver a tener tiempos de gloria, si es que ya los hemos olvidado.
Solo así, el día que hayamos superado los nefastos momentos por los que atraviesa
el Externado, podremos decir a viva voz: post tenebras spero lucem, et lux in tenebris lucet.
Mi respuesta a la comunicación
Bogotá, 19 de julio de 2020
Señores Estudiantes
Universidad Externado de Colombia Facultad de Derecho.
Ciudad
Apreciados estudiantes,
Me declaro conmovido ante la inmensa generosidad plasmada en la espontánea comunicación que me hicieron llegar el pasado 17 de julio, en la que hacen importantes reflexiones sobre la necesidad de que nuestro Externado sobreviva por el bien del país y en la que formulan consideradas referencias a mi humilde condición de profesor de la Universidad.
Los que vivimos no son días de tranquilidad para el centenario Externado, porque su futuro se ve amenazado por la intolerancia que jamás debió presentarse en la Universidad que nuestros ancestros radicales sembraron luego de la batalla de la Humareda en 1885. Lo de hoy debe ser apenas un accidente menor en la historia de nuestra casa de estudios que, con templanza y fe en las libertades públicas y el respeto al derecho ajeno, debe solucionarse, para que la Universidad recobre el cauce del que jamás ha debido extraviarse.
Al igual que ustedes, tengo comprometida el alma con el pasado, el presente y el porvenir del Externado. Mi padre se hizo abogado en la vieja casona de la 16 con 24 y, con su ejemplo, empecé a querer para siempre esta Universidad. Mi hermana también se hizo abogada aquí. De manera que en mi caso soy externadista desde antes de pisar los otrora salones libertarios que hoy ustedes habitan con las ilusiones intactas.
Como a ustedes tampoco me es indiferente lo que pase en la Universidad, ni menos que docentes formados y aprestigiados desde nuestros salones tengan que migrar, menos por causa de la persecución que se ejerce sin cuartel contra quienes, como el suscrito, creemos que la primera condición de un buen externadista es no guardar silencio ante la arbitrariedad, el autoritarismo, ni la mediocridad. Esa postura enhiesta y transparente fue la que aprendimos aquí y la que lamentablemente pretenden marchitar abusando del poder.
No seré inferior a esa confianza de la que ustedes me hacen feliz depositario, ni a la de muchísimos estudiantes que durante 44 años he tenido la fortuna de conocer, y, por ello, he de decirles que mi decisión de suprimir de mis presentaciones públicas la vinculación al Externado obedece a un acto de decoro y transparencia. En efecto, conocidas mis públicas diferencias con la actual administración, considero un deber de coherencia personal no servirme del nombre de mi alma mater para presentarme en eventos académicos o de cualquier naturaleza, por lo menos mientras los actuales directivos sigan al frente de la Universidad. Eso, por supuesto, no implica, en modo alguno, que esté dispuesto a abandonar este barco que he contribuido a llevar a puerto seguro, porque, como ustedes lo avizoran, esta situación de incertidumbre y decaimiento de la Universidad no nos derrotará, porque es inmenso el amor por los estudiantes, el pasado y el futuro de este Externado, al que seguiré vinculado hasta que haya un soplo de vida en mi corazón. Pase lo que pase. No son palabras huecas sino un compromiso indeclinable al que jamás renunciaré.
En medio de los nubarrones de la tormenta que pudiera avecinarse, su amable carta me ha permitido tener la certeza de que al margen de que suceda y lo que haya de acontecer, nada ni nadie borrará de mi memoria los tantos años de felicidad que la vida me deparó como profesor del Externado. No hubo, ni lo habrá, honor superior al de ser Profesor Emérito del Externado. Cuando lleguen los días de la partida y ya
no se oiga mi voz en los pasillos y salones de nuestra Universidad, la añoranza de los años magníficos y alegres, primero como estudiante y luego como profesor, serán bálsamo seguro para apagar la pena inevitable por la despedida que seguramente será dolorosa.
En nombre de mi familia, que conmigo ha transitado todo este largo periplo de mi vida como docente externadista, y en el mío propio, les agradezco sinceramente que se hayan tomado la molestia de dirigirme tan grata comunicación, con la que he recobrado la fortaleza para seguir luchando, al igual que ustedes, por los mismos ideales que, por fortuna, compartiremos hasta siempre.
El tiempo transcurrido desde que la doctora Adriana Zapata asumió como Decana de la Facultad de Derecho al día de hoy, ha desnudado gran parte de la crisis que atraviesa la Universidad Externado.
El tiempo transcurrido desde que la doctora Adriana Zapata asumió como Decana de la Facultad de Derecho al día de hoy, ha desnudado gran parte de la crisis que atraviesa la Universidad Externado.Esta afirmación simplista solo confirma el grotesco intento de las directivas de la Universidad de silenciar la crítica. También, ratifica el gesto totalitario de que por fuera del Externado nadie se entere de lo que está pasando.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Con razón el maestro uruguayo Eduardo J. Couture, en sus imprescindibles mandamientos del abogado, sentenció que “el tiempo venga las cosas que se hacen sin su concurso”. Tuvo razón no solamente como reglas éticas para profesionales del derecho, sino para toda actividad.
Digo esto porque el tiempo transcurrido desde que la doctora Adriana Zapata asumió como Decana de la Facultad de Derecho al día de hoy, ha desnudado gran parte de la crisis que atraviesa la Universidad, y en particular la oficina y tareas que a dedo le fueron encomendadas.
Todo lo que está ocurriendo es hijo de la desorganización creada con la llegada a la rectoría del doctor Juan Carlos Henao, en cuyas manos la Universidad ha perdido liderazgo en el concierto nacional y, lo que es también evidente y preocupante, aún entre la propia comunidad externadista.
Lo primero en lo que se extravió Henao fue en no haber entendido que su rectoría tenía que haberse preocupado por servir de puente entre el pasado y el futuro. Henao continuó anclado al esquema administrativo unipersonal que sin duda fue importante y útil para la Universidad a pesar de sus propias fallas inevitables, en las que también incurrió esa otra persona quien, no obstante gobernar con su sola voz, sin embargo, oía, consultaba, ponderaba distintas opiniones y tomaba decisiones que no lastimaban ni irritaban porque nunca parecieron impuestas a la fuerza.
Fruto de esa imperdonable equivocación, Henao depositó en cabeza de la Secretaria heredada de la pasada administración -no en la Secretaría General-, el control patrimonial, administrativo y académico de la institución, hasta el punto de encomendarle funciones rectorales, con el deterioro inocultable al que hoy asistimos. Los resultados están a la vista: una administración que se niega a rendir cuentas comprobadas de su gestión, que no permite el desarrollo de una auditoria externa transparente y objetiva, que maneja como bien propio la principal inversión del Externado en el Grupo Bolívar, cuyas acciones son representadas oficialmente en las asambleas por un subalterno que hace parte del poderoso engranaje administrativo de las actuales directivas.
Si bien los estatutos de la Universidad desde antes de su llegada establecían la obligación de nombrar un Decano para la Facultad de Derecho, el Rector no lo quiso hacer y dejó esa función en cabeza de la Secretaria, quizá pretendiendo con base en su falta de tradición académica, proporcionarle algo de lustre para escalar los peldaños del ansiado acervo hereditario.
Siete años después de iniciada su rectoría, Henao decidió nombrar una Decana, para lo cual se ufanó de supuestamente haber roto la tradición externadista al nombrar por primera vez a alguien para ese cargo. Olvidó referir que llevaba 7 años incumpliendo los estatutos. Ese desacato estatutario habría sido perdonable si se hubiese acertado en la persona designada para esa importante responsabilidad, pero el desacierto fue, y ha seguido siendo, mayúsculo.
En efecto, la doctora Zapata no fue elegida en el marco de un proceso de selección pluralista y objetivo, como debió haber ocurrido en un Externado libre y democrático, sino con base en la exclusiva agenda personal de Henao. Como consecuencia de esta maniobra clientelista, en la Decanatura se sentó a una amiga del Rector que nunca había sido profesora en pregrado, la base de la Universidad. El resultado no se ha hecho esperar: ni ella conoce el universo del que se erige como la más antigua o Decana, ni tampoco los estudiantes sienten respeto y credibilidad por quien improvisa en cada movimiento. Es probable que esa designación de la doctora Zapata obedezca a una jugada a tres bandas, cuya estocada final estaría por darse en la próxima elección del sucesor de Henao, cuyo proceso electoral para elegir representantes de profesores al Consejo Directivo por fin está andando, aunque sea a medias.
A propósito, todos a una, como en Fuenteovejuna, varios candidatos en la sombra a esos cargos que ya están protegidos y auspiciados por las directivas, saltaron nerviosos a oponerse a la propuesta que lancé en la pasada reunión del Comité de Impulso Profesoral, para que se revise el antidemocrático y excluyente Reglamento Electoral diseñado para conculcar el derecho a elegir y ser elegido, y para que sigan los mismos con las mismas.
Mi idea sonó a herejía a esos postulantes inseguros y a varios de sus pregoneros y áulicos, a quienes solo les importa ganar las elecciones, así sea con artificios y marrullas o excluyendo a quienes tengan iguales derechos.
Y traigo a cuento todo este resumen, porque la última actuación de la Decana, obviamente en asocio con la rectoría, la Secretaria y los escribidores panfletarios que deambulan en los pasillos rectorales, ha consistido en un ataque visceral, no solo a este profesor, sino además al otrora sagrado derecho de la libertad de cátedra, como de ello puede enterarse la comunidad externadista en los documentos mostrados en estos enlaces, que recogen correspondencia con la doctora Zapata y mis escritos de recusación a ella y la queja formal que, por acoso laboral en su contra, he elevado ante el Comité de Convivencia, así:
Esta afirmación simplista solo confirma el grotesco intento de las directivas de la Universidad de silenciar la crítica. También, ratifica el gesto totalitario de que por fuera del Externado nadie se entere de lo que está pasando.
Esta afirmación simplista solo confirma el grotesco intento de las directivas de la Universidad de silenciar la crítica. También, ratifica el gesto totalitario de que por fuera del Externado nadie se entere de lo que está pasando.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Cuando empezaron las asambleas profesorales de los últimos tiempos, concretamente en cuanto estalló la crisis de gobernabilidad de la Universidad y la pérdida de credibilidad del Rector Henao y su Secretaria General, Marta Hinestrosa, se hicieron notorias las voces de quienes se rasgaban las vestiduras reclamando que los problemas internos debían discutirse y resolver de puertas para adentro.
No todos hemos olvidado la insólita maniobra que de manera sigilosa y cuando ya el quorum estaba quebrado en una de esas asambleas, protagonizó Adriana Zapata, actual Decana de la Facultad de Derecho. En efecto, en aquella oportunidad, propuso que la Asamblea de profesores aprobara una directriz para los graves problemas que desde entonces sacudían a la Universidad, no fueran comentados en los medios de comunicación. La tesis impensable en la Universidad por esencia democrática y liberal, fue la de que nadie debía enterarse de nuestras dificultades. Entiendo que fue a instancias de la profesora Magdalena Correa que esa asamblea, cuando ya estaba ad portas de aprobar la excluyente propuesta de quien seguramente ya acariciaba su aspiración a la decanatura de Derecho, tuvo que recapacitar y advertir que aprobar semejante solución sería ponerle mordaza a todo.
Claro que mientras las directivas y sus amigos se muestran reacios a que los medios esculquen lo que está pasando y lo que deberá suceder, Henao, valido de la ventaja de pautar en casi todos los medios, goza del inmenso privilegio de conceder babosas y obvias declaraciones sobre lo divino y lo humano. Para eso sí les sirven los medios de comunicación, para el auto bombo y para ir afincando en la retina de ciertos incautos la aspiración de convertirse en procurador apenas concluya el período de lo que ya se conoce como “El Albaceazgo” o también “La década perdida”.
Pero dejemos de lado el uso abusivo de la marca del Externado para intentar abrirse camino en escenarios públicos sin tener merecimientos para ello, y volvamos a lo que es central en esta columna: el grotesco intento de silenciar la crítica, con el simplismo de que la ropa sucia se lava en casa. El gesto totalitario de que por fuera del Externado nadie se entere de lo que está pasando, no ha desaparecido. Todavía hay quienes alimentan esa salida como doctrina o ideología, a lo mejor algunos creyendo proteger la Universidad, sin advertir que ese mutismo obligado es el peor remedio para resolver la grave enfermedad que nos sacude, la cual ya hizo metástasis.
La solución de obligar a los disidentes a que solo se expresen en el ámbito en el que los poderosos todo lo controlan, hasta el aire, es una invitación a que quien proteste o discrepe caiga en el anonimato. Eso es lo que quieren las actuales directivas y sus áulicos: protesten en estas cuatro paredes, que es donde ellos deciden qué trasciende o qué no, y por lo general solo salen las noticias disfrazadas de aciertos, con los que engañan a la comunidad en general.
Valdría la pena que quienes promueven el camino de que todo quede en casa y que nada se lave afuera, recordaran o supieran lo que sucedió en la década de los 50, durante la dictadura civil comandada por Laureano Gómez, el Monstruo. En esos años terribles, primero Ospina Pérez cerró el Congreso cuando se disponía a definir si enjuiciaba o no al mandatario por la inocultable violencia que azotó al país y en particular las comunidades liberales, y luego más tarde cuando Laureano, candidato solitario a la Presidencia de la República, llegó al poder, el terror se incrementó por cuenta de los atropellos oficiales, y entonces se convocó una Constituyente dizque para reformar la Constitución, y acabar con las reformas del año 36, y restablecer el oscurantismo de la Carta Política de la Regeneración, con la que abusaron durante 45 años de hegemonía conservadora.
En septiembre de 1952, luego del entierro de unos policías, el Gobierno del sordo Urdaneta, que por enfermedad de Laureano había asumido el mando, permitió que fueran asaltadas la sede del Partido liberal y las residencias de los jefes liberales Alfonso López Pumarejo, quien ya había ocupado dos veces la Presidencia, y Carlos Lleras Restrepo, quien solo llegaría a este cargo en 1966. López y Lleras tuvieron que asilarse en una embajada y luego salir al exilio, que el tenebroso Gobierno de esa hora se empeñaba en calificar como voluntario. Desde su obligado confinamiento en México, los jefes liberales se volvieron incómodos para el régimen, que no toleraba la crítica porque consideraba traición a la patria que la ropa sucia no se lavara en casa, un hogar donde solo podía expresarse la militancia conservadora. Convocada en 1953 la Constituyente de bolsillo, Laureano hizo incluir en el proyecto de articulado el siguiente texto acuñado en la idea de lavar la ropa sucia en casa y sancionar a todo aquel que se atreviera a criticar al régimen. La odiosa normativa que se propuso fue esta:
“Artículo 13: El Colombiano, aunque haya perdido la calidad de nacional, que fuere cogido con las armas en las manos en guerra contra Colombia, o que en el exterior ejecute actos que tiendan a deshonrar a la República, o que se comprometa en actividades subversivas contra el régimen interior del Estado, O QUE DE PALABRA O POR ESCRITO ATENTE CONTRA EL PRESTIGIO DE LAS AUTORIDADES Y DE LAS INSTITUCIONES DEL PAÍS, SERA JUZGADO Y PENADO COMO TRAIDOR”.
Por fortuna, Laureano fue derrocado por el golpe de opinión de Rojas Pinilla, y la tenebrosa disposición que buscaba constitucionalizar la teoría de “la ropa sucia se lava en casa” criminalizando la crítica hecha desde el exterior, quedó sepultada.
El “Albaceazgo” del Rector tiene al Externado dividido y sin ninguna posibilidad que exista una reconciliación.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
La Rectoría de Juan Carlos Henao no pasará a la historia por sus logros sino por sus reiterados desaciertos, su terquedad y su soberbia. No cumplió con el impostergable encargo de asegurar el tránsito tranquilo de suceder al Doctor Fernando Hinestrosa sin disolver la Universidad. Por más que la administración y sus áulicos pretendan ignorarlo, lo cierto es que el Externado hoy está dividido, no tiene lenguaje ni propósitos comunes, y no hay posibilidad alguna de reconciliación, porque el Rector en vez de convocar, fracturó en sectores la planta profesoral a extremos insolubles.
El día que se haga el inventario de errores de Henao, ocuparán sitio preferencial el haberse negado a que se realizara una auditoria franca y transparente del manejo de los haberes de la Universidad, lo cual hoy sigue siendo un misterio; el haber torpedeado el funcionamiento del Consejo de Profesores y la renovación oportuna de sus voceros en el Consejo Directivo que completó un cuarto de siglo; y, por supuesto, haber aceptado a regañadientes crear la decanatura de la Facultad de Derecho, para designar a una persona que tampoco aglutinó a la comunidad externadista y, por el contrario, ha contribuido a la creación de bandos.
En efecto, Juan Carlos Henao desaprovechó la oportunidad de haber enviado una señal positiva de superación de las diferencias entre externadistas que él imprudentemente propició, llamando a la decanatura de Derecho a una persona de reconocida trayectoria en la Facultad, acatada y respetada. No fue capaz de acertar, porque prefirió el camino errado de designar a quien distingue como su amiga de antaño.
El resultado no ha podido ser más desafortunado para él pero sobre todo para la Universidad: en la decanatura de Derecho no hay una profesora experta que honre este rango, sino una improvisada amiga al servicio de los intereses rectorales.
La institución requería una Decana en Derecho que descongestionara la labor rectoral, pero sobre todo que condujera en armonía sus avatares académicos y diarios. Si Henao hubiese designado, por ejemplo, a la doctora Emilssen de Cancino, nadie habría puesto en duda ese nombre. La doctora Emilssen, como la llamamos el grueso número de sus discípulos, ha sido profesora por más medio siglo en nuestra Casa de Estudios, reconocida catedrática, y persona con la que el diálogo siempre es sencillo, pluralista, respetuoso y conciliador. Esos atributos, de los que participan otros profesores, son todos ajenos en Adriana Zapata, una persona que, salvo por su cercanía personal con el rector Henao, carece de las horas de vuelo para tomar el control de una decanatura de una Facultad que no conoce ni tampoco sabe quién es ella.
Para no ir muy lejos, la doctora Zapata ejerce su poder interrumpiendo groseramente las comunicaciones telefónicas y luego pretende justificarse alegando que lo hizo porque se agotó el temario, lo que no es ni siquiera una disculpa. ¡Vaya manera de dialogar¡ No era esto lo que necesitaba la Escuela de Derecho más importante del país.
Hizo un recuento de los graves hechos que han salpicado al Externado, como fue la reelección ilegitima del Rector, Juan Carlos Henao; llamó la atención por la falta de voluntad de las directivas para democratizar a la Universidad; le envió un mensaje contundente a la Decana de Derecho, quien le recordó que antes de ser electa censuró a los medios; sin tapujos habló de la corrupción en el Externado; y filtró los resultados de una reciente auditoria que se le hizo a la institución pero que el Rector no quiere que se conozca.
Hizo un recuento de los graves hechos que han salpicado al Externado, como fue la reelección ilegitima del Rector, Juan Carlos Henao; llamó la atención por la falta de voluntad de las directivas para democratizar a la Universidad; le envió un mensaje contundente a la Decana de Derecho, quien le recordó que antes de ser electa censuró a los medios; sin tapujos habló de la corrupción en el Externado; y filtró los resultados de una reciente auditoria que se le hizo a la institución pero que el Rector no quiere que se conozca.
Por: Ramiro Bejarano.
Profesor emérito de la Universidad Externado de Colombia.
Los Tiempos Idos
25 de octubre de 2018
En marzo de 2018 se movieron los cimientos del Externado con ocasión de unos derechos de petición a la Rectoría, presentados por el ex profesor Eduardo Montealegre y por el docente Néstor Osuna. A partir de ese “florero de Llorente”, empezó un período de crisis ante la necesidad de democratizar la Universidad y pedir cuentas a la administración. Acto seguido el Consejo Directivo, movido por la necesidad de enfrentar una tutela, decidió reelegir como Rector a Juan Carlos Henao. En el afán de honrar este proceso de democratización, por primera vez, en 135 años de esta alma mater, se convocó el estamento profesoral para expedir el Estatuto de los Profesores. En una primera asamblea de abril se formularon confusas propuestas para mantener esta crisis a salvo de los medios de comunicación. ¿A quiénes pretendían callar y a qué le temen que se comente públicamente?
Democratizar quimera difícil
27 de noviembre de 2018
Democratizar es fácil, siempre que quien esté interesado en hacerlo tenga claro que basta solamente el propósito de crear canales seguros de expresión donde convivan todas las tendencias ideológicas. Eso es lo que buena parte de la comunidad universitaria espera del Externado.
La Decana y los medios
28 de febrero de 2019
Adriana Zapata, recién posicionada como Decana de la Facultad de Derecho del Externado, hizo público su nombramiento en los medios de comunicación, los mismos que paradójicamente hace unos meses censuró en medio de una asamblea, cuando era directora de uno de los departamentos de la Facultad. ¿Memoria selectiva u oportunismo? Se le olvida que impulsó y promovió una propuesta para que lo acordado en esa reunión se mantuviera alejado de la prensa.
No a la ley de punto final
24 de junio de 2019
La actitud de taparse los ojos y hacer borrón y cuenta nueva de los amigos del Rector Henao y de los defensores a ultranza del decadente Consejo Directivo, no es la solución para resolver las diferencias que hoy tienen sumergida en una crisis institucional al Externado. Es inútil e inmoral pretender resolver los problemas de la Universidad con el argumento de que la oposición son solamente cuatro gatos.
Mi vaina con El Externado
29 de julio de 2019
Primero como estudiante, luego como graduado y hoy como profesor emérito exijo que la Universidad recupere su institucionalidad y retome el rumbo del éxito que se ha perdido. Esta crisis no cesará mientras las directivas no enderezcan el rumbo y no será con amenazas ni con emboscadas rectorales como las aguas agitadas volverán a su cauce.
De la corruptela en el Externado
31 de agosto de 2019
¿No es corrupción que el Rector Henao, valiéndose de su inmenso poder, tratará de influir en la designación de un togado de Alta Corte, como Carlos Bernal? Eso se llama corrupción, así sea de cuello blanco. Que quede claro que un Rector debe poner su prestigio personal y el de la institución a salvo de esas triquiñuelas y avatares de la burocracia.
Auditoria secreta en el Externado
26 de septiembre de 2019
Se ha filtrado que este trabajo fue un engaño y que no ahondó en los aspectos centrales del manejo de los recursos. ¿A qué le teme el Rector que no permite que se conozcan esos resultados? Si la auditoria se realizó gracias a las exigencias de la comunidad universitaria que todavía clama por ese detalle mínimo de transparencia y rectitud ¿Qué sentido tiene que la Universidad opté por la ley del silencio? Seamos serios.